Otra clase de sufrimiento

No basta tener razón. Además, es necesario saber hacerla valer…, y que los otros quieran reconocerla. Sin embargo, afirma la verdad siempre que sea necesario, sin detenerte por el “qué dirán”.

Si frecuentas la escuela del Maestro, no te extrañará que también tengas que bregar contra la incomprensión de tantas y de tantas personas, que podrían ayudarte muchísimo, sólo con que hicieran el menor esfuerzo por ser comprensivos.

Más pensamientos de San Josemaría.

Valientes y coherentes

Para un hijo de Dios, las contradicciones y calumnias son, como para un soldado, heridas recibidas en el campo de batalla.

Te traen y te llevan… La fama, ¿qué importa? En todo caso, no sientas vergüenza ni pena por ti, sino por ellos: por los que te maltratan.

A veces no quieren entender: están como cegados… Pero, otras, eres tú el que no ha logrado hacerse comprender: ¡corrígete!

Más pensamientos de San Josemaría.

Fortaleza en la dificultad

¿Pero no te haces cargo de que es tonto sorprenderse de que haya espinas entre las rosas?

Me basta tener delante de mí un Crucifijo, para no atreverme a hablar de mis sufrimientos… Y no me importa añadir que he sufrido mucho, siempre con alegría.

¿No te comprenden?… El era la Verdad y la Luz, pero tampoco los suyos le comprendieron. -Como tantas veces te he hecho considerar, acuérdate de las palabras del Señor: “no es el discípulo más que el Maestro”

Más pensamientos de San Josemaría.

Grandeza de alma al padecer

Pediste al Señor que te dejara sufrir un poco por El. Pero luego, cuando llega el padecimiento en forma tan humana, tan normal -dificultades y problemas familiares…, o esas mil pequeñeces de la vida ordinaria-, te cuesta trabajo ver a Cristo detrás de eso. -Abre con docilidad tus manos a esos clavos…, y tu dolor se convertirá en gozo.

No te quejes, si sufres. Se pule la piedra que se estima, la que vale. ¿Te duele? -Déjate tallar, con agradecimiento, porque Dios te ha tomado en sus manos como un diamante… No se trabaja así un guijarro vulgar.

Más pensamientos de San Josemaría.

Nada ha cambiado en Él

Me comentabas que hay escenas de la vida de Jesús que te emocionan más: cuando se pone en contacto con hombres en dura circunstancia…, cuando lleva la paz y la salud a los que tienen destrozados su alma y su cuerpo por el dolor… Te entusiasmas -insistías- al verle curar la lepra, devolver la vista, sanar al paralítico de la piscina: al pobre del que nadie se acuerda. ¡Le contemplas entonces tan profundamente humano, tan a tu alcance! -Pues…, Jesús sigue siendo el de entonces.

Más pensamientos de San Josemaría.

Testigos de la verdad que salva

Profesor: que te ilusione hacer comprender a los alumnos, en poco tiempo, lo que a ti te ha costado horas de estudio llegar a ver claro.

El deseo de “enseñar”, y “enseñar de corazón”, crea en los alumnos un agradecimiento, que constituye terreno idóneo para la evangelización.

¡Qué lección tan extraordinaria cada una de las enseñanzas del Nuevo Testamento! -Después de que el Maestro, mientras asciende a la diestra de Dios Padre, les ha dicho: “id y predicad a todas las gentes”, se han quedado los discípulos con paz. Pero aún tienen dudas: no saben qué hacer, y se reúnen con María, Reina de los Apóstoles, para convertirse en celosos pregoneros de la Verdad que salvará al mundo.

Más pensamientos de San Josemaría.

Humildad al esparcir la semilla del Evangelio

La maravilla de la Pentecostés es la consagración de todos los caminos: nunca puede entenderse como monopolio ni como estimación de uno solo en detrimento de otros. Pentecostés es indefinida variedad de lenguas, de métodos, de formas de encuentro con Dios: no uniformidad violenta.

Por “el sendero del justo descontento”, se han ido y se están yendo las masas. Duele…, pero ¡cuántos resentidos hemos fabricado, entre los que están espiritual o materialmente necesitados! -Hace falta volver a meter a Cristo entre los pobres y entre los humildes: precisamente entre ellos es donde más a gusto se encuentra.

Más pensamientos de San Josemaría.

Ojos para ver las maravillas de Dios

El arado que rotura y abre el surco, no ve la semilla ni el fruto.

Tu tarea de apóstol es grande y hermosa. Estás en el punto de confluencia de la gracia con la libertad de las almas; y asistes al momento solemnísimo de la vida de algunos hombres: su encuentro con Cristo.

Nadie puede sentirse tranquilo con una vida espiritual que, después de llenarle, no rebose hacia fuera con celo apostólico.

No es tolerable que pierdas el tiempo en tonterías cuando hay tantas almas que te esperan.

Más pensamientos de San Josemaría.

¿Quería Dios Padre la muerte de su Hijo en la Cruz?

Aprovecho para hacerle una consulta, querido Fray Nelson: recientemente escuché la prédica de un sacerdote que dijo más o menos lo siguiente: “que no era la voluntad de Dios el que Jesús padeciera tanto en este mundo y llegara a morir en la cruz, ya que siendo Dios todo Amor, su voluntad sí era que Jesús nos enseñara cómo llegar a Dios, pero no necesariamente a través del sufrimiento en la cruz. Que el episodio de la cruz se lo debemos atribuir a las decisiones equivocadas de los contemporáneos de Jesucristo. Luego explicó que no es la voluntad de Dios el que nosotros suframos en este mundo, sino que sufrimos por las malas decisiones que tomamos”. Yo pienso que en gran parte tiene razón, pero hay algo que me dejó incómodo: por ejemplo, si la enseñanza de este sacerdote es del todo cierta, ¿cómo interpretar entonces la Oración de Jesús en Getsemaní, según San Lucas: “Padre, si quieres aleja de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”? Entendiendo por “cáliz” todo el sufrimiento de la pasión, y sabiendo que sí sucedió, y que sucedió a la perfección, con una entrega completa, podríamos concluir que el sufrimiento de Jesús sí fue la voluntad de Dios Padre, ya que no hubo “cambio de planes” a causa de la oración de Jesús en Getsemaní. Me haría usted la caridad de comentar sobre la posición de este sacerdote? Sé que no es una cuestión de “blanco y negro”, pero en verdad, me quedé con una gran inquietud espiritual, y estoy seguro que usted puede ayudar a sosegarla. — A. Lemus.

* * *

La muerte de Cristo en la Cruz es uno de los misterios más profundos de nuestra fe. Por algo dijo san Pablo que la Cruz era “escándalo para los judíos y necedad para los griegos” (1 Corintios). Lo cual explica también la especie de urgencia que algunos sienten de eliminar lo “escandaloso” de la Cruz por ejemplo usando el recurso que usó el sacerdote que se menciona en esta consulta; en tal caso, el argumento va de esta manera: la muerte de Cristo no era algo que Dios quería sino sólo el resultado de las decisiones erróneas de los contemporáneos del Señor. Cosas parecidas han dicho autores de gran renombre actualmente, como el sacerdote y teólogo español José Antonio Pagola. La fe, así presentada y falsificada, resulta bastante más fácil de aceptar porque produce menos choque en nuestra mente. Continuar leyendo “¿Quería Dios Padre la muerte de su Hijo en la Cruz?”

Fuego de un amor nuevo

«Hominem non habeo» -no tengo a nadie que me ayude. Esto podrían asegurar, ¡desdichadamente!, muchos enfermos y paralíticos del espíritu, que pueden servir… y deben servir. Señor: que nunca me quede indiferente ante las almas.

Ayúdame a pedir un nuev0 Pentecostés, que abrase otra vez la tierra.

“Si alguno de los que me siguen no aborrece a su padre y a su madre y a la mujer y a los hijos y a los hermanos y hermanas, y aun a su vida misma, no puede ser mi discípulo”. Cada vez veo más claro, Señor, que los lazos de sangre, si no pasan por tu Corazón amabilísimo, son para unos motivo permanente de cruz; para otros, origen de tentaciones -más o menos directas- contra la perseverancia; para otros, causa de ineficacia absoluta; y, para todos, lastre que se opone a un entregamiento total.

Más pensamientos de San Josemaría.

Celo pero con paciencia; paciencia pero con celo por la causa de Dios

Comprendo tu impaciencia santa, pero a la vez has de considerar que algunos necesitan pensárselo mucho, que otros irán respondiendo con el tiempo… Aguárdalos con los brazos abiertos: condimenta tu impaciencia santa con oración y mortificación abundantes.

La fe es un requisito imprescindible en el apostolado, que muchas veces se manifiesta en la constancia para hablar de Dios, aunque tarden en venir los frutos. Si perseveramos, si insistimos bien convencidos de que el Señor lo quiere, también a tu alrededor, por todas partes, se apreciarán señales de una revolución cristiana: unos se entregarán, otros se tomarán en serio su vida interior, y otros -los más flojos- quedarán al menos alertados.

A veces, ante esas almas dormidas, entran unas ansias locas de gritarles, de sacudirlas, de hacerlas reaccionar, para que salgan de ese sopor terrible en que se hallan sumidas. ¡Es tan triste ver cómo andan, dando palos de ciego, sin acertar con el camino! -Cómo comprendo ese llanto de Jesús por Jerusalén!

Más pensamientos de San Josemaría.

Perseverancia en la evangelización

Al considerar que son muchos los que desaprovechan la gran ocasión, y dejan pasar de largo a Jesús, piensa: ¿de dónde me viene a mí esa llamada clara, tan providencial, que me mostró mi camino? -Medítalo a diario.

¿Vacilas en lanzarte a hablar de Dios, de vida cristiana, de vocación,… porque no quieres hacer sufrir?… Olvidas que no eres tú quien llama, sino El: «ego scio quos elegerim» -yo sé bien a los que tengo escogidos.

Has tenido una conversación con éste, con aquél, con el de más allá, porque te consume el celo por las almas. Aquél cogió miedo; el otro consultó a un “prudente”, que le ha orientado mal… -Persevera: que ninguno pueda después excusarse afirmando «quia nemo nos conduxit» -nadie nos ha llamado.

Más pensamientos de San Josemaría.

Amar sin excusas, al modo de Cristo

No me digas que cuidas tu vida interior, si no haces un apostolado intenso, sin pausa: el Señor -a Quien tú me aseguras que tratas- quiere que todos los hombres se salven.

Ese camino es muy difícil, te ha dicho. Y, al oírlo, has asentido ufano, recordando aquello de que la Cruz es la señal cierta del camino verdadero… Pero tu amigo se ha fijado sólo en la parte áspera del sendero, sin tener en cuenta la promesa de Jesús: “mi yugo es suave”. Recuérdaselo, porque -quizá cuando lo sepa- se entregará.

¿Que no tiene tiempo?… Mejor. Precisamente a Cristo le interesan los que no tienen tiempo.

Más pensamientos de San Josemaría.

Ardor en la causa de Cristo

Has de ser una brasa encendida, que lleve fuego a todas partes. Y, donde el ambiente sea incapaz de arder, has de aumentar su temperatura espiritual. -Si no, estás perdiendo el tiempo miserablemente, y haciéndolo perder a quienes te rodean.

Cuando hay celo por las almas, siempre se encuentra gente buena, siempre se descubre terreno abonado. ¡No hay disculpa!

Convéncete: también ahí, hay muchos que pueden entender tu camino; almas que -consciente o inconscientemente- buscan a Cristo y no le encuentran. Pero “¿cómo oirán hablar de El, si nadie les habla?”

Más pensamientos de San Josemaría.

Evangelizar a través de la amistad

Cuando te hablo de “apostolado de amistad”, me refiero a amistad “personal”, sacrificada, sincera: de tú a tú, de corazón a corazón.

En el apostolado de amistad y confidencia, el primer paso es la comprensión, el servicio,… y la santa intransigencia en la doctrina.

Quienes han encontrado a Cristo no pueden cerrarse en su ambiente: ¡triste cosa sería ese empequeñecimiento! Han de abrirse en abanico para llegar a todas las almas. Cada uno ha de crear -y de ensanchar- un círculo de amigos, sobre el que influya con su prestigio profesional, con su conducta, con su amistad, procurando que Cristo influya por medio de ese prestigio profesional, de esa conducta, de esa amistad.

Más pensamientos de San Josemaría.