187. Inteligencia, Conciencia, Inspiracion

187.1. “Tú no necesitas más tiempo, sino educar tu deseo.” Este pensamiento te lo dice tu conciencia, no yo. Yo podría hablarte sobre la educación de la voluntad, es decir, sobre “aprender a desear,” pero mi propósito no es ese hoy. Además, quiero que distingas, a partir de este mismo ejemplo, la diferencia que hay entre las conclusiones que saca tu inteligencia, los imperativos de tu conciencia y las inspiraciones que Dios me concede darte.

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186. Modelado por la Palabra

186.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

186.2. Escribe, hermano, que no sólo escribes para ti. Escribe con perseverancia, humildad, agradecimiento, honradez y espíritu de servicio. No todo lo que dices es importante para cada uno, pero cada uno sí podrá encontrar algo importante en todo lo que dices. Sirve a tus hermanos las viandas de la Palabra y procura con amor de hermano que se sirvan con gusto y con provecho de todo lo que Dios da para consuelo, sanación, corrección y fortaleza de sus almas.

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185. Vertigo y Valor

185.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

185.2. Una de las más extrañas sensaciones, pero también una de las más buscadas por tus contemporáneos, es la del vértigo. ¿Por qué —puedes preguntarte— esa casi necesidad de experimentar el peligro y de aproximarse y rozar la muerte? ¿No tiene ya suficientes motivos de preocupación el hombre, como para andar a la caza de lo arduo, lo riesgoso, lo aterrador o lo irreversible?

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184. Ecologia del Espiritu

184.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

184.2. La ecología está recordando a los hijos de los hombres que comparten un mismo espacio, y por consiguiente, que tienen un deber compartido de cuidar y aprovechar de manera racional los bienes de la naturaleza. Ningún individuo singular y ningún estado particular tienen el derecho de gastar todo el aire puro disponible. Otro tanto hay que decir del agua, de la capa de ozono y de todos aquellos bienes que todos necesitan.

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182. El Vientre de la Tierra

182.1. Más de una vez la Biblia compara a la tierra con un “vientre.” Texto impresionante en este sentido es el de Job: “desnudo salí del vientre y desnudo volveré a él” (Job 1,21). Es posible que una resonancia de este modo de hablar esté presente en la extraña pregunta de Nicodemo, que sin esta consideración resulta sólo ridícula: “¿Es que acaso puede el hombre volver a entrar al seno de su madre y volver a nacer?” (Jn 3,4). Cuando lees esa pregunta con tus ojos y desde tu perspectiva moderna lo que parece raro, y en donde queda el acento, es en eso de “volver a entrar al seno de su madre,” pues es obvio que tal “entrada” repugna al pensamiento y es desagradable a la humana imaginación. La verdad es que la pregunta del “maestro de Israel” (cf. Jn 3,10) no viene a proponer una cosa tan absurda. Su acento no está ahí sino en lo que sigue, como si dijera: “¿Es que acaso un hombre, vuelto al seno de su madre, puede volver a nacer?”: es decir: “Una vez que el hombre lo ha perdido todo —pues esta es la obra de la muerte, que te devuelve al seno de tu “madre,” la tierra— puede tener un nuevo comienzo?.” De ahí la respuesta de Cristo: el nuevo nacimiento se da por el agua y el Espíritu.

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181. Las Virtudes de Jose

181.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

181.2. Extranjero y lejano permaneció el pecado; lejano y extraño a la casa de Nazareth. No había espacio en aquella casa porque ya estaba toda llena. Llegó el demonio y quiso entrar en ella, pero repleta de virtudes y de amor colmada no tuvo por donde entrar, y sólo de lejos pudo amenazarla, más por declarar su derrota que por adelantar algo en su victoria.

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180. Las Estrellas

180.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

180.2. En su amor providente, Dios da ciertas señales para la inteligencia, pero también ofrece dulces arras a la voluntad. No es negro el firmamento en tal manera que no haya luz de algunas estrellas. Esas estrellas son una hermosa imagen de lo que Dios hace cuando te hace pregustar lo que Él mismo dará más adelante.

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179. Una Siembra Generosa

179.1. Hay dos maneras de medir los esfuerzos. Según el tamaño de tus posibilidades, y según el tamaño de las necesidades. Los principiantes y los mediocres, todo lo miden de acuerdo con sus recursos, y no piensan en otra cosa, como si Dios tuviera que obrar según las medidas humanas. Los avanzados en la vida espiritual y los verdaderos amigos de Dios en todo consideran sobre todo lo que aún hace falta, y por eso parecen incansables, y en cierto modo lo son, pues no laboran sólo con sus energías sino con la fuerza y la vida que les vienen de Dios.

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178. Resistid al Diablo

178.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

178.2. En la Carta de Santiago te encuentras una invitación sorprendente: “Resistid al diablo…” (St 4,7); aún más impresionante es la consecuencia que se sigue: “…y huirá de vosotros” (St 4,7).

178.3. ¿Qué más quería la raza de los hijos de Adán sino una promesa así? Cuando miras en tu imaginación a tantos pueblos esclavos del miedo a los poderes de los cielos —que no son el Cielo, sino “los aires,” como te enseña Pablo (Ef 2,2)—; cuando miras con qué opresión se arrastran las mentes dominadas por la superstición o cualquier forma de idolatría; cuando descubres a la Humanidad entera bajo chirriantes cadenas de todas las formas de pecado, dime: ¿no te resulta de lo más admirable que haya un texto bíblico que te diga que tú mismo, o cualquiera de tus hermanos los hombres, puede poner en retirada al que es autor principal de toda esa catástrofe que hace gemir al Universo? ¿No es asunto que amerita extensa meditación, prolongada gratitud y cumplida alabanza? Pues eso es lo que se te dice: “huirá de vosotros.” Esta vez será él quien tendrá que huir, cumpliendo plenamente lo que dijo Nuestro Adorable Señor Jesucristo: “Yo veía a Satanás caer del Cielo, como un rayo…” (Lc 10,18).

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177. Inspiración

177.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

177.2. ¿Qué es una inspiración? No sin motivo tú has dicho varias veces que estos mensajes son “inspirados.” Para la mayoría de las personas, y eso tú lo sabes, la única forma de inspiración —en lo que toca a la fe, la Biblia y la religión— es la supresión de la capacidad mental o de la voluntad del sujeto que recibe esa inspiración.

177.3. Observa, sin embargo, que este modo de pensar más que de un “sujeto” está tratando de una especie de “objeto,” que permanece de tal modo pasivo, que no se diferencia mucho del lápiz o el papel que utiliza: es un puro “instrumento,” tan inerte como ellos.

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176. La Flor de tu Bautismo

176.1. Hay una palabra que resume bien todas mis invitaciones, exhortaciones y plegarias por ti: ¡evangelicemos! Con esa palabra en mente puedes y debes leer mi presencia en tu vida; con ella puedes y debes interpretar todos estos mensajes.

176.2. La verdad es que cuando fuiste creado, para el Evangelio fuiste creado. Esto no es nada extraño, pues de hecho todos los hombres han sido creados por Dios con la mirada puesta en su propio Hijo, el Divino Señor Nuestro, Jesucristo. Mas si te digo: “para el Evangelio fuiste creado” es porque el primer amor que Dios infundió en tu alma el día en que, para gozo de mi corazón, recibiste el bautismo, fue el amor a la obra misma de la gracia.

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175. Caro y Barato

175.1. Hoy quiero hablarte de lo barato y lo caro. Hay una especie de contradicción interna en estas palabras. Si llamamos barato a lo que te hace gastar menos dinero, lo lógico es preferir las cosas baratas; pero si llamamos barato a lo que no tiene buena calidad, y por tanto no vale mucho, entonces no es buena idea buscar lo barato. Del mismo modo: si llamamos caro a lo que implica un gasto fuerte, hay que huir de las cosas caras; pero si lo caro conlleva una excelente calidad, entonces hay que preferir en cierto modo a lo que es caro.

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174. Cuando yo me vaya

174.1. Cuando llegue el silencio y no escuches más mis palabras, tendrás aún tiempo suficiente para recordar lo que te he dicho, y habrá para ti la oportunidad de acoger con amor lo escuchado o para rechazar con desconfianza lo que tú mismo has y habrás escrito.

174.2. Esto significa que no voy a imponerme en tu vida, ni en la vida de nadie. Soy como una estrella que aparece la noche que le corresponde, y brilla con todo el amor que puede. Alguna vez hay ojos para acoger ese brillo y tal vez también una boca que con inspiración y acierto cuenta su belleza. Otras veces, en cambio, el destello se pierde o parece perderse en la noche, pues no es verdad que se pierda, sino que queda siempre regalada. Lo que sí puedo decirte, y espero que lo entiendas, es que cuando yo me vaya, sea que me hayas aceptado o no aceptado, ya no te haré falta.

174.3. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.

172. Un Día Antes de la Encarnación

172.1. Un día antes de la Encarnación, ¿qué había en el mundo?

172.2. La Iglesia celebra desde hace mucho tiempo el día de la Encarnación el 25 de marzo. Como te dije en otra ocasión, no es mi oficio resolver tu curiosidad o la de cualquier otro, en el sentido de “revelarte” lo que no te ha dicho la Iglesia visible, que tiene autoridad sobre ti y lleva en su interior la gracia del Espíritu Santo. Para efectos, pues, de estas mis palabras, tomemos ese número y esa fecha, y planteemos de nuevo la pregunta así: ¿cómo estaba el mundo aquel 24 de marzo?

172.3. Corría el agua por los arroyos y brillaba igual el sol en el cielo. Eran tan tímidas las estrellas de aquella última noche antes de la Encarnación como siguen siéndolo en esta precisa noche. Los pájaros, que de nada se enteraron, cantaban antes de aquella fecha con un gozo digno de que ya hubiera pasado el gran acontecimiento, y en los valles umbríos las cadencias de la tarde tenían la misma tristeza de siempre.

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