177. Inspiración

177.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

177.2. ¿Qué es una inspiración? No sin motivo tú has dicho varias veces que estos mensajes son “inspirados.” Para la mayoría de las personas, y eso tú lo sabes, la única forma de inspiración —en lo que toca a la fe, la Biblia y la religión— es la supresión de la capacidad mental o de la voluntad del sujeto que recibe esa inspiración.

177.3. Observa, sin embargo, que este modo de pensar más que de un “sujeto” está tratando de una especie de “objeto,” que permanece de tal modo pasivo, que no se diferencia mucho del lápiz o el papel que utiliza: es un puro “instrumento,” tan inerte como ellos.

177.4. Una verdadera inspiración no requiere la anulación de nada ni de nadie, sino más bien esa gracia que levanta a una persona más allá de su propia capacidad, a veces en el mismo sentido de sus preferencias y de su preparación previa, otras veces en una dirección distinta e incluso extraña a él o ella.

177.5. Alguien podrá preguntar en estos términos: “Cuando se da una acción inexplicable o unos contenidos mentales ajenos a todo lo que la persona sabía, podemos estar seguros de que el origen es sobrenatural, pero ¿cómo decir lo mismo cuando vemos que lo que aparece podría ser explicado de otro modo?” Es un reparo que tú mismo te has hecho, y que merece atención y respeto.

177.6. Ante todo hay que decir que no todas las inspiraciones llegan a ser conocidas como inspiraciones. Si un día, por ejemplo, un piadoso fraile conocido por su excelencia artística —piensa, digamos, en Fray Angélico— se le ocurre hacer un cuadro como ese que viste hace poco, en el que nosotros los Ángeles danzamos en el Cielo tomados de la mano de los hombres lo m sencillo, y en cierto modo lo más seguro, es atribuir la idea a la mente del fraile mismo, aunque no disuena a los oídos piadosos que se diga que tales imágenes fueron “inspiradas por el Espíritu Santo.” Ni el Espíritu Santo, que con seguridad inspiró muchas de tales obras artísticas, va a reclamarle a nadie y a decir: “Soy Yo el principal autor de esa obra…” Así pues, quede sentado que no todas las inspiraciones tienen que llegar a ser reconocidas.

177.7. De otro lado, está claro también que aquellos acontecimientos que escapan radicalmente al ámbito de conocimientos y posibilidades de los hombres y que sin embargo son expresados incluso con admirable exactitud por ellos, constituyen, hablando a la manera humana, poderosos argumentos a favor de la inspiración de ellos mismos. Es lo que puedes decir, por caso, de tantas profecías admirables que grandes santos y amigos de Dios hicieron, y que llegaron a cumplirse para asombro de multitudes enteras. Está claro que, en lo que atañe al reconocimiento humano, estas son las obras más fácilmente reconocibles como “inspiradas.”

177.8. Pero entre esos dos extremos hay una gama muy amplia en la que debes incluir aquello que a veces parece tan completamente “natural” y otras tan bellamente “sobrenatural.” Este es un terreno que no agrada a la mente humana, que quisiera para sentirse segura, estar sólo en un punto o sólo en el otro.

177.9. Mas si lo consideras con mayor atención tendrás que concluir que, a la vista de Jesucristo y de su obra, muchas veces pasa que lo más “natural” es lo más asombroso, mientras que aquello que en sí mismo es más “sobrenatural,” puede quedar con cierta facilidad reducido al rango de lo que es simplemente llamativo o incluso ambiguo.

177.10. Dime si no es así, hermano mío: ¿no es natural que un hombre molido a fuerza de azotes y atravesado por horrendos clavos, falto de agua y torturado por el dolor se muera? ¡Y esa muerte, tan “explicable” y tan “natural” es el misterio que mejor te revela al Dios que lo trasciende todo! Por el contrario, y como ejemplo de lo otro que te he dicho, fíjate que los milagros del Señor Jesús deberían ser tenidos por lo más “sobrenatural,” pero, ¿no han sido muchas veces ocasión de todo tipo de torcidas interpretaciones, desde el Cristo esenio hasta el Cristo parasicólogo? Por eso te digo que no es buena idea buscar el rastro de Dios sólo en lo inexplicable o extraño. Su sello muchas veces se aviene de maravillas con hechos y palabras que, vistas en sí mismas, son “explicables,” pero que, leídas desde lo que suscitan y transforman, aparecen claramente como lo que son en su origen. El que tenga oídos para oír, que oiga.

177.11. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.