En la Cruz he nacido

Al principio, la Cruz de Cristo parece ajena; parece la historia del fracaso de un hombre lejano en el tiempo y la distancia.

Luego sorprende el modo peculiar de su muerte: no tanto lo que le hicieron sino cómo reaccionó él.

Pero uno se cree bueno porque no hace cosas malas. La vida de Cristo muestra que sólo se es bueno cuando se hace el bien, y hacer el bien no es simplemente intercambiar unas cosas por otras, como cuando uno ama al que lo ama. Ser bueno es ser como el Padre del Cielo: es no necesitar excusas ni pagos para hacer el bien.

Entonces uno descubre que en realidad no es bueno, y también descubre que la suma del egoísmo y engaño de cada uno engendra una atmósfera de muerte que todos respiramos.

Con un paso más uno llega a sentir verdadero disgusto del propio corazón, y entonces tiene dos alternativas: la desesperación o la conversión. La conversión es un retorno al misterio de la Cruz, desde la contemplación de la verdad del pecado, de la verdad más pura de lo que es ser “humano” y desde la compasión de Dios. Y entonces la vida cambia, porque uno ha nacido de la Cruz.

La Pascua es el esplendor de la Cruz

La Pascua de Cristo, es decir, su muerte y resurrección, nos llevan a preguntarnos el para qué de su vida y de su cruz. No se trata solamente de sanar algunas personas con milagros espectaculares, ni tampoco se limita a brindar unos cuantos consejos saludables para vivir bien sobre esta tierra. Para eso no necesitaba derramar su sangre.

Su pasión, en cambio, viene a desarmar la Gran Mentira con la que el demonio ha querido aprisionarnos a todos desde siempre. Esta mentira se resume en este juego: “O abandonas a Dios o abandonas tu felicidad…” Si uno le acepta ese juego al demonio termina pecando y condenándose.

En su cruz, Cristo manifestó la fidelidad a toda prueba, y en su resurrección mostró que en esa misma fidelidad está la genuina felicidad. Así reveló la verdad de Dios, la verdad del pecado y la verdad del ser humano, que, si se acoge a la misericordia inagotable que ha mostrado el Crucificado, encontrará salvación real, profunda, definitiva.

Viacrucis de alabanza

1ª Estación: Jesús es condenado a muerte

Te veo, Señor, aceptando en silencio tu condena a muerte. Me dan ganas de compadecerte y de echarme a mí la culpa de lo mal que lo pasaste. Quisiera romper en llanto y flagelarme y hacerme víctima por todo lo que sufriste por mí. Pero no; no quiero añadir pecado a pecado. No quiero hacerme protagonista de tu pasión. Ya soy protagonista de demasiadas cosas. Ya busco ser importante y el centro de atención en cada momento. No quiero robarte la gloria de la pasión.

Tu pasión es tuya, Señor, a ti te pertenece. Es obra de tu amor y de tu honda compasión. Tu tomaste la iniciativa y nos amaste cuando estábamos despistados, cuando éramos enemigos. Nadie te quitó la vida; tú la entregaste por amor. Yo ahora quiero agradecértelo y bendecirte por ello. Cada uno de nosotros vivíamos en nuestro pecado, buscando la gloria y mendigando cariño los unos de los otros. No nos conocíamos ni nos valorábamos hasta que hemos visto tu amor por nosotros en la cruz. Te dejaste condenar a muerte por aquellos a los que ibas a salvar de su inconsciencia. El reo va a salvar al juez. Déjame alabarte y bendecirte en este viacrucis.
Continuar leyendo “Viacrucis de alabanza”

Lectura teologica de una obra de arte: Crucifixion de Matthias Grunewald

Crucifixion
“Este cuadro de la Crucifixión es el más conmovedor de toda la cristiandad, se encontraba en un convento en el que eran atendidos los hombres que eran víctimas de las terribles epidemias que azotaban a la humanidad en occidente en la Baja Edad media. El crucificado está representado como uno de ellos, torturado por el mayor dolor de aquel tiempo…ante esta imagen rezaban los monjes, y con ellos los enfermos, que encontraban consuelo al saber que Cristo había sufrido con ellos…” Click!

El Camino que el Padre eligio

“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Jn 3, 16-17). “Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros sino por los del mundo entero… Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en el Hijo; quien tiene al Hijo tiene la Vida” (1 Jn 2, 2; 5, 11-12).

El Padre Bueno da su Hijo al mundo en oblación para salvarlo del pecado y del demonio, realizando un sacrificio de amor inédito, logrando la libertad total del mundo cumpliendo con toda justicia; es decir, Dios liberó a las criaturas del imperio del mal por amor y por medio del amor, sin trasgredir el orden por Él establecido: Dios tomando sobre sí el pecado, el castigo y al autor del pecado renovó y reordenó lo que había caído en la corrupción, el caos y la confusión, recibió todo dolor transfigurando el sufrimiento y la muerte en vías hacia el cielo, y haciéndose uno con el pecado lo aniquiló con su indecible anonadación: “Seré tu muerte, oh muerte” (DEV 31). El Hijo de Dios es entregado como víctima de propiciación por nuestros pecados: “por Cristo, Dios nos ha reconciliado consigo” (2 Co 5, 18).

Continuar leyendo “El Camino que el Padre eligio”

Sobre el abandono de Cristo en la Cruz

Escuchamos la predica sobre la Meditación de Pasión # 7 , Jesus implora la presencia del Padre, que parece haberle abandonado… La pregunta es esta: ¿CUAL ES EL MOTIVO DE HABERLO ABANDONADO? ¿Porque Jesús se había hecho pecado, y donde hay pecado no está el Padre Dios? !!! Dios nos siga consintiendo con la predicas de la Meditación sobre la Pasión de Jesucristo y abriendo el entendimiento. –Piera.

* * *

El abandono que experimenta Cristo en la Cruz es una participación voluntaria en la condición del ser humano herido por el pecado. Cristo se siente abandonado porque experimenta lo más amargo de la injusticia, que consiste en recibir males por bienes. El silencio del Padre ante esa injusticia produce la sensación de supremo desamparo.

Cristo experimentó el poder del pecado no como dueño de su alma, sino como agente de muerte que riega su veneno por todas partes y termina salpicando a los inocentes y frágiles. Es como el caso del niño maltratado: es inocente, pero experimenta el pecado porque recibe las consecuencias de los pecados de otros. Como Cristo quedó colmado y triturado por los pecados del mundo, todas las áreas de su ser fueron afectadas por esas consecuencias del pecado del mundo, hasta el punto que todo dentro de él fue lastimado y como fracturado por el pecado. Así como cuando un incendio hace que todo se vuelva fuego, sin importar si se trataba de papel, plástico o madera, así la devastación incendiaria del pecado del mundo hizo que todo se volviera “pecado” en Cristo sin que él sin embargo hubiera cometido pecado alguno. De nuevo ayuda a comprender esto la imagen del niño, por ejemplo, del abortado: todo su ser ha sido despedazado por la muerte y el pobre bebé ha sido convertido en muerte, sin haber matado a nadie, sino habiendo sido muerto él mismo. San Juan Bautista dijo que Cristo “quita el pecado del mundo.” Puede decirse que él quitó el pecado del mundo y se lo puso como vestido de irrisión e ignominia.

Estas consideraciones deben llevarnos a tomar con infinita seriedad e infinita gratitud la redención que hemos recibido por pura bondad divina.

Un abrazo de cuaresma, mirando ya con esperanza hacia la Pascua.

Amor a Cristo, amor a la Iglesia – 4 de 7

Retiro Espiritual en el Seminario de Bogotá. Tema 4: La Cruz de Cristo es el perfecto sacrificio, que lleva a plenitud lo figurado en los sacrificios de la Antigua Alianza. Desde esa fuente única de redención se entiende y adquiere su lugar la Eucaristía, que es mucho más que “banquete de amigos,” y también se comprenden la vida y la misión de la Iglesia.