La leche materna es diferente para un niño que para una niña

“El poder de la leche materna es realmente asombroso. Tanto, que a veces parece hasta milagroso. Sabíamos que la leche materna es capaz de mutar y adaptarse a las necesidades de un recién nacido para frenar una enfermedad o cubrir algún tipo de déficit o carencia en su organismo. Lo que no sabíamos es que la leche de una madre lactante también cambia en función del sexo del bebé: no es la misma para una niña que para un niño…”

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La generación del egoísmo

Una reflexión de Felipe Gómez, predicador laico católico:

Noviazgos eternos, relaciones sin compromiso, miedo al matrimonio y a traer hijos al mundo. Un marcado complejo de Peter Pan, en el cual las nuevas generaciones quieren mantenerse eternamente jóvenes, huyendo de las responsabilidades del matrimonio y esquivando la posibilidad de formar una familia.

Estamos ante un fenómeno mucho más grave de lo que parece. Jóvenes tanto hombres como mujeres, cambiando de pareja como si de ropa interior se tratase, salen corriendo cuando la cosa se va volviendo sería y estable y pueda terminar en matrimonio.

Estas nuevas generaciones no se quieren casar, quieren vivir rodeados de placeres más austeros que un hotel de cinco estrellas, pero sin negarse sus gusticos. Buscan viajar por el mundo, conocerlo todo, lanzarse de paracaídas, nadar con tiburones, escalar empinadas montañas, pero no se arriesgan a tener un hogar estable y mucho menos a ser padres de familia, eso lo consideran demasiado riesgoso.

Cambian de trabajo constantemente, y de la misma manera, de pareja. Pero les aterra convertirse en papás como si eso pudiera robarles el encanto y les succionara la vida.

Estamos ante un virus generacional muy serio, un mundo que se cerró a la posibilidad de la maternidad y la paternidad, un mensaje muy ecológico, un mundo muy defensor de las ideas y la diversidad, pero un tapón impenetrable contra la vida humana.

Los que se casan, quieren perrito, a quien le llamarán: “nuestro bebé”, pero ¿pensar en cambiar un pañal? Amamantar a un hijo? Hacer una compota? Llevarlo al médico? Pagarle un colegio? No, eso sí que no!

Europa envejeciendo, muchos países sin hijos, sin legado, sin identidad, sin mano de obra, sin un futuro. Medio mundo llenándose de extremistas que reducen a nada el Cristianismo porque ellos si difunden sus ideas entre sus familias numerosas, mientras las familias católicas se ven mermadas en calidad y número y perecen arrinconadas por ser infieles a Mahoma.

Tal vez este es un castigo merecido por nuestro egoísmo. Tal vez estamos recogiendo lo que sembramos, porque son las mismas mamás quienes le dicen a sus hijas al casarse, disfruten la vida, dense tiempo, no se amarren tan jóvenes con hijos que no les van a permitir ni ir a un cine.

Papás que le meten condones a sus hijos entre las billeteras y los incitan a convertirse en especialistas en pornografía y masturbación, porque así se libran de correr el riesgo de dejar embarazada a alguna mujer.

Estamos llenos de especializaciones, profesionales que son estudiantes eternos, que si llegan a tener un hijo será pasados los treinta años y tal vez bordeando los cuarenta, cuando pierden las ganas de corretear a su único hijo y menos de coquetear con su mujer.

El problema no es tan solo el aborto, sino esta mentalidad anticonceptiva generalizada, que no nos ha dejado salir de nuestra peligrosa y falsa zona de confort.

¿Es pecado entonces usar un preservativo, unas pastillas, ligarse las trompas o hacerse la vasectomía? No es solo un pecado, es un castigo que nosotros mismos nos auto- infringimos, maldiciéndonos como la higuera que se niega a dar frutos.

Sin niños, sin familia, sin hogares que formen a estas generaciones en la fe, no nos queda nada. Tal vez en muy pocos años, porque el tiempo vuela, seamos unos viejitos leyendo la biblia en un hogar geriátrico solos y abandonados, mientras se oyen los versos del coran recitados en megáfonos en cada esquina.

Dios nos perdone, nos sane de nuestro egoísmo y nos bendiga.

Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz, edición 2019

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
52 JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

1 DE ENERO DE 2019

La buena política está al servicio de la paz

1. “Paz a esta casa”

Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dijo: «Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros» (Lc 10,5-6).

Dar la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana[1]. La “casa” mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, con sus características propias y con su historia; es sobre todo cada persona, sin distinción ni discriminación. También es nuestra “casa común”: el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos llamados a cuidar con interés.

Por tanto, este es también mi deseo al comienzo del nuevo año: “Paz a esta casa”.

2. El desafío de una buena política

La paz es como la esperanza de la que habla el poeta Charles Péguy[2]; es como una flor frágil que trata de florecer entre las piedras de la violencia. Sabemos bien que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción.

Dice Jesús: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35). Como subrayaba el Papa san Pablo VI: «Tomar en serio la política en sus diversos niveles -local, regional, nacional y mundial- es afirmar el deber de cada persona, de toda persona, de conocer cuál es el contenido y el valor de la opción que se le presenta y según la cual se busca realizar colectivamente el bien de la ciudad, de la nación, de la humanidad»[3].

En efecto, la función y la responsabilidad política constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad.

3. Caridad y virtudes humanas para una política al servicio de los derechos humanos y de la paz

El Papa Benedicto XVI recordaba que «todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. […] El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político. […] La acción del hombre sobre la tierra, cuando está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana»[4]. Es un programa con el que pueden estar de acuerdo todos los políticos, de cualquier procedencia cultural o religiosa que deseen trabajar juntos por el bien de la familia humana, practicando aquellas virtudes humanas que son la base de una buena acción política: la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad, la fidelidad.

A este respecto, merece la pena recordar las “bienaventuranzas del político”, propuestas por el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyen Vãn Thuan, fallecido en el año 2002, y que fue un fiel testigo del Evangelio:

Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel.
Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad.
Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.
Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente.
Bienaventurado el político que realiza la unidad.
Bienaventurado el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical.
Bienaventurado el político que sabe escuchar.
Bienaventurado el político que no tiene miedo[5].

Cada renovación de las funciones electivas, cada cita electoral, cada etapa de la vida pública es una oportunidad para volver a la fuente y a los puntos de referencia que inspiran la justicia y el derecho. Estamos convencidos de que la buena política está al servicio de la paz; respeta y promueve los derechos humanos fundamentales, que son igualmente deberes recíprocos, de modo que se cree entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y gratitud.

4. Los vicios de la política

En la política, desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los vicios, debidos tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el ambiente y en las instituciones. Es evidente para todos que los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella. Estos vicios, que socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social: la corrupción —en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas—, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio.

5. La buena política promueve la participación de los jóvenes y la confianza en el otro

Cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro y los jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza, porque se ven condenados a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto para el futuro. En cambio, cuando la política se traduce, concretamente, en un estímulo de los jóvenes talentos y de las vocaciones que quieren realizarse, la paz se propaga en las conciencias y sobre los rostros. Se llega a una confianza dinámica, que significa “yo confío en ti y creo contigo” en la posibilidad de trabajar juntos por el bien común. La política favorece la paz si se realiza, por lo tanto, reconociendo los carismas y las capacidades de cada persona. «¿Hay acaso algo más bello que una mano tendida? Esta ha sido querida por Dios para dar y recibir. Dios no la ha querido para que mate (cf. Gn 4,1ss) o haga sufrir, sino para que cuide y ayude a vivir. Junto con el corazón y la mente, también la mano puede hacerse un instrumento de diálogo»[6].

Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales. Una confianza de ese tipo nunca es fácil de realizar porque las relaciones humanas son complejas. En particular, vivimos en estos tiempos en un clima de desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la ansiedad de perder beneficios personales y, lamentablemente, se manifiesta también a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro mundo globalizado. Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan “artesanos de la paz” que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios Padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana.

6. No a la guerra ni a la estrategia del miedo

Cien años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y con el recuerdo de los jóvenes caídos durante aquellos combates y las poblaciones civiles devastadas, conocemos mejor que nunca la terrible enseñanza de las guerras fratricidas, es decir que la paz jamás puede reducirse al simple equilibrio de la fuerza y el miedo. Mantener al otro bajo amenaza significa reducirlo al estado de objeto y negarle la dignidad. Es la razón por la que reafirmamos que el incremento de la intimidación, así como la proliferación incontrolada de las armas son contrarios a la moral y a la búsqueda de una verdadera concordia. El terror ejercido sobre las personas más vulnerables contribuye al exilio de poblaciones enteras en busca de una tierra de paz. No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los males y a privar a los pobres de la esperanza. En cambio, cabe subrayar que la paz se basa en el respeto de cada persona, independientemente de su historia, en el respeto del derecho y del bien común, de la creación que nos ha sido confiada y de la riqueza moral transmitida por las generaciones pasadas.

Asimismo, nuestro pensamiento se dirige de modo particular a los niños que viven en las zonas de conflicto, y a todos los que se esfuerzan para que sus vidas y sus derechos sean protegidos. En el mundo, uno de cada seis niños sufre a causa de la violencia de la guerra y de sus consecuencias, e incluso es reclutado para convertirse en soldado o rehén de grupos armados. El testimonio de cuantos se comprometen en la defensa de la dignidad y el respeto de los niños es sumamente precioso para el futuro de la humanidad.

7. Un gran proyecto de paz

Celebramos en estos días los setenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue adoptada después del segundo conflicto mundial. Recordamos a este respecto la observación del Papa san Juan XXIII: «Cuando en un hombre surge la conciencia de los propios derechos, es necesario que aflore también la de las propias obligaciones; de forma que aquel que posee determinados derechos tiene asimismo, como expresión de su dignidad, la obligación de exigirlos, mientras los demás tienen el deber de reconocerlos y respetarlos»[7].

La paz, en efecto, es fruto de un gran proyecto político que se funda en la responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, pero es también un desafío que exige ser acogido día tras día. La paz es una conversión del corazón y del alma, y es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria:

— la paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia y -como aconsejaba san Francisco de Sales- teniendo “un poco de dulzura consigo mismo”, para ofrecer “un poco de dulzura a los demás”;

— la paz con el otro: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre…; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva consigo;

— la paz con la creación, redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro.

La política de la paz -que conoce bien y se hace cargo de las fragilidades humanas- puede recurrir siempre al espíritu del Magníficat que María, Madre de Cristo salvador y Reina de la paz, canta en nombre de todos los hombres: «Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; […] acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre» (Lc 1,50-55).

Vaticano, 8 de diciembre de 2018

[1] Cf. Lc 2,14: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

[2] Cf. Le Porche du mystère de la deuxième vertu, París 1986.

[3] Carta ap. Octogesima adveniens (14 mayo 1971), 46.

[4] Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 7.

[5] Cf. Discurso en la exposición-congreso “Civitas” de Padua: “30giorni” (2002), 5.

[6] Benedicto XVI, Discurso a las Autoridades de Benín (Cotonou, 19 noviembre 2011).

[7] Carta enc. Pacem in terris (11 abril 1963), 44.

LA GRACIA del Miércoles 21 de Noviembre de 2018

MEMORIA DE LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Pidamos a María Santísima que nos ilumine, especialmente a las mujeres para que no se dejen amordazar por el feminismo que quiere convertirlas en juguetes de las tinieblas.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA en redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios. Tu donación hace fuerte la evangelización católica. ¡Dona ahora!]

¿En realidad le importan al sistema abortista la dignidad y los derechos de la mujer?

“Sorprende la poca capacidad de feministas, medios y personas dentro del sistema para tener conciencia frente a la devastadora política del aborto. El mito del “feto inhumano”, las incoherencias del discurso abortista, el “roscograma” de la cultura de la muerte (IPPF y Profamilia), el escándalo por el tráfico de órganos de bebés abortados… ¿hasta cuándo?..”

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¿Cuáles son los frutos de la revolución sexual de los 70s?

“Deborah Savage es profesora de Filosofía y Teología en el St. Paul Seminary School of Divinity de la University of St. Thomas en St. Paul (Minnesota), y profesora asociada en el Veritas Center for Ethics in Public Life en la Franciscan University de Steubenville (Ohio). En un reciente artículo en First Things relató su experiencia personal en los inicios de la revolución sexual, que vivió en su epicentro, las universidades californianas, y las consecuencias palpables medio siglo después. Lo reproducimos a continuación como una reflexión sumamente interesante sobre el impacto del llamado “sexo libre” en la psicología masculina y femenina y en sus relaciones mutuas…”

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La decadencia de Occidente

“Traducida al castellano en 1966 por García Morente, La decadencia de Occidente fue prologada por Ortega y Gasset, quien califica la obra de Spengler como una «filosofía de la historia». Con su estilo didáctico, el filósofo madrileño explica cómo lo importante para una filosofía de la historia no son tanto los hechos, sino la misma realidad histórica de la que los hechos, como la muerte de César, no son sino su superficie. Por eso, frente a la historia de los historiadores, Spengler se plantea la pregunta filosófica: ¿cuál es el sujeto de la historia? Para responder que dicho sujeto, que su substancia, es la cultura, es decir, un modo orgánico de pensar y sentir. Las culturas, nos dice Spengler, son plantas y, como tales, atraviesan tres etapas: juventud, madurez y senectud. En 1918, Spengler consideraba que la cultura occidental estaba asistiendo a su momento de decadencia…”

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Para casarse, mejor no esperar mucho

“Los millennials, esa generación que llegó a la mayoría de edad en los albores del siglo XXI, esperan más que sus antecesores para tomar la decisión de ponerse el anillo de bodas. Si entre los jóvenes de antes pasaba una media de cinco años entre el momento de conocerse y el de casarse, las parejas de 25-34 años se demoran seis años y medio…”

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¿Será tarde para la sanación de mis hijos?

Fray Nelson, hoy dia soy madre de una jovencita y me veo reflejada en ella: repeti las mismas faltas que mi papa; les he destruido el autoestima a mis hijos. ¿cómo hago para reparar tremendo daño para que mis hijos no repitan en sus hijos estos errores? Ya sera tarde?? Ellos aun estan aqui bajo mi cuidado. –I.G.

* * *

No creo que sea tarde. Empieza por el respeto, la serenidad, la sonrisa frecuente, y el destacar cada cosa buena que hacen.

Por supuesto, todo ello acompañado y levantado por el poder de la oración constante. Siempre debemos recordar que al orar estamos apelando al Dios que es Señor de TODO: pasado, presente y futuro, lo visible y lo invisible, lo racional y lo emocional, lo consciente y lo inconsciente. Sencillamente el poder de Dios, que es poder restaurador, cargado de toda bondad y sabiduría.

Lo que sí es muy importante es que te concentres en el bien que puedes construir o reconstruir, y no tanto en los cambios (positivos) que puedan darse en el trato entre ellos y tú. O dicho de otro modo: dedícate a sembrar buena semilla y deja que el fruto aparezca cuando el Señor así lo disponga.

Con motivo del Encuentro de Familias en Dublín

Si yo no viera a Cristo bebiendo su cáliz no tendría fuerzas para beber el mío ni para entender que, por su piedad, en realidad bebemos del mismo.

¡Cómo sangras por los golpes que te dan los de fuera! Eso ya se sabía. Pero, ¿cómo entender que te apartes del agua limpia de tu Esposo y Señor, y prefieras lavarte con agua inmunda, la que te da el mundo, con la falsa promesa de hacer caso a tus voces?

Tan grave es tu enfermedad que no quieres enterarte de que estás enferma. Caen sobre ti las palabras de Isaías: ahora quieres llamar bien al mal, y por fuerza terminas entonces llamando mal al bien.

Pero Dios no te ha desechado. Los que hoy te drogan con doctrinas que niegan el pecado, y así oscurecen la salvación, no tendrán la voz para siempre. No importa si veo la victoria en el breve espacio de mi vida terrena. Sé que un día con estos ojos la veré.

#MeDuelesIglesia