Una fe renovada, 04, La Mujer y la Evangelización, 1a. de 2 partes

[Predicación en la Capilla del Niño del Desagravio, en San Luis Potosí, México]

Tema 4: La Mujer y la Evangelización, 1a. de 2 partes

* Seguimos la propuesta del Papa Francisco sobre la necesidad de reflexionar sobre el lugar de la mujer en la Iglesia: ¿qué papel cumplen o pueden cumplir las mujeres en la transmisión de la fe? Esta primera charla sobre el tema explora algunos dones más peculiares de la mujer. La segunda parte mira un poco de qué manera esos dones son especialmente útiles a la evangelización.

* El punto de partida bíblico es que la imagen de Dios no está sólo en el hombre ni sólo en la mujer. “A imagen de Dios los creó,” dice la Escritura, indicando que la diferencia de los sexos y su complementariedad responden al plan de Dios.

* El mundo, por sus propias fuerzas y con sus solas luces, no puede responder al lugar de la mujer en la sociedad. Las alternativas que el mundo ha ofrecido a la mujer son sobre todo tres: (1) destruir la autoestima femenina y hundirla en pasividad inerte frente al machismo; (2) masculinizar a la mujer para que compita con el hombre, y si es posible le gane; (3) intentar una aritmética irreal del 50 y 50 por ciento, como si repartir los trabajos y los oficios por mitades hiciera justicia a las mujeres. Cualquiera de estas alternativas termina volviéndose contra el ser propio de la mujer.

* La Biblia mira la existencia como una vocación y por tanto nos invita a encontrar la verdad y plenitud de toda vida en la mirada atenta hacia aquel que nos ha llamado a existir, es decir, Dios mismo. Esto significa que la mujer encuentra su propia plenitud solamente volviéndose hacia Dios y por supuesto acogiendo su lenguaje y su mensaje.

* De hecho, el primer mensaje que puede leer la misma mujer es su realidad corporal, afectiva, emocional y espiritual. En esa lectura descubre que su cuerpo y todo su ser están abiertos y llamados a dar vida, cuidar la vida, defender la vida, restaurar la vida. La mujer es ministra de la vida. Su vocación puede ser vista y vivida de muchas formas pero solamente cuando se descubre llamada a dar vida la mujer se descubre en la luz de su propio Creador.

El sentido de la vida para ateos y catolicos

[Una entrevista con Christian Huerta, de SemperFiat.com]

– ¿Venimos de la no existencia y vamos a la no existencia?

– ¿Lo único que da sentido a la vida es vivir el momento presente de una forma inmanentista?

– ¿El dogma frena el desarrollo del intelecto?

– ¿Por qué preguntar no siempre es igual a la búsqueda honesta de la verdad?

http://www.youtube.com/watch?v=DkOXbO-JeeU

Teorias y Modelos del Yo, 2 de 2

Escuela de Vida Interior, Tema 19: Teorías del YO que han cimentado el relativismo.

Para distinguir entre el falso y el verdadero conocimiento de sí mismo conviene hacer un recorrido por la historia, la filosofía y la psicología, aunque sea brevemente. En esta ocasión nos referimos a tres personajes del siglo XX que ilustran las raíces del pensamiento subjetivista y relativista de nuestra época.

Carl Gustav Jung (1875-1961) fue por un tiempo discípulo de Sigmund Freud, con el cual tiene algunas coincidencias. Lo mismo que Freud, Jung considera que la luz de lo consciente es comparativamente muy pequeña, de manera que la mayor parte de lo que uno “es” pertenece al dominio de lo inconsciente.

Pero Jung se distancia de Freud en varias cosas. Para Jung lo inconsciente no necesariamente está determinado por contenidos de origen sexual o libidinoso. Freud cree haber encontrado algunas puertas hacia lo inconsciente, por ejemplo, la libre asociación (el hablar sin inhibiciones, tipo desván), la interpretación de los sueños, o el examen de los mecanismos de defensa. Para Jung, en cambio, el inconsciente es lo no-consciente y no-conscienciable: no existe un método real que lleve a lo no conocido y cognoscible.

Otra diferencia entre estos dos pensadores es que para Jung lo inconsciente no es individual en su origen. Todo lo contrario. De hecho, el proceso más importante del crecimiento personal es la “individuación,” es decir, el proceso que lleva desde el “inconsciente colectivo,” que es como un depósito profundo e indiferenciado de arquetipos, hacia las opciones y decisiones de la persona como individuo. El proceso de “negociación” entre el subsuelo de imágenes y referencias comunes, por un lado, y las opciones que el individuo va tomando, es exactamente lo que constituye el “crecimiento personal.”

Debe destacarse que, por su misma naturaleza de “inconsciencia,” los arquetipos no son ni buenos ni malos, ni verdaderos ni falsos. Desde una perspectiva Jungiana no tiene sentido preguntarse si Dios existe o si el demonio realmente tienta a las personas. Lo único que importa es que hay seres humanos para los cuales hay colosales arquetipos como “la divinidad” o “la maldad en persona.” Por eso la religión no pertenece, según Jung, al terreno de lo verdadero.

La lógica consecuencia es que el proceso que él llama de “individuación” no está ligado a parámetro alguno de tipo objetivo. Simplemente, cada uno ha de aprender a reconciliarse con sus zonas oscuras y aprender a convivir con sus demonios (algo muy semejante predicó Anselm Grün en Colombia, 2012).

Jean Paul Sartre (1905-1980), filósofo francés, icono del existencialismo de la postguerra, llegó a convertirse en una especie de profeta para un mundo profundamente desencantado, incapaz de fiarse de los grandes relatos de la razón o de la fe.

En continuidad temática con el existencialismo de Kierkegaard, pero en profunda discontinuidad con la atmósfera cristiana de este último, Sartre percibe la contingencia infinita de la vida misma. Declara entonces que la vida es “una pasión inútil;” no se puede extraer sentido o significado de la vida: hay que dárselo. Según él, la existencia precede a la esencia, es decir: cada quien, en las opciones que toma por el camino del existir, va configurando su esencia, lo que es.

Si es un hecho firme que la vida carece de significado más allá de las decisiones del individuo, predicar un sentido para la existencia es engañar, y si de tal engaño se vale uno para crear una institución robusta y poderosa, como puede ser un gran partido político o una gran comunidad de creyentes, hay que hablar de “mala fe.” La mala fe, según Sartre, es el modo de obrar de aquel que sabe, porque no puede ignorar, la contingencia de la vida, pero pretende actuar como si las cosas no fueran así.

La única manera de librarse de la mala fe, es instalarse en la desprotección honesta de la autenticidad, esto es, asumir la existencia sin lo que él considera “máscaras” o mentiras. Por supuesto, esto implica “liberarse” de la idea de Dios y avanzar sin esperar nada de las cosas (ni de las personas).

John Lennon (1940-1980) puede bien considerarse como el profeta de otro modo de individualismo. Su muy famosa canción Imagine describe un mundo en el que hay paz porque ha desaparecido toda autoridad y toda referencia sobrenatural. Para Lennon lo único realmente importante es que cada quien encuentre algo que realmente lo apasione y luego se deje guiar por esa inspiración o llamado. desde esa perspectiva, las instituciones que pretenden señalar caminos y comportamientos a las personas, por ejemplo, las iglesias, los partidos políticos, o los patriotismos, son prisiones para la verdadera libertad y para el verdadero yo.

Una idea semejante encontramos en el escritor popular Paulo Coelho. Según éste, cada persona tiene que seguir el llamado del propio corazón, porque cada uno va escribiendo en cada día de su vida una página más de un relato irrepetible. Tales pensamientos son de muy buen recibo en una cultura que quiere centrarlo todo en las decisiones de un yo desconectado de cualquier referencia exterior, bajo la premisa de que toda influencia es negación, opresión o supresión.

El mundo postmoderno, el mundo que vive bajo el doble eclipse de la razón y de la fe, ha sido denunciado por el Papa Benedicto XVI, quien ha mostrado con agudeza que no es verdad que el declinar de la fe sea victoria de la razón, ni mucho menos que el oscurecimiento de la razón sea un amanecer para la fe. Muy al contrario, nuestros contemporáneos, especialmente nuestros jóvenes, sufren la fragmentación, incluso la pulverización, de su yo bajo la tiranía del dogma que prohíbe al corazón alcanzar la Verdad con mayúscula.

Otro será el lenguaje si entra Cristo en la escena.

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Este tema pertenece al Capítulo 02 de la Escuela de Vida Interior; la serie completa de los diez temas de este Capítulo 02 está aquí:

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La serie de TODOS los temas de esta Escuela de Vida Interior está aquí:

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Meditacion de San Alberto Hurtado, un verdadero jesuita

Los grandes ídolos de nuestro tiempo son el dinero, la salud, el placer, la comodidad: Lo que sirve al hombre. Y si pensamos en Dios, siempre hacemos de Él un medio al servicio del hombre. Le pedimos cuentas, juzgamos sus actos, nos quejamos cuando no satisface nuestros caprichos. Dios en sí mismo parece no interesarnos. La contemplación está olvidada, la adoración y la alabanza es poco comprendida. Al hombre de mundo sólo le corresponde trabajar y gozar.

El criterio de eficacia, rendimiento y utilidad fundan nuestra manera de actuar. No se comprende el acto gratuito, desinteresado, del que nada hay que esperar económicamente. Mucho menos se entiende el valor del sacrificio. La explicación es simple: En este siglo industrial todo se pesa, todo se cuenta, todo se mide. La adhesión de la inteligencia se obtiene a fuerza de utilidad y de propaganda. ¿Cómo no extender este criterio al dominio de las almas? Los medios sobrenaturales como la Penitencia y la Eucaristía, son reemplazados por recetas naturales: higiene, dignidad, testimonio indiscutible de un debilitamiento del sentido de Dios.

Muchos continúan pronunciando el nombre de Dios. No pueden olvidar sus enseñanzas que desde pequeños les enseñaron sus padres, pero se han acostumbrado al sonido de la palabra Dios como algo cotidiano y se contentan con ella sola, tras la cual no hay ningún concepto que pueda comparase en lo grande y terrible, en lo tremendo y arrobador de la realidad que es Dios.

No niegan a Dios; lo invocan, pero nunca han penetrado su grandeza y la bienaventuranza que puede hallarse en Él. Dios es para ellos algo inofensivo con lo que no hay que atormentarse mucho. La existencia misma de Dios nunca se ha interpuesto en su camino, gigantesca o inaccesible como una montaña. Dios queda en el horizonte como un volcán que está bastante lejos para no temerle, pero aún bastante cerca para darse cuenta de su existencia. A menudo Dios no es más que un cómodo refugio mental. Todo lo que es incomprensible en el mundo o en la propia vida se le achaca a Dios: ¡Dios lo ha dicho! ¡Dios lo ha querido!

A veces Dios es un cómodo vecino a quien se puede pedir ayuda en un apuro o en una necesidad. Cuando no se puede salir del paso, se reza, esto es, se pide al bondadoso Vecino que lo saque del peligro, pero se volverá a olvidar de Él cuando todo salga bien. Éstos no han llegado hasta la presencia abrumadora de la proximidad de Dios.

Al hombre siempre le falta un tiempo para pensar en Él. Tiene tantos otros cuidados: comer, beber, trabajar y divertirse. Todo esto tiene que despacharse antes de que él pueda pensar con reposo en Dios. Y el reposo no viene. Nunca viene.

Hasta los cristianos a fuerza de respirar esta atmósfera estamos impregnados de materialismo práctico. Confesamos a Dios con los labios, pero nuestra vida de cada día está lejos de Él. Nos absorben mil ocupaciones. Nuestra vida de cada día es pagana. En ella no hay oración, ni estudio del dogma, ni tiempo para practicar la caridad o para defender la justicia. La vida de muchos de nosotros, ¿no es, acaso, un absoluto vacío?

Todo lo que es propio del cristiano, conciencia, fe religiosa, espíritu de sacrificio, apostolado, es ignorado y aún denigrado. Nos parece superfluo. Los más llevan una vida puramente material de la cual la muerte es el término final. ¡Cuántos bautizados lloran delante de la tumba como los que no tienen esperanza!

La inmensa amargura del alma contemporánea, su soledad, las neurosis y hasta la locura, tan frecuentes en nuestro siglo, ¿no son fruto de un mundo que ha perdido a Dios? Ya bien lo decía San Agustín: “Nos creaste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

Felizmente el alma humana no puede vivir sin Dios. Espontáneamente lo busca, como el girasol busca el sol. En el hambre y sed de justicia que devora muchos espíritus, en el deseo de grandeza, en el espíritu de fraternidad universal, está latente el deseo de Dios. En medio de un mundo en delincuencia hay grupos de almas escogidas que buscan a Dios con toda su alma y cuya voluntad es el supremo anhelo de sus vidas. Y cuando lo han hallado, el espíritu comprende que lo único grande que existe es Él. Las decisiones realmente importantes y definitivas son las que yacen en Él.

El que halla a Dios se siente buscado por Dios, como perseguido por Él, y en Él descansa. Ve ante sí un destino junto al cual las cordilleras son como granos de arena. Esta búsqueda de Dios sólo es posible en esta vida, y esta vida sólo toma sentido en esa misma búsqueda. Un día cesará la búsqueda y será el definitivo encuentro. Llegará un día en que veremos que Dios fue la canción que meció nuestras vidas. ¡Señor, haznos dignos de escuchar esa llamada y de seguirla fielmente!

Cristo: antivirus de la vida real

Cuando uno se siente fuerte, por ejemplo porque es joven, agradable, con mucho futuro, recursos y buenos amigos, uno no entiende qué quiso decir Cristo con aquello de que “sin mi nada podéis hacer.”

Pero la vida va quitando una a una esas columnas en que uno ponía su seguridad. El tiempo, la salud, la belleza, son dosificados, y en cuanto a los amigos, uno descubre que, con el tiempo, cada vez es más difícil encontrarlos y conservarlos. En cierto sentido: la necesidad de ser amados nunca decrece pero la posibilidad de ser realmente amados sí que disminuye.

Además, el esfuerzo diario por llegar a ser “alguien” y por llegar a ser “aceptables” y merecer que nos “amen” es desgastante y nunca termina: siempre nos falta algo para ser más adinerado, atractivo o a la moda. El mundo del consumo nos pone a correr como ratones en una rueda que sólo gira sobre sí misma, sin llevar a ninguna parte.

Entonces uno mira hacia Cristo y descubre en él un modo de amor que no pone esa clase de restricciones y que tampoco lo utiliza a uno. Y uno ve que Cristo no solamente salva al que ya se ahoga sino que impide que uno se hunda. Por eso Cristo es como un antivirus que impide que el veneno del engaño se instale en la propia vida.

[Predicación en la Parroquia de San Juan Bautista de la Salle y Santa Mónica, en Panamá.]

Vida y Muerte (02)

La vida, en realidad, es una calle de sentido único. – Agatha Christie

Hay dos maneras de vivir su vida: una como si nada es un milagro, la otra es como si todo es un milagro. – Albert Einstein

Amar, aunque se sufra, es, a la larga, la única forma de vivir con plenitud y dignidad. – Gregorio Marañón

¡Ojalá vivas todos los días de tu vida! – Jonathan Swift

Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla. – Fernando Pessoa

Entrar en el plan de Dios

Escuela de Vida Interior, Tema 10: Cerramos el primer ciclo de la Escuela mirando qué implica entrar en el plan de Dios.

Los fundamentos son tres: (1) Aprender a invocar el Santo Nombre de Dios, es decir, jamás volver a excluirlo de nuestras decisiones importantes. (2) Arrepentirnos de corazón, sabiendo que la experiencia del arrepentimiento es hermana de la experiencia de la gracia perdonadora y restauradora de Dios. (3)

Sobre ese cimiento es preciso avanzar en dos líneas: el cultivo de la inteligencia, que implica formación, y el cultivo de la voluntad, que implica piedad y virtud.

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Este tema pertenece al Capítulo 01 de la Escuela de Vida Interior; la serie completa de los diez temas de este Capítulo 01 está aquí:

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La serie de TODOS los temas de esta Escuela de Vida Interior está aquí:

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Ciencia de la Gratitud, 1 de 2

Jornada de oración y predicación en Ibagué. Predicación 1 de 2: El agradecimiento es vital porque enseña el valor y sugiere el para qué de la vida. Previene la envidia y facilita el trabajo en equipo. Enemiga de la gratitud es, ante todo, la soberbia, porque ella impide que sea Dios quien colme el vacío profundo que tiene el corazón humano. Por eso sin Dios nos volvemos tristes e insaciables.

Reacciones inteligentes

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“Llevar una vida difícil, o tener contratiempos más o menos serios, es algo que a cualquiera puede suceder. La vida, a veces, parece que nos aprisiona como en el fondo de un pozo, y que incluso nos echa tierra encima. Ante eso, hay modos de reaccionar inteligentes…” Click!