Tal vez el mundo es Corinto, 02 de 10, La conversión de San Pablo

[Retiro espiritual en el Monasterio de Dominicas en Catamarca, Argentina.]

Tema 2 de 10: La conversión de Pablo

* En la época de Cristo hubo dos términos a los que debemos acercarnos en su enorme carga semántica y emotiva: “Reino de Dios” y “Mesías.”

* Hablar de que Dios viene a reinar implicaba proclamar la próxima caída de la dominación extranjera. Evocaba las grandes gestas del Éxodo, del retorno del destierro y de la lucha macabea. Era una aspiración muy generalizada en los judíos de aquel tiempo, no sólo para los habitantes de Jerusalén sino en todo lugar donde se proclamaran las Escrituras.

* En la memoria del pueblo estaba sobre todo el reinado de David, que logró poner un límite a las hostiles naciones vecinas y trajo estabilidad y prosperidad al reino. Además, David recibió promesa de una dinastía perdurable, y por eso hablar del Mesías (Ungido por Dios) o hablar del “Hijo de David” tenía que sonar a mecha humeante en un polvorín gigante.

* Los que más temían eran: Herodes, rey impostor; Pilato, instrumento de la tiranía romana; y los saduceos, que dependían de ese equilibrio inestable que en buena parte habían ayudado a construir y custodiaban celosamente.

* La manera como cada quien esperaba el Reino sí era muy diversa. Para los fariseos, entre los cuales se crió Pablo, Dios reinaría solamente si se cumplía estrictamente la Ley. El mensaje de Jesús parecía un camino ciego y una distracción imperdonable, que les quitaba liderazgo en medio del pueblo. Eso explica el odio generalizado de los fariseos contra Jesucristo, y luego contra los cristianos.

* La conversión de Pablo es descubrir que el Reino llega por un camino paradójico: no por la conquista de las fuerzas humanas sino por gracia, y mediante la fe.

Lectura creyente de la Biblia, 10 de 10, Claves de lectura de San Pablo

[Curso ofrecido a las Dominicas de la Inmaculada Concepción, en el Perú, febrero de 2013.]

Tema 10 de 10: Claves de lectura de San Pablo.

* El ser humano encuentra razonable un bien pero luego no lo practica. Su bien “moral,” o sea, el cómo vive, está separado de su bien “lógico” es decir, del deber ser que su conciencia le descubre. Este desgarramiento es obra del pecado, y no hay solución posible en términos de la sola Ley, como quería el fariseísmo, porque la Ley lo que hace es subrayar más y más el bien lógico sin fuerzas para producir el bien moral. Al final, la sola Ley termina siendo un dedo acusador que reclama nuestra condena, y que nos precipita por las cuestas de la hipocresía o el cinismo.

* El ser humano, enseña Pablo, no puede salir de esa condición. Las “Escrituras,” o sea, lo que nosotros llamamos el Antiguo testamento, testifica bien que nuestros solos esfuerzos no dan para restituir la condición de paz y amistad con el Dios justo y santo.

* Por eso es regalo infinito ver que de modo libérrimo Dios envía a su Hijo y lo entrega a la muerte por nosotros. Ese regalo, o GRACIA, ha de ser aceptado, agradecido, acogido con fe. esa fe es la que abre los oídos a la predicación exterior, que viene de los apóstoles, y sobre todo, a la voz interior, que viene del Espíritu Santo de Dios.

Mi fe, mi familia, mi tesoro, 3 de 5, La historia fascinante de un gran creyente

[Retiro de adviento para la población hispanohablante de la Parroquia de N. S. del Perpetuo Socorro, en Bernardsville, NJ, Diciembre de 2012.]

Tema 3: La historia fascinante de un gran creyente

Pablo de Tarso fue educado y asumió personalmente la tradición del grupo de los fariseos. Lo que él buscaba como fariseo era el perfecto y estricto cumplimiento de la Ley de Moisés, sobre la base de que si el pueblo era fiel a Dios, también Dios sería fiel a sus promesas de bendición. eso, en concreto, debía significar que el Pueblo Elegido recobrara su independencia, soberanía y prosperidad, empezando por derrotar a los arrogantes romanos. Dentro de esa forma de pensamiento el mensaje de Cristo aparece como un ruido que distrae y un mensaje que estorba. En la mente de los fariseos la extensión del cristianismo equivale a la propagación de un error que retrasa la hora del Reino de Dios. Pero Pablo recibió la gracia de la conversión. Llegó a entender que las fuerzas humanas dan para descubrir qué debería hacerse pero no dan para hacerlo de manera coherente, permanente y de corazón. Para llegar a ese corazón y transformarlo hace falta mucho más que buenos propósitos. Dios lo sabe, y por eso nos ha dado a su Hijo, el cual se ha constituido en sacrificio de propiciación y puerta abierta de su amor. La fe no es otra cosa que aceptar ese regalo y esa gracia.