Una pregunta corta, antes de Navidad

Signo de frialdad en el amor es mencionar poco a quien se ama. Por eso te pregunto, a ti, sacerdote o misionero, que hablas bastante de pobres, justicia, ecología, cambio social y otras causas, pero poco se te oye el nombre de JESÚS: ¿Sirves a Jesús o te sirves de él? #IngenuosNo

Sobre las cosas raras o falsas que dicen algunos sacerdotes

Estimado Fray Nelson: ¿Qué puede hacer un laico cuando vé que en misa existen sacerdotes que se declaran en clara desobediencia a su obispo, al dar o motivar durante la eucaristía que personas sin la debida preparación, confesión, sacramento del matrimonio, o en pecado mortal, puedan comulgar, con el argumento de que Jesús es o vino por todos nosotros los pecadores? ¿Es conveniente actuar y denunciar siendo feligres o es mejor guardar la prudencia y tener paciencia, esperando que los obispos y la iglesia en general se mantenga firme en la doctrina y actue en consonancia con sus enseñanzas, corrigiendo o destituyendo a los innovadores sacerdotes? ¿Cómo combatir la confusión que crean? Estoy en oración por toda la iglesia y sus sacerdotes. Que Dios nos ayude. — O.O.

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Intento darle orden a mi respuesta con los siguiente puntos:

1. Ante todo, GRACIAS por tus oraciones, y las de tantos hermanos, muchas veces anónimos, que aman a la Iglesia y que sifren cuando ella se aparta de su servicio al Señor.

2. Hay un problema de fondo: eso de tener, por una parte, sacerdotes de los que cuales lo único que sabemos es la misa que dicen, bien o mal; y por otra parte, laicos más o menos anónimos, cada uno con quién sabe qué formación; ese modo de ver la Iglesia o de ser Iglesia realmente no ayuda, y solo crea posiciones distantes y mucha desconfianza.

3. Precisamente lo que quiero decir es que debemos poner todo de nuestra parte para no ser extraños “asistentes” a la misa. Cada sacerdote, cada laico, cada persona es un ser humano con su historia, su formación, sus preguntas, sus errores. Sin un trato mínimo entre sacerdotes y feligreses corremos el peligro de querer solucionarlo todo con denuncias, documentos y disciplina. Esa manera de obrar omite el primer paso fundamental: la comunicación directa y la corrección fraterna.

4. Alguien dirá: “Es que precisamente busqué la comunicación directa y el padre no me escuchó, o no tuvo tiempo para mí, o me dijo que no iba a cambiar su manera de hacer las cosas.” Entiendo lo frustrantes que pueden ser todas esas situaciones pero es que empezar el conocimiento mutuo por una corrección o amenaza de denuncia no es exatcamente lo que más ayuda a crear un verdadero clima de entendimiento.

5. Por supuesto que las denuncias, por ejemplo ante el obispo, pueden tener lugar, sobre todo si hay arrogancia, pertinacia o materia grave en la falta, pero entendamos que son un último recurso, al que de modo ordinario deben preceder la oración, el diálogo, el ser comunidad.

6. Al mismo tiempo, y esto vale para cada uno, con el nivel de formación cristiana que tenga: mientras tratamos de acercarnos a los sacerdotes que nos decepcionan por su vida, ministerio o doctrina, hay que ayudar a que otros fieles no se confundan. Por ejemplo, si algún sacerdote comete el error brutal de decir que se puede comulgar siempre, nosotros, seamos laicos o sacerdotes, tenemos el derecho y deber de usar todos nuestros recursos de comunicación para sostener la enseñanza real de la Iglesia de siempre.

7. Y una vez más: orar. La muy deficiente formación en tantos seminarios y facultades de teología anuncia que esta clase de prolemas y decepciones se repetirán muchas veces. Nuestra propia conversión, nuestras plegarias y sacrificios, nuestro esfuerzo por ser y construir comunidades donde sea normal la corrección fraterna entre todos… todo ello dará fruto a su tiempo.

No podemos ir más allá de la Revelación

“Francisco dejó claro que ser católico implica aceptar la Revelación y no salirse de ella. Durante su encuentro este viernes en el Vaticano con la XXIª Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales, Francisco respondió a varias preguntas de las religiosas presentes, algunas de ellas concernientes a los estudios que el Papa ordenó sobre la institución de las diaconisas en los primeros siglos de la Iglesia…”

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Pregunta sobre el caso McCarrick

Padre Nelson Medina: con motivo de la condena del Vaticano al excardenal Theodore McCarrick me he sentido un poco desconcertada y no termino de aclararme. Por momentos pienso: ¿qué sentido tienen condenar a un anciano de 88 años? Y casi me parece que es más una especie de “ajuste de cuentas” o de crueldad con un anciano, o como ganas de aparentar que en la Iglesia sí se está haciendo algo frente a tantos escándalos en tantos países. ¿No hay algo de fariseismo en esa especie de show que se ha montado por todas partes y en todos los medios? Yo no le quito importancia a sus crímenes sino que simplemente pregunto. Tal vez usted me pueda ayudar a entender. — C.G.

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Yo encuentro explicable que muchos laicos–y entre ellos, Ud.–tengan una actitud de profunda desconfianza ante las medidas que toman las autoridades de la Iglesia, estando a la vista tantos errores y escándalos. Invito, sin embargo, a tener también una actitud crítica frente a la propia mirada, no sea que terminemos creyendo que juzgamos de lo de fuera cuando solo estamos viendo la acumulación de nuestros propios prejuicios y dolores.

Un modo interesante de discernir algunas situaciones morales difíciles es hacerse la pregunta por el caso opuesto. Este tipo de ejercicio funciona así: cuando Ud. esté frente a un caso complejo en el que es posible tomar uno de dos caminos, pregúntese: Manteniendo todas las circunstancias iguales, ¿es preferible tomar la opción primera o la segunda?

Voy a dar un ejemplo que no tiene que ver directamente con la situación que sirve de tema a su pregunta. Pensemos en una familia. Quedó una herencia considerable cuando murieron los papás y el hermano mayor fue depositario de la confianza de todos los menores para hacer todas las diligencias legales. Resulta que ese hermano mayor abusó de esa confianza y, simplificando las cosas, logró manipular las cosas para quedarse con más del doble de lo que legalmente le hubiera correspondido. Un tiempo después, estando enfermo de mucha gravedad, en su lecho de muerte confiesa su fechoría, con la gravedad de que sus irresponsabilidades financieras habían malgastado lo que tenía y lo que usurpó a sus hermanos, de modo que en la práctica no hubo restitución alguna. Pregunta: ¿sirve de algo esa confesión de su pésimo proceder?

En términos puramente económicos, no parece que una confesión así sirva de algo pero apliquemos el criterio mencionado: ¿qué es mejor, que se vaya a la tumba sin decir nada de lo que se robó, o que lo confiese a sus hermanos como de hecho lo hizo? Pocas personas dirán que da lo mismo una cosa que otra, y menos aún dirán que era mejor que no hubiera dicho nada. Su acto humilde, y presumiblemente sincero, no arregla muchas cosas pero parece que quedarse callado sería moralmente peor.

Si aplicamos ese criterio a McCarrick llegamos a una pregunta como esta: Supongamos que este corrupto ex-cardenal muere dentro de dos años. Situémonos en dos posibles escenarios. En el escenario UNO, nadie lo expulsó del sacerdocio, y murió sin ninguna pena canónica con respecto al Orden Sagrado. En el escenario DOS, que es el que se ha dado, una sentencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ratificada como inapelable por el Papa Francisco, lo declara, en términos sencillos, expulsado de las obligaciones y derechos propios del sacerdocio. Pregunta: En 20, 30 o 50 años, ¿va a dar lo mismo una cosa que la otra? En 20, 30 o 100 años, ¿dará lo mismo que se diga: “Theodore McCarrick cometió tales crímenes y murió sin ser nunca castigado” o que se diga: “A pesar de numerosos errores y complicidades que Theodore McCarrick supo utilizar con astucia para su beneficio, finalmente se realizó un proceso canónico completo en contra suya, que condujo a su expulsión del orden clerical”?

Por supuesto hay muchísimas cosas que sucedieron en la historia de McCarrick y que jamás debieron suceder. De seguro, hay muchas complicidades agazapadas que deberían ser castigadas con seriedad comparable. Pero si la pregunta es: ¿se debió o no se debió pronunciar esta sentencia particular?, yo pienso que la respuesta es clara.

Uno puede dedicarse a renegar y desconfiar, y decir que es demasiado poco y demasiado tarde; o puede hacer el juego de las conjeturas sobre las intenciones, pero nada de eso cambia que un poco de bien puede ser el comienzo de más bien; mientras que otro poco de maldad, en este caso de impunidad, en nada ayuda al bien de la Iglesia.


Addendum sobre una posible excomunión

En cuanto a la excomunión, recordemos que esta tiene dos formas en la Iglesia Católica: “latae sententiae” y “ferendae sententiae” La primera, a veces llamada “automática,” no requiere intervención explícita ni pública de la autoridad eclesiástica y, para todos los efectos prácticos, obra en la conciencia de la persona. Por el tipo de hechos gravísimos en que parece comprobado que estuvo envuelto el ex-cardenal cabe suponer que él haya estado bajo este tipo de excomunión pero, por el mismo argumento, también es posible que haya recibido la absolución de la misma excomunión–cosa que tampoco tendría que ser pública en modo alguno. Así que para los efectos de esta conversación, la “latae sententiae” no entra.

En cuanto a una excomunión “ferendae sententiae,” que es una sentencia pública emanada de la autoridad competente, hay dos problemas. Primero, para que la pena sea aplicada debe haber resistencia o contumacia (canon 1347). En el caso presente, la actitud de aceptación de McCarrick difícilmente puede contar como rebeldía. Uno puede sentir indignación hacia él y lo que hizo pero hablar de contumacia frente a las acciones que se han tomado, incluyendo ya la pena canónica de la expulsión del Colegio Cardenalicio, no es algo que corresponda a los hechos.

Suponiendo que de alguna manera se construyera el argumento de que en el presente hay contumacia, el segundo problema con la pena ferendae sententiae es que por su propia naturaleza una pena así no puede ser perpetua (véanse los cánones 1336 y 1342 § 2.). Esto implica que la misma excomunión podría ser levantada ante las señales externas de obediencia y aceptación. Tal levantamiento de la excomunión debería suceder en un tiempo previsiblemente corto, dada la edad de McCarrick, y ello nos pondría en la situación casi ridícula de producir una condena y meses después reivindicar a la misma persona.

Por todo ello es evidente que las excomuniones, en cuanto penas canónicas, de ninguna manera eran instrumentos correctivos apropiados en el caso que estudiamos.

Homilía para una Celebración Penitencial

Textos de base: Deuteronomio 6,4-9; Efesios 2,1-10; Mateo 5,13-16, en una celebración penitencial con un grupo de sacerdotes.- Nuestros pecados le han quitado sentido y sabor al don del sacerdocio y los medios de comunicación caen con sevicia sobre nuestras faltas y errores. Lo primero es la humildad. Lo segundo, reconocer que no podemos por nosotros mismos devolver su lugar a nuestra vocación sino que en todo dependemos de la gracia de Dios, que ciertamente es abundante por Jesucristo. Lo tercero es volver a dirigir nuestra vida hacia el amor a Dios sin fisuras ni interrupciones para ser verdaderos testigos de la gracia recibida.

¿Qué podemos aprender de los curas juramentados franceses?

“El clero juramentado fue utilizado por los revolucionarios como eficaz agente de control social. Este clero asumió que debían ponerse al servicio de la Revolución, al principio, en bastantes casos, con renuencia, incluso aceptándolo como mal menor. Pero en la década que dura el experimento hay un claro, progresivo y constante deslizamiento hacia la asimilación plena de los postulados revolucionarios. Inicialmente su actuación es vigilada de cerca por los clubes y sociedades revolucionarias, más adelante han asimilado tanto su discurso y mentalidad que ya no es necesaria esa supervisión. Las dinámicas de grupo y la emulación con respecto a sus pares sustituyen los medios coercitivos (amenazas, violencias, encarcelamiento o deportación) empleados inicialmente…”

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Meditación sobre la fidelidad sacerdotal

La ordenación sacerdotal no es un asunto “privado” que se limite al interior de una persona. La Iglesia entera se empeña, se entrega, ora y hace sacrificios por aquellos varones en quienes espera ver algo del rostro de su Amado. ¿No cuenta eso?

Por eso, dar la espalda al ministerio no es un asunto individual que se resuelva o discierna simplemente en “cómo me estoy sintiendo YO…” ¿No importan acaso los gemidos de los que se ven confundidos y abandonados? ¿No importa la Iglesia y su larga fila de menesterosos?

San Pablo resume así la vida y obra de Cristo: “Él amó a la Iglesia, y se entregó por Ella…” (Efesios 5,25). Los fieles esperan eso de nosotros, los sacerdotes: que nuestra pasión, nuestra compañía, nuestra tarea cotidiana y descanso bendito estén en Ella.

El amor de Cristo por su Amada se hace visible en cada eucaristía, cuando el rostro de un humano se transfigura y deja ver un destello del “más hermoso de los hombres, en cuyos labios se derrama la gracia” (Salmo 45,2) ¡Los fieles TIENEN DERECHO de ver eso!

Yo sé muy bien que estos misterios, los propios del sacramento del Orden, rebasan nuestra naturaleza, pero no como exigencia exterior y opresiva, sino como llamarada de amor agradecido, como torrente encajonado que solo descansa dándose por Cristo y en Cristo.

Y por eso, porque el misterio de nuestra ordenación nos supera, entonces es verdad que a nosotros sacerdotes, más que a nadie, nos competen la fe, la humildad, la oración continua, la prudencia sobrenatural, y el recurso frecuente al sacramento de la confesión.

No se equivoca la gente cuando espera tanto de nosotros. Hermano sacerdote: cuidado con aquel o aquella que quiere disminuir el don. Ese o esa no te ama bien, aunque sea amable y dulce contigo. Bien te ama quien te ayuda a ser lo que fuiste el día de tu ordenación.

LA GRACIA del Jueves 7 de Junio de 2018

FIESTA DE JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Para mis hermanos sacerdotes quiero compartirles estas sugerencias: tengamos una vida integral, cuidando la fraternidad sacerdotal, haciendo todo com un amor unido a la verdad.

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Los verdaderos enemigos

Ya son cerca de 30 sacerdotes asesinados en México, durante el sexenio de Peña Nieto.

Análisis: No importa dónde empiece la degradación de un país, tarde o temprano el enemigo, el demonio, mostrará a quiénes odia de verdad: las familias, los niños, la Iglesia, los sacerdotes. México: oramos por ti pero también aprendemos de lo que te está sucediendo.

La respuesta de un sacerdote ante la agresión de un periodista que quiere quemar a la Iglesia Católica

Eduardo Quintana, que se presenta en LinkedIn como “periodista y columnista” del diario paraguayo ABC Color, aseguró que “hay que quemar la Iglesia Católica”. Un sacerdote le respondió a través de redes sociales.

En su perfil de Facebook, Quintana escribió el 28 de noviembre: “¿Será que alguien tiene dudas? ¡Claro que hay que quemar la Iglesia Católica! Pero para que suceda eso, la población debe estar muy educada, algo utópico en Paraguay”.

El periodista paraguayo ha publicado otros mensajes ofensivos para católicos en sus redes sociales.

El mismo 28 de noviembre calificó la devoción a la Virgen de Caacupé, patrona de Paraguay, de un “negocio” que “se mantiene gracias a la superstición, ignorancia y oscurantismo de la sociedad”, y criticó que la población paraguaya crea “todavía que una muñeca de barro, madera o plástico resolverá sus problemas”.

Quintana defendió además las pintas a favor del aborto realizadas por feministas en las calles de Asunción el 25 de noviembre, y calificó a la Iglesia Católica como “mafia multinacional religiosa” y “enemiga y censuradora de las mujeres”.

“El aborto, la eutanasia y el matrimonio gay llegarán al Paraguay de forma legal en algún momento y la Iglesia católica no tendrá de otra que aceptar”, escribió, y dijo que “pobres católicos que no se adaptan al Siglo XXI, deben saber que ya no estamos en épocas oscuras”.

Por su parte, el sacerdote paraguayo Jorge Miguel Martínez señaló que la premisa mayor de Quintana, que todo pueblo educado es ateo, es una falacia.

“Si se le ocurre citar a Bélgica o Finlandia” como modelos, dijo, “ya casi no existen belgas ni finlandeses, porque están siendo sustituidos por extranjeros, aceptados por razón de su enorme ‘educación’”.

“O sea, dentro de poco ya no existirán los ‘educados ateos’, porque ni procrean ni saben defenderse”, señaló.