Si quieres saber de amor masculino, lleno de pureza y de honestidad, luminoso con la sabiduría y robusto con un compromiso para toda la vida… piensa en la manera como José miraba y trataba a María Santísima.
El hijo más sagaz
Una historia de Etiopía nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamo a sus tres hijos y les dijo:
– No puedo dividir en tres los que poseo. Eso dejaría muy pocos bienes a cada uno de vosotros. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre mas hábil, mas inteligente, mas astuto, mas sagaz. Dicho de otra forma, a mi mejor hijo. He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de vosotros. Tomadla. El que compre con esa moneda algo con lo que llenar la casa se quedara con todo.
Se fueron.
El primer hijo compró paja, pero solo consiguió llenar la casa hasta la mitad.
El segundo hijo compró sacos de pluma, pero no consiguió llenar la casa mucho mas que el anterior.
El tercer hijo -que consiguió la herencia- solo compro un pequeño objeto. Era una vela. Espero hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.
Te puede pasar con el amor o con la felicidad
«Usted perdone», le dijo un pez a otro, «es usted más viejo y con más experiencia que yo y probablemente podrá usted ayudarme. Dígame: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por todas partes, sin resultado».«El Océano», respondió el viejo pez, «es donde estás ahora mismo».«¿Esto? Pero si esto no es más que agua… Lo que yo busco es el Océano», replicó el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte.
Algunos pensamientos sobre el fracaso
Fracasar no significa que somos fracasados… lo que sí significa es que todavía no hemos triunfado.
Fracasar no significa que no hayamos logrado nada… lo que sí significa es que falta mucho por lograr.
Fracasar no significa que hemos sido unos tontos… lo que sí significa es que teníamos que aprender.
Fracasar no significa que no tenemos lo que se necesita… lo que sí significa es que necesitamos hacer algo de manera diferente.
Fracasar no significa que somos inferiores… lo que sí significa es que no somos perfectos.
Fracasar no significa que hemos desperdiciado nuestra vida… lo que sí significa es que tenemos una razón para comenzar
de nuevo.
Fracasar no significa que nunca lo lograremos… lo que sí significa es que abandonar el intento… eso sí sería fracasar.
Construyendo puentes – Un ejemplo de primerear
No hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas adyacentes cayeron en un conflicto. Este fue el primer conflicto serio que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua. Esta larga y beneficiosa colaboración terminó repentinamente. Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta llegar a ser una diferencia mayor entre ellos, hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.
Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero. “Estoy buscando trabajo por unos días”, dijo el extraño, “quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso”.
“Sí”, dijo el mayor de los hermanos, “tengo un trabajo para usted. Mire al otro lado del arroyo aquella granja, ahí vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor”.
“La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros y él tomó su bulldozer y desvió el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros”.
“Bueno, él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero?”
“Quiero que construya una cerca, una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más.”
El carpintero le dijo: “Creo que comprendo la situación. Muéstreme donde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes y le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho.”
El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por provisiones al pueblo.
El carpintero trabajó duro todo el día midiendo, cortando, clavando. Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo.
El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, su quijada cayó. ¡¡¡No había ninguna cerca de dos metros!!! En su lugar había un puente . ¡¡Un puente que unía las dos granjas a través del arroyo!!- Era una fina pieza de arte, con todo y pasamanos.
En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano le dijo: “Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho!!”.
Estaban en su reconciliación los dos hermanos,cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas. “No, espera!”, le dijo el hermano mayor. “Quédate unos cuantos días. Tengo muchos proyectos para ti”, le dijo el hermano mayor al carpintero.
“Me gustaría quedarme”, dijo el carpintero, “pero tengo muchos puentes por construir”.
Increíble testimonio de honradez en el deporte
En España, en la carrera del Cross de Navarra de Burlada, el 2 de diciembre de 2012 sucedió un hecho que nos demuestra que el testimonio y la integridad de una persona se reflejan en todos los ámbitos de tu vida.
El atleta keniano, Abel Mutai, medalla de oro en los pasados Juegos Olímpicos de Londres 2012, estaba a punto de ganar la prueba cuando confunde el tramo final de la competencia, creyendo haber ganado y con algunos metros por recorrer, aflojó totalmente el paso y, relajado, comenzó a saludar al público creyéndose vencedor.
Iván Fernández Anaya, que venia segundo, al ver que se equivocaba y se paraba metros antes de la meta, no quiso aprovechar la ocasión para rebasarlo y ganar. Se quedó atrás de él, y con gestos para que la entendiera y casi empujándolo, llevó al keniano hasta la meta, dejándolo pasar por delante.
Iván Fernández Anaya, corredor español de de 24 años afirmó al terminar la prueba: “Aunque me hubieran dicho que ganando tenía plaza en la selección española para el Europeo, no me habría aprovechado. Creo que es mejor lo que he hecho que si hubiera ganado. Y esto es muy importante, porque hoy en día, tal como están las cosas en todos los ambientes , en el fútbol, en la sociedad, en la política, donde parece que todo lo honesto ha perdido su valor, un gesto de honradez va muy bien “.
¿Por qué las noticias malas corren como pólvora, y este tipo de ejemplos se habla muy poco de ellos?
Vengo por otro aborto, doctor
Al abortuario de la ciudad XYZ llega Laura*, una mujer adulta pero no demasiado mayor. Tendrá unos 40 años. Con voz resuelta pide hablar con uno de los doctores, que ella sabe que trabaja ahí. Al fin le conducen al consultorio donde él atiende. Es el mismo lugar donde años atrás ella abortó a su primer hijo.
– Doctor Martínez*, es imposible que usted se acuerde de mí. Han pasado muchos años. En aquella ocasión, usted realizó un…
– Realicé lo que aquí se hace, estimada señora–interrumpe él, con gentil firmeza: interrupción voluntaria del embarazo. En nuestros archivos debe reposar la documentación que en su momento usted firmó con plena libertad.
– No vengo por eso. Vengo porque necesito otro aborto.
Él la mira con extrañeza. No hay la menor señal externa de embarazo en su cuerpo. Entonces le pregunta:
– ¿Está usted segura?
– ¿Segura de que quiero este otro aborto? Por supuesto, doctor. Pero es un aborto distinto…
– ¿Qué quiere decir? ¿Por el tamaño del feto?
– No. Yo quiero que me ayude a matar una voz.
– Disculpe, señora, pero no estoy para perder tiempo. ¿Quiere o no quiere un aborto?
Ella, como si no entendiera la pregunta, prosigue:
– La semana pasada fui con mi hermana al grado de secundaria de su hijo. ¿Sabe? Si mi hijo hubiera nacido, habría tenido la misma edad que mi sobrino. Si hubiera nacido, ese día se hubiera graduado. Si hubiera nacido, hubiera podido abrazarle, como hizo mi hermana con su hijo. No me hubiera quedado yo abrazando el aire, y oyendo esta voz que ahora usted escucha, y que me repite muchas veces: “Si tu hijo hubiera nacido… Si tu hijo hubiera nacido…”
El doctor se quedó mirándola, perplejo y muy incómodo. Ella terminó:
– Usted, que sabe mucho de abortos, ¿no sabe cómo se mata esa voz, para que yo pueda dormir tranquila? ¿Sabe matar esas voces, de miles y miles de mujeres, que no pueden impedir hacer sumas y restas todos los días? ¿O es que para que muera esa voz tengo que morir yo?
El doctor miró su reloj, y comentó fríamente:
– Su tiempo de consulta ha terminado, señora. Debo atender a otra persona.
Laura se levantó de su silla, y añadió con ademán de despedida:
– Entiendo. Es mi deber entonces advertir a esa otra mujer, joven, nerviosa, y confundida, como yo lo estuve un día, que nadie podrá matarle nunca esa voz. Ojalá usted un día la escuche, doctor. Adiós.
* Nombres ficticios.
Buena voluntad
Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino.
Se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda piedra. Algunos pasaron simplemente dando una vuelta. Muchos culparon al rey por no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo nada para sacar la piedra del camino.
Un campesino, que pasaba por allí con una carga de verduras, la vio. Al aproximarse a ella, puso su carga en el piso y trato de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, con gran esfuerzo, lo logró.
Mientras recogía su carga de vegetales, vio una bolsa en el suelo, justo donde había estado la roca.
La bolsa contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey diciendo que el oro era la recompensa para la persona que removiera la piedra del camino.
El campesino aprendió ese día que cada obstáculo puede estar disfrazando una oportunidad.
El hombre y el mundo
Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos.
Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.
Cierto día, su hijo de 7años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado.Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.
De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba. Con unas tijeras recorto el mapa en varios pedazos y unto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: “como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie”. Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así.Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente.”Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo.
“Al principio el padre no creyó en el niño.
Pensó que sería imposible que, a su edad haya conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes.Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo.
Todos los pedazos habian sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posbile? ¿Cómo el niño había sido capaz?- Hijito, tu no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?- Papá, yo no sabía com era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre.Así que di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía como era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo.
John Wayne murió católico
El 11 de junio de 1979 murió el legendario John Wayne, una de las más grandes estrellas de Hollywood. A los pocos días, se supo que había abrazado el catolicismo en su lecho de muerte. Muchos quisieron desautorizar esa noticia, y la duda permaneció durante algunos años. Tiempo después, cuando las aguas volvieron a su cauce, dos personas muy cercanas al actor contaron lo sucedido: su nieto, el sacerdote Matthew Muñoz, y su hijo, el también actor Patrick Wayne.
El sacerdote, que vive actualmente en California, recordó que la primera esposa del actor –y su abuela- Josefina Wayne Sáez, fue el principal instrumento que Dios utilizó para evangelizar a la estrella del cine. De origen dominicano, Josefina “tuvo una maravillosa influencia sobre la vida de mi abuelo, y lo introdujo en el mundo católico”.
John Wayne se casó con Josefina Sáez en el año 1933. Tuvieron cuatro hijos; la menor de ellos, Melinda, es la madre del Padre Muñoz. John se divorció de Josefina años más tarde. Por su fe católica, la joven decidió no volver a casarse hasta la muerte de su ex marido, por cuya conversión rezó siempre a Dios.
Fr. Matthew Muñoz tenía 14 años cuando su abuelo murió de cáncer. Siempre recuerda que Wayne tuvo un gran aprecio por las enseñanzas cristianas. “Desde temprana edad, mi abuelo tuvo un gran sentido de lo que era moralmente correcto. Se crió en un mundo regido por principios cristianos y una especie de ‘fe bíblica’ que, creo, tuvo un fuerte impacto sobre él”. También recuerda que “pasado el tiempo, mi abuelo fue involucrándose en la recaudación de fondos para los pobres y para las labores sociales de la Iglesia que organizaba siempre mi abuela, y después de un tiempo, notó que la visión caricaturesca que le habían infundido sobre los católicos no se correspondía con la realidad”.
De hecho, sus siete hijos y sus 21 nietos fueron bautizados en la Iglesia católica. Y su amistad con el director católico John Ford, que le lanzó a la fama con la película “La diligencia” (1939) se notó con el paso del tiempo.
Según explica el sacerdote, en la conversión de Wayne jugó también un papel clave el Arzobispo de Panamá, Mons. Tomas Clavel, con quien compartía una estrecha amistad. Fue él quien “fue formando, poco a poco, conversación a conversación, a mi abuelo, hasta que un día le dijo: ‘De acuerdo, estoy preparado’. Deseaba ser bautizado y convertirse en católico”. Para nosotros “fue maravilloso verle alcanzar la Fe y dejar ese testimonio a nuestra familia”.
Sin embargo, el conocido actor no se atrevía a dar el paso. Intuía el revuelo que se podría formar en Hollywood. Y decidió esperar. Se definía “católico cardíaco”, porque lo era ya en su corazón, pero se veía incapaz de dar el paso. Más de una vez afirmó su deseo de “convertirme el día antes de morir”. Y eso fue exactamente lo que sucedió.
Su hijo Patrick, que actuó con él en varias películas (entre ellas, “Centauros del desierto”, 1956), recuerda lo que sucedió el último día de la vida de su padre:
“Cuando estaba muriéndose en el hospital todavía no había sido bautizado. (…) Los últimos diez días los pasó en coma. El sábado por la noche, dos días antes de morir, salió del coma cuando mis hermanos Michael, Toni y Aissa estaban presentes. En el rato que estuvo despierto dijo otra vez que quería convertirse, pero al poco tiempo entró de nuevo en coma. El lunes, yo estaba con él y vi que se estaba poniendo peor. Sonó el teléfono. Era el capellán católico que quería pasar a verlo. Colgué. Aunque mi papá estaba todavía dormido, le dije sin esperar respuesta: “Papá, el capellán quiere verte”. Entonces le oí decir: “Okay.” Me quedé atónito, pero llamé al capellán, que apareció en menos de media hora. Con él todavía dormido, le dije: “Papá, el capellán está aquí”, y otra vez dijo: “Okay”. Entonces se despertó. Abandoné el cuarto durante unos minutos. Desde fuera pude oír el murmullo de su conversación. Cuando el capellán salió, me dijo que mi papá había sido bautizado. Esa misma tarde falleció”.
En una entrevista concedida a la prensa, Fr. Matthew Muñoz contaba: “Cuando éramos pequeños íbamos a su casa y sencillamente pasábamos el rato con el abuelo, jugábamos y nos divertíamos. Una imagen muy diferente de la que tenía la mayoría de la gente de él”.
[Fuente: Catolicidad]
Las apariencias engañan
Una mujer, con un vestido de algodón barato y su esposo, vestido con un humilde traje, se bajaron del tren en Boston, y caminaron tímidamente sin tener una cita a la oficina de la secretaria del Presidente de la Universidad de Harvard. La secretaria adivinó en un momento que esos venidos de los bosques, campesinos, no tenían nada que hacer en Harvard.
‘Desearíamos ver al presidente’ -dijo suavemente el hombre. -‘El está ocupado‘, contestó la secretaria. -‘Esperaremos‘, replicó la mujer. Por horas la secretaria los ignoró, esperando que la pareja finalmente se desanimara y se fuera. Ellos no lo hicieron, y la secretaria vio aumentar su frustración y finalmente decidió interrumpir al presidente, aunque era una tarea que ella siempre esquivaba.
‘Talvez si usted conversa con ellos por unos minutos, se irán‘, dijo la secretaria al Presidente de la Universidad. El hizo una mueca de desagrado, y asintió. Alguien de su importancia obviamente no tenía el tiempo para ocuparse de gente con vestidos y trajes baratos. Sin embargo, el presidente, con el ceño adusto pero con dignidad, se dirigió con paso arrogante hacia la pareja. La mujer le dijo “Tuvimos un hijo que asistió a Harvard por sólo un año. Él amaba a Harvard. Era feliz aquí.”
Pero hará un año, murió en un accidente. Mi esposo y yo deseamos levantar algo, en alguna parte del campus‘, que sea en memoria de nuestro hijo. El presidente no se interesó. – ‘Señora’, dijo ásperamente, ‘no podemos poner una estatua para cada persona que asista a Harvard y fallezca. Si lo hiciéramos, este lugar parecería un cementerio.’ -‘Oh, no’, explicó la mujer rápidamente. -‘No deseamos erigir una estatua. Pensamos que nos gustaría donar un edificio a Harvard’
El presidente entornó sus ojos. Echó una mirada al vestido y al traje barato de la pareja , y entonces exclamó: -¡¡’Un edificio!! ¿Tienen alguna remota idea de cuánto cuesta un edificio? Hemos gastado más de siete millones y medio de dólares en los edificios aquí en Harvard!’ Por un momento la mujer quedó en silencio. El presidente estaba feliz. Tal vez se podría deshacer de ellos ahora.
La mujer se volvió a su esposo y dijo suavemente -‘¿tan poco cuesta iniciar una universidad? ¿Por qué no iniciamos la nuestra?’ Su esposo asintió. El rostro del presidente se oscureció en confusión y desconcierto.
El Sr. Leland Stanford y su esposa se pararon y se fueron, viajando a Palo Alto, California, donde establecieron la universidad que lleva su nombre, la Universidad Stanford, en memoria de un hijo del que Harvard no se interesó. [La universidad ‘Leland Stanford Junior’ fue inaugurada en 1891, en Palo Alto. ‘Junior’ porque era en honor al fallecido hijo del rico terrateniente.
Ése fue su ‘memorial’. Hoy en día la universidad de Stanford es la número uno del mundo, por arriba de Harvard.
Generosos, siempre generosos
Un pobre hombre que vivía en la miseria y mendigaba de puerta en puerta, observó un carro de oro que entraba en el pueblo llevando a un rey sonriente y radiante.
El pobre se dijo de inmediato “Se ha acabado mi sufrimiento, se ha acabado mi vida de pobre. Este rey de rostro dorado ha venido aquí por mi, lo sé. Me cubrirá de migajas de su riqueza y viviré tranquilo”.
En efecto, el rey, como si hubiese venido para ver al pobre hombre, hizo detener el carro a su lado.
El mendigo, que se había postrado en el suelo, se levantó y miro al rey, convencido de que había llegado la hora de su suerte.
Entonces, de repente, el rey extendió la mano hacia el pobre y le dijo:
– Qué tienes para darme? El pobre , muy sorprendido y muy desilusionado, no supo que decir.
“Es un juego – se preguntó – lo que el rey me propone? Se burla de mi? Es un nuevo pesar?”
Entonces al ver la persistente sonrisa del rey, su luminosa mirada y su mano tendida, el pobre metió la mano en su alforja, que contenía unos puñados de arroz.
Cogió un grano de arroz, y se lo dió al rey, que le dió las gracias y se fue enseguida llevado por unos caballos sorprendentemente rápidos.
Al final del día, al vaciar su alforja , el pobre encontró un grano de oro.
Entonces se puso a llorar diciendo:
– ¿Por qué no le habré dado todo mi arroz ?!
El extraño
Unos cuantos años después que yo naciera, mi padre conoció a un extraño, recién llegado a nuestra pequeña población.
Desde el principio, mi padre quedó fascinado con este encantador personaje, y enseguida lo invitó a que viviera con nuestra familia.
El extraño aceptó y desde entonces ha estado con nosotros.
Mientras yo crecía, nunca pregunté su lugar en mi familia; en mi mente joven ya tenía un lugar muy especial.
Mis padres eran instructores complementarios:
Mi mamá me enseñó lo que era bueno y lo que era malo y mi papá me enseñó a obedecer.
Pero el extraño era nuestro narrador.
Nos mantenía hechizados por horas con aventuras, misterios y comedias.
El siempre tenía respuestas para cualquier cosa que quisiéramos saber de política, historia o ciencia.
¡Conocía todo lo del pasado, del presente y hasta podía predecir el futuro!
Llevó a mi familia al primer partido de fútbol.
Me hacía reír, y me hacía llorar.
El extraño nunca paraba de hablar, pero a mi padre no le importaba.
A veces, mi mamá se levantaba temprano y callada, mientras que el resto de nosotros estábamos pendientes para escuchar lo que tenía que decir, pero ella se iba a la cocina para tener paz y tranquilidad. (Ahora me pregunto si ella habrá rogado alguna vez, para que el extraño se fuera.)
Mi padre dirigió nuestro hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía obligado para honrarlas.
Las blasfemias, las malas palabras, por ejemplo, no se permitían en nuestra casa Ni por parte de nosotros, ni de nuestros amigos o de cualquiera que nos visitase.
Sin embargo, nuestro visitante de largo plazo, lograba sin problemas usar su lenguaje inapropiado que a veces quemaba mis oídos y que hacia que papá se retorciera y mi madre se ruborizara.
Mi papá nunca nos dio permiso para tomar alcohol.
Pero el extraño nos animó a intentarlo y a hacerlo regularmente.
Hizo que los cigarrillos parecieran frescos e inofensivos, y que los cigarros y las pipas se vieran distinguidas.
Hablaba libremente (quizás demasiado) sobre sexo.
Sus comentarios eran a veces evidentes, otras sugestivos, y generalmente vergonzosos.
Ahora sé que mis conceptos sobre relaciones fueron influenciados fuertemente durante mi adolescencia por el extraño. Repetidas veces lo criticaron, mas nunca hizo caso a los valores de mis padres, aun así, permaneció en nuestro hogar.
Han pasado más de cincuenta años desde que el extraño se mudó con nuestra familia. Desde entonces ha cambiado mucho; ya no es tan fascinante como era al principio. No obstante, si hoy usted pudiera entrar en la guarida de mis padres, todavía lo encontraría sentado en su esquina, esperando por si alguien quiere escuchar sus charlas o dedicar su tiempo libre a hacerle compañía…
¿Su nombre?
Nosotros lo llamamos… Televisor.
¡Ahora tiene una esposa, la computadora. Se llama portatil (PC)!!… tuvieron un hijo que se llama Celular!
Con el agravante del nieto, el SMART PHONE…
Compartido primero por Bruno Medina.
La importancia de la imaginación
Un perro, perdido en la selva, vio un tigre corriendo en su dirección. Comenzó entonces a pensar rápido, para ver si se le ocurría alguna idea que le salvase del tigre. Entonces vió unos huesos en el suelo y comenzó a morderlos.
Cuando el tigre estaba casi para atarcarle, el perro dijo en alto:
– ¡Ah, este tigre que acabo de comer estaba delicioso!
El tigre, entonces, paró bruscamente y, muerto de miedo, dió media vuelta y huyó aterrado mientras pensaba para sí:
– ¡Menudo perro feroz! ¡Por poco me come a mí también!
Un mono que había visto todo, fue detrás del tigre y le contó cómo había sido engañado por el perro. El tigre se puso furioso y dijo:
– ¡Maldito perro! ¡Ahora me la vas a pagar!
El perro, entonces, vió que el tigre se aproximaba rápidamente con el mono sentado encima y pensó:
– ¡Ah, mono traidor! ¿Y qué hago ahora?
Comenzó a pensar y de repente se le ocurrió una idea: se puso de espaldas al tigre y cuando este llegó y estaba preparado para darle el primer zarpazo, el perro dijo en voz alta:
– ¡Será perezoso el mono! ¡Hace una hora que le mandé para que me trajese otro tigre y todavía no ha vuelto!
Así recordaba Santa Teresa a sus padres
El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo no fuera tan ruin, con lo que el Señor me favorecía, para ser buena. Era mi padre aficionado a leer buenos libros y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos. Esto, con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de nuestra Señora y de algunos santos, comenzó a despertarme de edad, a mi parecer, de seis o siete años. Ayudábame no ver en mis padres favor sino para la virtud. Tenían muchas. Era mi padre hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con los enfermos y aun con los criados; tanta, que jamás se pudo acabar con él tuviese esclavos, porque los había gran piedad, y estando una vez en casa una de un su hermano, la regalaba como a sus hijos. Decía que, de que no era libre, no lo podía sufrir de piedad. Era de gran verdad. Jamás nadie le vio jurar ni murmurar. Muy honesto en gran manera.
Mi madre también tenía muchas virtudes y pasó la vida con grandes enfermedades. Grandísima honestidad. Con ser de harta hermosura, jamás se entendió que diese ocasión a que ella hacía caso de ella, porque con morir de treinta y tres años, ya su traje era como de persona de mucha edad. Muy apacible y de harto entendimiento. Fueron grandes los trabajos que pasaron el tiempo que vivió. Murió muy cristianamente….
El tigre y el zorro
Un hombre que paseaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne al zorro.
Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí mismo: «Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito».
Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz que le decía: «¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! ¡Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado!».