Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna, como aquella. En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira, y de pronto lo reconoce. Continuar leyendo “Un Ciego Con Luz”
Comenzar De Nuevo
San Antonio vivía en el desierto, cuando se aproximó un joven.
– Padre, vendí todo lo que tenía y dí el dinero a los pobres. sólo guardé unas pocas cosas para que me ayuden a sobrevivir aquí. Me gustaría que me enseñara el camino de la salvación.
Cómo Hacemos Sentir A Las Personas Que Nos Rodean?
El 14 de Octubre de 1998, en un vuelo trasatlántico de la línea aérea British Airways tuvo lugar el siguiente suceso: a una dama la sentaron en el avión al lado de un hombre de raza negra. La mujer pidió a la azafata que la cambiara de sitio, porque no podía sentarse al lado de una persona tan desagradable. La azafata argumentó que el vuelo estaba muy lleno, pero que iría a revisar a primera clase a ver por si acaso podría encontrar algún lugar libre. Todos los demás pasajeros observaron la escena con disgusto, no sólo por el hecho en sí, sino por la posibilidad de que hubiera un sitio para la mujer en primera clase. La señora se sentía feliz y hasta triunfadora porque la iban a quitar de ese sitio y ya no estaría cerca de aquella persona. Minutos más tarde regresó la azafata y le informó a la señora : Continuar leyendo “Cómo Hacemos Sentir A Las Personas Que Nos Rodean?”
La Llamada
Una llamada telefónica de un muy buen amigo. Me dió mucho gusto y lo primero que me preguntó fue: ¿Cómo estás?
Y sin saber por qué, le contesté: “Muy solo”.
-¿Querés que hablemos?- me dijo.
Le respondí que sí. Y me dijo: ¿Querés que vaya a tu casa? Y respondí que sí.
La Hora Fugaz
Una historia de menos de una hora
Por: Nelson Medina, O.P.
Esta es la historia de una hora que quería huir del reloj. Apenas la cosa se supo, hubo poco menos que una revolución en las tierras del tiempo. Por supuesto, las primeras en protestar fueron las demás horas. Con acento enojado una a una fueron expresando su desaprobación por lo que calificaron de inmediato como una acción “ridícula”, “inútil” y “destinada al fracaso.” En todo caso, la Hora Fugaz, como empezaron a llamarla, se mantuvo firme en su posición y se dispuso a prepararse para salir del marco del reloj.
Cómo Nació la Costumbre del Pesebre
Tres años antes de su muerte se dispuso Francisco a celebrar en el castro de Greccio, con la mayor solemnidad posible, la memoria del nacimiento del niño Jesús, a fin de excitar la devoción de los fieles.
Para que dicha celebración no pudiera ser tachada de extraña novedad, pidió antes licencia al sumo pontífice; y, habiéndola obtenido, hizo preparar un pesebre con el heno correspondiente y mandó traer al lugar un buey y un asno.
Son convocados los hermanos, llega la gente, el bosque resuena de voces, y aquella noche bendita, esmaltada profusamente de claras luces y con sonoros conciertos de voces de alabanza, se convierte en esplendorosa y solemne.
El varón de Dios estaba lleno de piedad ante el pesebre, con los ojos arrasados en lágrimas y el corazón inundado de gozo. Se celebra sobre el mismo pesebre la misa solemne, en la que Francisco, levita de Cristo, canta el santo evangelio. Predica después al pueblo allí presente sobre el nacimiento del Rey pobre, y cuando quiere nombrarlo -transido de ternura y amor-, lo llama “Niño de Bethlehem”.
Todo esto lo presenció un caballero virtuoso y amante de la verdad: el señor Juan de Greccio, quien por su amor a Cristo había abandonado la milicia terrena y profesaba al varón de Dios una entrañable amistad. Aseguró este caballero haber visto dormido en el pesebre a un niño extraordinariamente hermoso, al que, estrechando entre sus brazos el bienaventurado padre Francisco, parecía querer despertarlo del sueño.
Dicha visión del devoto caballero es digna de crédito no sólo por la santidad del testigo, sino también porque ha sido comprobada y confirmada su veracidad por los milagros que siguieron. Porque el ejemplo de Francisco, contemplado por las gentes del mundo, es como un despertador de los corazones dormidos en la fe de Cristo, y el heno del pesebre, guardado por el pueblo, se convirtió en milagrosa medicina para los animales enfermos y en revulsivo eficaz para alejar otras clases de pestes. Así, el Señor glorificaba en todo a su siervo y con evidentes y admirables prodigios demostraba la eficacia de su santa oración.