¿Cómo se debe decir el Gloria a la Trinidad?

¿Hay algún error al rezar el gloria diciendo: Gloria al Padre, Gloria al hijo y Gloria al Espíritu Santo? En mi parroquia la mitad de servidores y fieles así lo rezan. Gracias. — O.A.

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No es incorrecto pero es menos correcto. Al repetir la expresión de alabanza para cada una de las Divinas Personas queda la impresión de que estamos dirigiéndonos a tres dioses.

Puesto que el centro del dogma trinitario es “una naturaleza en tres Personas,” parece que ello queda indicado apropiadamente si la palabra “gloria” se dice una vez, porque es UN solo Dios, y luego se enuncian las TRES Personas: “…al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.” O también: “.. al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo…”

¿Por qué el tiempo ordinario tiene ese nombre tan despectivo?

En la liturgia estamos entrando ahora mismo al tiempo llamado “ordinario,” según explicaba el sacerdote en la misa. No entiendo por qué esa denominación que es como una invitación a despreciar una parte del año; de hecho, la mayor parte del año. ¿Me explica? –M.H.

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Sucede a veces que una misma palabra tiene diversos significados. Un ejemplo “de libro” es el ´termino “gato” que en algunos países sirve tanto para nombrar al animal doméstico conocido, y a un aparato que se utiliza para levantar pesos considerables, como por ejemplo, el de un automóvil al que hay que repararle una llanta o goma.

Algo así sucede con la palabra “ordinario,” que puede hacer referencia a distintas cosas: (1) Puede ser algo de baja calidad; (2) Puede ser algo que es muy común; (3) Puede ser lo que sigue un determinado “orden.” He aquí ejemplos de esos tres usos distintos:

(1) Le pedí a mi hija que comprar una tela fina para el mantel y en cambio trajo esta tela ordinaria.

(2) En medio de lo cotidiano y lo ordinario de nuestras vidas, Dios sigue haciendo sus milagros.

(3) De modo ordinario, lo que sigue después de una denuncia es un proceso judicial.

En el caso del tiempo litúrgico llamado “ordinario,” no hay por qué suponer que estamos usando las acepciones (1) ó (2). Este tiempo se llama “ordinario” porque sigue el “orden” (que se dice “ordo,” en latín) de los Evangelios sinópticos para presentarnos todo el ministerio público de Jesucristo. Por eso se le llama también–y es más apropiado, en cierto sentido–tiempo “durante el año.”

¿Es de cristianos celebrar cosas mundanas como los días patrios o el nuevo año civil?

Somos creyentes y el centro de nuestra alegría y nuestra fe están en Jesucristo; en su Encarnación; en su Evangelio; en su dolorosa Pasión y gloriosa resurrección; en su pueblo santo, llamado a permanecer para siempre en su presencia, su gloria y su alabanza.

Y sin embargo, somos un pueblo que peregrina en esta tierra. Respiramos el mismo aire y necesitamos de la misma agua que todos los demás seres humanos. Por ello lo que recibimos, lo que compartimos y lo que damos a los demás no es solamente fe y religión. El acueducto que usamos, el idioma que hablamos, los campos de los que nos alimentamos, de hecho: la una gran parte de los bienes y los conocimientos que nos han permitido un modo de ser personas de nuestro tiempo, capaces de cultura, de pensamiento crítico y de trabajo junto a otros, no provienen directamente de la religión o la fe sino de un área amplia de realidades humanas que compartimos con los demás habitantes de este planeta.

Muchos de nuestros antecesores lucharon por valores y libertades que ahora nosotros damos por descontadas. Pensemos por ejemplo en la superación del analfabetismo o en la prohibición de la esclavitud. Estamos en deuda con quienes han hecho posibles esos bienes, en razón del valor que tienen para nosotros y en razón de las posibilidades que abren de desarrollo humano e incluso también de la transmisión del Evangelio.

La correcta celebración de las fiestas patrias o de los acontecimientos civiles en general va en esa dirección: sin caer en idolatrías, y sin hipotecar nuestra libertad de predicar el Evangelio, no seremos ingratos con el país y la cultura que han construido en nosotros tanto de lo que somos.

Sobre aquello de No Juzgar

Jesús cuando vino al mundo enseñó a no juzgar, sino por el contrario enseñó a amar, porqué lo hacemos nosotros los cristianos? — K.M.

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La expresión “no juzgar” hay que saberla entender porque de otro modo lleva a contradicciones insolubles.

Piensa nada más en esto: Cuando le decimos a alguien: “No juzgues” ya estamos haciendo un juicio nosotros mismos.

Piensa también en que si uno quisiera evitar absolutamente TODO juicio, uno no podría decir nada sobre los que secuestran niñas para violarlas y matarlas porque entonces uno estaría “juzgando” al que cometió tales hechos.

Y piensa además que si uno intentara evitar TODO juicio moral, resultaría imposible educar a un niño o a un joven porque educar siempre implica expresar juicios morales; como por ejemplo: “No sigas el camino de los corruptos, que se roban el dinero del pueblo.”

Por último, démonos cuenta de que lo de “no juzgar” se dice y repite machaconamente cuando se trata de ciertos comportamientos (y pecados) mientras que otros sí son condenados duramente. Es frecuente que se aplique lo de no juzgar a temas de afectividad y sexo (implicando que cada quien viva su sexualidad más o menos como le parezca) mientras que el tráfico de drogas o las actividades de la mafia se condenan sin tapujos. O sea que evitamos juzgar en cuanto a los pecados “de moda” y sí juzgamos las lacras “de moda.”

Todo eso muestra que el sentido de las palabras de Cristo no podía ser–y no es–que debemos abstenernos de decir si las cosas son buenas o son malas. Uno no puede ver un secuestro o una violación, por ejemplo, y quedar amordazado por esta interpretación de las palabras de Cristo hasta el punto de no poder denunciarlo porque “eso sería juzgar.”

Entonces, ¿cómo entender rectamente la enseñanza del Señor?

Un buen punto de partida es que Cristo no hablaba español, ni latín; quizás entendía bastante griego pero su mente y corazón provienen del pueblo judío y de la raza hebrea. Lo mejor es explorar las palabras “justicia/juicio” (mishpat) y “juzgar” (shaphat ó shafat) desde el hebreo. Y lo primero que uno nota es que shafat es un verbo que equivale a “gobernar” de modo que el que hace justicia es ante todo el mismo que gobierna, o sea, el rey. Puesto que Dios es el rey del mundo y el soberano de las naciones de la tierra, es claro que “hacer justicia” o dar el “mishpat” corresponde a Dios.

En nuestras sociedades, en cambio, los juicios suceden en juzgados, y pueden ser apelados, e ir a distintos tribunales, de más alto rango; o por el contrario, hay casos que pueden prescribir y ya no ser sometidos al sistema judicial. En Israel, y en general en todos los pueblos antiguos, el juicio sobre una situación o sobre una persona, era algo que sucedía UNA VEZ y que venía directamente del soberano (no había nuestra famosa separación de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial); pronunciar juicio no admitía en principio apelación y definía para siempre el destino de una persona. esa es la idea de “juzgar” que está detrás de la advertencia de Cristo.

“Juzgar” en lengua hebrea, es tomar el lugar del juez, y el único juez es Dios, cuyos “juicios” indican la verdad definitiva y el destino final de cada persona. De modo que “no juzgar” equivale a: “No pretendas tomar el lugar de Dios creyendo que puedes conocer o definir el desenlace final de la vida de otra persona.” Por supuesto, ese mandato no implica que suspendamos toda opinión sobre todo comportamiento pues entonces ni siquiera la predicación sería posible.

Y no olvidemos que el mismo Cristo nos invitó a practicar la corrección fraterna (Mateo 18,15-17). ¿Cómo podría yo corregir a mi hermano si cada vez que le fuera a decir que está haciendo algo incorrecto él me dijera: “¡Tú, cállate: me estás juzgando.”

En resumen: el mandamiento de No Juzgar significa que no usurpemos el lugar de Dios en cuanto a qué va a suceder finalmente en la vida de una persona; pero ello no impide que reconozcamos, en nosotros mismos y en los demás, cosas que son incorrectas y que deben ser corregidas.

Sobre relativismo y rigorismo

“Ciertos rigorismos nacen de querer ocultar dentro de una armadura la propia y triste insatisfacción.” Esa frase la ha dicho la periodista Elizabetta Piqué, muy cercana a la persona y el ministerio del Papa Francisco. ¿Cómo se supone que debe entenderla uno? – J.A.

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El Papa Francisco ha hablado en varias ocasiones en contra del rigorismo así como Benedicto XVI habló n contra del relativismo. Menciono este hecho porque estas dos tendencias morales son los dos extremos de un péndulo en el que tanto la Iglesia como la sociedad se han movido, de lado a lado: el relativismo quiere convertir la moral en un asunto de conveniencias y gustos subjetivos; el rigorismo pretende ignorar las intenciones y las circunstancias de los actos humanos, para concentrarse sólo en hechos objetivos que cree poder calificar siempre con absoluta certeza.

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¿Y qué es un ser humano?

En una discusión con un docente y mis compañeros sobre el aborto, al yo refutar y utilizar las palabras persona, bebé y ser humano, el docente (que es uno bastante formado) me replicó: un momento que me estas hablando de tres cosas diferentes: un ser humano, una persona y un bebé. Francamente no tenía ni idea que eso estaba ya separado! y luego empezó la loca de la casa (mi cabeza, como decía Sta Teresa) a preguntarme: pero que es un ser humano? Puedes decir que es lo que nace producto de un proceso biológico entre dos seres humanos, pero eso prontamente va a desaparecer, pues la experimentación genética ha logrado “producir” un ser humano con tres ADNs diferentes, entonces esto no basta. No puede ser definido por su aspecto corporal, pues no todos nacen con todos los orgános, o todos los miembros o partes del cuerpo y aún así se les considera seres humanos. Se reduce entonces a las habilidades y la productividad? pero tampoco puede ser esto lo que defina a un ser humano, pues los bebes y los ancianos y personas con ciertas enfermedades no podrían considerarse humanos. Entonces es un humano por tener alma? pero como podemos saber si tienen alma los fetos que son un verdadero desastre de la naturaleza (esto lo digo por todas las enfermedades realmente graves del embarazo que son conocidas, algunas de las cuales forman una figura humana, pero sin cerebro, o sin órganos, y otros tantos que parecen salidos de películas de terror). Es un ser humano algo que se produce instantáneamente al momento de la unión del óvulo con el espermatozoide? pero volvemos a los bebés manipulados genéticamente y a los óvulos fecundados que nunca se llegan a implantar en el útero. — D.C.

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Empecemos por la distinción que hace aquel médico entre ser humano, persona y bebé. El término “bebé” simplemente indica una característica cronológica que no cambia la dignidad intrínseca del ser respectivo. Un bebé de zarigüeya no tiene la dignidad de un bebé humano por ser ambos bebés. Eso nos permite concentrarnos en los otros dos términos: “ser humano” y “persona.”

Los que separan estos dos términos no dudan de que un adulto con su pleno desarrollo cognitivo y emocional sea una “persona,” de modo que la separación que hacen proviene de que consideran que hay seres humanos que no son, o no son plenamente personas. ¿Quiénes podrían ser esos seres humanos? Según unos u otros criterios, habrá quienes digan que un bebé recién nacido no es persona porque sus reacciones frente a estímulos o dificultades es más cercana a la de un animal que a la de un adulto humano. De manera análoga, un niño con autismo tampoco sería una persona. Uno ve que esta clase de distinciones traen prontamente cuestiones éticas difíciles. Por ejemplo, si alguien tiene un accidente cerebro-vascular grave, ¿deja de ser persona? Un enfermo en coma, ¿ya no es persona? Y de inmediato estas definiciones traen consecuencias: si alguien (¿o algo?) no es persona, es fácil inclinarse a la idea de que se puede “disponer” de él, por ejemplo, determinando a quién es lícito eliminar para que no consuma recursos del Estado.

Son tan graves las consecuencias de esta separación entre “ser humano” y “persona” que uno siente que es arbitraria porque deja la dignidad de enfermos, ancianos o discapacitados en manos de criterios que pueden afectar profundamente su calidad de vida o incluso llevar a la muerte. Es mucho más humano y más sano asociar la dignidad y los derechos propios de la “persona” a TODO ser humano, y eso significa que la contraposición entre persona y ser humano no es éticamente admisible. Lo que parece correcto, y lo que ha hecho la Iglesia de modo consistente es hablar de persona humana, siempre y desde el principio de la misma vida humana.

Este razonamiento nos conduce a la pregunta sobre qué es un ser humano, es decir, a partir de lo ya expuesto: ¿qué es una persona humana? Un buen punto de partida es lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

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362 La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que “Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2,7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios.

363 A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana (cf. Mt 16,25-26; Jn 15,13) o toda la persona humana (cf. Hch 2,41). Pero designa también lo que hay de más íntimo en el hombre (cf. Mt 26,38; Jn 12,27) y de más valor en él (cf. Mt 10,28; 2M 6,30), aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: “alma” significa el principio espiritual en el hombre.

364 El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la “imagen de Dios”: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu (cf. 1 Co 6,19-20; 15,44-45):

«Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador. Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día» (GS 14,1).

365 La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la “forma” del cuerpo (cf. Concilio de Vienne, año 1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza.

366 La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios (cf. Pío XII, Enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8) —no es “producida” por los padres—, y que es inmortal (cf. Concilio de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final.

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El planteamiento de la Iglesia no deja duda sobre la identidad y la dignidad de cada ser humano. Pero deja abierta la cuestión ética en torno a los seres humanos “producidos” con profundas intervenciones de tecnología biológica y genética. Razón para entender por qué la misma Iglesia se opone a tomar como único criterio de procreación que alguien diga: “Yo quiero tener un hijo” o lo que ya sucede en algunos lugares: “Yo quiero un hijo con tales características.”

Pero esos seres humanos existen y no es su culpa haber venido a este mundo.

En este punto conviene recordar que las intervenciones en el ADN de un cigoto apunta a genes muy específicos. En un ser humano “producto” de ese tipo de intervención, los porcentajes serían algo así como: 49,999…99999999999% o mucho más de la mamá; 49,999…99999999999% o mucho más del papá y 0,000…00000000002% o muchísimo menos de otra persona. Habida cuenta de que ese porcentaje externo (al papá y a la mamá) interviene en genes específicos conectados con enfermedades o rasgos físicos puntuales. Hay quienes incluso miran ese tipo de intervenciones genéticas como micro o nano-cirugías.

Todo eso apunta a que los seres humanos “producidos” no tienen en realidad un cambio radical en su realidad corporal, y que por tanto no es necesario cambiar la definición de ser humano: un ser humano, que desde el principio posee toda la dignidad de la persona humana, es el resultado de la unión entre las células germinales de un hombre y una mujer, incluso si esa persona tiene posteriormente intervenciones genéticas o fisiológicas.

Comunistas y cristianos

¿La Iglesia no nos está enseñando que ser comunista y cristiano es lo mismo? “Los comunistas son los que piensan como los cristianos…” Una aclaración padre Nelson Medina. ¿O nos está diciendo la verdad el Papa San Juan Pablo II o el Papa Francisco? — L.F.

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Con ese comentario que hizo, es posible que el Papa Francisco haya querido utilizar algo parecido a la estrategia de Cristo en los Evangelios cuando por ejemplo pone como ejemplo al buen samaritano, sabiéndose que los samaritanos tenían una fe mutilada y que sólo creían en un pequeño porcentaje de las Escrituras, lo que es hoy el Pentateuco.

La misma estrategia pedagógica que usó el Señor cuando dijo de un centurión romano: “En Israel no he encontrado tanta fe,” sin que conste que el centurión invocase al Dios de Israel o profesase el Shemá, que era y es el credo básico del judío.

Al presentar a los comunistas como aquellos que en cierto sentido nos dan ejemplo, el Papa seguramente está recordándonos que deberíamos ser nosotros los primeros en preocuparnos y en servir a aquellos sectores de la población a los que llegan los comunistas con su mensaje.

Se puede discrepar de ese modo de lenguaje del Papa Francisco pero creo que no se hace violencia a la inteligencia reconociendo que puede tener y de seguro tuvo una buena intención.

PREGUNTAS – Acerca de la Ideología de Género

Le preguntan al lacio católico Felipe Gómez:

1. Felipe, ¿no le parece que los grupos católicos exageran al darle tanta importancia a la ideología de género?

– Para nada. Incluso considero que hoy día, los obispos, el clero en general y los laicos formadores y catequistas, deberían conocer mucho más y mejor, los alcances de estas doctrinas y combatirlas desde la predicación, a ejemplo de nuestros hermanos Cristianos de diferentes denominaciones, que sin lugar a dudas están cumpliendo bastante bien con esta tarea en nuestro país.

No deberíamos minimizar la gravedad que rodea a la ideología de género. Esta agenda que acompaña el conocido Nuevo Orden Mundial, solo deja ver la podredumbre moral que se va volviendo un lenguaje común a muchas naciones, especialmente aquellas que han hecho a Dios de lado.

2. ¿No ve un riesgo en una sociedad llamada a la tolerancia y la democracia a convertir esta lucha, en una persecución contra el homosexual?

Mire, los movimientos LGTBI, están haciendo una campaña en la cual se habla de tolerancia, mientras sean aceptados sus lineamientos, pero se vuelve agresiva y a veces hasta violenta, cuando encuentran oposición. Ahí desaparece la democracia.

La iglesia no está en una cacería de brujas al estilo medieval contra los homosexuales, incluso ese también es otro caballito de batalla de los movimientos LGTBI quienes sostienen que el Cristianismo se dedica a perseguirlos.

El catecismo de la Iglesia Católica insiste que debemos aceptar a las personas homosexuales, respetarlas y acogerlas aceptando su condición.

3. ¿No es contradictorio? Perseguir la ideología de género, mientras se acoge al homosexual?

La ideología de género, busca el adoctrinamiento de los menores de edad, invitándolos a hacerse homosexuales desde edad temprana, con teorías confusas que sostienen que el género no existe, que las diferencias entre hombre y mujer son inventos humanos.

Es un ataque directo y soberbio, de la criatura que se revela contra su creador.

Querer extender esta doctrina es un escándalo de gravísimos alcances.

4. Si usted mira hacia Europa, la tolerancia es un ejemplo a imitar. ¿No considera que aceptar al otro con sus diferencias es crucial en la sana convivencia?

– No considero para nada, que Europa sea el mejor ejemplo a considerar en este caso.

El relajamiento moral, es una enfermedad social.

Cuando Dios no hace parte de la vida del hombre, ni tampoco sus leyes, terminamos llamando bien al mal y persiguiendo la verdad.

Le insisto, esa tolerancia que usted menciona, existe mientras opine como aquellos que lideran estas líneas del LGTBI, pero si usted, decide que sus hijos no sean adoctrinados en estas nuevas filosofías, será perseguido, expulsado y hasta encarcelado por oponerse a que los suyos acepten estas ideas mentirosas y dañinas y le estoy mencionando a esa misma Europa tolerante a la que usted se refiere.

En nombre de la libertad de están cometiendo graves atropellos contra la moral, en una inmensa cantidad de países.

5. Que busca una nación o un partido al querer mantenerse tan conservadores, mientras el mundo avanza y va compartiendo un pensamiento o una doctrina unificada?

– Le respondo desde mi vida en Dios. Creo que este mundo “tan unificado”, está haciendo una intensa guerra contra la moral y la verdad. Persigue la virtud y aplaude al pecado.

Muchas naciones quieren olvidarse de la existencia de Jesús y se van construyendo sus propios dioses de barro, creyendo que pueden pasar por encima de las leyes Divinas.

No considere avanzar o crecer, el aceptar el aborto, la eutanasia, la ideología de género, la adopción de niños de parte de parejas homosexuales etc. Eso se llama retroceder.

Avanzar consiste en aceptar a Jesús en nuestro corazón, proteger a los niños no nacidos, respetar la vida desde la concepción hasta la muerte, defender los valores tradicionales de la familia, manifestar el cristianismo con actos concretos de amor. Pero querer implantar en el corazón del hombre el pecado, el escándalo y además aplaudirlo, es invitar a una serpiente mortal a convertirse en la niñera de nuestros hijos.

Corromper el corazón de los más pequeños, hace parte de la nueva agenda mundial, ese nuevo orden, es el mayor desorden.

Dios nos bendiga.

¿El Papa Francisco es infalible?

Padre Nelson, hay algunas o muchas cosas de este papa que me dejan lleno de preguntas y de incertidumbre, aunque también le reconozco que es un hombre valiente y coherente que ha hecho cosas que otros no se habían atrevido a hacer, como tomar la decisión de llevar una vida mucho más simple y no darse vacaciones de millonario en Castel Gandolfo. Perdóneme que le hable así, padre, pero así es como uno dice las cosas en el mundo. Bueno, volviendo al tema, este papa, aunque tiene esas cosas muy lógicas y muy impactantes, también desconcierta, como cuando dijo que los comunistas pensaban como los cristianos, o algo muy parecido. Mi pregunta es: ¿Este papa se supone que también es infalible, o eso sólo vale para algunos papas, y en ese caso, cuáles? Gracias por su tiempo. — J.H.V.

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Lo primero que hay que aclarar es que el don de la infalibilidad papal cobija a todos los papas pero no a todos los actos, entrevistas o declaraciones que cada papa quiera dar. La verdad es que este don ha sido extensamente estudiado y tiene definiciones muy precisas. La página corazones.org brinda la información que sigue:

La fuente de infalibilidad: la asistencia sobrenatural del Espíritu Santo.

El propósito de la infalibilidad: mantener y guiar a la Iglesia en la verdad y sin errores en lo que se refiere a la fe y la moral.

La infalibilidad se fundamenta en las Palabras de Jesucristo:

“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”. -Mateo 16:18-19

“He rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos”. -Lucas 22:32

Por medio de la infalibilidad, Jesús garantiza que su Iglesia se mantenga indefectible por todos los tiempos.

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¿Puede un católico creer en el rapto de los creyentes por Cristo al final de los tiempos?

Padre nelson: vemos que se están presentando muchas señales del final de los tiempos. Varios amigos míos cristianos dicen que debe estar cerca lo que ellos llaman el “rapto,” que yo entiendo que consiste en que Cristo se llevará a su pueblo, o algo así. ¿Los católicos creemos en el rapto? Gracias por su tiempo. –J.H.

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Catholic.net tiene un muy buen artículo al respecto. Es un poco extenso pero vale la pena transcribirlo.

Se ha estado hablando desde bastante tiempo ya de la posibilidad de una acción divina sobre la humanidad específicamente sobre la Iglesia que acontecería al final de los tiempos como un preámbulo al mismo, este acontecimiento se conoce como El Rapto sujeto a la Gran Tribulación.

Es un término que utiliza en demasía la iglesia protestante y dado a que es en esa vertiente del cristianismo que se difunde con más fuerza tal acontecimiento para dar un análisis completo sobre el asunto tendríamos que entrar en materia teologal relacionado al milenarismo y sus implicaciones, no obstante trataré de dar un toque menos técnico y de mayor comprensión para que podamos entender la realidad de esta mal interpretación bíblica. Para ello estaré utilizando un artículo del P. Jordi Rivero y el Catecismo de la Iglesia Católica sobre el tema.

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Cambios en la educación

Hola fray Nelson, me gustaría, si puede, que me diera su concepto sobre la educación post industrial. – S.V.R.

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En mi opinión, los dos últimos siglos han traído profundos cambios a la educación. La revolución industrial orientó el saber científico hacia la técnica y el conjunto del saber humano hacia la ciencia, como vehículo privilegiado de comprensión y sobre todo de transformación del mundo. De un modo continuo ello ha conducido a una valoración creciente, hasta ser excesiva, de las matemáticas y la ingeniería por encima del conocimiento que brota de otras preguntas, las que atañen al ser humano en cuanto tal, o al sentido de su vida y sus esfuerzos.

Pero después de la revolución industrial vino otra revolución, más profunda, en la que estamos completamente inmersos, y que ha recibido varios nombres: era de la información, “tercera ola,”llegada de la gran “singularidad,” y otros más. Lo característico de este tiempo es que, sobre la base de los procesos automatizados propios de la revolución del siglo XIX, el procesamiento de la información, convertid en impulsos eléctricos digitales, revierte y realimenta a los procesos mismos de la tecnología que le dio origen.

Esta circularidad trae como consecuencia una aceleración incontenible en todas las áreas de la actividad humana susceptibles de ser transmitidas y procesadas digitalmente. Para quienes consideran que TODO lo humano puede digitalizarse, la consecuencia es inmediata: tarde o temprano la inteligencia alcanzará sus cumbres más altas dentro de los procesadores automatizados. A esto se llama la gran singularidad o “singularidad tecnológica,” término que tiene historia desde John von Neumann pero que ha sido popularizado por Ray Kurzweil. ¿Qué tipo de educación necesitará la Humanidad cuando tengamos certeza de que las mejores decisiones las toman algoritmos extrahumanos?

Por otro lado, está la cuestión filosófica de si todo conocimiento es susceptible de ser sometido a digitalización y a algoritmización. En contra de quienes van en la línea de la singularidad tecnológica, es perfectamente posible que las preguntas más relevantes, y las que marquen el sentido mismo de la presencia de los seres humanos en el universo, no provengan de procesos automatizados, ni siquiera en el sentido más amplio y laxo de ese término—es lo que consideran autores como Steven Pinker o Jaron Lanier. Es posible, y es la opinión que yo mismo suscribo, que lo propiamente humano está exactamente en aquello que somos pero que no es codificable precisamente porque es siempre capaz de cuestionar todo modo de codificación. Si esta hipótesis es correcta, entonces la pregunta para la educación es: ¿Cómo preservar y cultivar lo ma´s propiamente humano, para beneficio de todo el hombre y de todos los hombres, en una sociedad con inmensa capacidad de automatización?

Me da vergüenza confesarme

Casi todo sacerdote ha encontrado alguna persona con esta consulta, por la vergüenza que se siente de haber pecado, o por el temor de olvidar cosas sucedidas hace años.

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Es saludable que sientas vergüenza por tus pecados, pero no permitas que te domine. Antes medita la pasión de Jesús y considera que El desea, por misericordia INFINITA, aplicarte todas las gracias que El ganó para ti en la Cruz. El desea perdonarte. Respóndele. La vida pasa rápido y debemos preparamos para la eternidad.

NO TEMAS. Dios te ama y estará contigo en la confesión. CONFIA EN JESUS y verás que paz y felicidad recibirás.

Si lo deseas puedes ir a confesarte en un lugar donde el sacerdote no te conozca. Las Iglesias deben tener horas de confesión donde se puede ir a confesar sin que te vean la cara.

Como sacerdote te puedo decir que, cuando alguien se confiesa de un gran pecado, lo que siento es gran admiración por esa persona porque ha tenido el valor de confesarse. Los sacerdotes sabemos que dar el paso a la confesión es una gracia y requiere humildad. Quien se confiesa ha tenido el valor de reconocer su pecado y humillarse. Eso es admirable.

En cuanto a recordar los pecados, haz un examen de conciencia con humildad. Una lista de preguntas puede ayudarte con ese examen. Si sinceramente confiesas todo lo que recuerdas habiendo hecho el examen, la confesión vale.

Vence la tentación de aplazar la confesión. Decídete hoy pues mañana podría ser muy tarde. Haz un examen de conciencia, pon tu mirada en Jesús que te ama y quiere perdonarte y da el paso adelante. Si hace mucho que no confiesas. No temas. Díselo al sacerdote y el te ayudará.

Respuesta del Padre Jordi Rivero

Sobre el origen del Árbol de Navidad

Querido Fray Nelson… Su opinión en nuestra familia es muy importante, seguimos todas sus predicaciones por Internet, y creemos que es de las fuentes más confiables….y por eso quiero preguntarle…..el árbol de Navidad se puede poner en un hogar católico? Tenemos niños pequeños y obviamente a ellos les hace ilusión. Pero queremos hacer lo que es correcto para nuestra religión….y en algunos sitios católicos leí que San Bonifacio… (me parece que era el) lo había transformado en una tradición católica porque era pagana… Muchas gracias y que Dios lo bendiga. — A.S.

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El origen de una costumbre no es lo único ni lo principal para encontrar su significado. Hay estudios que dicen que darse la mano empezó siendo un método de precaución entre soldados de la antigüedad; hoy es más una señal de cortesía y amistad.

Así también ha habido ritos de agua en muchas, muchas religiones pero solamente el cristianismo le ha dado un sentido único y hermoso al hecho de bautizarse. No debemos pues quedarnos únicamente con el origen.

Cuando Cristo bendijo, partió y repartió el pan, le dio un sentido absolutamente único a algo que se ha hecho en muchas partes del mundo por millones de personas; y es que esa es la fuerza de la Palabra: dar sentido y luz a aquello que pertenece al mundo creado.

No debe extrañarnos entonces que un gesto como el del árbol tenga orígenes fuera de nuestra fe: lo importante es cuál es el sentido que debe tener para los creyentes. Si conocemos y recordamos con frecuencia ese significado de nuestras cosas podremos también aprovecharlas y guiar un poco a los demás.

Dios te bendiga.

Responsabilidad personal y sanación intergeneracional

Hermano: esta frase [del profeta Ezequiel], “el que peca es el que morirá” (Ezequiel 18,20), haciendo referencia a padres e hijos, ¿cómo se entiende a la luz de lo que se conoce como “sanación intergeneracional”? — S.M.

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La sanación intergeneracional se refiere a la experiencia que los hijos tienen de las CONSECUENCIAS de los padres. En teología, eso se llama, la transmisión de la PENA.

La “muerte” a la que alude Ezequiel es claramente la muerte eterna. En teología, eso se llama el castigo de la CULPA.

Es que en el pecado hay esas dos dimensiones: “culpa” es el torcimiento de la voluntad, y el castigo lo sufre aquel que es culpable solamente (como enseña Ezequiel); la otra dimensión es la “pena,” que incluye consecuencias de todo orden que pueden ser transmisibles a otras personas, y en particular, a los descendientes, y en esa área quiere trabajar la sanación intergeneracional.

Religión y política

Con motivo del plebiscito en Colombia he visto muy “activos” a algunos jerarcas de la Iglesia, impulsando el “Sí” y he visto a algunos sacerdotes haciendo propaganda abierta o sutil a favor del “NO.” ¿No se supone que hay una separación entre Iglesia y Estado, y entre política y religión? ¿Por qué hacen eso produciendo muchas veces confusión en la gente? Respetuosamente,

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La religión no puede estar ausente de las grandes decisiones morales del ser humano porque no puede desinteresarse de su bien y de su mal. Desde la política pueden hacerse grandes bienes, por ejemplo en el orden de la justicia social, o grandes males, por ejemplo aprobando leyes contrarias a la dignidad de la vida humana, o contrarias al bien de la familia, célula fundamental de la sociedad.

Una cosa es hacer política como simple codicia del poder, o conveniencia egoísta de que un determinado grupo gane, y otra cosa es iluminar la conciencia sobre las consecuencias de las opciones políticas que pueblos enteros van a tomar. Esto segundo es una misión irrenunciable de la Iglesia.

Esta responsabilidad, que atañe principalmente a los sacerdotes, cobra particular gravedad cuando está involucrado el bien de los niños, o de otros sectores de la población que se encuentran en condición de absoluta indefensión. Callar, en tales circunstancias, no seria moralmente “neutro,” si es que algo así existe, sino que sería gravísima complicidad. Es necesario entonces hablar a tiempo, aunque respetando en todo la voz de la conciencia en cada uno.

¿Podemos afirmar que Dios es el mismo si sus leyes cambian del Antiguo al Nuevo Testamento?

Fray Nelson, le hago una pregunta: Hay una disputa entre cristianos no católicos sobre la ropa que debe usar o ponerse una mujer cristiana. Los que dicen que una mujer cristiana no debe usar pantalón se fundamentan en el siguiente pasaje bíblico: “La mujer no llevará ropa de hombre ni el hombre se pondrá vestidos de mujer, porque el que hace esto es una abominación para Yahvé tu Dios”. Resulta que cuando uno para refutar les dice que este texto hay que leerlo a la luz de un contexto, es decir, el contexto histórico y la mentalidad para a cual fue escrito, responden estas personas que Dios es siempre el mismo. La pregunta es: ¿como se demuestra que el hecho de que Dios sea siempre el mismo, no contradice el que este texto haya que leerlo de acuerdo a un contexto histórico y cultural, y viceversa? — J.S.

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La alusión al contexto es insuficiente como respuesta. Es demasiado vaga, y si lo piensas bien, podría servir para justificar casi cualquier cosa: cada vez que encuentre algo en la Biblia que no me guste, voy a decir que eso sólo valía para ese contexto. Así obran, por ejemplo, los que afirman por ejemplo que sí se debe permitir la ordenación sacerdotal de mujeres porque los textos que se oponen a tal práctica pertenecen a un contexto cultural machista, que se va superando, según ellos piensan. Así que la clave de la respuesta no está en la palabra contexto.

Esa clave más bien hay que buscarla en el papel que cumplía la Ley de Moisés. San Pablo nos dice expresamente que la Ley fue un “pedagogo” para llevarnos a Cristo (Gálatas 3,24); y la Carta a los Hebreos 8,13 considera que esa Ley ha quedado desueta y superada por el nuevo régimen en Cristo, basándose en Jeremías 31,31-34. De modo que tenemos razones bíblicas para considerar el conjunto de la Ley de Moisés como una provisión de Dios que, en su misericordia, quería llevarnos a la conciencia del pecado para así recibir a Cristo.

Por otro lado, el mismo Cristo dice que no ha venido a abolir sino a dar plenitud (Mateo 5,17), de modo que no debemos pensar que la relación entre la Ley “Antigua” y la Ley “Nueva” es algo tan sencillo como suprimir la primera, cual si nunca hubiera existido, y luego afirmar la segunda. Si las cosas fueran así, la primera hubiera sido un estorbo y no un camino o preparación para la segunda.

Debemos entender entonces que hay elementos más permanentes y elementos menos permanentes en la Ley de Moisés. Los más permanentes no hay que adivinarlos ni mucho menos escogerlos a capricho. Cuando Cristo reafirma la centralidad de amar a Dios sobre todas las cosas, por ejemplo en Marcos 12,28-34, está repitiendo lo que todo judío conocía a partir de Deuteronomio 6,4. También en Mateo 19,16-19 Jesucristo reafirma el valor de los llamados Diez Mandamientos, que por tanto deben ser algo más que disposiciones temporales.

El estudio comparativo de textos nos hace ver que muchas prescripciones de la Antigua Ley tenían un valor educativo pero de ninguna manera fueron confirmadas en la Nueva Alianza. Así por ejemplo, mientras que Moisés prohibía comer ciertos alimentos, san Pablo dice expresamente en la Carta a los Romanos 14,17 que “el reino de Dios no es comida ni bebida.” En el mismo sentido hay un pasaje muy claro en Hechos de los Apóstoles 10. Repito: esto no es asunto de capricho ni de adivinar sino que está bien establecido en la misma Biblia.

Es claro entonces lo que hay que decir frente a lo del uso de pantalones por parte de las mujeres: la Ley de Moisés no puede considerarse por sí misma autoridad para dirimir el asunto. Otros argumentos podrán exponerse pero ese de la Ley Antigua no vale.

Algo parecido sucede con otra discusión distinta. Hay gente que dice que si nos apoyamos en la Biblia, como efectivamente hacemos, para mostrar el carácter intrínsecamente perverso de las relaciones homosexuales entonces deberíamos seguir lo que la Biblia dice sobre comer carne de cerdo, por ejemplo. es un modo astuto pero erróneo de argumentar: no se pueden poner al mismo nivel estos dos tipos de preceptos. mientras que lo de la comida ya lo hemos aclarado, hay varios textos del Nuevo testamento que expresamente muestran el desorden que implica el comportamiento homosexual. Al respecto puede leerse Romanos 1,18-32.