“La maldad del pecado mortal consiste en que rechaza un gran don de Dios, una gracia que era necesaria para la vida sobrenatural. Mata, por tanto, ésta; separa al hombre de Dios, de su amistad vivificante; desvía gravemente al hombre de su fin verdadero, Dios, orientándolo hacia bienes creados…”
Por razones que desconozco, algo falló en un enlace que di hace unos días. Se trata de un buen artículo del P. Iraburu sobre “pecados descatalogados.” Como no quiero que nadie pierda una lectura provechosa, pongo aquí el enlace corregido. hagan click aquí.
“Un pecado queda descatalogado, más o menos, cuando se dan estos signos: 1) cuando la predicación deja de hablar de una cierta virtud y de señalar los pecados contrarios; 2) cuando se ha generalizado de tal modo que llega verse como algo «normal», que no hace cargo de conciencia; 3) cuando es ya un pecado que no suele ser acusado en la confesión sacramental, ni siquiera por los pocos cristianos practicantes que se siguen confesando: no los estiman relevantes, ignoran en la práctica su pecaminosidad, aunque a veces tengan de el algún conocimiento doctrinal…”
[Predicación en Juventud Renovada en el Espíritu Santo, en Pomona, California.]
Tema 5 de 5: Victoria sobre las tres grandes mentiras
* Juan 15: “Sin mi nada podéis hacer”:
* Sin Cristo nos agitamos pero no nos movemos, no avanzamos.
* Cuando uno descubre quien es Dios en verdad y cuando uno descubre quien es uno en verdad, entonces en ese momento la vida cambia, y uno se apega de Dios.
* El enemigo tiene como lenguaje propio y como herramienta principal la mentira, porque el enemigo sabe que en el momento en que tu sepas que hoy un Dios que te ama, Juan 3, 16: “Tanto amo Dios al mundo que entrego a su hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna”. En el momento que sepas que tu vida va a cambiar y comienzas a ser libre. Por eso el enemigo necesita atraparte en la oscuridad de la mentira.
* Tres mentiras pretenden gobernar el corazón humano:
1. La gran mentira: tengo que escoger entre ser feliz o ser obediente. Génesis 3.
* Lo que necesita la serpiente es romper la relación entre Dios y la mujer, entre Dios y el ser humano.
* El pecado es siempre darle la espalda a Dios, separarse de Dios.
* ¿Cómo puede lograr la serpiente que el ser humano se aparte de Dios, si nosotros mismo somos imagen de Dios?
* Lo que pretende la serpiente es separar tu obediencia de tu felicidad.
* Para separar a Dios y al ser humano la serpiente introduce la separación entre la obediencia y la felicidad.
* La serpiente pone a escoger, quieres ser obediente o quieres ser feliz. Esta es la gran mentira.
* Lo que logra la serpiente con su astucia es que la mujer escoja ser feliz o ser obediente.
* Una vez que la gran mentira se mete en el corazón es como una bondad de tiempo, tarde o temprano la persona cae en el pecado.
* Esta mentira obra en nuestros corazones cuando empezamos a sentir que los mandamientos de la ley de Dios son como un vestido muy estrecho, como una prisión que no nos deja ser libre. En este momento la voz de la serpiente nos comienza a decir: tu tienes derecho a ser feliz. Esto se da en toda la estructura del pecado, el adulterio, la política, la pureza de los jóvenes…
* Tengo que escoger entre ser feliz p ser obediente, llamamos a esta la mentira grande, porque en esta afirmación no se admite una afirmación que es la que Dios quiere de nosotros que seamos realmente obedientes y realmente felices.
2. La mentira dulce: La utiliza el demonio para que sigamos en el pecado.
* La mentira dulce es la estrategia que utiliza el demonio para amarrarnos del pecado. Ejemplo: la samaritana, Juan 4.
* La mentira grande lo utiliza el demonio para que empecemos a pecar, la mentira dulce la utiliza el demonio para que sigamos en el pecado.
* La mentira dulce es hacernos creer que si aumentamos nuestras posesiones, placeres, prestigio, ahí vamos a ser realmente felices. Es la manera de encadenarnos del pecado, más de lo mismo.
3. La mentira terrorista: Ya es demasiado tarde, ya no hay nada que hacer. Apégate a lo poco que te queda.
* Esta mentira es para que no te apartes del pecado.
* El lenguaje terrorista consiste en que ya no te pues salir de esto, ya no tienes escapatoria.
* La mentira terrorista consiste en adueñarse de tu corazón con el miedo, el pánico, para que tu agarres angustiosamente a lo que te queda de vida.
¿Por qué necesitamos a Cristo?
Necesitamos a Cristo porque necesitamos vencer estas tres mentiras, y estas no las vence el que no conoce el amor de Dios, el Espíritu Santo de Dios.
– Juan 14, Cristo nos ha revelado el verdadero rostro de Dios padre, y cuando nosotros conocemos el verdadero rostro de Dos padre entendemos que todo lo que Dios manda para que obedezcamos lo manda para nuestro bien, por nuestra felicidad.
– Cristo nos revela el rostro de Dios padre. Cuando yo entiendo que hay un Dios que me ama, que hay un Dios que ha llegado al extremo de entregar a su propio hijo cuando yo veo, que Dios todo lo ha hecho por el amor, entonces entiendo que, ese Dios, cuando yo le obedezco me lleva a mi plenitud, es decir, lo que hace Jesucristo es destruir la gran mentira, la mentira dulce y la mentira terrorista.
Así como Moisés sacó al pueblo elegido de la esclavitud de Egipto, así Cristo nos ha liberado del dominio del pecado, grabando por acción del Espíritu Santo sus leyes en nuestro corazón.
[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]
* “Pecado” es prácticamente una palabra “tabú” en nuestro tiempo. Se cree que hablar de pecado es herir, condenar o encerrar en culpa a los demás. Una mala interpretación de la misericordia se traduce en la idea perversa de que con solo dejar de hablar del pecado el pecado desaparece.
* Vivimos en una época post-relativista. Si el relativismo hablaba de que todo puede ser negociado o ser bueno o ser malo según circunstancias y conveniencias, el post-relativismo vuelve a hablar de mal y de bien pero sólo para consolidar como proscrito lo que se oponga al orden mundial que se quiere imponer.
* Mucha gente hoy cree sólo en dos verdades: la de la ciencia y la de los deseos de su “yo.” Pero la ciencia constata hechos; mira y dentro de sus límites describe al “ser” y por eso no puede establecer un “deber-ser.” por su parte la verdad llamada “subjetiva” en realidad solo contiene deseos, conveniencias e intereses, y por eso no puede fundamentar un bien moral. Ello explica por qué la sociedad en su conjunto resulta refractaria a la noción de un bien objetivo y por lo tanto, a la noción de pecado.
* Hay además en nuestro tiempo pecados que parecieran tener un “estatuto especial,” de modo que mientras que algunos crímenes son justamente castigados (por ejemplo, la pederastia); otros pecados son vistos o como opciones libres, o como virtudes (la práctica de la homosexualidad, por ejemplo).
II. Fundamentación en el vocabulario bíblico
* La Biblia introduce la noción de pecado a partir de nociones básicas muy corporales y humanas, como es la impureza o el fracaso. A partir de ahí, un largo itinerario ayuda a descubrir su realidad: es trampa y mentira; hace de la vida humana un “aborto” porque impide la plenitud a la que estamos llamados; nos pone en incoherencia frente a nuestros propias promesas y mejores deseos; implica un desorden que quita a Dios del lugar que le corresponde y hace al hombre esclavo de lo que es inferior a sí mismo; de hecho es rebeldía frente a Dios y acto de soberbia; por lo mismo, trae división y guerra entre los seres humanos, y así conduce a la debilidad y finalmente a la muerte.
III. Victoria sobre el pecado
* La victoria sobre el pecado lleva un recorrido que pasa por descubrir al mismo pecado, luego descubrir el bien objetivo, más allá de mis conveniencias; y finalmente descubrir la gracia. Este es el proceso que suelen seguir los retiros espirituales o de conversión.
* Las luces que nos guían en ese proceso son: la sociedad (si sus costumbres son sanas); la recta razón, cuyo ejercicio puede ser arduo; y sobre todo la luz de la gracia divina.
* Los recursos que nos dan la victoria son: el amor al genuino bien (propio y común); la escucha a la conciencia formada; la educación en la virtud, y sobre todo, la vida en el Espíritu.
[Predicación con la comunidad hispana de Lakewood, NJ. Mayo de 2015.]
Tema 1 de 3: Descubrirse pecador; no sirve de nada esconderse
* Como Adán en el paraíso, también nosotros solemos usar varias estrategias tratando de escondernos de la Verdad, que es Dios mismo, para justificar nuestro pecado o quitarle importancia. Estos son algunos de los “árboles” que más usamos, así como Adán buscó el bosque (Génesis 3) :
(1) Transferencia de responsabilidad: echamos la culpa a otros.
(2) Nos declaramos ignorantes o preferimos no enterarnos de la verdadera gravedad o las verdaderas consecuencias de nuestros actos.
(3) Falsa justicia: nos consideramos con derecho de maltratar a otros o desquitarnos de otros.
(4) Falsos derechos a pecar: porque soy joven, porque soy el jefe, porque soy hombre…
(5) Falsa idea de libertad: “Yo hago lo que se me dé la gana” Cuando en realidad, el que hace su gana se pone en manos de quien le maneje las ganas.
“Como todos sabemos, el mundo de hoy en día se enfrenta a un infinidad de tentaciones que buscan esclavizar al hombre a través del pecado, como respuesta a esas esclavitudes han surgido muchas organizaciones que se dedican a ayudar a las personas hundidas en la adicción al tabaco, alcohol y otras drogas. Hace algunos días compartimos un interesante artículo sobre la Teología del Cuerpo, ese gran regalo que nos dejó el ahora san Juan Pablo II. Siguiendo esa misma línea, Católicos con Acción quiere compartir contigo una iniciativa poco usual, pero de enorme trascendencia e importancia. Hablamos de FIGHT THE NEW DRUG, que en español sería “LUCHA CONTRA LA NUEVA DROGA”. Esta organización está conformada por un grupo de jóvenes estudiantes universitarios que en el año 2008 se encontraron con la reciente investigación científica que explica cómo la pornografía daña el cerebro, las relaciones y afecta a la sociedad. Su misión es precisamente concientizar – principalmente- a los jóvenes sobre los efectos nocivos apoyados de la ciencia, hallazgos, datos y testimonios…”
¿Tienen méritos las buenas obras de alguien que está en pecado mortal? – Preguntado en Píldoras de Fe. hay una respuesta fundamentada, del P. Miguel Fuentes, IVE, aquí.
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Lo mismo que sucede con tantas otras palabras, también con el término “mérito” puede suceder que no captamos su sentido dentro de una respuesta redactada con cierto nivel de profundidad o altura. La misma palabra “gracia” por ejemplo se puede entender mal de muchas maneras, y alguien podría pensar erróneamente que cuando decimos que se pierde la gracia santificante estamos diciendo que esa persona ya no es amada de Dios o que Dios ya no la mira con benevolencia. Ese tipo de malos entendidos suceden.
Estoy seguro que muchas personas entienden la palabra “mérito” como “lo que sirve de algo” y por eso piensan que cuando se llega a la conclusión de que las obras hechas en pecado mortal no tienen mérito sobrenatural lo que se debería deducir de ahí es que da lo mismo obrar bien que obrar mal. Es casi inevitable que la gente sienta que la frase “no tienen mérito” equivale a “no importa lo que hagan.”
¿Qué quiere decir “mérito sobrenatural”? Muchas personas sencillamente no prestan atención al adjetivo “sobrenatural” y se quedan entonces sólo con una noción genérica de “mérito” que, como ya se explicó, significa popularmente si algo vale o no la pena. Pero la palabra “sobrenatural” es fundamental en esa expresión. La Iglesia usa el término “sobrenatural” para referirse a aquellas cosas que de suyo están más allá del alcance de nuestras propias capacidades, es decir, más allá de nuestra “naturaleza.”
Hay muchas, realmente muchas cosas buenas que están dentro del alcance de nuestra naturaleza: no sólo el bien que hacemos a las personas que amamos y nos aman sino también el bien que hacemos por filantropía, es decir, por una especie de solidaridad con nuestra propia especie. Que una madre se esfuerce por dar la mejor alimentación, cuidado y educación a unos hijos es algo muy grande y muy bello pero no necesariamente algo que tiene valor más allá de la naturaleza humana porque es propio de nuestra naturaleza que los padres sientan enorme ternura y generosidad en todo lo que concierne a sus hijos. Lo que un muchacho hace por ayudar económicamente a su novia, lo que un amigo hace por sus amigos, lo que alguien logra con esmero por una recompensa o buen pago, lo que surge de nuestra simpatía por una causa noble… todo eso es bello y grande a su manera pero está completamente dentro de nuestra naturaleza. Hay en todo ello mérito pero no es mérito que podamos llamar “sobrenatural” sino “mérito natural” o puramente “humano.”
Lo “sobrenatural” en cambio se observa básicamente en la motivación última, la razón por la que uno obra. Si perdono a mi enemigo por un cálculo político que estoy haciendo no es lo mismo que si lo perdono porque conozco el poder del perdón de Dios y deseo irradiar ese mismo amor a quien sé que podría traicionarme de nuevo.
Uno ve que lo sobrenatural no es un barniz que se le pone a algunas cosas o acciones como si fuera una medalla. Lo sobrenatural es fruto de la acción de Dios mismo renovando nuestro ser desde su más profunda intimidad. Esa acción llega a nosotros con la donación y efusión del Espíritu Santo, que proclama a Cristo como Señor de todo lo que somos, decimos y hacemos. Desde la raíz de nuestro ser somos renovados por esa acción que se llama “gracia santificante.”
Por eso no puede haber vida sobrenatural si no hay proclamación coherente, en vida, obras y palabras, del reinado de Cristo en toda nuestra vida. O Cristo es Señor o no es Señor de nuestra existencia. O le hemos entregado sin condiciones el timón de nuestra vida, o no. Por supuesto, que aun habiendo entregado ese timón puede haber faltas pero una cosa son esas faltas que no nos separan fundamental ni esencialmente del plan de Dios (caso de los pecados veniales) y otra cosa es lo que sucede cuando ponemos por delante nuestras condiciones como cuando se dice: “Que Dios no me pida que deje tal o cual pecado porque no veo mi vida sin eso que estoy haciendo o viviendo.” Por supuesto, quien habla así está mostrando que aquello que pone como condición pesa más que la opción radical por Cristo como Señor de la vida. No es el fin del mundo pero por favor no digamos que tenemos a Cristo como Señor si tenemos condiciones de pecado que anteponemos a Cristo.
Algunas personas creen que estas reflexiones valen solo para ciertos pecados. Por ejemplo, si una persona cada semana roba otro poco más del presupuesto destinado para ayudar a las personas sin techo, y los domingos levanta sus manos en alabanza al Señor y le dice que va a sonreír a todos los ancianos del pueblo, la mayoría de nosotros sentiría que eso es puro teatro estéril y que todas sus sonrisas son una hipocresía. Pero si esa misma persona vive en adulterio o con una segunda pareja ya nos parece que ese otro tipo de pecado tiene una especie de “estatuto especial” que hace que debamos “respetar” (en el sentido de dejar que cada quien lleve su vida privada como le parezca) y que cualquier opinión sería “juzgar” y que por consiguiente el bien que se haga en este otro caso sí tiene valor y mérito.
La Biblia es distinta. La Biblia no tiene pecados con estatuto especial. No importa si las cosas son privadas o públicas. Ni si están conectadas con nuestra afectividad, nuestro dinero o nuestro temperamento. Si antepones algo a Cristo no puedes decir que Cristo es tu Señor. Y si no cabe decir que Cristo es tu Señor no cabe afirmar que esté viva la obra de la gracia en tu corazón. y por eso no cabe hablar de vida sobrenatural ni de mérito sobrenatural; y destaco aquí el adjetivo: SOBRENATURAL.
Es bueno aclarar una vez más que las obras buenas sin mérito sobrenatural no es que se pierdan sencillamente. Como enseñan varios santos, y entre ellos Santa Catalina de Siena, este tipo de obras disponen para la gracia, sobre todo: la gracia de la conversión (para no caer en el cinismo) y la gracia de confiar en que hay perdón (para no caer en la desesperación). Así que todos, incluso quienes se pueden saber objetivamente separados de la plena comunión con Dios y la Iglesia, somos llamados a buscar y realizar el bien lo mejor que podamos: a unos servirá para crecer en la gracia divina; a otros, para disponerse cada vez mejor para recibirla.
Al parecer cada época tiene sus vicios favoritos así como sus virtudes emblemáticas. En los distintos tiempos y lugares hay cosas que se puede saber que están mal pero que son toleradas socialmente con tanta frecuencia que su malignidad prácticamente desaparece del lenguaje cotidiano. A lo sumo sirve de motivo para algún chiste, caricatura o anécdota. Por ejemplo: se sabe que el alcoholismo es una plaga pero no faltan los chistes de borrachos–todo un género literario–con lo cual la gravedad del exceso al beber queda sepultada entre sonrisas y carcajadas.
Es un buen ejercicio preguntarse qué vicios o pecados van adquiriendo carta de ciudadanía en cada época. A través de un proceso que empieza de modo muy gradual pero que luego invariablemente se acelera, ciertos comportamientos se van rodeando de una aureola de respetabilidad hasta el punto de ganar un “estatuto especial”: ya no se puede criticarlos sin más. A menudo, este proceso queda sancionado como admisible por razones de tipo político, a saber, porque gente en el gobierno, o gente con gran influencia económica practica con descaro tales costumbres. Continuar leyendo “¿Pecados con estatuto especial?”