Renovar en Cristo la vida, 1 de 4, Fundamentos, ¿cómo es en su esencia la vida cristiana?

[Retiro con la Fundación MOCE, de Palmira, Colombia, en Julio de 2013.]

Tema 1 de 4: Fundamentos. ¿Cómo es en su esencia la vida cristiana?

* Muchas personas viven agobiadas y mueren aplastadas bajo el peso del absurdo.

* Ese no es el querer de Dios. Él quiere que tengamos la experiencia de ser hijos suyos, y experiencia entonces de ser genuinamente hermanos de nuestros hermanos.

* La vida cristiana no es “pare de sufrir” pero tampoco es “sufra sin parar.” La vida cristiana es PASCUA, es continuo paso del combate a la victoria, sucedida de muchos modos y en diversas circunstancias.

* Por ser pascual, la vida cristiana tendrá siempre las señas de la cruz y la alegría.

* ¿De qué sirven a Dios nuestros combates? Sirven para entrenamiento (que queda grabado en nuestro cuerpo y alma como “llagas gloriosas”) y aprendizaje (que nos da palabras de sabiduría para compartir con otros).

* ¿Y de qué sirve la alegría? Es la fuente de nuestra celebración y la fuerza de nuestra evangelización.

Diez actitudes cristianas al estilo del Resucitado

“La Pascua es el tiempo de la Iglesia. “Ahora os toca a vosotros”, parece decirnos el Señor Resucitado cuando nos muestra sus llagas -el ministerio eclesial de la caridad, espléndido ejercicio del llamado “munus regendi”-, su Palabra -el ministerio eclesial docente o “munus docendi” y su pan tierno y partido -“munus sanctificandi”-. Ahora nos toca a nosotros y tenemos cincuenta días consecutivos y todos los domingos del año -la vida entera, en definitiva- para reconocer y ser testigos del Resucitado, la mejor noticia y realidad de toda la historia de la humanidad…”

Actitudes cristianas

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(1) En la Carta a los Colosenses, capítulo 3, el apóstol Pablo describe el efecto de la Pascua de Cristo en términos de un don recibido y de una tarea pendiente. Lo recibido es la participación en la muerte y resurrección del Señor, de modo que “hemos muerto con él” y hemos “resucitado con él.” Lo que está pendiente es dejar atrás los vicios que en otra época marcaron nuestra vida, y en cambio abrirnos a las virtudes propias de una vida en Cristo.

(2) En el mismo Colosenses 3, y para ayudarnos a descubrir aquello con lo que hemos de romper, San Pablo ofrece dos breves listas de pecados y malos hábitos. Siguiendo la terminología de Santo Tomás de Aquino, una se refiere a los abusos propios del apetito concupiscible, relacionado con el placer y el bienestar; la otra se refiere a los excesos y mal uso del apetito irascible, el que se relaciona con superar obstáculos y dificultades. Es evidente que el cristiano tiene como deber revisar su “casa” interior para descubrir cómo está obrando con respecto a esos apetitos o motores internos.

(3) No sólo hay que descubrir los errores o pecados: hay que evaluar su gravedad. En esto hay que tener especial cuidado de no dejarse llevar por indicadores puramente humanos como pueden ser: la vergüenza, la tristeza, el daño económico, o la pérdida de imagen ante los demás. Los verdaderos criterios han de partir del amor y dones que Dios nos ha dado; el daño causado a sus intereses y a la unidad de su Cuerpo, que es la Iglesia; el posible maltrato o negligencia hacia los más pequeños y pobres.

(4) En cuanto al bien que hemos de buscar, Colosenses 3 ofrece una única lista que empieza por la compasión tierna y la bondad. En efecto, sólo desde la misericordia se puede entender algo la vida humana. Pero misericordia no es negar el mal que hay en el otro, sino afirmar un bien mayor. La ternura no es sentimentalismo sino conciencia de que el corazón humano es débil y es frágil, y nada bueno sale de él por la violencia. Y la bondad nuestra no es el esfuerzo por ser buenos con alguien sino el desbordamiento de gratitud por lo bueno que Dios ha sido con nosotros. Por eso, la compasión tierna y la bondad florecen en humildad y paciencia; tienen por ceñidor el amor y por fruto propio la paz.