Oración familiar para poner al Niño en el pesebre

Antes de la medianoche del 24 de diciembre, cuando estés reunido con tu familia para colocar la imagen del Niño Dios en el pesebre, te invitamos a recitar esta breve oración para pedirle a Jesús que también nazca en tu corazón y en el de tus seres queridos.

Lector 1:

Querido Padre, Dios del cielo y de la tierra:

En esta noche santa te queremos dar gracias por tanto amor. Gracias por nuestra familia y por nuestro hogar. Gracias por nuestros amigos, vecinos y por las personas que trabajan con nosotros.

Bendícenos en este día tan especial en el que esperamos el nacimiento de tu Hijo. Ayúdanos a preparar nuestros corazones para recibir al Niño Jesús con amor, con alegría y esperanza. Estamos aquí reunidos para adorarlo y darle gracias por venir a nuestro mundo a llenar nuestras vidas.

Hoy, al contemplar el pesebre, recordamos especialmente a las familias que no tienen techo, alimento y comodidad. Te pedimos por ellas para que la Virgen y San José les ayuden a encontrar un cálido hogar.

Lector 2:

Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tú nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia.

Que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote.

(En este momento alguien de la familia pone al Niño Jesús en el pesebre, o si ya está allí, se coloca un pequeño cirio o una velita delante de Él).

Lector 3:

Santísima Virgen María, gracias por aceptar ser la Madre de Jesús y Madre nuestra, gracias por tu amor y protección. Sabemos que día a día intercedes por nosotros y por nuestras intenciones, gracias Madre.

Querido San José, gracias por ser padre y protector del Niño Jesús, te pedimos que ruegues a Dios por nosotros para que seamos una familia unida en el amor y podamos ser ejemplo de paz y reconciliación para los demás.

Amén.

Rezar: 1 Padre Nuestro, 1 Ave María, 1 Gloria.

Para finalizar se puede entonar algún villancico y todos se dan un abrazo de paz.

[Publicado primero en Aciprensa.]

Oración al Niño Jesús

Oración al Niño Jesús

Jesús, tu Nombre dulce y poderoso, eleva el corazón a la esperanza. ¿Qué no podemos esperar de Dios, que nos ha dado todo en ti? ¿Qué no podemos esperar de ti, que te has dado en sacrificio por nosotros?

Bien oculto en las ropas de la humildad entraste a este mundo y bien desnudo de todo orgullo saliste de él. Así nos vestiste con tus virtudes y nos desvestiste de nuestras miserias.

Nos diste tu carne limpia de niño y aceptaste las llagas pavorosas de nuestro antiguo pecado. ¡Niño Dios, hermoso sobre toda hermosura! ¡Niño Dios, espejo limpísimo del amor del Padre por la humanidad! ¡Niño Dios, luz de pureza que has llegado en medio de la noche para vencer a fuerza de amores a las espesas tinieblas del egoísmo y la vanidad!

¡Niño Dios, candor incomparable, humildad suprema, adorable Salvador! Niño Dios, ante ti nos postramos de buen grado, siguiendo el ejemplo de los pastores humildes y de los sabios venidos de Oriente.

¡Niño del pesebre! ¡Cuántas lecciones nos das sin decir una palabra! En tu silencio eres Maestro, y en la impotencia de tu pobre cuna eres más fuerte que todos nosotros.

Padeces frío pero traes el fuego; lloras pero brindas consuelo; callas pero enseñas a los sabios; sufres pero en ti reside toda alegría y todo gozo. Jesús Niño, con amor te suplicamos por todos los niños y niñas del mundo, especialmente por los que no pudieron nacer.

Tú que bien sabes de pobreza, migración forzosa y exclusión social, compadécete de los niños y niñas que viven tu drama cada día, tal vez sin conocerte ni poder saludarte. Inspíranos también las palabras y acciones que defiendan la vida humana de camino en esta tierra y de cara a la bienaventuranza eterna.

Tu rostro, Jesús, que una vez ofendimos, ahora debe ser contemplado con indecible gratitud; tu palabra, que una vez rechazamos, ahora debe ser atendida y puesta por obra; tu Corazón, que una vez lastimamos, ahora debe ser rodeado de amor y alegría, de adoración perfecta y rendida obediencia.

Jesús: grandes y sin medida son los méritos de tu infancia. Por ellos te suplicamos nuestra propia conversión así como la propagación del Evangelio a todo lo creado. ¡Que la Buena Noticia de la Navidad alcance a todos porque tú quieres que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad! Tú vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

Bella oración a San José

San José, casto esposo de la Virgen María intercede para obtenerme el don de la pureza.

Tú que, a pesar de tus inseguridades personales supiste aceptar dócilmente el Plan de Dios tan pronto supiste de él, ayúdame a tener esa misma actitud para responder siempre y en todo lugar, a lo que el Señor me pida.

Varón prudente que no te apegas a las seguridades humanas sino que siempre estuviste abierto a responder a lo inesperado obténme el auxilio del Divino Espíritu para que viva yo también en prudente desasimiento de las seguridades terrenales.

Modelo de celo, de trabajo constante, de fidelidad silenciosa, de paternal solicitud, obténme esas bendiciones, para que pueda crecer cada día más en ellas y así asemejarme día a día al modelo de la plena humanidad: EL SEÑOR JESÚS.

De luz nueva: Un Himno de Adviento, de la Liturgia de las Horas

De luz nueva se viste la tierra,
porque el sol que del cielo ha venido
en el seno feliz de la Virgen
de su carne se ha revestido.

El amor hizo nuevas las cosas,
el Espíritu ha descendido
y la sombra del que es poderoso
en la Virgen su luz ha encendido.

Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia la alegría,
el Señor que en los cielos moraba
se hizo carne en la Virgen María.

Gloria a Dios, el Señor poderoso,
a su Hijo y Espíritu Santo,
que en su gracia y su amor nos bendijo
y a su reino nos ha destinado.

Amén.

Oración por nuestros seres queridos

Oh buen Jesús, que durante toda tu vida te compadeciste de los dolores ajenos, mira con misericordia las almas de nuestros seres queridos que están en el Purgatorio. Oh Jesús, que amaste a los tuyos con gran predilección, escucha la súplica que te hacemos, y por tu misericordia concede a aquellos que Tú te has llevado de nuestro hogar el gozar del eterno descanso en el seno de tu infinito amor. Amén.

Concédeles, Señor, el descanso eterno y que les ilumine tu luz perpetua.

Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Oración pidiendo la paz interior

Señor Jesús, desde que pasaste por este mundo teniendo la paciencia como vestidura y distintivo, es ella una perla preciosísima de tu corona.

Dame la gracia de aceptar con paz la esencial gratuidad de Dios, el camino desconcertante de la Gracia y las emergencias imprevisibles de la naturaleza.

Acepto con paz la marcha lenta y zigzagueante de la oración y el hecho de que el camino para la santidad sea tan largo y difícil.

Acepto con paz las contrariedades de la vida y las incomprensiones de mis hermanos, las enfermedades y la misma muerte, y la ley de la insignificancia humana, es decir, que, después de mi muerte, tantas cosas seguirán igual como si nada hubiese sucedido.

Acepto con paz, el hecho de querer tanto y poder tan poco, y que, con grandes esfuerzos, he de conseguir pequeños resultados.

Dejo con paz en tus manos lo que debiera haber sido y no fui, lo que debiera haber hecho y no lo hice.

Acepto con paz toda impotencia humana que me circunda y me limita.

Acepto con paz las leyes de la precariedad y de la transitoriedad, la ley de la mediocridad y del fracaso, la ley de la soledad y de la muerte.

A cambio de toda esta entrega, dame la Paz, Señor.

[Adaptado de una oración del Padre Ignacio Larrañaga.]

Un himno precioso sobre los mártires

De la Liturgia de las Horas, en el Oficio Común de Mártires:

Testigos de amor
de Cristo Señor,
mártires santos.

Rosales en flor
de Cristo el olor,
mártires santos.

Palabras en luz
de Cristo Jesús,
mártires santos.

Corona inmortal
del Cristo total,
mártires santos.

Amén.

La oración del Papa para antes de dormir

(ACIPRENSA) Durante la Audiencia General del 22 de Junio de 2016, el Papa Francisco hizo a los fieles una confesión personal: la oración que reza todas las noches antes de irse a dormir, para pedir a Dios su misericordia y que lo purifique, tal como hizo con el leproso del Evangelio.

Durante su reflexión, el Pontífice explicó que el leproso clamó a Jesús: “Señor, si quieres, puedes purificarme”, es decir, “no pide solamente ser curado, sino ser ‘purificado’”, ser sanado integralmente, en el cuerpo y en el corazón.

“La súplica del leproso muestra que cuando nos presentamos a Jesús no es necesario hacer largos discursos. Bastan pocas palabras, con tal que sean acompañadas de la plena confianza en su omnipotencia y en su bondad”, afirmó el Papa.

Francisco, que invitó a abandonarse a la infinita misericordia de Dios, compartió entonces con los fieles parte de su vida personal.

“También yo les haré una confesión personal. En la noche, antes de ir a la cama, yo rezo esta breve oración: ‘Señor, si quieres, puedes purificarme’. Y rezo cinco ‘Padre Nuestros’, uno por cada llaga de Jesús, porque Jesús nos ha purificado con sus llagas”.

Vivo sin vivir en mí

[Otra poesía clásica de Santa Teresa de Jesús, virgen, doctora de la Iglesia, y Reformadora de la Orden del Carmelo. – Musicalización de Fr. Nelson Medina, O.P.]

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Para escuchar, haz click aquí.

Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
Después que muero de amor;
Porque vivo en el Señor,
Que me quiso para sí:
Cuando el corazón le di
Puso en él este letrero,
Que muero porque no muero.
Continuar leyendo “Vivo sin vivir en mí”

¿Qué mandáis hacer de mí?

[Poesía de preciosa inspiración de Santa Teresa de Jesús, virgen, doctora de la Iglesia, y Reformadora de la Orden del Carmelo. – Musicalización de Fr. Nelson Medina, O.P.]

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Puedes escucharla aquí.

Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía;
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad,
Que hoy os canta amor así.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Continuar leyendo “¿Qué mandáis hacer de mí?”

Cántico de las Creaturas

Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te corresponden
y ningún hombre es digno de pronunciar tu nombre.

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
él es el día y por él nos alumbras;
y es bello y radiante con gran esplendor:
de ti. Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas:
en el cielo las has formado
claras y preciosas y bellas.

Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
que es muy útil y humilde y preciosa y casta.

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche:
y es bello y alegre y robusto y fuerte.

Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la madre tierra,
que nos sustenta y gobierna
y produce distintos frutos
con flores de colores y hierbas.

Loado seas, mi Señor,
por los que perdonan por tu amor
y sufren enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las sufren en paz,
pues por ti, Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la muerte corporal
de la cual ningún hombre vivo puede escapar.
¡Ay de aquellos que morirán en pecado mortal!
Bienaventurados
los que encontrará en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.

(San Francisco de Asís)

Letanías a María, reina de la paz

Tú, que recibiste el saludo del Espíritu de paz.
Tú, que acogiste en tu seno el DON de paz.
Tú, que engendraste al santo Hijo de la paz.
Consíguenos el don de la paz.

Tú, que secundas a Aquél que hace que por doquier reine la paz.
Tú, la llena de gracia, por quien todo se nos perdona.
Tú, que eres prenda de su eterna misericordia.
Consíguenos el don de la paz.

Para que los cautivos sean al fin liberados.
Para que los desterrados encuentren al fin su patria.
Para que los que sufren, encuentren la fortaleza.
Consíguenos el don de la paz.

Tú, la Bien-Amada de nuestro Creador.
Tú, la plenamente bendita de su creación.
Tú, la Abogada de nuestras causas.
Consíguenos el don de la paz.

Por la angustia de los hombres y mujeres.
Por los recién nacidos que duermen en su cuna.
Por los ancianos que desean morir en tu paz.
Te pedimos el don de la paz.

A ti que eres la madre de los desamparados.
A ti que sientes compasión ante los duros de corazón.
A ti que eres la estrella que brilla en el cielo gris de los descarriados.
Te pedimos el don de la paz.

A ti, la esposa del Dios vivo.
A ti, que eres la Madre del Dios resucitado.
A ti, que eres la Reina en el Reino del Dios lleno de Paz.
Te pedimos el don de la paz.

Mi mano y tu mano, Señor

Esta noche, Señor, te abro mi mano, te la extiendo sin abrir mis ojos para que Tú la agarres con fuerza y no la sueltes jamás.

He fijado mi vista en la manita pequeña de un bebé agarrando con sus deditos el dedo de su papá.

Mi mano, Señor, aunque a menudo creo que es grande y fuerte, en realidad es como la manita de un recién nacido: pequeña, débil, frágil y necesita asirse a la tuya. Ayúdame a poder ver siempre mi mano como lo que realmente es: la mano de un bebé que nada puede por sí sólo.

Ayúdame a pedirte siempre tu mano. Sé que por amor a mi la tienes clavada a un madero, manantial que no cesa, reguero de sangre que no cesa y que no se moverá hasta que agarre mis dedos. Hoy, Señor, te abro mi mano, te la extiendo sin abrir mis ojos para que Tú la agarres con fuerza y no la sueltes jamás.

Oración humilde al acercarse a comulgar

¡Oh mi piadoso Señor Jesucristo! Yo pecador, sin presumir de mis méritos, sino confiando en tu bondad y misericordia, temo y vacilo al acercarme a la mesa de tu dulcísimo convite, pues tengo el cuerpo y el alma manchados por muchos pecados, y no he guardado con prudencia mis pensamientos y mi lengua.

Por eso, oh Dios bondadoso, oh tremenda Majestad, yo, que soy un miserable lleno de angustias, acudo a ti, fuente de misericordia; a ti voy para que me sanes, bajo tu protección me pongo, y confío tener como salvador a quien no me atrevería a mirar como juez.

A ti, Señor, muestro mis heridas y presento mis flaquezas. Sé que mis pecados son muchos y grandes, y me causan temor, mas espero en tu infinita misericordia. Oh Señor Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre, clavado en la cruz por los hombres: mírame con tus ojos misericordiosos, oye a quien en ti espera; Tú que eres fuente inagotable de perdón, ten piedad de mis miserias y pecados.

Salve, víctima de salvación inmolada por mí y por todos los hombres en el patíbulo de la cruz. Salve, noble y preciosa sangre, que sales de las llagas de mi Señor Jesucristo crucificado y lavas los pecados de todo el mundo.

Acuérdate, Señor, de esta criatura tuya, redimida por tu sangre. Me arrepiento de haber pecado y deseo enmendar mis errores. Aleja de mí, Padre clementísimo, todas mis iniquidades y pecados, para que, limpio de alma y cuerpo, sea digno de saborear al Santo de los santos.

Concédeme que esta santa comunión de tu cuerpo y de tu sangre, que indigno me atrevo a recibir, sea el perdón de mis pecados, la perfecta purificación de mis delitos, aleje mis malos pensamientos y regenere mis buenos afectos; conceda eficacia salvadora a las obras que a ti te agradan; y, finalmente, sea la firmísima defensa de mi cuerpo y de mi alma contra las asechanzas de mis enemigos.

Amén.

Invocación de la divina misericordia

Padre del cielo, que me acompañas en el diario caminar en esta tierra, reconozco y proclamo tu misericordia, pues tu eres ese padre de la parábola del hijo prodigo, que me esperaste todo este tiempo con los brazos abiertos.

Yo vengo hasta ti y me dejo abrazar por tus brazos misericordiosos.

Reconozco mi pecado, te he ofendido, pero también reconozco que tu amor por mi y tu perdón es aun más grande que la multitud de mis faltas. Hundo mi rostro en tu pecho y dejo que tu ternura me envuelva, me sane y me transforme. Me dejo bañar por la misericordia con la cual transformaste a Zaqueo, a María Magdalena, a la Samaritana, a Pedro después de las negaciones.

Dame también Padre, la gracia de querer perdonar a los demás como vos lo haces conmigo y de tener con todos un corazón misericordioso como el tuyo.

Amén.

– Padre Gustavo Jamut OMV