* El trípode básico de evaluación de los actos humanos se fija en el objeto, la intención y las circunstancias. Este trípode es una primera respuesta a la pregunta sobre la moralidad, es decir, la pregunta sobre cómo determinar qué es lo bueno y qué es lo malo, en lo concreto de la vida humana. Sin embargo, tal respuesta es una aproximación insuficiente porque no es difícil encontrar ejemplos en los que un “objeto” bueno, es decir, un acto que visto en sí mismo es bueno, resulta viciado por una intención vana o mala. El mismo ejercicio puede hacerse con una intención buena y un objeto malo, que es de hecho lo que sucede con el famoso refrán, inaceptable para la moral católica: “el fin justifica los medios.”
* ¿De dónde entonces obtener nuevas luces que nos guíen hacia la respuesta sobre qué es lo moralmente correcto? Una posibilidad, fundada en la revelación, es mirar los textos de Nuevo Testamento. Pueden distinguirse tres tipos de criterios, estrechamente relacionados.
CRITERIOS BÁSICOS
1. Primacía de lo interior. Frente a las apariencias, las presiones, los intereses ocultos y las manipulaciones, el mensaje de Jesús nos llama al “corazón” y al “secreto” donde el hombre ha de encarar su verdad delante de Dios.
2. Primacía del ser sobre el hacer. La antigua denuncia profética, “este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” (Isaías 29,13, retomado en Mateo 15,7-9) muestra que uno puede refugiarse en fórmulas ortodoxas o en ritualismos impecables y sin embargo estar cargado de mentira y de dureza interior. Toda moral cristiana requiere un “nacer de nuevo” (Juan 3) pues sólo el que es nueva creatura llega a cumplir de verdad el querer de Dios.
3. Necesidad de la gracia. Hay un límite en cuanto a lo que el ser humano puede conseguir de sí mismo. El motivarse a sí mismo o reprogramarse neuronalmente uno mismo puede alcanzar algunos resultados pero la bondad real del ser humano requiere algo más profundo, algo que conecta con el hecho fundamental de que nadie se dio la existencia a sí mismo. Cristo sugiere más de una vez esta dependencia radical del auxilio divino pero quizás la fotrmulación más clara la tenemos en Mateo 19,26: “Para los hombres esto [la salvación] es imposible; mas para Dios todo es posible.” Ciertamente este es un dato que se omite con demasiada frecuencia al predicar la moral cristiana.
ÉNFASIS
1. Ante todo, amar. La vida cristiana se define desde el amor. Y el amor se define desde el sabernos amados por Dios, el amarle entonces a Él, y el amar, desde Él y por Él a nuestro prójimo. Cuando le preguntan a Cristo cuál es el mandamiento más importante, la respuesta es inmediata y clara, según lo que leemos:
Al oír los fariseos que Jesús había dejado callados a los saduceos, se agruparon; y uno de ellos, intérprete de la ley, para ponerle a prueba le preguntó: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y El le dijo: AMARAS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZON, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
2. Relación con Dios. Una moral completamente intramundana, horizontal y cercana al consenso, aceptable por todos desde la sola racionalidad, es un proyecto intelectual que puede parecer atractivo pero que en en el fondo esconde una trampa. Es también una forma de pensar que subyace cuando se plantea el tema de qué pasa cuando un ateo es “bueno,” caso en el que se define “bueno” desde una perspectiva que omite la dimensión trascendente del hombre. La verdad es que una persona que diera alimento pero no diera libertad estaría siendo injusta; del mismo modo, el que da lo propio de este mundo pero niega implícita o explícitamente la necesidad y la realidad de trascendencia del ser humano lo está limitando y le está negando algo de infinito valor. por eso, una moral basada en el Nuevo Testamento sabe que si se va a buscar la justicia, el primer acto de justicia es saber que nos debemos con todo nuestro ser a Dios Creador y Redentor.
3. Valor de los preceptos. La acción viva del Espíritu Santo es, sin duda, la Ley Nueva, en y para el creyente. Pero esto no le sitúa en una especie de subjetivismo o de intimismo ajeno a todo control exterior o influencia normativa de la sociedad. La primera respuesta para todo cristiano que quiera tomar en serio su fe es la que Jesucristo dio al joven rico: “Cumple los mandamientos” (Marcos 10,17-22).
ORIENTACIÓN FUNDAMENTAL
1. Hay premio y hay castigo. El creyente que quiera examinar su camino y enderezarlo de cara a Dios no puede olvidar que sus actos tienen consecuencias. En el largo plazo esas consecuencias producen bienes reales o daños reales, es decir: premio o castigo. No es completa una enseñanza de la moral cristiana que no hable con claridad sobre el cielo y sobre el infierno.
2. Actuar en libertad. La revelación plena de la verdad sobre el hombre y sobre Dios es la fuente la libertad plena de que goza el cristiano. No es ni puede ser libertinaje, que en realidad consiste en la acogida pasiva de nuevas esclavitudes en forma de ventajas o placeres. Sí, en cambio, consiste en un obrar desde la convicción y la alegría interior propias del bien recibido con la Pascua y con el Don del Espíritu. No es un obrar contra la Ley pero tampoco es ser esclavos de la Ley por la Ley.
3. Referencia a la Bienaventuranza y al Cielo. No se oponen la construcción de la ciudad terrena y la construcción del Reino de Dios, enseña con sabiduría la Constitución Gaudium et Spes (véase especialmente el número 39). No se oponen pero tampoco son lo mismo, y por ello, según enseña el padrenuestro, el Cielo ha de ser criterio para imaginar la tierra, y no lo contrario.