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Sobre el origen del Árbol de Navidad
Querido Fray Nelson… Su opinión en nuestra familia es muy importante, seguimos todas sus predicaciones por Internet, y creemos que es de las fuentes más confiables….y por eso quiero preguntarle…..el árbol de Navidad se puede poner en un hogar católico? Tenemos niños pequeños y obviamente a ellos les hace ilusión. Pero queremos hacer lo que es correcto para nuestra religión….y en algunos sitios católicos leí que San Bonifacio… (me parece que era el) lo había transformado en una tradición católica porque era pagana… Muchas gracias y que Dios lo bendiga. — A.S.
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El origen de una costumbre no es lo único ni lo principal para encontrar su significado. Hay estudios que dicen que darse la mano empezó siendo un método de precaución entre soldados de la antigüedad; hoy es más una señal de cortesía y amistad.
Así también ha habido ritos de agua en muchas, muchas religiones pero solamente el cristianismo le ha dado un sentido único y hermoso al hecho de bautizarse. No debemos pues quedarnos únicamente con el origen.
Cuando Cristo bendijo, partió y repartió el pan, le dio un sentido absolutamente único a algo que se ha hecho en muchas partes del mundo por millones de personas; y es que esa es la fuerza de la Palabra: dar sentido y luz a aquello que pertenece al mundo creado.
No debe extrañarnos entonces que un gesto como el del árbol tenga orígenes fuera de nuestra fe: lo importante es cuál es el sentido que debe tener para los creyentes. Si conocemos y recordamos con frecuencia ese significado de nuestras cosas podremos también aprovecharlas y guiar un poco a los demás.
Dios te bendiga.
La Navidad como punto de entrada al misterio entero de Cristo en su vida en su Pascua
Por contraste con lo que suele sucedernos a los demás mortales, Cristo no perdió los dones propios de la infancia al crecer y al asumir su misión absolutamente única.
Para estos, sí que habrá Navidad
La generosidad de Dios, que en su Hijo nos lo ha dado todo, sólo alcanzará a los Pobres de Yahvé, los anawin, que saben apoyarse sólo en Dios.
La otra Navidad
La fiesta de Navidad trae la oportunidad de reuniones familiares; todavía mejor, para algunos cristianos es un momento fuerte de encuentro con la humildad, la ternura y la bondad de Dios. El solo hecho de renovar el afecto con nuestros parientes y amigos es algo muy valioso; todavía mejor si hemos recuperado el sentido de la Navidad y hemos aprendido a descubrir en Cristo nuestro gran regalo!
Los que hemos sido bendecidos con tanto amor no podemos olvidarnos de los que todavía se sienten lejos lejos de su familia, lejos de sus amigos, o lejos de algún corazón que pudieran llamar realmente cercano. Es mayor el drama de los que no han descubierto a Cristo; peor aún la condición de los que no quieren saber de Cristo. Nosotros, que hemos recibido tanto, elevamos nuestras oraciones por aquellos que todavía ignoran lo que Dios les ha preparado y lo que ya les ha ofrecido.
Pido entonces que en esta Navidad señalada por el Año de la Misericordia nuestro corazón se vuelva compasivo hacia aquellos que no conocen el verdadero Regalo aquellos que ignoran, omiten o rechazan a Cristo.
Que nuestro testimonio y nuestras oraciones ayuden a crear puentes y avenidas a la gracia divina para que muchos más sepan cuánto han sido amados.
Amén.
LA GRACIA del Viernes 25 de Diciembre de 2015
SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
¡Feliz navidad para todos! Que Cristo recién nacido crezca en ti y en mi.
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LA GRACIA del Jueves 24 de Diciembre de 2015
Al unirme a la oración de la Iglesia en cada amanecer, Dios me visita y me redime, realizándose en mí una pequeña navidad.
[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]
¿Es verdad que la Navidad se escogió en reemplazo de una fiesta pagana?
Una pregunta que siempre resurge por estas fechas: ¿Intentaron los cristianos superponer una celebración de su fe sobre una fiesta pre-existete en el mundo pagano?
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Una excelente respuesta nos llega de CATHOLIC.NET:
No fueron los cristianos quienes asumieron una fiesta pagana, sino al revés. Recuperamos un artículo muy útil en estas fechas.
Muchos cristianos creen que el cristianismo celebra el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre porque los padres de la Iglesia se apropiaron de la fecha de un festival pagano. Casi nadie da importancia a este hecho, excepto algunos grupos marginales de evangélicos americanos, que parecen interpretar que ello convierte a la Navidad en un festival pagano.
Sin embargo, resulta interesante saber que la opción del 25 de diciembre es el resultado de los intentos realizados por los primeros cristianos para averiguar la fecha de nacimiento de Jesús, basándose en cálculos de calendario que nada tenían que ver con los festivales paganos.
Fue más bien al contrario, ya que el festival pagano del “Nacimiento del Sol Invicto”, instituido por el emperador romano Aurelio el 25 de diciembre de 274, fue casi con toda certeza un intento de crear la alternativa pagana a una fecha que ya gozaba de cierta importancia para los cristianos romanos. Así pues, “los orígenes paganos de la Navidad” son un mito sin fundamento histórico.
Un error
La idea de que la fecha fue sacada de los paganos se remonta a dos estudiosos de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Paul Ernst Jablonski, un protestante alemán, pretendía demostrar que la celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre era una de las muchas “paganizaciones” del cristianismo que la Iglesia del siglo IV había adoptado, como una de las muchas “degeneraciones” que habían transformado el cristianismo apostólico puro en catolicismo.
Dom Jean Hardouin, un monje benedictino, intentó demostrar que la Iglesia católica había adoptado festivales paganos para fines cristianos sin paganizar el Evangelio. En el calendario juliano, creado en el año 45 a.C. bajo Julio César, el solsticio de invierno caía en 25 de diciembre y, por tanto, a Jablonski y a Hardouin les pareció evidente que esa fecha debía haber contenido obligatoriamente un significado pagano antes de haber sido cristiano.
Pero, en realidad, la fecha no había tenido ningún sentido religioso en el calendario festivo pagano en tiempos anteriores a Aurelio, y el culto al sol tampoco desempeñaba un papel importante en Roma antes de su llegada.
Había dos templos del sol en Roma. Uno de ellos (mantenido por el clan en el que nació o fue adoptado Aurelio) celebraba su festival de consagración el 9 de agosto, y el otro el 28 de agosto. Sin embargo, ambos cultos cayeron en desuso en el siglo II, en que los cultos solares orientales, como el mitraísmo, empezaron a ganar adeptos en Roma. Y en cualquier caso, ninguno de estos cultos, antiguos o nuevos, tenían festivales relacionados con solsticios o equinoccios.
Lo que ocurrió realmente fue que Aurelio, que gobernó desde el año 270 hasta su asesinato en 275, era hostil hacia el cristianismo, y está documentado que promocionó el establecimiento del festival del “Nacimiento del Sol Invicto” como método para unificar los diversos cultos paganos del Imperio Romano alrededor de una conmemoración del “renacimiento” anual del sol. Lideró un imperio que avanzaba hacia el colapso, ante las agitaciones internas, las rebeliones en las provincias, el declive económico y los repetidos ataques por parte de tribus germanas por el norte y del Imperio Persa por el este.
Al crear esa nueva festividad, su intención era que el día 25, en el que comenzaba a alargarse la luz del día y a acortarse la oscuridad, fuera un símbolo del esperado “renacimiento” o eterno rejuvenecimiento del Imperio Romano, que debía ser el resultado de la perseverancia en la adoración de los dioses cuya tutela (según creían los romanos) había llevado a Roma a la gloria y a gobernar el mundo entero. Y si podía solaparse con la celebración cristiana, mejor aún.
Una consecuencia
Es cierto que la primera prueba de una celebración cristiana en 25 de diciembre como fecha de la Natividad del Señor se encuentra en Roma, algunos años después de Aurelio, en el año 336 d.C., pero sí hay pruebas del Este griego y del oeste latino donde los cristianos intentaban averiguar la fecha del nacimiento de Cristo mucho antes de que lo empezaran a celebrar de una forma litúrgica, incluso en los siglos II y III. De hecho, las pruebas indican que la atribución a la fecha de 25 de diciembre fue una consecuencia de los intentos por determinar cuándo se debía celebrar su muerte y resurrección.
¿Y cómo ocurrió todo esto? Parece haber una contradicción en la fecha de la muerte del Señor entre los Evangelios Sinópticos y el Evangelio de Juan. Los sinópticos la situarían en la Pascua de los judíos (después de la Última Cena la noche anterior), mientras que Juan la describiría en la Víspera de la Pascua, en el momento en que los corderos eran sacrificados en el Templo de Jerusalén para el ágape que tendría lugar después de la salida del sol ese mismo día.
La solución a esta cuestión implica contestar a la pregunta de si la Santa Cena fue un ágape pascual o una cena que tuvo lugar un día antes, lo cual no estudiaremos aquí. Basta con decir que la primitiva Iglesia siguió a Juan y no a los sinópticos y, por tanto, creyó que la muerte de Cristo había tenido lugar el 14 Nisán, de acuerdo con el calendario lunar judío.
Por cierto, los estudiosos modernos se muestran de acuerdo con que la muerte de Cristo podría haber tenido lugar en el año 30 o en el 33 d.C., ya que éstos son los únicos años de esa época en los que la Vigilia de Pascua podían haber caído en viernes. Las posibilidades son, por tanto, el 7 de abril del 30 o el 3 de abril del 33.
Sin embargo, dado que la Iglesia primitiva fue forzosamente separada del judaísmo, entró en un mundo de calendarios distintos y tuvo que instaurar sus propios momentos para celebrar la Pasión del Señor, en parte también para independizarse de los cálculos rabínicos de la fecha de Pascua. Por otra parte, como el calendario judío era un calendario lunar que constaba de 12 meses de 30 días cada uno, cada pocos años debía añadirse un mes decimotercero por un decreto del Sanedrín, para mantener el calendario sincronizado con los equinoccios y los solsticios, así como para evitar que las estaciones se fueran “desviando” hacia meses inapropiados.
Aparte de la dificultad que debieron tener los cristianos en investigar, o quizás en ser bien informados sobre las fechas pascuales en un determinado año, el hecho de seguir un calendario lunar diseñado por ellos habría dispuesto en su contra tanto a judíos como a paganos, y seguramente también les habría sumido en inacabables disputas entre sí mismos.
El siglo II vio fuertes disputas sobre si la Pascua tenía que caer siempre en domingo o en cualquier día de la semana dos días después del 14 Artemision/Nisán, pero haber seguido un calendario lunar no habría hecho más que agravar estos problemas.
Estas divergencias eran interpretadas de distintas maneras entre los cristianos griegos de la parte oriental del imperio y los cristianos latinos en la parte occidental del mismo. Parece ser que los cristianos griegos quisieron encontrar una fecha equivalente a su 14 Nisán en su propio calendario solar y, dado que el Nisán era el mes en el que tenía lugar el equinoccio de primavera, eligieron el día 14 de Artemision, el mes en el que el equinoccio de primavera caía invariablemente en su propio calendario.
Alrededor del 300 d.C., el calendario griego fue solapado por el romano y, como las fechas de principio y final de los meses en estos dos sistemas no coincidían, el 14 Artemision se convirtió en el 6 de abril.
No obstante, parece que los cristianos latinos del siglo II en Roma y África del norte querían establecer la fecha histórica en la que murió Jesús. En la época de Tertuliano [c.155 -220 d.C.] habían concluido que murió en viernes, 25 de marzo del 29. Como nota aparte, debo hacer constar que ello es imposible: el 25 de marzo del 29 no cayó en viernes, y la Víspera de Pascua judía en el 29 d.C. no caía en viernes ni en 25 de marzo, ni siquiera en el mes de marzo.
Edad Integral
Así pues, en el este, tenemos el 6 de abril y, en el oeste, el 25 de marzo. Llegados a este punto, debemos introducir una creencia que parece ser que se propagó en el judaísmo en el tiempo de Cristo, pero la cual, como no aparece en la Biblia, no han tenido presente los cristianos. Se trata de la “edad integral” de los grandes profetas judíos: la idea de que los profetas de Israel murieron en la misma fecha que la de su nacimiento o concepción.
Este conocimiento es un factor clave a la hora de entender por qué algunos de los primeros cristianos llegaron a la conclusión de que el 25 de diciembre fue la fecha del nacimiento de Jesucristo. Los primeros cristianos aplicaron esta idea a Jesús, con lo que el 25 de marzo y el 6 de abril no sólo eran las supuestas fechas de la muerte de Jesús, sino también las de su concepción o nacimiento. Existe alguna prueba fugaz de que al menos algunos cristianos en los siglos I y II consideraron el 25 de marzo y el 6 de abril como la fecha del nacimiento de Cristo, pero rápidamente prevaleció la asignación del 25 de marzo como la fecha de la concepción de Cristo.
Y es en este día, conmemorado casi universalmente entre cristianos como la Fiesta de la Anunciación, cuando el Arcángel Gabriel llevó la Buena Nueva de un salvador a la Virgen María, con cuyo consentimiento la Palabra de Dios (“Luz de Luz, Dios verdadero del Dios verdadero, nacido del Padre antes de todos los tiempos”) se encarnó en su vientre. ¿Cuánto dura un embarazo? Nueve meses. Si contamos nueve meses a partir del 25 de marzo, es 25 de diciembre; si es a partir del 6 de abril, tenemos el 6 de enero. El 25 de diciembre es Navidad y, el 6 de enero, es la Epifanía.
La Navidad (el 25 de diciembre) es una fiesta de origen cristiano occidental. Parece que en Constantinopla fue introducida en el año 379 ó 380. De un sermón de San Juan Crisóstomo, que en su época fue un renombrado asceta y predicador en su nativa Antioquía, parece que ahí la fiesta se celebró por primera vez el 25 de diciembre del 386. Desde esos centros, se esparció por todo el Oriente cristiano y se adoptó en Alejandría alrededor del 432, mientras que en Jerusalén se asumió un siglo o un poco más después. Los armenios, solos entre las Iglesias cristianas antiguas, nunca la adoptaron, y hasta hoy llevan celebrando el nacimiento de Cristo, la adoración de los Reyes y el bautismo el 6 de enero.
Por su parte, las Iglesias occidentales fueron adoptando gradualmente la celebración de la Epifanía del este el 6 de enero, y Roma lo hizo entre el 366 y el 394. Pero en Occidente, esta festividad se presentaba normalmente como la conmemoración de la visita de los Reyes Magos al niño Jesús y, como tal, era una fiesta importante, pero no una de las más determinantes. Ello provocaba un fuerte contraste con la posición de la Iglesia oriental, donde sigue siendo la segunda fiesta más importante de la iglesia después de la Pascua.
En Oriente, la Epifanía es mucho más importante que la Navidad. La razón es que la festividad también celebra el bautismo de Cristo en el Jordán y el momento en que la Voz del Padre y el Descenso del Espíritu Santo manifestaron por primera vez a los mortales la divinidad del Cristo Encarnado y la Trinidad de las 3 Personas en un solo Dios.
Una fiesta cristiana
Así pues, parece que el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo no está en absoluto en deuda con las influencias paganas en las prácticas de la Iglesia durante o después del tiempo de Constantino. Es totalmente improbable que fuera la fecha exacta del nacimiento de Cristo, pero surgió estrictamente de los esfuerzos de los primeros cristianos latinos para averiguar la fecha histórica de la muerte de Cristo.
En cambio, la fiesta pagana que instituyó el emperador Aurelio en esa fecha, en el año 274, no sólo fue un esfuerzo para utilizar el solsticio de invierno con el objetivo de hacer una declaración política, sino que, casi con toda certeza, fue también un intento de dar un sentido pagano a una fecha ya importante para los cristianos romanos. A su vez, los cristianos podrían más tarde volver a adoptar la fiesta del “Nacimiento del Sol Invicto” para referirse, en memoria del nacimiento de Jesús, a la ascensión del “Sol de la Salvación” o el “Sol de la Justicia”.
[William J. Tighe, corresponsal de TOUCHSTONE y profesor adjunto de la Universidad de Muhlenberg. Para los interesados, recomienda la lectura de Los Orígenes del Año Litúrgico de Thomas J. Talley.]
Hermosura del misterio de la Natividad
En la Sagrada Escritura está el remedio contra la trivialización de la Navidad.
Preparación inmediata para la Navidad
[Predicación en la catedral de Santa María de la Asunción, en Trenton, NJ.]
* Un modo muy bíblico y muy pedagógico de prepararnos de modo más cercano a la navidad es leer con atención los capítulos 1 y 2 de San Mateo, y 1 y 2 de San Lucas. Ver qué personas están allí, y qué podemos aprender de ellas.
* En esta meditación nos acercamos a la genealogía de Jesús, y luego pasamos a Simeón, Ana, Zacarías, Isabel, Juan Bautista, los pastores, los sabios de Oriente, y finalmente: San José y la Santísima Virgen María.
LA GRACIA del Domingo 11 de Enero de 2015
FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR, CICLO B
Lugar único y significativo de la fiesta del Bautismo del Señor, como epifanía que cierra el Tiempo de Navidad y nos prepara para vivir el Tiempo Ordinario.
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ESCUCHA a quien sabe guiarte en el Tiempo de Navidad
San Juan nos lleva al corazón de la Navidad cuando nos exhorta a mirar a Cristo como el Don máximo que podía darnos el Padre.
LA GRACIA del Domingo 4 de Enero de 2015
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre la relación entre la Navidad y la Epifanía, y cómo ésta última debe acontecer en nosotros.
[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]
La Madre del Niño del pesebre
¿Por qué el Niño recién nacido está en el pesebre? La respuesta tiene más profundidad de lo que puede pensarse al principio.
ESCUCHA, Homilía en el día de Navidad
(1) La vida cobra sentido; (2) El perdón es posible; (3) Tenemos casa en el cielo eterno.
Una parábola para asomarse al misterio de la Navidad
Érase una vez un hombre que no creía en Dios. Era un campesino fuerte y trabajador, un hombre honrado y leal, pero había sido educado en el ateísmo y creía que la religión estaba llena de fábulas hermosas, pero muy lejanas a la realidad.
Una Nochebuena en que estaba nevando, su esposa se disponía a llevar a los hijos a la Misa del Gallo y le pidió que le acompañara, pero él se negó.
“¡Qué tonterías!”, se dijo,
“¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la Tierra?”
La mujer marchó con los niños y él se quedó en casa. Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una tormenta de nieve. Nuestro hombre se acomodó ante la chimenea, pero, de pronto, oyó un fuerte golpe contra la ventana. A continuación, un segundo golpe. Miró hacia fuera, y entre la niebla y la nieve pudo descubrir, por los alrededores de la casa, una bandada de gansos. Iban camino al sur para pasar allí el invierno, se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no podían seguir.
El agricultor sintió lástima de aquellas aves y decidió ayudarlas. Se dirigió hacia el granero y abrió las puertas de par en par, pensando: “Aquí podrán pasar la noche al abrigo de la tormenta”. Aguardó, pero los gansos parecían no haberse dado cuenta siquiera de la existencia del granero.
Entonces el hombre intentó llamar la atención de las aves, pero sólo consiguió que se asustaran y se alejaran más. Decidido, entró en la casa y cogió algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el granero, pero los gansos no lo entendieron.
“¿Por qué no me seguirán? ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevasca?” Reflexionando unos instantes se dio cuenta de que los gansos no seguirían a un ser humano. “Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos”, dijo, pensando en voz alta. Fue así como se le ocurrió otra idea: entró en el establo, agarró un ganso doméstico y lo llevó en brazos cerca de los otros gansos. Cuando lo soltó, su ganso voló entre los demás y se fue directamente al establo. Una por una las otras aves lo siguieron, hasta que todas estuvieron a salvo.
El campesino se quedó en silencio. “Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos”. Esta idea resonaba en su interior. De pronto, todo empezó a cobrar sentido. ¡Esto era lo que había hecho Dios! Estábamos perdidos, ciegos, a punto de perecer. Y Dios se hizo hombre como nosotros para indicarnos el camino y salvarnos. ¡Esto es la Navidad!
La tormenta ya amainaba y el rudo hombre se hincó de rodillas en la nieve. Se disipaban años de incredulidad, sintió una gran paz en su alma y balbució su primera plegaria: ¡Gracias, Señor, por venir a salvarme de la tormenta!
Primero compartido por Mons. José Domingo Ulloa M.