No tenemos que cambiar el mensaje cristiano para que se parezca a lo que le gusta al mundo, tampoco tenemos que falsificar la ciencia para que se parezca a la Biblia, ni la historia para que se parezca a la fe.
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Cuidado con el fundamentalismo bíblico y con el estilo modernista de ir tachando versículos a la Biblia cada vez que algo no nos guste con el pretexto de decir que es un condicionamiento cultural.
“D. Fernando Suárez, profesor de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, es licenciado en Historia. Imparte clases de Perspectiva Filosófico-Pedagógica y Epistemología e Historia de las Ciencias Sociales. Nos explica en esta entrevista los criterios para discernir entre la recta filosofía, que nos lleva a Dios, de las ideologías que ciertamente nos alejan de él y son un gran obstáculo para nuestra salvación…”
“Te voy a confesar algo: durante la última semana, más o menos, me he sentido un poco cansado. Con poca energía, poca motivación y con la sensación de que algo no encaja. No es nada serio, sino una de esas etapas por las que todos hemos pasado en que las cosas parecen abrumadoras…”
“La dificultad radica en que hoy, «a la fe le cuesta traducirse en cultura, en capacidad de valoración y de juicio», y este es seguramente uno de los límites mayores de la formación que ofrecen nuestras parroquias y nuestras asociaciones…”
Hace poco terminé unos hermosos días de retiro espiritual que tuve ocasión de predicar a un grupo de frailes agustinos, estudiantes de teología. De ese servicio tengo gratos recuerdos y mi cercanía con la Orden de San Agustín es mayor después de ese tiempo de fraternidad y oración. Y sin embargo, hubo algo muy amargo que me sucedió hacia el final del retiro, y que no tiene que ver ni con Santo Domingo, mi fundador, ni tampoco con el egregio Obispo de Hipona.
Sucede que en la misma casa donde estábamos nosotros había también otros grupos, pequeños y grandes, de laicos, de seminaristas, o de religiosos–cosa muy explicable tratándose de un lugar amplio, recogido y bello, con amplio espacio para encontrarse con la naturaleza. En cierto momento trabé conversación con un joven de otra comunidad, sin relación con el retiro nuestro, que pertenece a una cierta congregación religiosa. Queriendo ser amable, este hombre comentó de algunos estudios que había hecho fuera del país y habló espontáneamente de algunas discusiones teológicas que había tenido precisamente con frailes de San Agustín. El motivo de tal discusión es también el motivo de mi dolor. Decía este hombre, a quien faltarán meses para recibir diaconado, que la virginidad de María no era cosa importante y que si Ella era o no virgen, eso en nada cambiaba el mensaje del Evangelio. En medio de su propio retiro espiritual, ese es el tipo de teología que tiene este candidato al ministerio ordenado.
Como sólo tenía minutos para una conversación que hubiera tenido que ser muy larga, apenas alcancé a indicarle cuánto me preocupaba que hablara de ese modo; logré además cuestionar un poco su visión de nuestra fe con una pregunta que creo que tomó con seriedad: “¿No te parece que estas reduciendo el Evangelio a un mensaje ético más?“
En efecto, por el tono y los términos de su intervención, este hombre se ve que está listo para lanzarse al mundo con un mensaje cómodo y buenista. Si Dios no mete su mano este será uno más de aquellos que van por ahí, de parroquia en parroquia, o de colegio en colegio, esparciendo la idea, típica de la herejía modernista, de que la evangelización se reduce a una serie de consignas horizontales, intramundanas, bien fáciles de tragar por ateos, budistas o agnósticos: “seamos buenas personas;” “hay que ser solidarios;” “trabajemos por la promoción de la justicia;” y un largo etcétera que jamás discutirá los temas duros de nuestra época.
En efecto, según la visión buenista: ¿Para qué “pelear” con los LGBT si son buenas personas, no le hacen mal a nadie, y al final son hasta chistosos? ¿Para que hacer sentir mal a las personas que ya pasaron por el sufrimiento de un divorcio y ahora con su nueva pareja están tratando de “rehacer su vida”? ¿Para qué complicar la cabeza de la gente con términos que nadie entiende como “transubstanciación” si en el fondo lo que importa es que las comunidades sean fraternas y llenas de calor humano? ¿Por qué enfocarnos tanto en la Cruz si al fin y al cabo nosotros ya somos la gente de la Resurrección, y Dios no quiere que nadie sufra? ¿Para qué seguir predicando un infierno que se inventaron los medievales, y que no existe, o que si existe solamente puede estar vacío, barrido y con un aviso de “SE ARRIENDA” en la puerta? Y la lista puede continuar.
Creo que se entiende el tamaño de mi dolor.
Aunque, debo admitir con pesar: si entre mis lectores hay algunos de la religión del buenismo, serán estos los que se extrañen o duelan de mí porque, según ellos, pertenezco a una raza de dinosaurios que sólo causa curiosidad y pesar porque se niega a morir. Y sin embargo, bendito Jesucristo, y mil veces bendito, que desde la gloria de su Cruz y Pascua, renueva con la verdad sobria de su Evangelio, a la Iglesia. Aquel seminarista y aquella congregación religiosa no saldrán fácilmente de mis oraciones.
[Retiro para formadores, misioneros y superiores, ofrecido a las Hermanas Dominicas Nazarenas, en Sasaima, Colombia, Diciembre de 2013.]
Tema 6 de 8: Modernidad y Postmodernidad
* Ante todo, hay que distinguir Modernidad, que alude a un fenómeno cultural con luces y sombras, y modernismo, que hace referencia a una tendencia herética de la que ya hemos hecho una presentación en la anterior predicación.
* Según lo ya explicado, el rasgo más típico de la Modernidad es el papel protagónico que le da a la razón humana. En sí mismo, esto es bueno, pero, como anotaba Jürgen Habermas, el énfasis racional se ha concentrado casi completamente en la “razón instrumental,” es decir, en la capacidad de analizar esquemas, situaciones y procesos para transformarlos según el propósitos de cada sujeto.
* Por supuesto, la razón instrumental abre posibilidades de desarrollo pero también de explotación y desastre. Y todo ello ha sucedido. A impulso de la máquina de vapor, la revolución industrial cambió las reglas de juego en la economía, convirtiendo al sistema de producción no en un camino para satisfacer sino para crear necesidades.
* Los cambios psicológicos, familiares, sociales y ecológicos de la aplicación indiscriminada de la razón instrumental terminaron pasando su factura en dos espantosas guerras mundiales y en una estela de desastres ecológicos irreparables. Como quien despierta de un profundo letargo, el mundo de Occidente se vio de pronto con un desastre a su alrededor, y sin una brújula a mano.
* La exigua propuesta del existencialismo (Sartre) fue dar el nombre de libertad a la desorientación, y convertir la felicidad en una etiqueta de libre postura y remoción. No es extraño que por ese camino se llegara a la Revolución de Mayo de 1968: el subjetivismo ignorante y arrogante trataba de poner cara dura a su triste destino (Camus) o renunciaba a toda significación para refugiarse en paraísos falsos de placer fácil: sexo y droga (hippismo).
* El nuevo contexto viene marcado por un profundo escepticismo hacia la racionalidad misma, es decir, el centro vital de la Modernidad es puesto en cuestión. La Post-Modernidad pretende conservar espacio para la verdad sólo en dos ámbitos: en la Ciencia (y claro está, su derivada, la tecnología), y en la “verdad subjetiva” es decir, en la confusión entre verdad y autenticidad, como si presentarse y asumir los propios deseos como se presentan fuera garantía de una especie de verdad.
* La postmodernidad cuestiona también las “grandes pertenencias,” es decir, el considerarse uno, ante todo, como hijo de una nación, , miembro de un partido, fiel de una iglesia. Las “grandes narrativas,” sean de tipo filosófico-metafísico o religioso, caen en descrédito porque las “grandes instituciones” se han mostrado hipócritas, traidoras o en todo caso, insuficientes para evitar los desastres que el siglo XX presenció.
* En el mundo postmoderno lo que caben son las pequeñas fidelidades y las pequeñas felicidades: la escala se reduce, las esperanzas se redimensionan, a caballo entre el cinismo y la resignación.
* Es importante subrayar que hay frutos buenos, reales y posibles, tanto en la Modernidad como en la Postmodernidad. Lo más sabio, por supuesto, será tratar de incorporarlos todos. De la Modernidad hay que rescatar los valores de la racionalidad, el progreso, la civilidad y la búsqueda de una cosmovisión (u omnicomprensión). De la Postmodernidad no debe dejar perderse lo que tiene en dirección a la humildad, la ternura y la comunidad.
[Retiro para formadores, misioneros y superiores, ofrecido a las Hermanas Dominicas Nazarenas, en Sasaima, Colombia, Diciembre de 2013.]
Tema 5 de 8: Raíces del Modernismo
* Al revisar la raíz de la “perplejidad” dominante en nuestro tiempo llegamos al subjetivismo. No es un simple capricho de moda. Tiene raíces históricas que lo vinculan a un movimiento cultural largamente gestado y realizado. Hablamos del modernismo.
* Partimos del siglo XII, en que se destacan dos fenómenos: el surgimiento de las universidades, y el desplazamiento, motivado por el comercio, del polo de desarrollo hacia los “burgos,” que luego serían las grandes ciudades. En ambos casos hablamos del despuntar de nuevas formas de poder: el estudio y el comercio, que vendrán a competir cada vez más frontalmente con los poderes hasta entonces consolidados en la sociedad de cuño cristiano,a saber: el clero y la nobleza. Singular atención merece la Universidad de Bolonia, que lidera la búsqueda de un ordenamiento estrictamente “civil,” es decir, ligado a la “civis,” y no conectado entonces con la asamblea de los fieles, la “ecclesia.”
* El siglo XIV es, en general, tormentoso para la Iglesia. Los varios episodios de la devastadora peste han hecho colapsar el ordenamiento social y eclesial, privando a Europa de cerca de una tercera parte de sus habitantes. Muchas vocaciones de pésima calidad, sin casi instrucción alguna, deben asumir improvisadamente lugares de responsabilidad. De otra parte, las luchas intestinas en tierras italianas hacen que el Papa tema por su vida y entonces se abre un tiempo, de cerca de setenta años, en que el Obispo de Roma no habita en Roma sino en Aviñón, con el agravante de una curia mundanizada en todos sus aspectos. El final de este siglo encuentra a la Iglesia dividida en su cabeza, por el Cisma de occidente, que durará unos 40 años. La credibildiad de la Iglesia quedará resquebrajada de modo casi irreparable.
* El siglo XV es el tiempo en que las grandes ciudades comerciales de Italia ven llegada su oportunidad de florecer. Su modelo de crecimiento no será la comunidad cristiana, que se antoja atrasada y desprestigiada. Aquellos hijos de ciudades miran a las urbes de la Antigüedad y se consideran gente del “renacer;” consideran que en ellos y con ellos se da el Renacimiento de la gloria del mundo antiguo, idealizado como lugar de literatos, sabios, artistas y grandes hombres. A pesar de que la Iglesia aprovechará los talentos de algunos de los más notables renacentistas, el movimiento como tal surge al margen de la fe y su orientación no es el reino de Dios sino la gloria del hombre.
* El el XVI las cosas llegan a un punto de no retorno. Para Martín Lutero la autoridad decisiva no es ya más la Iglesia, a pesar de todas sus bulas y rescriptos. Lutero está convencido de que no haya nada por encima de su Biblia y su conciencia. Es un hito importante en la consolidación del subjetivismo y la autonomía cerrada que se impondrá después. Otro reformador protestante, Calvino, considera que puede organizar la sociedad humana según la Palabra de Dios omitiendo con plena conciencia todo el legado de quince siglos de cristianismo, simplemente porque ese cristianismo ahora está asociado con el catolicismo.
* Los avances espectaculares de la ciencia moderna, basada en el lenguaje matemático y la verificación por vía de experimentación, abrirán un capítulo nuevo en esta historia. Los hombres de fines del XVII y los del XVIII ya dejan a Dios un lugar sólo simbólico. La Biblia no les parece palabra “de Dios” sino un episodio más en la historia de las supersticiones y clericalismos. No son cristianos, pues les parece ridículo pertenecer a una religión: estos ilustrados y enciclopedistas son “deístas”: Dios queda en su discurso pero únicamente de modo anónimo, lejano y mudo.
* El siglo XIX dará el paso lógico: sacudir la idea de ese “dios” disecado e inútil. El ateísmo hace entrada arrogante en la escena pública y la fe ya solo puede ser un adorno, un capricho, o más probablemente, un estorbo. Para Engels o para Nietzsche, la tarea no es seguir discutiendo a Dios, porque Dios “ha muerto;” para ellos la tarea es construir la sociedad humana, y para ello, cuantos menos estorbos e interrupciones, mejor.
* La reacción de la Iglesia es comprensiblemente drástica: El Syllabus del beato Pío IX, y luego la encíclica “Pascendi” de San Pío X quieren dejar meridianamente clara la verdad católica por vía de denuncia de los enemigos de la fe.
* Otros intentan una vía de negociación. El caso más sonado es el de un sacerdote francés, Loisy, que pretende que la Iglesia asuma la manera de conocer de la ciencia, ys us resultados, con la autoridad y peso que antes se concedía solo a la autoridad apostólica. Tal es el modernismo: la pretensión de medir la fe por el tamaño de la aceptación que tenga, a la luz de la subjetividad racional, primero, pero también, ante la fuerza d elas presiones sociales, los gustos, o las conveniencias del sujeto.
“Pero no vayan a creer ustedes que este post es una broma. Hay muchos que se dicen católicos y piensan exactamente igual que Fernando Luis. Algunos no llegan a todos esos puntos pero a otros les parecerán pocos. Lo que no tiene sentido alguno, y esto es muy serio, es pretender que unos y otros cabemos en una misma Iglesia. Cuando Cristo pidió al Padre que fuéramos uno, no pensaba en la unión entre quienes tienen una fe y la contraria. La unidad, necesaria, debe ser bajo una misma fe, un mismo credo. Todo lo demás solo causa confusión y, a la larga, condenación de muchas almas…”
Jesús, “Hijo de David”: Retiro espiritual ofrecido a sacerdotes de la Arquidiócesis de Medellín en Junio de 2010. Tema 8: El Reino y la Iglesia. Factores venidos del protestantismo y del modernismo que hacen difícil plantear rectamente el problema. Propuesta conciliar: la predicación apostólica “subsiste” en la Iglesia Católica en comunión con el Sumo Pontífice.
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Curso sobre el Sacramento de la Eucaristía ofrecido a los frailes estudiantes dominicos. Sección 1 de 4: Propedéutica Eucarística. Cada grabación contiene dos temas. En este caso, los temas 3 y 4 muestran las dificultades que el Subjetivismo – Relativismo y el Cientificismo – Modernismo traen para la recta comprensión y vivencia del Sacramento por excelencia.