Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog de Luis Fernando Pérez.
Me gusta más tu estilo actual, Luis Fernando, que reclama acciones, sin olvidarse de invocar a la vez la prudencia y la paciencia. Creo que la comparación del burro y la cacharrería, que te he leído un par de veces, es asaz apropiada y de plena aplicación en un mundo que tiene la cámara lista para magnificar los errores de cualquier prelado.
Hay un punto que, sin embargo, no te veo mencionar todavía. Algo que percibo ausente en otros a quienes mucho admiro, como Paco Pepe, el P. Iraburu, Bruno Moreno, y aun otros. El punto es que al presentar a los heterodoxos, se exponen sus ideas como si fueran puros caprichos de mente calenturienta. O como si en todos los casos la única motivación fuera complacer al “mundo.” O como si fueran expresiones de una rebeldía cuasi-adolescente frente al Magisterio y la Jerarquía.
Si uno lee una porción generosa de artículos de Paco Pepe, la impresión que le queda es que la doctrina de la Iglesia, y su liturgia, y su disciplina, ya están bien y ya estaban bien antes de que llegaran unos desquiciados a pretender imponer sus ideas y su talante de vida.
Mi experiencia en el aprendizaje y la enseñanza de la teología es distinto. La heterodoxia contemporánea no tiene su única raíz en el capricho o la rebeldía. Es mas bien una respuesta inadecuada a una pregunta o preguntas plenamente lícitas. Y por eso creo que un ingrediente indispensable es dar respuestas válidas a las preguntas válidas. No es sólo catequesis, pues la catequesis presume la posesión previa de una respuesta.
Sin quitar, pues, a tu comentario, sino sumando algo a él, ofrezco este aporte.