Los tres ejes centrales de la libertad cristiana

El demonio quiere que el futuro sea solamente una repetición o prolongación del pasado; el cristiano descubre que existe el HOY en que pueda abrir la puerta de la fe para que Dios escriba palabras nuevas en nuestras vidas.

El demonio luego quiere que todo lo que nos rodea se vuelva norma que gobierna nuestro mundo interior, de modo que seamos simplemente el resultado de las circunstancias; el cristiano descubre que es necesario un “filtro,” que Catalina de Siena llama “discreción” y Santo Tomás llama “sindéresis,” con el que es posible apreciar el tesoro que uno lleva dentro y tener genuino dominio de sí mismo.

El demonio quiere, por último, que todos nuestros deseos se conviertan en necesidades, de modo que pasemos del impulso a la realización y seamos al final esclavos de nuestras pasiones; el cristiano sabe no todo lo que desea es en verdad necesario, y sobre todo sabe que los mejores deseos no son siempre los que broten en mí porque hay Alguien, Dios, que me conoce mejor y me ama mejor de lo que yo mismo pueda llegar a amarme.

Victorioso así sobre el demonio, el cristiano experimenta la fuerza de la libertad que sólo Jesucristo puede dar.

La Administración Obama identifica libertad religiosa con intolerancia

“La creciente influencia del laicismo y la implacable implantación de la dictadura de género, así como el compromiso de la Administración Obama con el negocio del aborto (el célebre “mandato abortista” que ha intentado acabar, por ejemplo, con la labor social de las Hermanitas de los Pobres) hacen sentir ya a todos los estadounidenses que uno de los principios sobre los que se estableció su nación puede desaparecer…”

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También los bienes pueden aprisionar

No sólo los males: también los bienes, incluyendo nuestros talentos éxitos, aprobación de los demás o riquezas materiales, pueden atraparnos en la ceguera espiritual, que luego nos llena de justificaciones y que finalmente conduce a la indiferencia, egoísmo y complicidad con la injusticia.

LA GRACIA del Viernes 24 de Junio de 2016

SOLEMNIDAD DEL NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA

A la luz del nacimiento de Juan Bautista dile a Dios lo único razonable: “aunque no entiendo, Tu sabes mejor que yo y Tus ideas son mejores que las mías”.

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LA GRACIA del Miércoles 30 de Marzo de 2016

MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Jesús sediento es quien nos ofrece bebida, Él sin recibir salario ni alimento es quien nos alimenta y al sufrir en su Pasión, Él mismo alivia nuestros dolores.

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La libertad religiosa, un derecho humano fundamental

421 El Concilio Vaticano II ha comprometido a la Iglesia Católica en la promoción de la libertad religiosa. La Declaración « Dignitatis humanae » precisa en el subtítulo que pretende proclamar « el derecho de la persona y de las comunidades a la libertad social y civil en materia religiosa ». Para que esta libertad, querida por Dios e inscrita en la naturaleza humana, pueda ejercerse, no debe ser obstaculizada, dado que « la verdad no se impone de otra manera que por la fuerza de la misma verdad ».857 La dignidad de la persona y la naturaleza misma de la búsqueda de Dios, exigen para todos los hombres la inmunidad frente a cualquier coacción en el campo religioso.858 La sociedad y el Estado no deben constreñir a una persona a actuar contra su conciencia, ni impedirle actuar conforme a ella.859 La libertad religiosa no supone una licencia moral para adherir al error, ni un implícito derecho al error.860

422 La libertad de conciencia y de religión « corresponde al hombre individual y socialmente considerado ».861 El derecho a la libertad religiosa debe ser reconocido en el ordenamiento jurídico y sancionado como derecho civil.862 Sin embargo, no es de por sí un derecho ilimitado. Los justos límites al ejercicio de la libertad religiosa deben ser determinados para cada situación social mediante la prudencia política, según las exigencias del bien común, y ratificados por la autoridad civil mediante normas jurídicas conformes al orden moral objetivo. Son normas exigidas « por la tutela eficaz, en favor de todos los ciudadanos, de estos derechos, y por la pacífica composición de tales derechos; por la adecuada promoción de esa honesta paz pública, que es la ordenada convivencia en la verdadera justicia; y por la debida custodia de la moralidad pública ».863

423 En razón de sus vínculos históricos y culturales con una Nación, una comunidad religiosa puede recibir un especial reconocimiento por parte del Estado: este reconocimiento no debe, en modo alguno, generar una discriminación de orden civil o social respecto a otros grupos religiosos.864 La visión de las relaciones entre los Estados y las organizaciones religiosas, promovida por el Concilio Vaticano II, corresponde a las exigencias del Estado de derecho y a las normas del derecho internacional.865 La Iglesia es perfectamente consciente de que no todos comparten esta visión: por desgracia, « numerosos Estados violan este derecho [a la libertad religiosa], hasta tal punto que dar, hacer dar la catequesis o recibirla llega a ser un delito susceptible de sanción ».866

NOTAS para esta sección

857Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 1: AAS 58 (1966) 929.

858Cf. Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 2: AAS 58 (1966) 930-931; Catecismo de la Iglesia Católica, 2106.

859Cf. Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 3: AAS 58 (1966) 931-932.

860Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2108.

861Catecismo de la Iglesia Católica, 2105.

862Cf. Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 2: AAS 58 (1966) 930-931; Catecismo de la Iglesia Católica, 2108.

863Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 7: AAS 58 (1966) 935; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2109.

864Cf. Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 6: AAS 58 (1966) 933-934; Catecismo de la Iglesia Católica, 2107.

865Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1999, 5: AAS 91 (1999) 380-381.

866Juan Pablo II, Exh. ap. Catechesi tradendae, 14: AAS 71 (1979) 1289.


Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

Palabras de libertad

[Reflexión ofrecida a un grupo de internos de un centro penitenciario.]

Tres palabras para recordar: distancia, nombre y esperanza.

Jail

* DISTANCIA. La pregunta fundamental es:¿A qué distancia estás de la decisión más importante de tu vida? tres testimonios bíblicos nos ayudan a descubrir el perfil de aquellos que en circunstancias duras de encierro no perdieron la cercanía con Dios. Brillan José, hijo de Jacob; Daniel, el profeta; y Pablo, el apóstol.

* NOMBRE. Al lugar de tu vivienda lo puedes llamar “cárcel” pero también lo puedes llamar “salón de clase” o “templo” o tu “plataforma” para una nueva vida. Recuerda que tu futuro no está escrito.

* ESPERANZA. Palabra que no debe confundirse con sustitutos fáciles, como fantasía o ilusión. La esperanza es confianza cierta en un futuro mejor, arduo pero posible, a partir de la firmeza de nuestra fe en Dios. Y esa firmeza deja obrar a Dios en nosotros, en nuestra conversión.

Democracia y Totalitarismo

“Algunos afirman que si no se es agnóstico o relativista, no se es un verdadero demócrata, porque el pensar que hay una Verdad y un Bien objetivos imposibilita el diálogo sincero entre las personas. Para éstos «la libertad os hará verdaderos», que es la antítesis de la frase evangélica «la verdad os hará libres» (Jn 8,32)…”

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Fundamentación teológico-moral de la libertad y la conciencia

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* La condición cultural en que nos encontramos obliga a iniciar la reflexión teológico-moral en la libertad. Sin una clarificación inicial sobre la libertad lo que digamos, por racional que sea, por bien intencionado que sea, y por bien fundamentado que se encuentre en la revelación, se enfrentará a una objeción pueril pero inexpugnable por parte de aquellos que consideran su propia capacidad de decidir como el tesoro que debe ser custodiado a toda costa. Quienes hacen de su libertad una especie de absoluto de inmediato responderán a las exigencias de lo razonable con expresiones notoriamente irresponsables como “viva y deje vivir” o “no pretenda imponer su religión a toda la sociedad.” Por ello es necesario iniciar con una reflexión sobre la libertad como tal, y ese es el marco más externo de nuestro discurso.

* Lo que no puede negar quien quiere ejercer su libertad es que sus actos tendrán consecuencias. Somos libres, en cierto modo y dentro de ciertos límites; libres somos para elegir una u otra opción pero no podemos escapar de las consecuencias de lo que elegimos u optamos. El encuentro con las consecuencias de nuestras opciones está indicando un límite externo, inevitable, obstinado, al que pueden darse varios nombres, por ejemplo: principio de realidad. Las consecuencias de lo que hacemos son nuestro primer encuentro con algo que llamamos “objetividad.” Es un engaño la libertad puramente subjetiva porque ningún ejercicio de la libertad carece de consecuencias externas que recaen sobre quien ha optado, y luego, de muchos modos, sobre los demás seres humanos y la naturaleza.

* Si hay consecuencias que seguirán a los actos, se impone el uso de la inteligencia antes de actuar. Sin esa inteligencia no se podría considerarnos verdaderamente libres pues más bien habría que tenernos por esclavos de nuestros ímpetus o caprichos, que luego nos dejan encadenados a las consecuencias de lo optado. Es evidente entonces que toda genuina libertad requiere un grado de previsión, análisis, inteligencia, racionalidad (no racionalismo, que es la hipertrofia de la razón, tomada como absoluto).

* Es evidente que la inteligencia busca entre las diversas opciones, algún género de bien. Posiblemente un bien real; o tal vez un bien aparente, parcial, transitorio o engañoso. Pero no puede negarse que busca algún tipo de bien. Esta relación intrínseca entre el ejercicio de la voluntad y el conocimiento del bien es el sello mismo de nuestra libertad, en el que se ve que ser libre no puede consistir simplemente en hacer lo que venga en gana. Obrar en contra del bien reconocido o del bien desconocido pero posible no es libertad.

* Identificar el bien propio requiere entonces reconocer qué es lo propio de cada ser, y del ser humano mismo. Esto es lo que captura el concepto de “naturaleza.” Somos libres solamente en el reconocimiento del bien propio de cada ser en cada circunstancia,y ello se traduce: somos libres dentro de la ley natural, entendida esta “ley” no como algo definido o promulgado exteriormente por una instancia de la sociedad (como decir: por la Iglesia) sino como el reconocimiento del ser propio de cada cosa. Los que atacan el concepto de ley natural como si fuera algo así como “otro nombre para el pensamiento de la Iglesia” se engañan tristemente. Esas mismas personas, ¿cómo responden a una pregunta como esta: por qué es más grave matar a un ser humano que a un mosquito? Cualquier análisis semejante obliga a afirmar bienes propios de los humanos que no se dan en los mosquitos, y eso es hacer un análisis de distintas “naturalezas”: la del humano y la del mosquito.

* Dentro de la concreción de la ley natural, entendida así como ámbito natural de la libertad humana, cabe preguntarse por la moralidad, es decir: ¿qué hace que un acto sea bueno o malo? La tradición clásica nos lleva al análisis de Santo Tomás, para quien los factores fundamentales son: qué se quiso hacer (objeto), con qué propósito (intención) y en qué condiciones y con qué consecuencias (circunstancias).