Fray Nelson, ¿Cuál es postura actual de la Iglesia con respecto a la teología de la liberación, o la teología del pueblo? –P.G.
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Hace ya bastantes años la Santa Sede publicó un par de documentos que no han sido negados posteriormente, y que en ese sentido siguen siendo la directriz fundamental de la Iglesia actual. Se trata de “Libertatis Nuntius” (LN), del 6 de Agosto de 1984, y luego, “Libertatis Conscientia” (LC), del 22 de Marzo de 1986.
En esencia, esos documentos afirman tres principios, que siguen siendo válidos:
1. Hay un modo correcto de entender la opción preferencial por los pobres. Está bien expresado en el número 68 de LC: “La miseria humana atrae la compasión de Cristo Salvador, que la ha querido cargar sobre sí e identificarse con los «más pequeños de sus hermanos» (cf. Mt 25, 40. 45). También por ello, los oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia por parte de la Iglesia que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Lo ha hecho mediante innumerables obras de beneficencia que siempre y en todo lugar continúan siendo indispensables. Además, mediante su doctrina social, cuya aplicación urge, la Iglesia ha tratado de promover cambios estructurales en la sociedad con el fin de lograr condiciones de vida dignas de la persona humana.”
2. Cualquier presentación de la realidad social que se centre única o unilateralmente en lo económico (o en lo puramente humano) desfigura el servicio propio de la Iglesia. En esa línea leemos en LN, VII-13: “La primera condición de un análisis es la total docilidad respecto a la realidad que se describe. Por esto una conciencia crítica debe acompañar el uso de las hipótesis de trabajo que se adoptan. Es necesario saber que éstas corresponden a un punto de vista particular, lo cual tiene como consecuencia inevitable subrayar unilateralmente algunos aspectos de la realidad, dejando los otros en la sombra. Esta limitación, que fluye de la naturaleza de las ciencias sociales, es ignorada por quienes, a manera de hipótesis reconocidas como tales, recurren a una concepción totalizante como es el pensamiento de Marx.”
3. Existe, y es nuestro deber, la tarea de buscar una “auténtica liberación.” Dice LC, n. 99: “El cristiano está llamado a actuar según la verdad y a trabajar así en la instauración de esta «civilización del amor», de la que habló Pablo VI. El presente documento, sin pretender ser completo, ha indicado algunas de las direcciones en las que es urgente llevar a cabo reformas en profundidad. La tarea prioritaria, que condiciona el logro de todas las demás, es de orden educativo. El amor que guía el compromiso debe, ya desde ahora, generar nuevas solidaridades. Todos los hombres de buena voluntad están convocados a estas tareas, que se imponen de una manera apremiante a la conciencia cristiana. La verdad del misterio de salvación actúa en el hoy de la historia para conducirla a la humanidad rescatada hacia la perfección del Reino, que da su verdadero sentido a los necesarios esfuerzos de liberación de orden económico, social y político, impidiéndoles caer en nuevas servidumbres.”
Aunque la llamada “Teología del Pueblo” tiene un énfasis menor en los aspectos unilateralmente económicos, estas observaciones valen también para quienes han escrito al respecto, sobre todo por la necesidad de pensar en lo que San Pablo VI llamaba la salvación de todo el hombre y de todos los hombres.