LA GRACIA 2024/11/26 La misericordia de Dios nos mueve a enmendarnos

Dios nos da su misericordia en este tiempo para movernos a reflexionar y hacer un balance de nuestra existencia, para descubrir cuánto debemos enmendar y empezar a vivir mejor.

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LA GRACIA 2024/04/10 Aferrémonos al Hijo antes que pronuncie sentencia

Las consecuencias del pecado del mundo tarde o temprano llegarán a colmar la medida, llevarán a una sentencia definitiva; pero antes de que ésta llegue Dios nos ofrece la salvación en Nuestro Señor Jesucristo.

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LA GRACIA 2023/10/14 La enseñanza católica sobre el juicio particular y el final

Si estamos vivos todavía tenemos tiempo, Dios nos está dando la oportunidad de reformar nuestra vida, de que emprendamos enserio el camino de la santidad, que le sirvamos y a ser realmente útiles a nuestros hermanos.

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El juicio final

«Toda la bondad o malicia de la voluntad depende del último fin; porque cualquier bien que alguien quiere en orden a buen fin, bien lo quiere; y cualquier mal en orden al mal, aunque se mudable de lo querido a otra cosa, conservando, sin embargo, el orden al mismo último fin»

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Estar a la derecha de Dios, ¿tiene también un sentido político?

Saludo cordial F. Nelson, hombre de Dios. En este Evangelio se habla de que los que están a la derecha del Padre, irán a la salvación eterna y, los que están a la izquierda, irán a la condenación eterna. La Sagrada escritura está llena de simbologia. Como entender esto o también tiene significación política…? Gracias por su respuesta. — O.A.

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No tiene una significación política directa.

La “derecha de Dios” (la diestra) es una expresión usada con cierta frecuencia en el Antiguo testamento en el contexto de las batallas de Dios contra los enemigos de su pueblo. Y la razón es obvia: en los enfrentamientos reales entre ejércitos, la inmensa mayoría de los soldados eran diestros, o sea, usaban sobre todo su mano derecha. Era normal entonces que se viera a la mano derecha como la mano que hace las proezas en una guerra. Al hablar de la “diestra” de Dios, esa experiencia, puramente estadística, adquiere un valor simbólico muy fuerte: cuando Dios “desnuda su diestra” es como el Guerrero Mayor que entra en el combate de manera decisiva y siempre victoriosa.

Sobre esa base, es entendible que se considere lo que está “a la derecha” de Dios como aquello que está unido a su fuerza y a su victoria, aunque esta localización física no tiene un valor absoluto. Así por ejemplo vemos que los Zebedeos, Juan y Santiago, querían estar uno a la derecha y otro a la izquierda, donde se ve que la lateralidad no era lo más importante, sino la cercanía.

Lo importante en todo caso es percibir el mensaje profundo de coherencia en la fe y servicio al prójimo: las imágenes específicas de un lado o de otro no tienen tanto peso ni importancia en comparación.

¿Juzgar es lo mismo que decirle a la gente cómo debe vivir su vida?

Fray Nelson. Yo no soy quién para decirle a nadie cómo debe vivir su vida, y tú tampoco. Por consiguiente, no se debe juzgar. Así de simple. — G.G.

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La frase “no soy quién para decirle a nadie cómo debe vivir su vida” impacta. Tiene efecto retórico fuerte. Pero esa frase no corresponde en realidad al tema en discusión.

Decir a alguien cómo debe vivir su vida es pretender adueñarse de la libertad y el destino de esa persona. Nadie niega que eso repugna a la dignidad humana. Pero repito: ese no es el tema en discusión.

El tema de fondo es la generalidad y la superficialidad con que se utilice el “no juzguen.” Y resulta que lo que se plantea como “juzgar” es esto: expresar cualquier parecer sobre actos específicos de personas determinadas.

Dicho de otro modo: estamos ante el sofisma del “hombre de paja”. Se usa la versión hipertrofiada de juzgar (que sería manejarle la vida a otra persona) para decir que no se puede juzgar, mientras que los “juicios” necesarios en la vida cristiana y en toda vida humana no aluden a adueñarse de la vida de nadie sino a llamar bien a lo que bueno y mal a lo que es malo.

Señalar un mal PARTICULAR y mostrar el camino hacia un bien DETERMINADO ciertamente supone una forma de “juicio” pero ese juicio no sólo es lícito sino en cierto modo obligatorio. Es el modo de juicio que los creyentes reconocemos inmediatamente en numerosas palabras de Cristo y luego de sus apóstoles. En ese sentido, ellos ciertamente juzgaron, y con bastante frecuencia.

Si miramos nuestro propio entorno, abundan los ejemplos de cómo es oportuno y razonable juzgar de actos concretos para bien de todos: si oigo a mi amiga que va a seguir un tratamiento con un medicamento que se ha demostrado seriamente perjudicial por sus efectos secundarios, y le digo: “NO te tomes eso porque a la larga te hace más daño que bien,” claramente estoy interfiriendo (muy positivamente) con el curso de sus acciones. No le estoy diciendo qué hacer con su vida pero sí estoy haciendo un juicio sobre qué es bueno o malo para ella. Y es de agradecer.

Si un amigo me cuenta que le es infiel a su novia, y lo cuenta entre risas, porque no le parece grave, y yo le manifiesto, con respeto y cariño pero también con claridad, que no estoy de acuerdo, ese es un juicio. Mi amigo verá qué decisiones toma, pero ¿sería yo mejor amigo de él si no le dijera nada, sabiendo el daño que causa a varias personas, incluyéndose a sí mismo? ¿Es mejor y más correcto dejar que las cosas pasen, y nunca opinar de nada para que nunca digan que estoy juzgando? Y cuando salgan las consecuencias previsibles de una decisión mal tomada, por parte de mi amigo, ¿no tendrá él razón de decirme que por qué no le advertí cuando él estaba enceguecido por sus ilusiones de seductor?

Es evidente que hay muchos modos de juzgar. Habrá quien quiera gobernarle la vida a otros. Habrá quien hable con arrogancia. Habrá quien sea hipócrita. Habrá quien pretenda imponer sus ideas o su religión a toda costa. Pero todos esos ejemplos de maneras perversas de juzgar no eliminan el hecho de que sí hay modos oportunos de juzgar de los ACTOS para hacer bien a las personas, tanto a los directamente implicados como a los que puedan ser afectados de modo colateral.

A la vista de estos hechos, uno ve que es pésima idea absolutizar el tema del “no juzgar.” Por evitar los modos perversos de juicio estamos eliminando bienes muy necesarios, tanto en términos de corrección fraterna (que SIEMPRE supone un juicio sobre actos) como en términos de legislación para grupos humanos.

Por eso me parece oportuno y valiente mostrar que se ha abusado de la expresión “no juzgar” y por ello también es saludable mostrar ese abuso y superarlo.

La necesidad de transmitir el Evangelio, y que sea el Evangelio completo

– ¿Por qué dice San Pablo que está “obligado” a predicar el Evangelio?
– En primer lugar porque predica, no por gusto, sino por amor, y el amor va mucho más allá del simple gusto. Y en segundo lugar porque el Evangelio es como la brisa, o como el agua de un río: no puedes de verdad aprovecharlo y disfrutarlo si no lo haces posible para otros. El Evangelio sólo existe en proceso de entrega.
– Entonces parece que eso de “evangelizar” implica meterse en la vida de otras personas, pero el Evangelio recomienda que uno no se meta a juzgar…
– Hay que diferenciar lo que es juzgar a las PERSONAS, que consiste en suponer que uno conoce qué será de ellas al final, de juzgar los ACTOS, que supone el necesario discernimiento de qué es lo bueno y qué es lo malo. Cristo prohíbe lo primero pero de ninguna manera lo segundo. De hecho, Cristo JUZGA, y los profetas juzgan, y los apóstoles juzgan de actos humanos. Y eso es parte de la entrada del Evangelio a las vidas.

Otra visión sobre el juicio

“Ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos”, rezamos en el Credo. -Ojalá no me pierdas de vista ese juicio y esa justicia y… a ese Juez.

¿No brilla en tu alma el deseo de que tu Padre-Dios se ponga contento cuando te tenga que juzgar?

Hay mucha propensión en las almas mundanas a recordar la Misericordia del Señor. -Y así se animan a seguir adelante en sus desvaríos. Es verdad que Dios Nuestro Señor es infinitamente misericordioso, pero también es infinitamente justo: y hay un juicio, y El es el Juez.

Más pensamientos de San Josemaría.

Juicio particular y juicio universal

Hola Fray: hablando del juicio final, quisiera que me aclarara lo siguiente: Una persona que ha muerto en gracia, por ejemplo un santo como San Agustin, cuando llegue el juicio final, otra vez es juzgado por sus pecados que ya fueron perdonados? Como sabemos que las consecuencias de los actos malos o pecados de uno siguen y tienen mella en la sociedad, entonces ¿por esto lo vuelve Dios a juzgar cuando venga Jesus en el Juicio Final?

Gracias por colaborarnos en la incógnitas que tenemos, que Dios lo bendiga. – Mábel

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La diferencia entre el juicio particular y el juicio universal es algo que percibimos los que estamos sometidos al tiempo. Como la muerte implica precisamente la cesación de la condición temporal, la persona que muere no experimenta dos juicios sino sólo uno.

Y sin embargo es útil conservar la distinción teológica entre juicio particular y universal porque el primero mira a la vida como ha sido, mientras que el universal muestra todas las repercusiones, buenas y malas, de eso que uno fue.

Bendiciones.