Jihád: ¿guerra santa o lucha espiritual?

“La palabra jihád deriva de la raíz j-h-d que, en árabe, evoca la idea de esfuerzo, en general bélico. La palabra jihád se emplea siempre en el Corán con el sentido de lucha por Dios, según la expresión completa jihád fí sabíl Alláh, lucha por el camino de Dios. De ahí que se traduzca en las lenguas europeas como «guerra santa» por los mismos musulmanes…”

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Propaganda islamista en Carrefour de Francia

“Dos de los libros que se venden contienen textos que constituyen discriminaciones manifiestas contra los cristianos. Uno, por ejemplo, extraído de la obra del imán Nawani Los 40 Hadiths preconiza la muerte para los “apóstatas” (caso de un musulmán que se convirtiera al cristianismo)”, explica.

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¿Quién es Allah?

“Pensando en la importancia de las preguntas y la desinformación general, decidí compartirlas y contestarlas abiertamente. Primero debemos saber el significado de la palabra Allah. Digo la palabra porque no es un nombre propio, es una palabra árabe compuesta, “al-ilah”, “al” es el artículo, significa “el”, “ilah” (sustantivo), palabra árabe significa “dios”. Si combinamos las dos palabras juntas tenemos la palabra “Allah”, literalmente “el dios”…”

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España se unió ganando su tierra para Cristo

Empresa popular y religiosa

La lucha contra el Islam invasor fue lo que, por encima de muchas divisiones e intereses contrapuestos, unió en una causa común a todos los reinos cristianos peninsulares, y dentro de ellos a reyes y nobles, clérigos y vasallos, oficios y estamentos. Todos empeñaban la vida por una causa que merecía el riesgo de la muerte. Y la Reconquista iba adelante, con tenacidad multisecular, como empeño nunca olvidado.

«Un valle, una llanura, una montaña, una villa, una gran ciudad eran ganadas al Islam porque el Señor había sido generoso; y como proyección de la merced divina, castillos, palacios, casas, heredades… Se habían jugado a cara o cruz la vida, habían tal vez caído en la batalla padres, hijos, hermanos… pero después, en lo alto de las torres, el símbolo magno de la pasión de Cristo. Y nuevas tierras que dedicar al culto del hijo de Dios. Y así un siglo, dos, cinco, ocho» (104)…

En seguida venían nuevos templos, fundaciones y donativos para monasterios fronterizos, conversión de mezquitas en iglesias, organización de sedes episcopales, constitución de municipios nuevos, pues sólo poblando se podía reconquistar.

En los audaces golpes de mano contra el moro, o en los embates poderosos de grandes ejércitos cristianos, todos invocaban siempre el auxilio de Cristo y de María, de Santiago y de los santos, alzando a ellos una oración «a medias humilde y orgullosa: «Sirvo, luego me debes protección»» (103), y ofreciéndoles después lo mejor del botín conquistado, pues ellos eran los principales vencedores. Tras la victoria, el Te Deum laudamus.

En efecto, durante ocho siglos las victorias hispanas eran siempre triunfos cristianos: Fernando III vence en Córdoba, y hace devolver a Santiago las campanas arrebatadas por Almanzor, triunfa en Sevilla, y alza la santa Cruz sobre la torre más alta de la Alhambra granadina. Ni siquiera en tiempos calamitosos de crisis política y social, como en aquellos que precedieron al gran reinado restaurador y unificador de los Reyes Católicos, se olvidaba el empeño de la Reconquista.

El programa de gobierno de la reina Isabel al ascender al trono de Castilla, en 1474, expresaba su intención con estas sinceras palabras:

«el servicio de Dios, el bien de las Iglesias, la salvación de todas las almas y el honor de estos reinos». Finalmente, tras diez años de tenaz resistencia, caía en Granada el último bastión árabe. En 1492.

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

No good choice ahead: leading to anarchy or strenghtening a dictator

Secretary of State Hillary Rodham Clinton told a Senate committee that “one of our biggest concerns is Libya descending into chaos and becoming a giant Somalia,” where al-Qaeda could find refuge. Earlier this week she said Mr. Gaddafi “has to go.” She was right on both counts. Prolonged fighting in Libya, which has begun to seem more likely this week as the Gaddafi regime has mounted counterattacks against opposition-held cities, could quickly lead to anarchy in a country that has already been a source of fighters for al-Qaeda.

Should Mr. Gaddafi manage to survive and regain control, the consequences would be equally terrible. In addition to unthinkable bloodshed and suffering for Libyans, the dictator would demonstrate that U.S. and European demands for his downfall were meaningless – and offer an example to other Arab autocrats facing popular uprisings.

Publicado via email a partir de Palabras de camino

Arab democracy and the return of the Mediterranean world

With the toppling of autocratic regimes in Egypt and Tunisia – and other Arab dictators, such as Libya’s, on the ropes – some have euphorically announced the arrival of democracy in the Middle East. But something more subtle may develop. The regimes that emerge may call themselves democracies and the world may go along with the lie, but the test of a system is how the power relationships work behind the scenes.

In states with relatively strong institutional traditions, such as Tunisia and Egypt, a form of democracy may in fact develop. But places that are less states than geographical expressions, such as Libya and Yemen, are more likely to produce hybrid regimes. Within such systems – with which history is very familiar – militaries, internal security services, tribes and inexperienced political parties compete for influence. The process produces incoherence and instability even as it combines attributes of authoritarianism and democracy. This is not anarchy so much as a groping toward true modernity.

Another obstacle to full-bore democracies emerging quickly across the Middle East is simply that young people, while savvy in the ways of social media and willing to defy bullets, can bring down a system, but they cannot necessarily govern. Hierarchical organizations are required to govern. And as those develop we will see various mixed systems – various grays instead of democracy vs. dictatorship in black-and-white terms.

Publicado via email a partir de Palabras de camino