Interdependencia entre la persona humana y la sociedad

25. La índole social del hombre demuestra que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados. porque el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social. La vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación.

De los vínculos sociales que son necesarios para el cultivo del hombre, unos, como la familia y la comunidad política, responden más inmediatamente a su naturaleza profunda; otros, proceden más bien de su libre voluntad. En nuestra época, por varias causas, se multiplican sin cesar las conexiones mutuas y las interdependencias; de aquí nacen diversas asociaciones e instituciones tanto de derecho público como de derecho privado. Este fenómeno, que recibe el nombre de socialización, aunque encierra algunos peligros, ofrece, sin embargo, muchas ventajas para consolidar y desarrollar las cualidades de la persona humana y para garantizar sus derechos.

Mas si la persona humana, en lo tocante al cumplimiento de su vocación, incluida la religiosa, recibe mucho de esta vida en sociedad, no se puede, sin embargo, negar que las circunstancias sociales en que vive y en que está como inmersa desde su infancia, con frecuencia le apartan del bien y le inducen al mal. Es cierto que las perturbaciones que tan frecuentemente agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones propias de las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos, que trastornan también el ambiente social. Y cuando la realidad social se ve viciada por las consecuencias del pecado, el hombre, inclinado ya al mal desde su nacimiento, encuentra nuevos estímulos para el pecado, los cuales sólo pueden vencerse con denodado esfuerzo ayudado por la gracia.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 25]

Hechos para vivir en comundiad

24. Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido que los hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos. Todos han sido creados a imagen y semejanza de Dios, quien hizo de uno todo el linaje humano y para poblar toda la haz de la tierra (Act 17,26), y todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es, Dios mismo.

Por lo cual, el amor de Dios y del prójimo es el primero y el mayor mandamiento. La Sagrada Escritura nos enseña que el amor de Dios no puede separarse del amor del prójimo: … cualquier otro precepto en esta sentencia se resume : Amarás al prójimo como a ti mismo … El amor es el cumplimiento de la ley (Rom 13,9-10; cf. 1 Io 4,20). Esta doctrina posee hoy extraordinaria importancia a causa de dos hechos: la creciente interdependencia mutua de los hombres y la unificación asimismo creciente del mundo.

Más aún, el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno (Io 17,21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 24]

El celibato sacerdotal, su realidad y su significado

“El celibato se ha convertido en una controversia dentro y fuera de la Iglesia Católica, la gran mayoría de los pastores protestantes son casados, en algunas congregaciones es una obligación que sean casados, y en cambio, los sacerdotes Católicos han decidido ser célibes para servir al Señor. Esto es una cosa que se ve con la mejor disposición para quien entiende que ser célibe es la mejor manera de servir al Señor, lo lamentable es que las sectas protestantes se meten en todo, hasta pretender meterse en las decisiones de quienes deciden dejarlo todo y consagrar su vida a Dios…”

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La Comunidad Humana

LA COMUNIDAD HUMANA

Propósito del Concilio

23. Entre los principales aspectos del mundo actual hay que señalar la multiplicación de las relaciones mutuas entre los hombres. Contribuye sobremanera a este desarrollo el moderno progreso técnico. Sin embargo, la perfección del coloquio fraterno no está en ese progreso, sino más hondamente en la comunidad que entre las personas se establece, la cual exige el mutuo respeto de su plena dignidad espiritual. La Revelación cristiana presta gran ayuda para fomentar esta comunión interpersonal y al mismo tiempo nos lleva a una más profunda comprensión de las leyes que regulan la vida social, y que el Creador grabó en la naturaleza espiritual y moral del hombre.

Como el Magisterio de la Iglesia en recientes documentos ha expuesto ampliamente la doctrina cristiana sobre la sociedad humana, el Concilio se limita a recordar tan sólo algunas verdades fundamentales y exponer sus fundamentos a la luz de la Revelación. A continuación subraya ciertas consecuencias que de aquéllas fluyen, y que tienen extraordinaria importancia en nuestros días.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 23]

Historia y significado de la Cruz de los Jovenes

Cruz Jovenes

* Historia de un símbolo que nació de un gesto de amor paternal de Juan Pablo II, el 22 de abril de 1984.

* La Cruz, lugar donde el dolor se convierte en ofrenda, y la ofrenda en tributo de amor.

* La Cruz de Cristo y las cruces de los jóvenes.

* Sentido evangelizador de la cruz cuando recorre nuestras calles.

* Derecho y deber de transmitir el tesoro de la fe que hemos recibido.

La verdad y lo verdadero son tarea y camino de todos

Encuentro con la fraternidad laical dominicana en Baena, España.

* El pecado, viscoso y repulsivo como es, no tendría poder si no fuera por las alas y patas que le da la mentira. Luchar contra la mentira y sacar a luz la verdad es, entonces, recurso principal para vencer al pecado.

* Areas de la sociedad donde se ha instalado escandalosamente la mentira son los intentos, a veces exitosos, por desgracia, de legalizar lo inmoral, como es el caso del aborto, presentado como un “derecho” de la mujer, o el consumo de la mariguana, presentada como una actividad “recreativa.”

* Lo cierto es que quienes redefinen las palabras y les inyectan un nuevo significado, se adueñan de ellas; junto con ellas, quieren apoderarse de nuestra mente.

* Quienes buscan la verdad han de vencer tres obstáculos principales: (1) La propia pereza o mediocridad; (2) La confusión reinante, que quiere que pensemos que todo da lo mismo; (3) Una falsa tolerancia, que presenta como “respeto” declarar igualmente válidas y respetables todas las opiniones.

* La fidelidad a nuestra vocación reclama luchar contra esos obstáculos y servir el Evangelio en el lugar de la sociedad en que nos encontremos.

No cuides solo tus palabras, cuida las palabras

Las palabras son vehículos de significado. Por ello mismo, uno de los peligros más serios que experimenta la fe cristiana es que se usen sus mismos términos pero vaciándolos de contenido para después llenarlos de casi cualquier caso.

La conferencia ofrece un número de ejemplos tomados principalmente del lenguaje de la Nueva Era, que pretende redefinir: iluminación, meditación, ángeles, espiritualidad, religión, y muchos otros términos. Al final se alude al caso de la palabra “padre” y el término “patriarca,” los cuales, según la ideología de género, han de minimizarse o despreciarse.

Cristo, el Hombre nuevo

22. En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona.

El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado.

Cordero inocente, con la entrega libérrima de su sangre nos mereció la vida. En El Dios nos reconcilió consigo y con nosotros y nos liberó de la esclavitud del diablo y del pecado, por lo que cualquiera de nosotros puede decir con el Apóstol: El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2,20). Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos y, además abrió el camino, con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido.

El hombre cristiano, conformado con la imagen del Hijo, que es el Primogénito entre muchos hermanos, recibe las primicias del Espíritu (Rom 8,23), las cuales le capacitan para cumplir la ley nueva del amor. Por medio de este Espíritu, que es prenda de la herencia (Eph 1,14), se restaura internamente todo el hombre hasta que llegue la redención del cuerpo (Rom 8,23). Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de su Espíritu que habita en vosotros (Rom 8,11). Urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas tribulaciones, contra el demonio, e incluso de padecer la muerte. Pero, asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará, corroborado por la esperanza, a la resurrección.

Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual.

Este es el gran misterio del hombre que la Revelación cristiana esclarece a los fieles. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta obscuridad. Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: Abba!,¡Padre!

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 22]

Actitud de la Iglesia ante el ateísmo

21. La Iglesia, fiel a Dios y fiel a los hombres, no puede dejar de reprobar con dolor, pero con firmeza, como hasta ahora ha reprobado, esas perniciosas doctrinas y conductas, que son contrarias a la razón y a la experiencia humana universal y privan al hombre de su innata grandeza.

Quiere, sin embargo, conocer las causas de la negación de Dios que se esconden en la mente del hombre ateo. Consciente de la gravedad de los problemas planteados por el ateísmo y movida por el amor que siente a todos los hombres, la Iglesia juzga que los motivos del ateísmo deben ser objeto de serio y más profundo examen.

La Iglesia afirma que el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la dignidad humana, ya que esta dignidad tiene en el mismo Dios su fundamento y perfección. Es Dios creador el que constituye al hombre inteligente y libre en la sociedad. Y, sobre todo, el hombre es llamado, como hijo, a la unión con Dios y a la participación de su felicidad. Enseña además la Iglesia que la esperanza escatológica no merma la importancia de las tareas temporales, sino que más bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su ejercicio. Cuando, por el contrario, faltan ese fundamento divino y esa esperanza de la vida eterna, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas -es lo que hoy con frecuencia sucede-, y los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre a la desesperación.

Todo hombre resulta para sí mismo un problema no resuelto, percibido con cierta obscuridad. Nadie en ciertos momentos, sobre todo en los acontecimientos más importantes de la vida, puede huir del todo el interrogante referido. A este problema sólo Dios da respuesta plena y totalmente cierta; Dios, que llama al hombre a pensamientos más altos y a una búsqueda más humilde de la verdad.

El remedio del ateísmo hay que buscarlo en la exposición adecuada de la doctrina y en la integridad de vida de la Iglesia y de sus miembros. A la Iglesia toca hacer presentes y como visibles a Dios Padre y a su Hijo encarnado con la continua renovación y purificación propias bajo la guía del Espíritu Santo. Esto se logra principalmente con el testimonio de una fe viva y adulta, educada para poder percibir con lucidez las dificultades y poderlas vencer. Numerosos mártires dieron y dan preclaro testimonio de esta fe, la cual debe manifestar su fecundidad imbuyendo toda la vida, incluso la profana, de los creyentes, e impulsándolos a la justicia y al amor, sobre todo respecto del necesitado. Mucho contribuye, finalmente, a esta afirmación de la presencia de Dios el amor fraterno de los fieles, que con espíritu unánime colaboran en la fe del Evangelio y se alzan como signo de unidad.

La Iglesia, aunque rechaza en forma absoluta el ateísmo, reconoce sinceramente que todos los hombres, creyentes y no creyentes, deben colaborar en la edificación de este mundo, en el que viven en común. Esto no puede hacerse sin un prudente y sincero diálogo. Lamenta, pues, la Iglesia la discriminación entre creyentes y no creyentes que algunas autoridades políticas, negando los derechos fundamentales de la persona humana, establecen injustamente. Pide para los creyentes libertad activa para que puedan levantar en este mundo también un templo a Dios. E invita cortésmente a los ateos a que consideren sin prejuicios el Evangelio de Cristo.

La Iglesia sabe perfectamente que su mensaje está de acuerdo con los deseos más profundos del corazón humano cuando reivindica la dignidad de la vocación del hombre, devolviendo la esperanza a quienes desesperan ya de sus destinos más altos. Su mensaje, lejos de empequeñecer al hombre, difunde luz, vida y libertad para el progreso humano. Lo único que puede llenar el corazón del hombre es aquello que “nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 21]

El ateismo sistematico

20. Con frecuencia, el ateísmo moderno reviste también la forma sistemática, la cual, dejando ahora otras causas, lleva el afán de autonomía humana hasta negar toda dependencia del hombre respecto de Dios. Los que profesan este ateísmo afirman que la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí mismo, el único artífice y creador de su propia historia. Lo cual no puede conciliarse, según ellos, con el reconocimiento del Señor, autor y fin de todo, o por lo menos tal afirmación de Dios es completamente superflua. El sentido de poder que el progreso técnico actual da al hombre puede favorecer esta doctrina.

Entre las formas del ateísmo moderno debe mencionarse la que pone la liberación del hombre principalmente en su liberación económica y social. Pretende este ateísmo que la religión, por su propia naturaleza, es un obstáculo para esta liberación, porque, al orientar el espíritu humano hacia una vida futura ilusoria, apartaría al hombre del esfuerzo por levantar la ciudad temporal. Por eso, cuando los defensores de esta doctrina logran alcanzar el dominio político del Estado, atacan violentamente a la religión, difundiendo el ateísmo, sobre todo en materia educativa, con el uso de todos los medios de presión que tiene a su alcance el poder público.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 20]

Formas y raices del ateismo

19. La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador. Muchos son, sin embargo, los que hoy día se desentienden del todo de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan en forma explícita. Es este ateísmo uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo. Y debe ser examinado con toda atención.

La palabra “ateísmo” designa realidades muy diversas. Unos niegan a Dios expresamente. Otros afirman que nada puede decirse acerca de Dios. Los hay que someten la cuestión teológica a un análisis metodológico tal, que reputa como inútil el propio planteamiento de la cuestión. Muchos, rebasando indebidamente los límites sobre esta base puramente científica o, por el contrario, rechazan sin excepción toda verdad absoluta. Hay quienes exaltan tanto al hombre, que dejan sin contenido la fe en Dios, ya que les interesa más, a lo que parece, la afirmación del hombre que la negación de Dios. Hay quienes imaginan un Dios por ellos rechazado, que nada tiene que ver con el Dios del Evangelio. Otros ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque, al parecer, no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religiosos. Además, el ateísmo nace a veces como violenta protesta contra la existencia del mal en el mundo o como adjudicación indebida del carácter absoluto a ciertos bienes humanos que son considerados prácticamente como sucedáneos de Dios. La misma civilización actual, no en sí misma, pero sí por su sobrecarga de apego a la tierra, puede dificultar en grado notable el acceso del hombre a Dios.

Quienes voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y soslayar las cuestiones religiosas, desoyen el dictamen de su conciencia y, por tanto, no carecen de culpa. Sin embargo, también los creyentes tienen en esto su parte de responsabilidad. Porque el ateísmo, considerado en su total integridad, no es un fenómeno originario, sino un fenómeno derivado de varias causas, entre las que se debe contar también la reacción crítica contra las religiones, y, ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre todo contra la religión cristiana. Por lo cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 19]

Retiro Sacerdotal: Los profetas y el Cristo, 8 de 8

Retiro Sacerdotal: Los profetas y el Cristo. Tema 8 de 8: Juan, el Bautista.

* Zacarías e Isabel son “justos” : se ajustan al querer de Dios pero no parece que reciban la bendición de Dios. Hay tensión interna; contradicción.

* El sacrificio de la purificación se realiza una vez al año. Se estima que había 24 turnos. Difícilmente un sacerdote estaba dos veces en el “Santo de los Santos.”

* Hay que contrastar la reacción de Zacarías con la de María. Esta pregunta: “¿Cómo será esto?”; aquel pregunta: “¿Cómo estaré seguro?” Es la diferencia entre apoyarse en Dios o en uno mismo.

* Juan “se fortalece” en el desierto, lugar donde se aprende a fiarse sólo de Dios; lugar de purificación de los ídolos y de alianza con el Dios vivo y verdadero.

* Predica en el Jordán porque a orillas del Jordán el pueblo había prometido fidelidad, para luego no cumplirla. El bautismo es una muerte simbólica. El agua es señal de devastación; es poder letal que sólo Dios puede administrar.

* Jesús lee los signos de los tiempos: a la voz de Juan deja Nazareth y se une al movimiento de arrepentimiento de todo el pueblo. Se bautiza porque es parte del pueblo que está reconociendo su pecado.

* Juan anuncia un juicio espantoso: sucederá en efecto en la persona de Jesús, en la hora de la Cruz.

* Juan se sabe precursor: su bautismo denuncia el poder de la muerte pero no puede dar vida. Ezequiel había dicho que sólo el Espíritu da vida. Juan aguarda a uno que bautice con Espíritu Santo y con fuego.

* Juan es el “amigo del esposo;” sabe que debe disminuir para que Cristo crezca. Es el hombre de una sola alegría, y su alegría se llama Jesucristo.

* Juan en la cárcel lleva hasta el final su entrega: convenciendo a sus discípulos de que Jesús es “el que había de venir” les presiona para que se queden con Jesús. Y así Juan se queda sin nada: solo, en prisión, sin discípulos ni familia. Y así sella su amor irrevocable hacia el Mesías.

* Y sin embargo, “el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que Juan,” porque Juan es el tope al que llega la naturaleza humana; el Reino es comunicación de la vida divina.

Retiro Sacerdotal: Los profetas y el Cristo, 7 de 8

Retiro Sacerdotal: Los profetas y el Cristo. Tema 7 de 8: Ezequiel.

* Profeta de la gloria de Dios, entendida como presencia, en la creación y la historia, de los atributos divinos de poder, soberanía y majestad.

* Predicador del asco y la condenación; pero también de la compasión y la nueva alianza. Las bruscas imágenes y visiones del profeta pretenden una sola cosa: que lleguemos a detestar desde el fondo del alma al pecado, porque amar lo bueno es poco efectivo si uno no se aparta resueltamente de lo malo.

* Testigo de las realidades del corazón. Ezequiel es un sacerdote que conoce, desde dentro, la corrupción y vida doble que llevan los sacerdotes del templo de Jerusalén. Se da cuenta que tanta ingratitud frente a la fidelidad divina sólo es explicable por una causa: el corazón humano es duro como piedra, y según eso ninguna ley exterior puede cambiarlo.

* Heraldo del Espíritu. Ezequiel percibe agudamente los límites de la antigua alianza. El corazón nuevo es en realidad parte de una vida nueva que sólo puede venir como don de parte de Dios. Este espíritu, río que brotará del nuevo templo, vuelve también “río” lo que va tocando, y por eso su cauce crece como por sí mismo.

Retiro Sacerdotal: Los profetas y el Cristo, 6 de 8

Retiro Sacerdotal: Los profetas y el Cristo. Tema 6 de 8: Isaías.

* Elogio de san Jerónimo sobre el contenido del libro: “resumen de la Biblia.” Isaías hace que Jerónimo exclame en su comentario: “Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo.”

* Los cánticos de Isaías constituyen más de una cuarta parte de todos los cánticos de la Liturgia de las Horas. En los cuatro Cánticos del Siervo se encuentra un impresionante acercamiento a la Pasión del Señor.

* En Isaías está el anuncio del nacimiento virginal (cf. versión de los LXX); se halla la súplica más profunda del adviento: “Ojalá rasgaras el cielo y bajaras…”

* Expresiones muy memorables suyas: La ternura de Dios: ¿Puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas?; La eficacia de su Palabra: Como caen la lluvia y la nieve y no retornan sin dar semilla…; El consuelo de Dios: Mi pueblo ha recibido doble castigo…; El retorno del exilio: A tus hijas las traen en brazos…; La percepción de la vocación en medio de la indignidad: Soy hombre de labios impuros en medio de un pueblo de labios impuros; La santidad de Dios.

Retiro Sacerdotal: Los profetas y el Cristo, 5 de 8

Retiro Sacerdotal: Los profetas y el Cristo. Tema 5 de 8: Samuel.

* Samuel cierra el tiempo de los jueces y abre el tiempo de los reyes. “Juez” es aquel que “juzga” según Dios y ello quiere decir: quien empuja la historia humana para que se “ajuste” más y más al plan de Dios.

* Samuel niño fusiona la voz de Dios y la voz del sacerdote, hasta el punto de confundirlas. Su “falta” nos enseña algo: un verdadero profeta jamás separa a Dios de los legítimos pastores del pueblo de Dios; entonces nunca separa Cristo de su Iglesia.

* Samuel es llamado a denunciar. Es un aspecto duro pero irrenunciable de la vocación profética. Aspecto muy necesario en medio de las incoherencias de nuestro continente latinoamericano, que es mayoritariamente católico pero en el que campean la injusticia y la corrupción.

* Samuel denuncia los pecados de los hijos de Elí pero luego falla en formar sus propios hijos. Nos pasa también a nosotros: reconocemos los defectos de otros más pronto de lo que eliminamos los nuestros.

* Samuel es elegido y es llamado a eligir. Su elección de David mejora a la de Saúl. Tres puntos en que David supera a Saúl: (1) David es humilde sin resentimiento ni mentalidad de desquite. (2) David ha aprendido en la soledad del aprisco a poner su confianza sólo en Dios. (3) David sabe alegrarse en el Señor.