La doctrina social de la Iglesia como instrumento de diálogo

534 La doctrina social es un instrumento eficaz de diálogo entre las comunidades cristianas y la comunidad civil y política, un instrumento idóneo para promover e inspirar actitudes de correcta y fecunda colaboración, según las modalidades adecuadas a las circunstancias. El compromiso de las autoridades civiles y políticas, llamadas a servir a la vocación personal y social del hombre, según su propia competencia y con sus propios medios, puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia un importante apoyo y una rica fuente de inspiración.

535 La doctrina social es un terreno fecundo para cultivar el diálogo y la colaboración en campo ecuménico, que hoy día se realizan en diversos ámbitos a gran escala: en la defensa de la dignidad de las personas humanas; en la promoción de la paz; en la lucha concreta y eficaz contra las miserias de nuestro tiempo, como el hambre y la indigencia, el analfabetismo, la injusta distribución de los bienes y la falta de vivienda. Esta multiforme cooperación aumenta la conciencia de la fraternidad en Cristo y facilita el camino ecuménico.

536 En la común tradición del Antiguo Testamento, la Iglesia católica sabe que puede dialogar con sus hermanos Hebreos, también mediante su doctrina social, para construir juntos un futuro de justicia y de paz para todos los hombres, hijos del único Dios. El común patrimonio espiritual favorece el conocimiento mutuo y la estima recíproca,1133 sobre cuya base puede crecer el entendimiento para superar cualquier discriminación y defender la dignidad humana.

537 La doctrina social se caracteriza también por una llamada constante al diálogo entre todos los creyentes de las religiones del mundo, a fin de que sepan compartir la búsqueda de las formas más oportunas de colaboración: las religiones tienen un papel importante en la consecución de la paz, que depende del compromiso común por el desarrollo integral del hombre.1134 Con el espíritu de los Encuentros de oración que se realizaron en Asís,1135 la Iglesia sigue invitando a los creyentes de otras religiones al diálogo y a favorecer, en todo lugar, un testimonio eficaz de los valores comunes
a toda la familia humana.

NOTAS para esta sección

1133Cf. Concilio Vaticano II, Decl. Nostra aetate, 4: AAS 58 (1966) 742-743.

1134Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 32: AAS 80 (1988)
556-557.

113527 de octubre de 1986; 24 de enero de 2002.


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Gratitud hacia la Iglesia Católica en Bolivia

Quiero expresar desde este lugar mi agradecimiento a la Facultad de Teologìa “San Pablo” de Cochabamba, Bolivia, por invitarme a participar como ponente en el Simposio Teológico “Misericordiosos como el Padre,” celebrado hace breves días en ese lugar.

Y quiero poner a disposición de todos las reflexiones que allí pude ofrecer.

Doctrina social y formación cristiana integral

528 La doctrina social es un punto de referencia indispensable para una formación cristiana completa. La insistencia del Magisterio al proponer esta doctrina como fuente inspiradora del apostolado y de la acción social nace de la persuasión de que ésta constituye un extraordinario recurso formativo: « Es absolutamente indispensable —sobre todo para los fieles laicos comprometidos de diversos modos en el campo social y político— un conocimiento más exacto de la doctrina social de la Iglesia ».1121 Este patrimonio doctrinal no se enseña ni se conoce adecuadamente: esta es una de las razones por las que no se traduce pertinentemente en un comportamiento concreto.

529 El valor formativo de la doctrina social debe estar más presente en la actividad catequética.1122 La catequesis es la enseñanza orgánica y sistemática de la doctrina cristiana, impartida con el fin de iniciar a los creyentes en la plenitud de la vida evangélica.1123 El fin último de la catequesis « es poner a uno no sólo en contacto, sino en comunión, en intimidad con Jesucristo »,1124 para que así pueda reconocer la acción del Espíritu Santo, del cual proviene el don de la vida nueva en Cristo.1125 Con esta perspectiva de fondo, en su servicio de educación en la fe, la catequesis no debe omitir, « sino iluminar como es debido… realidades como la acción del hombre por su liberación integral, la búsqueda de una sociedad más solidaria y fraterna, las luchas por la justicia y la construcción de la paz ».1126 Para este fin, es necesario procurar una presentación integral del Magisterio social, en su historia, en sus contenidos y en sus metodologías. Una lectura directa de las encíclicas sociales, realizada en el contexto eclesial, enriquece su recepción y su aplicación, gracias a la aportación de las diversas competencias y conocimientos profesionales presentes en la comunidad.

530 Es importante, sobre todo en el contexto de la catequesis, que la enseñanza de la doctrina social se oriente a motivar la acción para evangelizar y humanizar las realidades temporales. De hecho, con esta doctrina la Iglesia enseña un saber teórico-práctico que sostiene el compromiso de transformación de la vida social, para hacerla cada vez más conforme al diseño divino. La catequesis social apunta a la formación de hombres que, respetuosos del orden moral, sean amantes de la genuina libertad, hombres que « juzguen las cosas con criterio propio a la luz de la verdad, que ordenen sus actividades con sentido de responsabilidad y que se esfuercen por secundar todo lo verdadero y lo justo asociando de buena gana su acción a la de los demás ».1127 Un valor formativo extraordinario se encuentra en el testimonio del cristianismo fielmente vivido: « Es la vida de santidad, que resplandece en tantos miembros del pueblo de Dios frecuentemente humildes y escondidos a los ojos de los hombres, la que constituye el camino más simple y fascinante en el que se nos concede percibir inmediatamente la belleza de la verdad, la fuerza liberadora del amor de Dios, el valor de la fidelidad incondicionada a todas las exigencias de la ley del Señor, incluso en las circunstancias más difíciles ».1128

531 La doctrina social ha de estar a la base de una intensa y constante obra de formación, sobre todo de aquella dirigida a los cristianos laicos. Esta formación debe tener en cuenta su compromiso en la vida civil: « A los seglares les corresponde, con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven ».1129 El primer nivel de la obra formativa dirigida a los cristianos laicos debe capacitarlos para a encauzar eficazmente las tareas cotidianas en los ámbitos culturales, sociales, económicos y políticos, desarrollando en ellos el sentido del deber practicado al servicio del bien común.1130 Un segundo nivel se refiere a la formación de la conciencia política para preparar a los cristianos laicos al ejercicio del poder político: « Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal ».1131

532 Las instituciones educativas católicas pueden y deben prestar un precioso servicio formativo, aplicándose con especial solicitud en la inculturación del mensaje cristiano, es decir, el encuentro fecundo entre el Evangelio y los distintos saberes. La doctrina social es un instrumento necesario para una eficaz educación cristiana al amor, la justicia, la paz, así como para madurar la conciencia de los deberes morales y sociales en el ámbito de las diversas competencias culturales y profesionales.

Las « Semanas Sociales » de los católicos representan un importante ejemplo de institución formativa que el Magisterio siempre ha animado. Éstas constituyen un lugar cualificado de expresión y crecimiento de los fieles laicos, capaz de promover, a alto nivel, su contribución específica a la renovación del orden temporal. La iniciativa, experimentada desde hace muchos años en diversos países, es un verdadero taller cultural en el que se comunican y se confrontan reflexiones y experiencias, se estudian los problemas emergentes y se individúan nuevas orientaciones operativas.

533 No menos relevante debe ser el compromiso de emplear la doctrina social en la formación de los presbíteros y de los candidatos al sacerdocio, los cuales, en el horizonte de su preparación ministerial, deben madurar un conocimiento cualificado de la enseñanza y de la acción pastoral de la Iglesia en el ámbito social y un vivo interés por las cuestiones sociales de su tiempo. El documento de la Congregación para la Educación Católica, « Orientaciones para el estudio y la enseñanza de la doctrina social de la Iglesia en la formación de los sacerdotes »,1132 ofrece indicaciones y disposiciones precisas para una correcta y adecuada organización de los
estudios.

NOTAS para esta sección

1121Juan Pablo II, Exh. ap. Christifideles laici, 60: AAS 81 (1989) 511.

1122Cf. Congregación para el Clero, Directorio general de catequesis, 30: Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1997, pp. 32-35.

1123Cf. Juan Pablo II, Exh. ap. Catechesi tradendae, 18: AAS 71 (1979) 1291-1292.

1124Juan Pablo II, Exh. ap. Catechesi tradendae, 5: AAS 71 (1979) 1281.

1125Cf. Congregación para el Clero, Directorio general de catequesis, 54: Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1997, p 56.

1126Juan Pablo II, Exh. ap. Catechesi tradendae, 29: AAS 71 (1979) 1301-1302; cf. Congregación para el Clero, Directorio general de catequesis, 17: Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1997, p 23.

1127Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 8: AAS 58 (1966) 935.

1128Juan Pablo II, Carta enc. Veritatis splendor, 107: AAS 85 (1993) 1217.

1129Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 81: AAS 59 (1967) 296-297.

1130Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 75: AAS 58 (1966) 1097-1099.

1131Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 75: AAS 58 (1966) 1098.

113230 de diciembre de 1988, Tipografía Políglota Vaticana, Roma 1988.


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LA GRACIA del Lunes 3 de Octubre de 2016

Ayudar siempre supone un riesgo, en este Año de la Misericordia pregúntate si el temor a que te hagan daño es más grande que el amor que sientes por la persona en necesidad.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]

Doctrina social y pastoral social

524 La referencia esencial a la doctrina social determina la naturaleza, el planteamiento, la estructura y el desarrollo de la pastoral social. Ésta es expresión del ministerio de evangelización social, dirigido a iluminar, estimular y asistir la promoción integral del hombre mediante la praxis de la liberación cristiana, en su perspectiva terrena y trascendente. La Iglesia vive y obra en la historia, interactuando con la sociedad y la cultura de su tiempo, para cumplir su misión de comunicar a todos los hombres la novedad del anuncio cristiano, en la realidad concreta de sus dificultades, luchas y desafíos; de esta manera la fe ayuda las personas a comprender las cosas en la verdad que « abrirse al amor de Dios es la verdadera liberación ».1114 La pastoral social es la expresión viva y concreta de una Iglesia plenamente consciente de su misión de evangelizar las realidades sociales, económicas, culturales y políticas del mundo.

525 El mensaje social del Evangelio debe orientar la Iglesia a desarrollar una doble tarea pastoral: ayudar a los hombres a descubrir la verdad y elegir el camino a seguir; y animar el compromiso de los cristianos de testimoniar, con solícito servicio, el Evangelio en campo social: « Hoy más que nunca, la Palabra de Dios no podrá ser proclamada ni escuchada si no va acompañada del testimonio de la potencia del Espíritu Santo, operante en la acción de los cristianos al servicio de sus hermanos, en los puntos donde se juegan éstos su existencia y su porvenir ».1115 La necesidad de una nueva evangelización hace comprender a la Iglesia « que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna ».1116

526 La doctrina social dicta los criterios fundamentales de la acción pastoral en campo social: anunciar el Evangelio; confrontar el mensaje evangélico con las realidades sociales; proyectar acciones cuya finalidad sea la renovación de tales realidades, conformándolas a las exigencias de la moral cristiana. Una nueva evangelización de la vida social requiere ante todo el anuncio del Evangelio: Dios en Jesucristo salva a todos los hombres y a todo el hombre. Este anuncio revela el hombre a sí mismo y debe ser el principio de interpretación de las realidades sociales. En el anuncio del Evangelio, la dimensión social es esencial e ineludible, aun no siendo la única. Ésta debe mostrar la inagotable fecundidad de la salvación cristiana, si bien una conformación perfecta y definitiva de las realidades sociales con el Evangelio no podrá realizarse en la historia: ningún resultado, ni aun el más perfecto, puede eludir las limitaciones de la libertad humana y la tensión escatológica de toda realidad creada.1117

527 La acción pastoral de la Iglesia en el ámbito social debe testimoniar ante todo la verdad sobre el hombre. La antropología cristiana permite un discernimiento de los problemas sociales, para los que no se puede hallar una solución correcta si no se tutela el carácter trascendente de la persona humana, plenamente revelado en la fe.1118 La acción social de los cristianos debe inspirarse en el principio fundamental de la centralidad del hombre.1119 De la exigencia de promover la identidad integral del hombre brota la propuesta de los grandes valores que presiden una convivencia ordenada y fecunda: verdad, justicia, amor, libertad.1120 La pastoral social se esfuerza para que la renovación de la vida pública esté ligada a un efectivo respeto de estos valores. De ese modo, la Iglesia, mediante su multiforme testimonio evangélico, promueve la conciencia de que el bien de todos y de cada uno es el recurso inagotable para desarrollar toda la vida social.

NOTAS para esta sección

1114Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris missio, 11: AAS 83 (1991) 259.

1115Pablo VI, Carta ap. Octogesima adveniens, 51: AAS 63 (1971) 440.

1116Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 57: AAS 83 (1991) 862.

1117Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 48: AAS 80 (1988)
583-584.

1118Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 76: AAS 58 (1966) 1099-1100.

1119Cf. Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961) 453; Juan
Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 54: AAS 83 (1991) 859-860.

1120Cf. Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 265-266.


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Doctrina social e inculturación de la fe

516 La promoción de la paz en el mundo es parte integrante de la misión con la que la Iglesia prosigue la obra redentora de Cristo sobre la tierra. La Iglesia, en efecto, es, en Cristo « “sacramento”, es decir signo e instrumento de paz en el mundo y para el mundo ».1089 La promoción de la verdadera paz es una expresión de la fe cristiana en el amor que Dios nutre por cada ser humano. De la fe liberadora en el amor de Dios se desprenden una nueva visión del mundo y un nuevo modo de acercarse a los demás, tanto a una sola persona como a un pueblo entero: es una fe que cambia y renueva la vida, inspirada por la paz que Cristo ha dejado a sus discípulos (cf. Jn 14,27). Movida únicamente por esta fe, la Iglesia promueve la unidad de los cristianos y una fecunda colaboración con los creyentes de otras religiones. Las diferencias religiosas no pueden y no deben constituir causa de conflicto: la búsqueda común de la paz por parte de todos los creyentes es un decisivo factor de unidad entre los pueblos.1090 La Iglesia exhorta a personas, pueblos, Estados y Naciones a hacerse partícipes de su preocupación por el restablecimiento y la consolidación de la paz destacando, en particular, la importante función del derecho internacional.1091

517 La Iglesia enseña que una verdadera paz es posible sólo mediante el perdón y la reconciliación.1092 No es fácil perdonar a la vista de las consecuencias de la guerra y de los conflictos, porque la violencia, especialmente cuando llega « hasta los límites de lo inhumano y de la aflicción »,1093 deja siempre como herencia una pesada carga de dolor, que sólo puede aliviarse mediante una reflexión profunda, leal, valiente y común entre los contendientes, capaz de afrontar las dificultades del presente con una actitud purificada por el arrepentimiento. El peso del pasado, que no se puede olvidar, puede ser aceptado sólo en presencia de un perdón recíprocamente ofrecido y recibido: se trata de un recorrido largo y difícil, pero no imposible.1094

518 El perdón recíproco no debe anular las exigencias de la justicia, ni mucho menos impedir el camino que conduce a la verdad: justicia y verdad representan, en cambio, los requisitos concretos de la reconciliación. Resultan oportunas las iniciativas que tienden a instituir Organismos judiciales internacionales. Semejantes Organismos, valiéndose del principio de jurisdicción universal y apoyados en procedimientos adecuados, respetuosos de los derechos de los imputados y de las víctimas, pueden encontrar la verdad sobre los crímenes perpetrados durante los conflictos armados.1095 Es necesario, sin embargo, ir más allá de la determinación de los comportamientos delictivos, ya sean de acción o de omisión, y de las decisiones sobre los procedimientos de reparación, para llegar al restablecimiento de relaciones de recíproco entendimiento entre los pueblos divididos, en nombre de la reconciliación.1096 Es necesario, además, promover el respeto del derecho a la paz: este derecho « favorece la construcción de una sociedad en cuyo seno las relaciones de fuerza se sustituyen por relaciones de colaboración con vistas al bien común ».1097

519 La Iglesia lucha por la paz con la oración. La oración abre el corazón, no sólo a una profunda relación con Dios, sino también al encuentro con el prójimo inspirado por sentimientos de respeto, confianza, comprensión, estima y amor.1098 La oración infunde valor y sostiene a « los verdaderos amigos de la paz »,1099 a los que tratan de promoverla en las diversas circunstancias en que viven. La oración litúrgica es « la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza »; 1100 en particular la celebración eucarística, « fuente y cumbre de toda la vida cristiana »,1101 es el manantial inagotable de todo auténtico compromiso cristiano por la paz.1102

520 Las Jornadas Mundiales de la Paz son celebraciones de especial intensidad para orar invocando la paz y para comprometerse a construir un mundo de paz. El Papa Pablo VI las instituyó con el fin de « dedicar a los pensamientos y a los propósitos de la Paz, una celebración particular en el día primero del año civil ».1103 Los Mensajes Pontificios para esta ocasión anual constituyen una rica fuente de actualización y desarrollo de la doctrina social, e indican la constante acción pastoral de la Iglesia en favor de la paz: « La Paz se afianza solamente con la paz; la paz no separada de los deberes de justicia, sino alimentada por el propio sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la caridad ».1104

NOTAS para esta sección

1089Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2000, 20: AAS 92 (2000) 369.

1090Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1988, 3: AAS 80 (1988) 282-284.

1091Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004, 9: AAS 96 (2004) 120.

1092Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2002, 9: AAS 94 (2002) 136-137; Id., Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004, 10: AAS 96 (2004) 121.

1093Juan Pablo II, Carta con ocasión del 50º Aniversario del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, 2: AAS 82 (1990) 51.

1094Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1997, 3: AAS 89 (1997) 193.

1095Cf. Pío XII, Discurso al VI Congreso internacional de derecho penal (3 de octubre de 1953): AAS 65 (1953) 730-744; Juan Pablo II, Discurso al Cuerpo Diplomático (13 de enero de 1997), 4: AAS 89 (1997) 474-475; Id., Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1999, 7: AAS 91 (1999) 382.

1096Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada de la Paz 1997, 3. 4. 6: AAS 89 (1997) 193. 196-197.

1097Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada de la Paz 1999, 11: AAS 91 (1999) 385.

1098Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1992, 4: AAS 84 (1992) 323-324.

1099Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1968: AAS 59 (1967) 1098.

1100Concilio Vaticano II, Const. Sacrosanctum Concilium, 10: AAS 56 (1964) 102.

1101Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 11: AAS 57 (1965) 15.

1102La celebración Eucarística comienza con un saludo de paz, el saludo de Cristo a sus discípulos. El Gloria es una petición de paz para todo el pueblo de Dios sobre la tierra. En las anáforas de la Misa, la oración por la paz se estructura rezando por la paz y la unidad de la Iglesia; por la paz de toda la familia de Dios en esta vida; por el progreso de la paz y la salvación del mundo. Durante el rito de la comunión, la Iglesia ora para que el Señor dé « la paz en nuestros días » y recuerda el don de Cristo que consiste en su paz, invocando « la paz y la unidad » de su Reino. La Asamblea ora también para que el Cordero de Dios quite los pecados del mundo y « dé la paz ». Antes de la comunión, toda la asamblea intercambia un saludo de paz; la celebración Eucarística se concluye despidiendo a la Asamblea en la paz de Cristo. Son muchas las oraciones que, durante la Santa Misa, invocan la paz en el mundo; en ellas, la paz se halla a veces asociada a la justicia, como, por ejemplo, la oración colecta del octavo domingo del Tiempo Ordinario, con la cual la Iglesia pide a Dios que los acontecimientos de este mundo se realicen siempre bajo el signo de la justicia y de la paz, según su voluntad.

1103Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1968: AAS 59 (1967) 1100.

1104Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1976: AAS 67 (1975) 671.


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Ideología de Género: examen crítico de su difusión

Este artículo tiene tres secciones: primero va un examen de algunas incoherencias lógicas en el discurso usual del lobby LGBTI; segundo, una denuncia sobre la manipulación del sistema legal, con la que se consigue que algunas posturas, muy particularmente las propias de la Iglesia Católica, sean siempre las que pierden; y tercero, un análisis sobre la estructura general de las propuestas de este lobby en sus muchos frentes.

Si Usted considera lógico, bueno o inevitable el cambio social que nos quieren imponer, simplemente le invito a que lea hasta el final.

1. ¿Al fin qué: natural e irreversible o cultural y maleable?

Los intentos de introducir como norma social que todo comportamiento sexual debe ser aceptado contienen numerosas contradicciones en su argumentación.

Uno de los modos de tratar de convencer a la gente de que la homosexualidad es natural es presentarla como algo que está determinado desde el principio de la existencia de cada persona, ya sea por los genes, por los procesos epigenéticos prenatales, o por otra causa que no se explicita. Ese es el lenguaje que subyace al famoso ejemplo “viral” del hombre que ha estado encerrado o “prisionero” en un cuerpo de mujer, o viceversa. Cuando se dice que una persona nació en un cuerpo que no es el suyo, se está diciendo que su identidad–y su drama–han quedado determinados por su realidad interior y corporal al momento de nacer.

Pero luego la gente del lobby gay quiere que admitamos que, como dijo Humberto de la Calle, negociador del gobierno colombiano ante las FARC, “no se nace hombre ni se nace mujer.” Esta vez la idea que hay es que cada persona, en su libertad absoluta, puede redefinir su “género” más allá de las imposiciones de la cultura. En consonancia con esta otra línea de pensamiento, la cultura tradicional es presentada de la peor forma posible: es machista, sexista, patriarcal, discriminatoria, homofóbica, etc. Sobre ese fondo tenebroso se afirma entonces que el ser humano, desde su individualidad soberana, puede y debe construir su identidad sexual.

Obsérvese entonces lo que tenemos: por un lado nos quieren decir que hay mujeres que NACIERON “encerradas” en cuerpos de hombres, o viceversa; para los seguidores de la ideología de género esto implica que practicar la homosexualidad es algo natural, tan natural como que mi cuerpo sienta sueño o experimente sed. Lo homosexual, según esta línea, es natural y “así nacieron” algunas personas. Por consecuencia, sería brutalmente injusto maltratar a los que así nacieron. Eso nos dicen, por una parte.

Pero por otra parte, la proclamación desorbitada de la libertad individual conduce a decir que UNO NO NACE NADA, ni hombre ni mujer ni nada, de modo que habría que convencer a los individuos de que tienen el derecho y la capacidad de convertirse y ser lo que quieran.

Creo que se nota la patente contradicción: los defensores de la normalización social del comportamiento homosexual (o bisexual o intersexual…) quieren que por un lado o por otro, es decir, como sea, admitamos su postura. Si decimos que en esas prácticas hay algo que no es natural, nos hablan de que la gente nace así; y luego, si les decimos que hay un bien social en el matrimonio natural, nos echan a la cara la libertad que cada quien debe tener para construir su “género” como le plazca. Pero al pretender argumentar las dos cosas A LA VEZ en realidad muestran que no hay coherencia en su pensamiento. No es entonces la verdad ni lo verdadero lo que los mueve. Son entonces otros intereses.

Todo esto me hace recordar un antiguo chiste que vi en la televisión española hace muchos años. Una señora es llevada al tribunal por haber asesinado a su esposo. Y el fiscal le pregunta: “¿Es cierto, sí o no, que Usted asesinó a su esposo con este puñal?” Y responde la señora: “Totalmente falso. Ni yo lo maté ni fue con ese puñal…” A veces de tanto defenderse termina uno mostrando su propia culpabilidad.

Si aquella gente fuera lógica se daría cuenta de esto: No se puede decir que la homosexualidad es algo con lo que se nace porque entonces eso contradice que el género es una pura construcción de la voluntad humana en diálogo o bajo presión de la cultura. Y tampoco se puede decir que el género es pura construcción individual porque entonces hay que admitir que cuando la gente nace no tiene de por sí una tendencia homosexual. Porque si la tuviera de nacimiento, habría que admitir que también de nacimiento alguien nace “hombre” o nace “mujer” y eso contradice de plano la teoría de género.

Mas la gran mayoría de ellos cuando no tienen argumentos, abundan en insultos. La gente del lobby gay no quiere oír argumentos. Es una experiencia muy dura intentar dialogar con muchos de ellos, que sólo sienten la urgencia de imponer sus ideas ,y sobre todo sus leyes.

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La aportación de la Iglesia a la paz

516 La promoción de la paz en el mundo es parte integrante de la misión con la que la Iglesia prosigue la obra redentora de Cristo sobre la tierra. La Iglesia, en efecto, es, en Cristo « “sacramento”, es decir signo e instrumento de paz en el mundo y para el mundo ».1089 La promoción de la verdadera paz es una expresión de la fe cristiana en el amor que Dios nutre por cada ser humano. De la fe liberadora en el amor de Dios se desprenden una nueva visión del mundo y un nuevo modo de acercarse a los demás, tanto a una sola persona como a un pueblo entero: es una fe que cambia y renueva la vida, inspirada por la paz que Cristo ha dejado a sus discípulos (cf. Jn 14,27). Movida únicamente por esta fe, la Iglesia promueve la unidad de los cristianos y una fecunda colaboración con los creyentes de otras religiones. Las diferencias religiosas no pueden y no deben constituir causa de conflicto: la búsqueda común de la paz por parte de todos los creyentes es un decisivo factor de unidad entre los pueblos.1090 La Iglesia exhorta a personas, pueblos, Estados y Naciones a hacerse partícipes de su preocupación por el restablecimiento y la consolidación de la paz destacando, en particular, la importante función del derecho internacional.1091

517 La Iglesia enseña que una verdadera paz es posible sólo mediante el perdón y la reconciliación.1092 No es fácil perdonar a la vista de las consecuencias de la guerra y de los conflictos, porque la violencia, especialmente cuando llega « hasta los límites de lo inhumano y de la aflicción »,1093 deja siempre como herencia una pesada carga de dolor, que sólo puede aliviarse mediante una reflexión profunda, leal, valiente y común entre los contendientes, capaz de afrontar las dificultades del presente con una actitud purificada por el arrepentimiento. El peso del pasado, que no se puede olvidar, puede ser aceptado sólo en presencia de un perdón recíprocamente ofrecido y recibido: se trata de un recorrido largo y difícil, pero no imposible.1094

518 El perdón recíproco no debe anular las exigencias de la justicia, ni mucho menos impedir el camino que conduce a la verdad: justicia y verdad representan, en cambio, los requisitos concretos de la reconciliación. Resultan oportunas las iniciativas que tienden a instituir Organismos judiciales internacionales. Semejantes Organismos, valiéndose del principio de jurisdicción universal y apoyados en procedimientos adecuados, respetuosos de los derechos de los imputados y de las víctimas, pueden encontrar la verdad sobre los crímenes perpetrados durante los conflictos armados.1095 Es necesario, sin embargo, ir más allá de la determinación de los comportamientos delictivos, ya sean de acción o de omisión, y de las decisiones sobre los procedimientos de reparación, para llegar al restablecimiento de relaciones de recíproco entendimiento entre los pueblos divididos, en nombre de la reconciliación.1096 Es necesario, además, promover el respeto del derecho a la paz: este derecho « favorece la construcción de una sociedad en cuyo seno las relaciones de fuerza se sustituyen por relaciones de colaboración con vistas al bien común ».1097

519 La Iglesia lucha por la paz con la oración. La oración abre el corazón, no sólo a una profunda relación con Dios, sino también al encuentro con el prójimo inspirado por sentimientos de respeto, confianza, comprensión, estima y amor.1098 La oración infunde valor y sostiene a « los verdaderos amigos de la paz »,1099 a los que tratan de promoverla en las diversas circunstancias en que viven. La oración litúrgica es « la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza »; 1100 en particular la celebración eucarística, « fuente y cumbre de toda la vida cristiana »,1101 es el manantial inagotable de todo auténtico compromiso cristiano por la paz.1102

520 Las Jornadas Mundiales de la Paz son celebraciones de especial intensidad para orar invocando la paz y para comprometerse a construir un mundo de paz. El Papa Pablo VI las instituyó con el fin de « dedicar a los pensamientos y a los propósitos de la Paz, una celebración particular en el día primero del año civil ».1103 Los Mensajes Pontificios para esta ocasión anual constituyen una rica fuente de actualización y desarrollo de la doctrina social, e indican la constante acción pastoral de la Iglesia en favor de la paz: « La Paz se afianza solamente con la paz; la paz no separada de los deberes de justicia, sino alimentada por el propio sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la caridad ».1104

NOTAS para esta sección

1089Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2000, 20: AAS 92 (2000) 369.

1090Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1988, 3: AAS 80 (1988) 282-284.

1091Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004, 9: AAS 96 (2004) 120.

1092Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2002, 9: AAS 94 (2002) 136-137; Id., Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004, 10: AAS 96 (2004) 121.

1093Juan Pablo II, Carta con ocasión del 50º Aniversario del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, 2: AAS 82 (1990) 51.

1094Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1997, 3: AAS 89 (1997) 193.

1095Cf. Pío XII, Discurso al VI Congreso internacional de derecho penal (3 de octubre de 1953): AAS 65 (1953) 730-744; Juan Pablo II, Discurso al Cuerpo Diplomático (13 de enero de 1997), 4: AAS 89 (1997) 474-475; Id., Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1999, 7: AAS 91 (1999) 382.

1096Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada de la Paz 1997, 3. 4. 6: AAS 89 (1997) 193. 196-197.

1097Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada de la Paz 1999, 11: AAS 91 (1999) 385.

1098Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1992, 4: AAS 84 (1992) 323-324.

1099Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1968: AAS 59 (1967) 1098.

1100Concilio Vaticano II, Const. Sacrosanctum Concilium, 10: AAS 56 (1964) 102.

1101Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 11: AAS 57 (1965) 15.

1102La celebración Eucarística comienza con un saludo de paz, el saludo de Cristo a sus discípulos. El Gloria es una petición de paz para todo el pueblo de Dios sobre la tierra. En las anáforas de la Misa, la oración por la paz se estructura rezando por la paz y la unidad de la Iglesia; por la paz de toda la familia de Dios en esta vida; por el progreso de la paz y la salvación del mundo. Durante el rito de la comunión, la Iglesia ora para que el Señor dé « la paz en nuestros días » y recuerda el don de Cristo que consiste en su paz, invocando « la paz y la unidad » de su Reino. La Asamblea ora también para que el Cordero de Dios quite los pecados del mundo y « dé la paz ». Antes de la comunión, toda la asamblea intercambia un saludo de paz; la celebración Eucarística se concluye despidiendo a la Asamblea en la paz de Cristo. Son muchas las oraciones que, durante la Santa Misa, invocan la paz en el mundo; en ellas, la paz se halla a veces asociada a la justicia, como, por ejemplo, la oración colecta del octavo domingo del Tiempo Ordinario, con la cual la Iglesia pide a Dios que los acontecimientos de este mundo se realicen siempre bajo el signo de la justicia y de la paz, según su voluntad.

1103Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1968: AAS 59 (1967) 1100.

1104Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1976: AAS 67 (1975) 671.


Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

LA GRACIA del Miércoles 14 de Septiembre de 2016

Aún hay tiempo para que en este Año de la Misericordia entremos en el corazón de Cristo, nos dejemos tocar por su amor, seamos dóciles a su voz y le digamos que sí nos unimos a Él.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]

La Iglesia de Cristo “subsiste” en la Iglesia Católica

En un curso de formación para laicos en mi parroquia, uno de los conferencistas nos dijo que “La Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica.” Por supuesto, me llamó la atención el verbo “subsistir” pero el tema central de ese día no daba para aclararlo. ¿Puede darnos alguna luz, fray Nelson? –C.G.

* * *

Creo que lo mejor es acudir a una buena explicación que se encuentra en la página oficial de la Santa Sede:

Cristo «ha constituido en la tierra» una sola Iglesia y la ha instituido desde su origen como «comunidad visible y espiritual»[Lumen gentium, 8.1]. Ella continuará existiendo en el curso de la historia y solamente en ella han permanecido y permanecerán todos los elementos instituidos por Cristo mismo[Unitatis redintegratio, 3.2; 3.4; 3.5; 4.6]. «Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos una, santa, católica y apostólica (…) Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él»[Lumen gentium, 8.2].

En la Constitución dogmática Lumen gentium 8 la subsistencia es esta perenne continuidad histórica y la permanencia de todos los elementos instituidos por Cristo en la Iglesia católica, en la cual, concretamente, se encuentra la Iglesia de Cristo en esta tierra.

Aunque se puede afirmar rectamente, según la doctrina católica, que la Iglesia de Cristo está presente y operante en las Iglesias y en las Comunidades eclesiales que aún no están en plena comunión con la Iglesia católica, gracias a los elementos de santificación y verdad presentes en ellas[Juan Pablo II, Carta Encíclica Ut unum sint, 11.3: AAS 87 [1995-II] 928], el término “subsiste” es atribuido exclusivamente a la Iglesia católica, ya que se refiere precisamente a la nota de la unidad profesada en los símbolos de la fe (Creo en la Iglesia “una”); y esta Iglesia “una” subsiste en la Iglesia católica.

El uso de esta expresión, que indica la plena identidad entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia católica, no cambia la doctrina sobre la Iglesia. La verdadera razón por la cual ha sido usada es que expresa más claramente el hecho de que fuera de la Iglesia se encuentran “muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, inducen hacia la unidad católica»[Lumen gentium, 8.2].

«Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia»[Unitatis redintegratio, 3.4].

Una vida marcada por la Pascua, 11 de 12: La Pascua en nuestros tiempos

La Pascua en nuestros tiempos

* Cuando alguien muere a veces se dice que el difunto ya tuvo su Pascua. Esa manera de hablar es desafortunada:

(1) porque nunca hay certeza de que el alma de esa persona está ya en el Cielo y además…
(2) porque la plenitud de la Pascua implica la plenitud de la victoria de Dios sobre nosotros y nuestra muerte corporal. Pero solo con la Resurrección de la Carne se puede hablar de una plenitud de la Pascua. Otra razón sería…
(3) porque nuestra Pascua tiene que ser todos los días y no podemos esperar a la muerte.

La Pascua es completa sólo en Nuestro Señor Jesucristo y en María Santísima.

* ¿Cómo se vuelve nuestra vida Pascua? Cada día ha de ser paso de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad y de la muerte a la vida. Cada vez que nos vencemos a nosotros mismos avanzamos la vivencia de la Pascua. Pero ensanchemos la visión:

(1) Fijémonos cómo la Virgen amplía su mirada y Ella sale de sí misma. En el Magnificat vemos que María es consciente del entorno donde vive. Su mundo es grande y ve actuar al Señor a gran escala. La manera que tiene la Virgen de intervenir en nuestro mundo no es a través de mensajes prefabricados de supuestos videntes que son ajenos a la sociedad actual. En Caná, Ella se da cuenta que falta vino. Está pendiente y despierta a la necesidad de la gente.

(2) Por ello, estar sellados por la Pascua no consiste en estar obsesionados en una perfección individualista. ¿Qué significa una vida marcada por la Pascua en el día de hoy? Descubrimos un Combate Espiritual. Un Combate que tiene cuatro dimensiones: Anestesiar, Reprimir-Perseguir, Reducir y Disecar. Hay un lado muy oscuro en este Combate que no deja de ser lógico porque se trata de pasar de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad y de la muerte a la vida. Descubriremos mi Pascua/nuestra Pascua cuando aprendamos a salir de las oscuridades a base de empujar todos juntos la Pascua de Cristo.

+ Anestesiar.
El demonio quiere que estemos distraídos, adormilados e incapaces de darnos cuenta de lo que pasa. Varias maneras de anestesiar:

– Normalizar: todo es normal, que es lo que se llama reingeniería social: modos de cambiar valores y compartimientos a gran escala. Hay varios recursos:
(i) Guerra semántica que manipula las expresiones, emociones y sentimientos; usan términos que no existen, exclusiones ficticias y discriminaciones falsas sin derechos previos.
(ii) Humor es otro recurso que se usa para normalizar pero antes de las batallas dialécticas. El amanerado lejos de ser repulsivo ahora pasa a ser un tipo gracioso. Las celebridades haciendo actos homosexuales producen efecto normalizador en la gente.

– El sofisma del progreso: se formulan falsos argumentos para “probar” que lo que viene del pasado se debe superar y olvidar solo por ser del pasado. La gente se excusa de razonar por el sofisma de los ciclos (es cuestión de modas que se repiten).

+ Reprimir-Perseguir: Sucede de varias maneras (7):

– Con Violencia Directa o Terrorismo. Es el caso de Boko Haram en Kenia, del Fundamentalismo Islámico en Irak, Siria, etc., con ISIS donde miles de cristianos están siendo torturados y martirizados.

– Exclusiones.

(i) Exclusiones macro. Se trata desde los gobiernos de amordazar y silenciar la Iglesia
(ii) Exclusiones micro. En la Pastoral Juvenil, cuando los jóvenes resultados excluidos por ser diferentes a la mayoría de la juventud.
(iii) Exclusiones académicas. Algunos teólogos españoles heterodoxos y muy reconocidos mundialmente han hecho que los teólogos ortodoxos se sientan excluidos y callen por miedo a lo que dirán. Se vuelven cómplices y cobardes.

– Manipulación arbitraria de derechos y libertades. La libertad de conciencia y la libre expresión pueden entrar en colisión. Esos dos derechos colisionan y ¿quién dirime? La justicia, aparentemente. Siempre hay un derecho para atacarte y siempre hay un derecho que tú estás rompiendo. Llegará el momento que parece que no tenemos ninguna protección.

– Distorsión de la Historia. Con calumnias y mentiras se infiltran con el mayor descaro aprovechándose la ignorancia popular.

– Propaganda negativa. Como hicieron los nazis con los judíos.

– Ridiculización de la Iglesia. Con ciertas películas difamatorias es bastante común.

– Amenazas legales. Se hace para evitar que salgan a la luz temas importantes incluso dentro de la iglesia por considerarla un lugar público.

La condena del terrorismo

513 El terrorismo es una de las formas más brutales de violencia que actualmente perturba a la Comunidad Internacional, pues siembra odio, muerte, deseo de venganza y de represalia.1078 De estrategia subversiva, típica sólo de algunas organizaciones extremistas, dirigida a la destrucción de las cosas y al asesinato de las personas, el terrorismo se ha transformado en una red oscura de complicidades políticas, que utiliza también sofisticados medios técnicos, se vale frecuentemente de ingentes cantidades de recursos financieros y elabora estrategias a gran escala, atacando personas totalmente inocentes, víctimas casuales de las acciones terroristas.1079 Los objetivos de los ataques terroristas son, en general, los lugares de la vida cotidiana y no objetivos militares en el contexto de una guerra declarada. El terrorismo actúa y golpea a ciegas, fuera de las reglas con las que los hombres han tratado de regular sus conflictos, por ejemplo mediante el derecho internacional humanitario: « En muchos casos se admite como nuevo sistema de guerra el uso de los métodos del terrorismo ».1080 No se deben desatender las causas que originan esta inaceptable forma de reivindicación. La lucha contra el terrorismo presupone el deber moral de contribuir a crear las condiciones para que no nazca ni se desarrolle.

514 El terrorismo se debe condenar de la manera más absoluta. Manifiesta un desprecio total de la vida humana, y ninguna motivación puede justificarlo, en cuanto el hombre es siempre fin, y nunca medio. Los actos de terrorismo hieren profundamente la dignidad humana y constituyen una ofensa a la humanidad entera: « Existe por tanto, un derecho a defenderse del terrorismo ».1081 Este derecho no puede, sin embargo, ejercerse sin reglas morales y jurídicas, porque la lucha contra los terroristas debe conducirse respetando los derechos del hombre y los principios de un Estado de derecho.1082 La identificación de los culpables debe estar debidamente probada, ya que la responsabilidad penal es siempre personal y, por tanto, no se puede extender a las religiones, las Naciones o las razas a las que pertenecen los terroristas. La colaboración internacional contra la actividad terrorista « no puede reducirse sólo a operaciones represivas y punitivas. Es esencial que incluso el recurso necesario a la fuerza vaya acompañado por un análisis lúcido y decidido de los motivos subyacentes a los ataques terroristas ».1083 Es necesario también un compromiso decidido en el plano « político y pedagógico » 1084 para resolver, con valentía y determinación, los problemas que en algunas dramáticas situaciones pueden alimentar el terrorismo: « El reclutamiento de los terroristas resulta más fácil en los contextos sociales donde los derechos son conculcados y las injusticias se toleran durante demasiado tiempo ».1085

515 Es una profanación y una blasfemia proclamarse terroristas en nombre de Dios: 1086 de ese modo se instrumentaliza, no sólo al hombre, sino también a Dios, al creer que se posee totalmente su verdad, en vez de querer ser poseídos por ella. Definir « mártires » a quienes mueren cumpliendo actos terroristas es subvertir el concepto de martirio, ya que éste es un testimonio de quien se deja matar por no renunciar a Dios y a su amor, no de quien asesina en nombre de Dios.

Ninguna religión puede tolerar el terrorismo ni, menos aún, predicarlo.1087 Las religiones están más bien comprometidas en colaborar para eliminar las causas del terrorismo y promover la amistad entre los pueblos.1088

NOTAS para esta sección

1078Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2297.

1079Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2002, 4: AAS 94 (2002) 134.

1080Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 79: AAS 58 (1966) 1102.

1081Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2002, 5: AAS 94 (2002) 134.

1082Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004, 8: AAS 96 (2004) 119.

1083Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004, 8: AAS 96 (2004) 119.

1084Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004, 8: AAS 96 (2004) 119.

1085Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2002, 5: AAS 94 (2002) 134.

1086Cf. Juan Pablo II, Discurso a los representantes del mundo de la cultura, del arte y de la ciencia, Astana, Kazajstán (24 de septiembre de 2001), 5: L’Osservatore Romano, edición española, 5 de octubre de 2001, p. 10.

1087Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2002, 7: AAS 94 (2002) 135-136.

1088Cf. Decálogo de Asís por la paz, n. 1, contenido en la Carta enviada por Juan Pablo II a los Jefes de Estado y de Gobierno del 24 de febrero de 2002: L’Osservatore Romano, edición española, 8 de marzo de 2002, p. 2.


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