El Corazon de Cristo supo palpitar de amor

Si no hay duda alguna de que Jesús poseía un verdadero Cuerpo humano, dotado de todos los sentimientos que le son propios, entre los que predomina el amor, también es igualmente verdad que El estuvo provisto de un corazón físico, en todo semejante al nuestro, puesto que, sin esta parte tan noble del cuerpo, no puede haber vida humana, ni afectos humanos.

No hay duda de que el Corazón de Cristo, unido hipostáticamente a la Persona divina del Verbo, palpitó de amor y de todo otro afecto sensible; sus sentimientos, sin embargo, estaban tan conformes y tan en armonía con su voluntad de hombre esencialmente plena de caridad divina, y con el mismo amor divino que el Hijo tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo, que entre estos tres amores jamás hubo falta de acuerdo y armonía.

A menos que uno reflexione bajo la luz que emana de la unión hipostática y sustancial, y bajo la luz que procede de la Redención del hombre, que complementa la anterior, podría parecer a algunos escándalo y necedad el hecho de que el Verbo de Dios tomara una verdadera y perfecta naturaleza humana y se plasmara y aun, en cierto modo, se modelara un corazón de carne que, no menos que el nuestro, fuese capaz de sufrir y de ser herido.

Pero, en perfecta concordia con la Sagrada Escritura, el Credo, y también otros Símbolos de la Fe, nos aseguran que el Hijo Unigénito de Dios tomó una naturaleza humana capaz de padecer y morir, principalmente por una razón: el Sacrificio de la cruz, donde El deseaba ofrecer el sacrificio que completa la obra de la salvación de los hombres.

[Pío XII. Adaptación del n. 12 de su Encíclica Haurietis Aquas]

La oracion no es algo accesorio

En su diálogo íntimo con el Padre, Jesús no huye de la Historia, no huye de la misión por la que ha venido al mundo, aunque sabe que para llegar a la gloria deberá pasar por la cruz. Más aún, Cristo entra más profundamente en esta misión, adhiriéndose con todo su ser a la voluntad del Padre, y nos muestra que la verdadera oración consiste precisamente en unir nuestra voluntad a la de Dios.

Por tanto, para un cristiano orar no equivale a evadirse de la realidad y de las responsabilidades que implica, sino asumirlas a fondo, confiando en el amor fiel e inagotable del Señor. Por eso, la transfiguración es, paradójicamente, la verificación de la agonía en Getsemaní (cf. Lc 22, 39-46). Ante la inminencia de la Pasión, Jesús experimentará una angustia mortal, y aceptará la voluntad divina; en ese momento, su oración será prenda de salvación para todos nosotros. En efecto, Cristo suplicará al Padre celestial que “lo salve de la muerte” y, como escribe el autor de la carta a los Hebreos, “fue escuchado por su actitud reverente” (Hb 5, 7). La resurrección es la prueba de que su súplica fue escuchada.

Queridos hermanos y hermanas, la oración no es algo accesorio, algo opcional; es cuestión de vida o muerte. En efecto, sólo quien ora, es decir, quien se pone en manos de Dios con amor filial, puede entrar en la vida eterna, que es Dios mismo.

[Benedicto XVI. Angelus del 4 de Marzo de 2007]

Morir a si mismo para servir mas plenamente a Dios

Como el altar de esta iglesia, también nosotros, [los sacerdotes y religiosos], fuimos consagrados, puestos “aparte” para el servicio de Dios y la edificación de su Reino. Sin embargo, con mucha frecuencia nos encontramos inmersos en un mundo que quisiera dejar a Dios “aparte”. En nombre de la libertad y la autonomía humana, se pasa en silencio sobre el nombre de Dios, la religión se reduce a devoción personal y se elude la fe en los ámbitos públicos. A veces, dicha mentalidad, tan diametralmente opuesta a la esencia del Evangelio, puede ofuscar incluso nuestra propia comprensión de la Iglesia y de su misión. También nosotros podemos caer en la tentación de reducir la vida de fe a una cuestión de mero sentimiento, debilitando así su poder de inspirar una visión coherente del mundo y un diálogo riguroso con otras muchas visiones que compiten en la conquista de las mentes y los corazones de nuestros contemporáneos.

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Sin una verdad trascendente queda abierto el camino al totalitarismo

El totalitarismo nace de la negación de la verdad en sentido objetivo. Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres: los intereses de clase, grupo o nación, los contraponen inevitablemente unos a otros. Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás. Entonces el hombre es respetado solamente en la medida en que es posible instrumentalizarlo para que se afirme en su egoísmo.

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La mision de la Iglesia apenas esta empezando

La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse. A finales del segundo milenio después de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio. Es el Espíritu Santo quien impulsa a anunciar las grandes obras de Dios: « Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe: Y ¡ay de mi si no predicara el Evangelio! » (1 Corintios 9, 16).

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La Verdad y la Humildad

“Las tierras de un hombre rico dieron una gran cosecha., El estuvo echando cálculos: ¿Qué hago? No tengo dónde almacenarla”. Y entonces se dijo: Voy a hacer lo siguiente: derribaré mis graneros, construiré otros más grandes y almacenaré allí el grano y las demás provisiones. Luego podré decirme: “Amigo, tienes muchos bienes almacenados para muchos años: túmbate, come, bebe y date la buena vida”. Pero Dios le dijo: Insensato, esta noche te van a reclamar la vida. Lo que te has preparado, ¿para quien será? Eso le pasa al que amontona riquezas para sí y para Dios no es rico” (Lucas 12,16-21).

El hombre rico de esta parábola sin duda es inteligente, conoce sus propios asuntos. Sabe calcular las posibilidades del mercado; tiene en consideración los factores de inseguridad tanto de la naturaleza como del comportamiento humano; sus reflexiones están bien pensadas, y el éxito le da la razón.

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Jesucristo es el centro de la historia y del universo

¡Ay de mi si no anuncio el Evangelio! Para esto me ha enviado el mismo Cristo. Yo soy Apóstol y Testigo. Cuanto más lejana está la meta, cuanto más difícil es el mandato, con tanta mayor vehemencia nos apremia el amor. Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios Vivo; Él es quien nos ha revelado al Dios Invisible, Él es el primogénito de toda criatura, y todo se mantiene en Él. Él es también el Maestro y Redentor de los hombres; Él nació, murió y resucitó por nosotros.

Él es el centro de la historia y del Universo; Él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida, hombre de dolor y de esperanza; Él, ciertamente, vendrá de nuevo y será finalmente nuestro Juez y también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.

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La comunion negada – o pospuesta

Querido Fray Nelson: Tengo una pregunta que me da vueltas en la cabeza. Un sacerdote Episcopaliano me dijo que nadie puede negar el cuerpo y la sangre de Cristo y cómo nosotros nos atrevemos a hacerlo. Y luego me contó su experiencia: El tenia un amigo muy querido era Católico Romano que murió y este sacerdote Episcopaliano asistió al servicio pero el Sacerdote oficiante (Católico romano) fue muy claro en decir que él no podia recibir la Comunión. Yo no se que decirle. Pude sentir el dolor que esto le cusó ya que teniendo la vocación de sacerdote, debe saber de la presencia de Jesus en la Eucaristía. La pregunta es: Si Jesus dijo a sus amigos que coman de su cuerpo y beban de su sangre porque excluímos a algunas personas: Los divorciados, los Episcopalianos, etc. que quieren recibirlo.

Gracias por aclararme este cuestionamiento. – Maria Elena.

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Quizas hay una razon obvia por la que hay pobres

Es muy curioso que en medio de tantas discusiones acerca de acabar con la pobreza en el mundo pocas veces se menciona la codicia como una de sus causas. Nos venden la idea de que un conjunto de leyes o un sistema económico van a lograr que el umbral de la pobreza desaparezca.

Esa ilusión, que podemos llamar legaliforme, va en pareja con otra ilusión, a saber, que un sistema económico puede exportarse como se exportan los bienes o, hasta cierto punto, los servicios. En realidad, la economía de una nación o región es una red complejísima de acuerdos solo en parte visibles y solo en parte explícitos, que a su vez dependen de intangibles como la cultura, los valores, la educación, las creencias, y seguramente también las formas de entretenimiento y las concepciones sobre el amor, la muerte, y mucho más.

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Meditacion sobre la genialidad de un santo, Benito de Nursia

San Benito de NursiaHe aquí lo que encuentra un católico en un día cualquiera en Europa, y particularmente en España: el cinismo de un gobierno socialista para el cual el cuerpo es objeto de uso; la avanzada imparable del secularismo, que compite con el renacer de la superchería y la superstición; la presión de los medios de comunicación, vendidos al hedonismo barato y al comercio sin alma; la traición visible de un número de miembros del clero y de los religiosos, unido a la escasez de vocaciones; el laicismo rampante que parece no saciarse en su ansia de extinguir la vida débil, haciendo así de esta tierra un escenario grotesco y cruel; el abandono masivo de la práctica de la fe en los jóvenes; la fractura de la familia, que hace todo más duro, más sordo, más aciago; la complicidad mediocre de la mayoría de los centros de estudio, que a menudo consagran como única fuente de verdad el materialismo cientificista. No es para quedarse tranquilo.

Si ese católico toma en serio su fe tiene que sentir indignación. Su tristeza se volverá lamento pero también deseo de combatir, de gastarse, de entrar en la refriega y dar la cara por Cristo y su Iglesia. Su beligerancia, sin embargo, será interpretada de inmediato por el sistema como “fundamentalismo,” “ingenuidad infantiloide,” “nostalgia de Cristiandad,” y decenas de epítetos de los que ya conocemos, y que empiezan por “carca.” En resumen, un católico hoy solo puede esperar dolor por dentro y rechazo silencioso y asfixiante por fuera. ¿Qué se hace ahí?

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Una mirada al ateismo contemporaneo

La discusión de temas y problemas intraeclesiales nunca debería ocultar el hecho de que los grandes desafíos siguen estando todavía “afuera.” Ya se quiera hablar de “izquierda” o “derecha” entre creyentes, quizás es signo de cierta vitalidad que haya qué discutir, en la medida en que ello muestra que hay a quién le importe la fe, la Iglesia, el Evangelio, los sacramentos. Mientras llevamos adelante esas conversaciones, que sin duda son importantes, jamás perdamos de vista que podríamos estar en la condición de habitantes de una pequeña isla que se olvida del océano de indiferencia e incredulidad creciente que los rodea y desea devorarlos.

Hace poco encontré un post en cierto blog con una antología de frases famosas de ateos. Nombres populares asoman allí de inmediato: George Bernard Shaw, Isaac Asimov, Mark Twain, Friedrich Nietzsche, y junto a ellos otros menos conocidos, a lo menos por mí: Richard A. Weatherwax, Dan Fouts, y otros. Las figuras de cierta intelectualidad contemporánea no pueden faltar; en concreto, Richard Dawkins. No pocos aparecen con autor desconocido. Los textos están todos en inglés, lo cual obviamente privilegia los modelo de ateísmo de raigambre anglosajana.

Para los propósitos de este post voy a seguir la numeración del artículo en cuestión; las traducciones son responsabilidad mía.

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Complejidades del asunto del “habito habitual”

La cacofónica expresión “hábito habitual” destaca en su repetición la paradoja del hábito de los religiosos (y religiosas) en nuestro tiempo. Por su misma designación, el “hábito” debería ser el vestido “habitual.” En el caso, por ejemplo, de nosotros los dominicos, ello implica el uso de la túnica, sujetada con cinturón y con un rosario; más el escapulario y la capucha. Nuestras Constituciones consideran que ese es el vestido natural (o sea, habitual) dentro del convento, mientras que para uso fuera del convento se supone que el Provincial debe decidir qué se hace, “respetando las leyes eclesiásticas.” (véase LCO 50 y 51).

A su vez, estas leyes eclesiásticas tienen su base ante todo en el canon 284 del Código de Derecho Canónico (CIC): “Los clérigos han de vestir un traje eclesiástico digno, según las normas dadas por la Conferencia Episcopal y las costumbres legítimas del lugar.” Para los religiosos, específicamente leemos: “669 § 1. Los religiosos deben llevar el hábito de su instituto, hecho de acuerdo con la norma del derecho propio, como signo de su consagración y testimonio de pobreza. § 2. Los religiosos clérigos de un instituto que no tengan hábito propio, usarán el traje clerical, conforme a la norma del c. 284.

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Lo que Roma puede hacer para liderar la unión entre los cristianos

Hay quienes piensan que prácticamente lo único que tiene que hacer Roma es esperar a que los demás cristianos se convenzan de sus muchos errores y vuelvan arrepentidos a la Plaza de San Pedro. Otros piensan que muy al contrario el Vaticano debe fortalecer su presencia en organismos multilaterales, como el Consejo Mundial de Iglesias, y hacer frente común con los demás, produciendo “hechos ecuménicos” reales.

Las dos tendencias admiten, en general, que la oración es necesaria, sólo que la primera insiste en que los católicos tenemos esencialmente la verdad, mientras que la segunda tendencia enfatiza en lo que no tenemos y sí podríamos aprender de otros, incluso desde un punto de vista doctrinal.

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Mírate en el espejo de Lambeth

Gene RobinsonQuienes piden reformas en la Iglesia Católica harían bien en ver si sus propuestas han sido puestas en práctica en otros lugares. Por ejemplo, suele hablarse del celibato como un freno cruel y severo a una multitud de vocaciones que vivísimamente anhelan recibir las órdenes pero que se sienten frenados únicamente porque su corazón tiene la realidad o la promesa de una unión afectiva estable con alguien. Pero si uno va a Alemania no ve que los luteranos estén desbordando a base de esas vocaciones–ni de otras.

Hay un ejército de entusiastas del proyecto de democratizar la Iglesia. Entre sus mentores está por supuesto Hans Küng, y en España la Asociación de Teólogos que usa el nombre de Juan XXIII suele ir por esa línea. Me pregunto: Estos amigos del proyecto democrático, ¿cómo leen los acontecimientos de la Conferencia de Lambeth? Para efectos prácticos el Anglicanismo es lo que ellos están pidiendo para la Iglesia Católica. Entre los anglicanos, según es bien sabido, el Arzobispo de Canterbury no tiene poder de jurisdicción real–ni nadie lo tiene, ni siquiera la misma Conferencia, pues las reglas cambian y finalmente es la persuasión y la votación lo que prima, de modo que si no logras que te aprueben algo en el 2008… hombre, un poco de paciencia, que ya saldrá para el 2018, si haces suficiente lobby. Así se ha adelantado la agenda gay, la ordenación de mujeres obispas.. and so on and so forth.

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