Alfonso Llano Escobar es un jesuita colombiano, algo más que octogenario, especialista en bioética, escritor asiduo del periódico EL TIEMPO de circulación nacional. Teniendo tan alta tribuna, el ilustre sacerdote ha decidido exponer sus opiniones no tanto sobre bioética, de la que poco escribe, sino sobre teología, pastoral o más o menos lo que quiera. Uno de sus últimos escritos lleva un título rotundo, que tiene carácter de testamento: Confesión de Fe en Jesucristo. En su columna, el controvertido jesuita reafirma su postura en temas de los que ya se le ha oído hablar en numerosas ocasiones, incluso en el mismo periódico. También esto apunta a la idea de un sumario de su “credo,” el credo con el que, al parecer, se dispone a vivir su último trecho sobre esta tierra. De hecho, esa columna en particular quiere promover un libro, no de bioética sino de fe católica en general, o sea, de lo que Llano estima que es una fe “crítica.” Su libro de hecho se llama Confesión de fe crítica.
La distinción clave para él es entre la fe de carbonero y la fe crítica, que marcan las dos partes de su obra. Según él, la primera “no presenta ningún problema,” mientras que la segunda aborda temas “candentes.” Tan candentes como la resurrección de Cristo y la virginidad física perpetua de María, la Madre del Señor. Para entrar en aguas que tiene razón para presentir turbulentas, el autor aclara casi de entrada:
La obra fue revisada por dos teólogos, profesores de la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana, quienes, después de detenido análisis del texto y charlas con el autor, garantizan que no contiene errores en la fe y que todo lo que allí se dice es defendible hoy día en la Iglesia Católica y puede ayudar a todo católico, abierto al cambio, a crecer en el conocimiento y amor de Jesucristo, y a continuar firme y estable en la Iglesia Católica. El superior religioso le dio su aprobación.
Con mucho, esa es la parte que me resulta más dolorosa. Pero no entremos en mis dolores. No tan pronto.

Cuando los británicos protestantes empezaron a tomar posesión por la fuerza de los templos católicos en Irlanda hubo un enfrentamiento cultural y civil, por supuesto, pero también la confrontación de dos modos de ser iglesia. Tal vez la mejor manera de percibir la diferencia es preguntarse qué clase de diálogo pudo darse en tales circunstancias, a principios del siglo XVII. La respuesta puede ayudar a entender por qué existe una Latinoamérica católica, por qué Polonia es baluarte del catolicismo en Europa Occidental, y por qué el avance teológico no suele ir a la par con el avance misionero.
Internet está lleno de metáforas que trasladan del mundo real al ciberespacio las referencias básicas de nuestro ser corpóreo. Hablamos de un “sitio” web, que tiene una “dirección” a la que uno llega como “internauta.” El programa que permite que estas palabras mismas aparezcan en la pantalla del ordenador suele llamársele “navegador,” ya se trate de Internet Explorer, Firefox, Safari, Opera o de algún otro.
Me unen lazos de amistad con la Compañía de Jesús: una amistad que permite ver de cerca muchas de las grandezas y bajezas de la Orden fundada por san Ignacio. Para mí es claro que una proporción escandalosa de ellos han desertado de la fe católica con el agravante de no decirlo sino de presentarse como reintérpretes de la fe o incluso como misioneros de un mensaje supuestamente más cercano al “núcleo” del Evangelio o de la vida de Jesucristo. Es claro también que la obediencia al Papa, en el caso de muchos de ellos, es ficticia, nominal o únicamente entendida en términos de “servir” al Papa diciéndole qué tiene que hacer y decir, para luego criticarlo sin piedad ni justicia cuando no piensa o actúa como ellos quisieran. El cuadro, pues, es sombrío, desesperanzador e incluso misterioso, porque yo, lo mismo que algún otro amigo que escribió recientemente, me pregunto cómo logran sobrevivir los jesuitas católicos viendo que lo poco o mucho que ellos logran hacer es anegado por la babaza herética de sus cohermanos.
El 14 de Noviembre pasado se cumplieron 100 años del nacimiento de Pedro Arrupe (+ 5 de febrero de 1991). La fecha no ha pasado inadvertida. Lo que se diga a estas alturas tendrá de hecho un impacto notable en la próxima Congregación General, es decir, el órgano máximo de gobierno de la Compañía de Jesús, que tendrá entre sus tareas elegir al próximo General.
Irlanda tiene entre las glorias de su fe católica ser el hogar que vio nacer a la Legión de María, una organización de laicos que se adelantó en muchos aspectos al Concilio Vaticano II. Yo mismo he recibido inmenso bien de su apoyo y del espacio que me han brindado para predicar el Evangelio aquí en Dublín de dos maneras: en retiros anuales de un día y en reflexiones mensuales que ofrezco como director espiritual de una de las Curias, la de Bethlehem.