Lo que YA están viviendo algunos papás y mamás en Estados Unidos

Esto me escribe una mamá llena de dolor y preocupación: es un buen ejemplo de por qué decimos que #VanPorTusHijos:

Es muy difícil encontrar una buena escuela aquí en ***, todo lo que usted comenta en sus pláticas está pasando aquí. Ya he cambiado a mis hijos en tres ocasiones: la primera por acoso por parte de un compañero que amenazaba a mi hijo con matarse si él no le correspondía, le mandaba mensajes de texto diciendo que estaba enamorado de mi hijo, cuando mi hijo le dijo que no, que a él gustaban las niñas y sólo lo podía querer como amigo, este empezó a ofenderlo diciéndole homófobo, etc.

La segunda vez en una escuela de buena educación académica pero principios horribles: mis hijos veían todo el día actos horribles de lesbianismo y homosexualidad; mi hijo me dice: mamá aquí todas son lesbianas y gays; en el salón de mi hijo había tres niños que no eran así.

La escuela no les dice nada por que la demandan, el año pasado ya los habían demandado por no tener baños transgénero.

Incluso uno de mis hijos tuvo otro compañero que llevaba una pistola y vendía droga, mi hijo de 14 años me dijo: “Mamá, allá hacen muchas cosas malas las mujeres se besan entre ellas y los hombres también, Dios está muy triste por todo eso, eso no está bien.”

Yo lo reporté a la escuela pero mi hijo tenía miedo que tomaran represarías por acusarlos. La escuela tomó precauciones acerca de la pistola y de las drogas pero de los comportamientos LGTB no hacen nada para que no los demanden.

Me dijo mi hijo mayor: “Mamá, sácanos de aquí; es asqueroso y desagradable ver todo eso no vayas a meter a mi hermanita aquí, porque si no la van a hacer lesbiana y en el salón del otro hijo todos son gays o lesbianas.

Y los tuve que cambiar otra vez.

Declaración de Madrid – Congreso sobre sexo y género

“La llamada ‘perspectiva de género’, inicialmente introducida en agendas internacionales para alcanzar y garantizar la igualdad de oportunidades y derechos entre mujeres y hombres, se ha convertido hoy en una auténtica ‘ideología de género’, con objetivos diferentes y peligrosos para la democracia. Esta ideología llega a utilizar, en numerosas ocasiones, una violencia que convierte lo que podría ser una causa justa en mentira…”

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Ni las hormonas ni la cirugía cambian el sexo

“En el marco del I Congreso Internacional sobre Género, Sexo y Educación, diversos expertos se reunieron en Madrid, España, para desmentir los postulados de la ideología de género. Entre ellos figuraban el politólogo argentino Agustín Laje, el ex transexual Walt Heyer y la pediatra Michelle Cretella, presidenta del Colegio Americano de Pediatras…”

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Homosexualidad y vocación al sacerdocio

Una persona, que por supuesto desea permanecer completamente anónima, me escribe comentando tres hechos: (1) Reconoce en sí mismo una fuerte tendencia homosexual, y no cree que sea algo pasajero sino profundo y permanente. (2) No desea llevar una vida sexual activa con ningún hombre y comprende que hay algo moralmente incorrecto en la intimidad entre personas del mismo sexo. (3) Considera que quizás está llamado a ser sacerdote y ha encontrado incluso un obispo que, sabiendo su situación, ve en él un posible candidato. * La pregunta es si yo le recomiendo que siga con su proyecto vocacional.

* * *

La recomendación es: no aconsejo seguir en ese proyecto, como lo llamas.

La vida de celibato en castidad cuando hay una clara tendencia homosexual no es fácil, y su modo de dificultad no es siempre fácil de entender tampoco. Mucha gente en nuestra cultura cree que la tendencia homosexual es algo así como: “A este le gustan las mujeres, y a este otro, los hombres” Como si se tratara de “A este le gusta el helado de fresas y a este otro el de ron con uvas pasas” La experiencia muestra que no es así. Y por eso alcanzar la serenidad y sano dominio de sí mismo no es igual para el heterosexual y para el homosexual.

Mi experiencia en trato cercano con personas de tendencia homosexual, sean varones o mujeres, es que la persona tiene que invertir mucho de su energía interior para ser fiel al Señor. Porque no es solo vigilar el deseo sino cuestionar al deseo mismo. Si la persona no cuestiona el deseo, en efecto, se enfrenta a otra tensión, que puede ser muy violenta: “¿Y por qué no se me permite ser feliz y realizarme como yo quiero, puesto que no le hago mal a nadie?”

El esfuerzo, doble o triple, de vigilar el deseo y a la vez cuestionar el deseo hace que la persona con tendencia homosexual concentre una gran parte de sus recursos emocionales y espirituales en cuidar su propio corazón. Si esto se hace por amor a Dios y al prójimo es un ejercicio santo, y un camino de verdadero crecimiento en Dios. Como todo bautizado, también esta persona está llamada a la santidad, y su esfuerzo interior, muchas veces heroico y silencioso, si está cargado de amor a Dios y a los hermanos, es muy meritorio.

Pero a la vez, ese esfuerzo muestra por qué resulta extremadamente imprudente sugerir un servicio sacerdotal a quien tiene tendencia homosexual. El ministerio tiene su propia carga, a veces increíblemente dura, de exigencia emocional. Las personas que vienen a nosotros los sacerdotes suelen estar en condiciones de carencia afectiva, vulnerabilidad emocional, dependencia profunda, desorientación grave. Buscan refugio, guía, sanación, y si creen de verdad en el ministerio, a veces depositan una inmensa confianza en nosotros. Todo ello puede hacer muy difícil guardar la perfecta medida cuando se trata de alguien podría despertar deseo en uno. Pero, como hemos visto, ese combate es varias veces más intenso en aquellos que gustan de personas del mismo sexo.

Para mayor gravedad: suele suceder que las personas que buscan al sacerdote no lo buscan una vez sino muchas, y que ello suele generar relaciones estables que se espera que sean sanas, limpias, dentro de un marco de amistad en Cristo. Cuando el gusto está de por medio, esa permanencia hace que cada nuevo encuentro acentúe las cosas, elevándolas a nuevos niveles. Es simplemente imprudente imaginar que la exposición continuada a un combate así no va a producir daño. Muy al contrario, los datos de la historia reciente nos muestran que más del 80% de los abusos de sacerdotes suceden con personas del mismo sexo. Esa estadística se refiere a casos con menores de edad pero uno ve que las cosas no son distintas si se trata de mayores de edad, excepto que las denuncias son menores en cantidad y prosperan menos.

Hay otros dos agravantes que he visto que desaconsejan completamente que una persona con tendencia homosexual busque el sacerdocio.

Primero, las relaciones homosexuales son de suyo estériles. Esto no es algo menor. La esterilidad crea una sensación, muchas veces inconsciente, de “blindaje” es decir: una certeza de que ninguna consecuencia visible podrá salir de la relación, y que por tanto: todo será disfrutar sensualmente y encontrar la deseada compañía. A su vez, esto produce un sobre-centramiento en el aspecto físico y corporal, y unos sentimientos intensísimos de posesividad, que fácilmente degeneran en celos, y que se adueñan de la mente de las personas de una forma impresionante. Por supuesto, hay celos también en relaciones heterosexuales, pero repito: la intensidad y modo de la relación homosexual hacen mucho más frecuente y profundo el tema de la posesión y la exclusividad. Pensemos lo que esto implica para una persona consagrada. Yo lo he visto. Yo he visto el daño que causa. He visto personas dispuestas a todo, literalmente a todo, por asegurar su amante, o por vengarse de quien les ha abandonado.

En el caso del sacerdote diocesano, la soledad de su oficio complica las cosas hasta extremos insoportables; en el caso del sacerdote de comunidad, la fuerza del deseo hacia los del mismo sexo hace su vida complicada hasta el extremo porque es como vivir en medio de un mar de posibilidades de relación afectiva–sin poder afianzar ninguna. La pastoral se vuelve compleja, en particular la pastoral con niños y jóvenes, y mientras tanto, un ruido interior, una especie de vocecita sigue sugiriendo: “Ya pronto podría llegar tu pareja perfecta…” Es necio pensar que eso no va a tener consecuencias. Repito: no son teorías. Uno lo ve. Uno lo sufre cuando la gente habla de lo que tal o cual sacerdote les ha hecho a sus hijos o conocidos.

En resumen: el camino no es la vida consagrada ni es el sacerdocio.

Una vida ordenada, llena de oración, disciplina, sanas amistades y diversas actividades buenas, incluyendo algunas de servicio al prójimo, es lo aconsejable, para aquella persona que siente una fuerte tendencia homosexual y que a la vez tiene claro que no tiene sentido poner por obra esa tendencia ni tiene sentido mentirse y pensar que va a ser heterosexual un día. Como ya se dijo, una vida así, vivida por amor a Dios y al prójimo, es en extremo heroica y bella. Y Dios lo sabe.

El Padre Fortea explica por qué la Iglesia no puede bendecir uniones homosexuales

“El P. José Antonio Fortea, famoso teólogo español, explicó que no hay “ninguna posibilidad” de que la Iglesia Católica pueda bendecir parejas homosexuales. En un reciente artículo titulado “La santa Palabra de Dios”, el P. Fortea recordó que “se ha planteado en Alemania la cuestión de si un sacerdote puede bendecir una unión homosexual”. Al respecto, dijo, “he estado meditando esta cuestión desde la más abierta de las mentalidades, examinando, incluso, si había algún resquicio teológico por el que esto fuera posible. Pero no veo ninguna posibilidad para hacer tal cosa lícitamente”…”

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LA GRACIA del Jueves 18 de Enero de 2018

En el camino de una amistad sincera, profunda, generosa y limpia podremos encontrar verdadera paz y verdadera unión con Dios.

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