Me gustaría las respuestas a las siguientes preguntas fundamentadas en la Biblia. Agradezco su colaboración para mi catequesis: ¿Cómo fue la concepción humana del Hijo de Dios? ¿Cómo eligió Dios a María y no a otra mujer…? ¿Fue libre María al responder a los planes que Dios tenía sobre Ella? ¿Qué significa que María es llena de gracia? — A.C.
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Son preguntas profundas, que gravitan en torno al gran misterio de la Encarnación del Señor en las entrañas de la Virgen María. Intentemos, en el Nombre del señor, abordarlas.
1. Concepción humana del Hijo de Dios. La clave de esta pregunta es la palabra “humana.” Si entendemos por concepción “humana” algo que sea como hemos sido concebidos los demás seres humanos, eso no es lo que nos enseña la Escritura ni eso es lo que creemos en nuestra fe. La concepción de Cristo no fue por relación íntima entre hombre y mujer: ese es el testimonio de la Escritura y negarlo significa simplemente rechazar lo que hemos recibido.
Nuestra fe proclama que hay hechos que superan a los principios y leyes que descubrimos en la naturaleza–y esto incluye lo propio de la concepción entre hombre y mujer. Tales hechos los solemos llamar “milagros” y la concepción de Cristo fue milagrosa en ese sentido. Si una persona no cree en milagros, esa persona no cree que Dios sea realmente Señor de la creación, o simplemente no cree en Dios. La conversación o discusión con esa persona debe entonces partir de la existencia y los atributos de Dios.
2. Elección de María, la Llena de Gracia. En toda elección, incluso puramente humana, entra una cantidad inmensa de consideraciones que no es fácil describir. ¿Quién por ejemplo podría dar las razones completas y definitivas por las que prefiere un color determinado, o un perfume específico? Cuando se trata de elegir personas, sea por agrado o por una misión particular, esas razones se hacen aún más difíciles de aclarar. Lo que sí está claro es que las voluntades de ambas partes entran en juego.
Es como una especie de danza o de espiral: hay una iniciativa de Dios, que otorga una bendición de amor a María y hay una respuesta generosa de María, que acoge, agradece y hace fecundo ese regalo del amor divino; a su vez, esta respuesta de María abre la puerta a una nueva acción y bendición de Dios, que suscita otra respuesta, que a su vez trae nuevas gracias y bendiciones. En el origen de todo este hermoso proceso místico está un primer querer de Dios, que en el fondo es tan inexplicable como todos los actos de su querer. Si nos preguntamos el por qué del amor sólo llegaremos a que el amor es respuesta de sí mismo, como dijo San Bernardo: “amor porque amo; amo por amar.”
Ahora bien, todo ese proceso tenía un propósito, un bien inmenso que no era solamente para ella: se trataba de nuestra redención. Quiero decir: Dios nos ama y espera respuesta de amor de todos nosotros, según la vocación que cada uno de nosotros tiene en su plan de salvación, pero lo que falla en nuestro caso es la lentitud y mediocridad de nuestras respuestas. Ninguno de nosotros es ni debe ser una repetición de María pero todos podemos aprender de ella y recibir de los bienes y gracias que Dios le otorgó, y que por su propio amor llegan también a nosotros en forma de una eficaz y continua intercesión.
Eso es lo que significa que ella es “llena de gracia”: que el amor de Dios hizo obra preciosa en ella, y que ella respondió a ese amor con generosidad, prontitud y perfección. Ella es llena de gracia porque esa especie de “diálogo de amor” entre ella y Dios no cesó nunca y fue cada vez más pleno y perfecto.
3. Libertad de María. Nosotros somos obra de Dios y Dios no se contradice. nuestra libertad, entendida como capacidad de desear y obrar según la la verdad que conocemos por la luz de la razón y la luz de la fe, es regalo de Dios. Y su gracia, su amor que nos visita y nos capacita, es también regalo suyo. Estos dones suyos no se contradicen sino que se complementan y fortalecen mutuamente: el llamado gratuito del amor de Dios encuentra respuesta en nuestra libertad, y nuestra libertad, al responder, se llena de mayor claridad y fuerza para mejor desear el bien que Dios le propone. Esto sucede en todos nosotros pero sucedió de un modo especial y eminente en la Santa Virgen María, de modo que ella obró con suprema y altísima libertad, escogiendo así lo que era, de modo absoluto, lo mejor para sí misma.