LA GRACIA 2022/07/19 Jesús trae una nueva forma de parentesco

La verdadera fraternidad la trae el Espíritu de Dios, es la que trae el amor nuevo de Cristo y es la que se instaura cuando testificamos y compartimos el Evangelio.

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Semillas de auténtica fraternidad

Tú no puedes tratar con falta de misericordia a nadie: y, si te parece que una persona no es digna de esa misericordia, has de pensar que tú tampoco mereces nada. -No mereces haber sido creado, ni ser cristiano, ni ser hijo de Dios, ni pertenecer a tu familia…

No descuides la práctica de la corrección fraterna, muestra clara de la virtud sobrenatural de la caridad. Cuesta; más cómodo es inhibirse; ¡más cómodo!, pero no es sobrenatural. -Y de estas omisiones darás cuenta a Dios.

La corrección fraterna, cuando debas hacerla, ha de estar llena de delicadeza -¡de caridad!- en la forma y en el fondo, pues en aquel momento eres instrumento de Dios.

Si sabes querer a los demás y difundes ese cariño -caridad de Cristo, fina, delicada- entre todos, os apoyaréis unos a otros: y el que vaya a caer se sentirá sostenido -y urgido- con esa fortaleza fraterna, para ser fiel a Dios.

Más pensamientos de San Josemaría.

De la verdadera misericordia a la auténtica fraternidad

El pecado destruye al ser humano y destruye su relación con Dios con la naturaleza y con el prójimo. Después del pecado, Dios ya no es amigo sino una amenaza al señorío del hombre. La naturaleza o es idolatrada o es destruida. Y el prójimo es visto como una herramienta, un juguete, un rival, o un satélite que debe “girar” alrededor mío para atender a mis decisiones y gustos.

Todo este daño se observa a partir del asesinato de Caín y se puede decir que mientras dura el pecado estamos en el reinado de Caín. Pero Cristo anuncia y trae la verdad del reino de Dios, reino de bondad y de justicia que restablece la comunión entre Dios y el hombre.

Con la fuerza de su amor y su misericordia, Cristo renueva el corazón de manera que ya no miremos a nuestros hermanos en función de nuestras preferencias sino como verdaderos depositarios del amor y de la dignidad que Dios les ha otorgado. Ejemplo notable de esta transformación es la que nos muestra la carta del apóstol San Pablo a Filemón.

Ejercicio de las virtudes teologales en la construcción de la fraternidad

La fraternidad propia de la vida comunitaria no brota espontáneamente. No es artificial pero debe ser construida sobre una base que va más allá de lo puramente humano. Es ahí donde uno comprende que son indispensables las virtudes teologales. La FE no consiste en imaginar, o en no ver lo que estamos viendo, en cuanto a los defectos de los demás. Lo más importante de la fe es que aprende a reconocer el paso de Dios en la vida del hermano. Todos somos historias a medio escribir. En la medida en que reconocernos lo que Dios ha hecho y está haciendo en la persona, no negamos lo que es pero descubrimos su ser como abierto a un futuro donde el Señor puede ser y quiere ser protagonista desde su amor y su gracia. La ESPERANZA no puede limitarse a los cálculos a partir de lo que ven nuestros ojos. Esperamos solamente a partir del dato básico de que cada corazón está en manos de un Dios, que es bien capaz de dar sorpresas. Por eso mismo, la CARIDAD fraterna no es asunto de compatibilidad ni mucho menos de simple simpatía: es la resolución de ayudar a construir en la dirección del plan de amor de Dios para nuestros hermanos.

La fraternidad brota de las verdaderas virtudes

La dificultad para la convivencia humana suele estar en que todos estamos más dispuestos a recibir que a dar. Cambiar esta actitud y estar dispuestos a aportar lo nuestro es siempre asumir el camino de la virtud. Necesitamos virtudes humanas, virtudes domésticas y virtudes teologales. No se excluyen ni se oponen sino que se complementan estos tipos de virtudes. En cuanto a las virtudes humanas, es importante dar su lugar a las llamadas “cardinales” porque precisamente son los ejes en torno de los cuales giran las demás. La PRUDENCIA como virtud cardinal nos exhorta a pensar, hablar y obrar del modo mejor. La necedad cansa, causa conflictos y estropea resultados. Pero la prudencia no significa pasividad, negociación por conveniencia, cobardía o deseo de complacer a toda costa. La prudencia, en cambio, nos hace capaces de observar mejor lo que viven otros alrededor nuestro, y también reconocer cuál es el impacto positivo o negativo de nuestras acciones o silencios. La prudencia nos pone en la ruta de cuál es el bien mayor, más allá de nuestros bienes inmediatos y egoístas. La prudencia, en fin, nos hace discípulos perpetuos de la verdad que siempre conserva capacidad de sorprendernos. La JUSTICIA hay que entenderla desde dos puntos fundamentales: que ante todo hay que ser justos con Dios, dándole su lugar, y que ser justos con el prójimo implica lo que leemos en Hechos de los Apóstoles: dar a cada uno según su necesidad. Surge así de todos una unidad y una armonía que son el cimiento sólido de la fraternidad verdadera.

Lugar de la fortaleza y la templanza en el camino de construcción de la fraternidad

La virtud de la FORTALEZA nos llama a emprender el camino, muchas veces arduo, de construir comunidad. En efecto, no es este un camino que se dé espontáneamente y como por sí mismo, ni tampoco le faltan los obstáculos. Necesitaremos de esta virtud para mantener el saludable equilibrio emocional, así como para resistir a las presiones del miedo o de la manipulación, incluso por parte de la propia familia. La TEMPLANZA regula nuestros apetitos y deseos tanto en los alimentos como en la afectividad y la sexualidad. La práctica de esta virtud nos lleva por un camino de discreta penitencia y abnegación que no da paso fácilmente al orgullo y que nos educa para llegar a virtudes más altas. Además, la templanza tiene que ver con salir de nuestra comodidad y carnalidad, es decir, aquella zona de confort en la que estamos a gustó pero no avanzamos.

LA GRACIA del Martes 17 de Octubre de 2017

No olvidemos apreciar a la gente que tenemos cerca y roguemos con insistencia al Señor para que nuestra intención sea cada vez más limpia y cercana a su plan y amor.

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Qué es ser cristiano, 11 de 16, Filiación y fraternidad en la Iglesia

[Serie de catequesis para las Monjas Dominicas del Monasterio de la Madre de Dios, en Baeron, Jenchen, Corea del Sur. Cada predicación fue traducida del español al coreano frase por frase, lo cual da un ritmo diferente a esta serie.]

Tema 11 de 16: Fraternidad y autoridad en la Iglesia

* Los manifestantes de la Revolución Francesa hablaban de fraternidad, pero claramente estaban abusando del término. La verdad es que no hay fraternidad sin una paternidad previa, y entre los objetivos que ellos querían no estaba proclamar la paternidad de Dios ni de nadie.

* La filiación, el ser hijos, es parte esencial de la Buena Nueva: por la acción del Espíritu Santo, que Cristo mereció para nosotros en la Cruz, hemos sido hechos partícipes de la naturaleza divina, según enseña el apóstol San Pedro.

* En consecuencia, la fraternidad en la Iglesia no es asunto de conveniencia, utilidad o simpatía sino conciencia de que mi hermano ha nacido de la misma fuente y de la misma gracia de la que yo he nacido.

Cuaresma 2012, 3 de 3, Comunidad

[Retiro de Cuaresma, 2012, para la Comunidad Hispana en Lafayette, Louisiana.]

Tema 3 de 3: Comunidad en el Amor de Cristo.

* Del carril para llevar varios pasajeros (el “car pool” de las autopistas norteamericanas) podemos aprender que sólo en comunidad es posible ir mejor, más seguro y más rápido hacia la meta. Eso se cumple en la vida de fe también.

* El apóstol san Pablo ofrece en su Carta a los Filipenses, capítulo 2, una recomendación para construir comunidad: que todos miremos a Cristo, y que de Él aprendamos la humildad, la caridad y la obediencia.

Vidas Consagradas, 5 de 12, Fraternidad

Retiro Espiritual con las Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth, del 26 al 31 de Diciembre de 2011. Tema 5: Fraternidad.

No vive la religiosa su consagración en soledad sino en comunidad. Y para ser comunidad no basta con compartir una tarea, que equivale a ser colegas, o compartir un ideario, que equivale a ser camaradas o compañeros. Hay que aprender a ser hermanos.

La Revolución Francesa habló de una “fraternidad” contradictoria, porque carece de padre común. Ese modelo de fraternidad se ha entrado en la Iglesia, y consiste en compartir entusiasmo por un proyecto o por alcanzar una meta. Ese modelo de fraternidad es una trampa para la vida religiosa porque la Hermana que se siente mal o en crisis por definición no comparte el mismo nivel de entusiasmo por los proyectos comunes, y entonces, según este modelo, su conexión de fraternidad se debilita o rompe, llevando al aislamiento. Es un círculo vicioso que puede terminar con la salida de la comunidad.

Tampoco vale hablar de “sororidad,” que equivale a convivencia de quienes se reconocen como hermanas. Una religiosa no vive con mujeres porque le gusta vivir con mujeres sino porque le gusta la Persona, el Mensaje y la Esperanza que Cristo ofrece.

Vivir en fraternidad es, en cambio, reconocer que una misma vida, una misma sangre redentora y un mismo amor del Espíritu nos hacen a unos miembros de los otros. Esto, desde el punto de vista teológico. Desde un punto de vista práctico, la vida en comunidad permite eliminar o disminuir enormemente el “ruido” del deseo, con lo cual es posible amar en libertad.

Ser, pues, hermanos, o hermanas, es un modo de ayudarnos mutuamente en el servicio a Dios y la búsqueda común de la santidad.

Comunion y Comunidad, 02 de 10

Comunion y comunidad en Cristo. Retiro espiritual en el Monasterio de las Dominicas de Lerma. Tema 2 de 10: Dos verbos fundamentales: diferenciar y excluir.

– Lo contrario de comunidad es división. Pero no toda división hace daño. Hay diferencias que enriquecen y también polarizaciones que destruyen. ¿Cómo distinguir unas de otras?

– El proceso que se ha dado a menudo es pasar de excluir a no diferenciar. Así se ha pasado del machismo a la ideología de género; o del racismo a la pretensión de que toda las razas son iguales en todo; o de las diferencias de clase al comunismo.

– Una verdadera respuesta es quitar las exclusiones injustas y afirmar las diferencias legítimas. Lo uno y lo otro lo aprendemos a la luz del plan del Creador.

– Las exclusiones injustas todas brotan del corazón humano. El botón de excluir lo tenemos todos y está siempre conectado con el motor de la afirmación idolátrica del propio yo. La única respuesta genuina es darle el lugar del trono a Cristo.