Voluntad. -Energía. -Ejemplo. -Lo que hay que hacer, se hace… Sin vacilar… Sin miramientos… Sin esto, ni Cisneros hubiera sido Cisneros; ni Teresa de Ahumada, Santa Teresa…; ni Iñigo de Loyola, San Ignacio… ¡Dios y audacia! -“Regnare Christum volumus!”
Crécete ante los obstáculos. -La gracia del Señor no te ha de faltar.
Aleja de ti esos pensamientos inútiles que, por lo menos, te hacen perder el tiempo.
No pierdas tus energías y tu tiempo, que son de Dios, apedreando los perros que te ladren en el camino.
No dejes tu trabajo para mañana.
No caigas en esa enfermedad del carácter que tiene por síntomas la falta de fijeza para todo, la ligereza en el obrar y en el decir, el atolondramiento…: la frivolidad, en una palabra. Y la frivolidad -no lo olvides- que te hace tener esos planes de cada día tan vacíos (“tan llenos de vacío”), si no reaccionas a tiempo -no mañana: ¡ahora!-, hará de tu vida un pelele muerto e inútil.
Te empeñas en ser mundano, frívolo y atolondrado porque eres cobarde. ¿Qué es, sino cobardía, ese no querer enfrentarte contigo mismo?
Voluntad. -Es una característica muy importante. No desprecies las cosas pequeñas, porque en el continuo ejercicio de negar y negarte en esas cosas -que nunca son futilidades, ni naderías- fortalecerás, virilizarás, con la gracia de Dios, tu voluntad, para ser muy señor de ti mismo, en primer lugar. Y, después, guía, jefe, ¡caudillo!…, que obligues, que empujes, que arrastres, con tu ejemplo y con tu palabra y con tu ciencia y con tu imperio.
Pretextos. -Nunca te faltarán para dejar de cumplir tus deberes. Haz tu obligación.
¿Qué… ¡no puedes hacer más!? -¿No será que… no puedes hacer menos?
Tienes ambiciones:… de saber…, de acaudillar…, de ser audaz. Bueno. Bien. -Pero… por Cristo, por Amor.
No discutáis. -De la discusión no suele salir la luz, porque la apaga el apasionamiento.