LA GRACIA del Jueves 13 de Abril de 2017

JUEVES SANTO

El mayor consuelo que tenemos mientras vamos de camino en esta tierra es la Eucaristía, porque es el único sacramento en que Cristo obra y Él mismo está presente hasta el punto de decir: Adorémosle.

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Sobre la conciencia personal y la comunión de quienes viven en adulterio

“La errada convicción de poder acceder a la Comunión eucarística por parte de un divorciado vuelto a casar, presupone normalmente que se atribuya a la conciencia personal el poder de decidir en último término, basándose en la propia convicción,sobre la existencia o no del anterior matrimonio y sobre el valor de la nueva unión. Sin embargo, dicha atribución es inadmisible. El matrimonio, en efecto, en cuanto imagen de la unión esponsal entre Cristo y su Iglesia así como núcleo basilar y factor importante en la vida de la sociedad civil, es esencialmente una realidad pública…”

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Construcción de Dios [La Comunidad en los Hechos, 9 de 20]

Los cristianos, a diferencia de muchos países que celebran la Independencia, “celebramos la dependencia a Dios” y que tenemos a Quién acudir.

En cada oración se celebra la dependencia porque comenzamos por invocar a Dios y reconocer nuestros límites. La oración es la constancia de nuestro limite y, en un sentido amplio, es nuestra comunión. La oración nos une, afianza el espíritu de comunidad y en las necesidades nos hermanamos.

La Eucaristía, máxima y suprema oración, está presente Dios de una manera suprema, sin límite, irrestricta e inigualable. Esta presencia de Dios hace que la Eucaristía sea más que una oración por ser la fuente de donde emana toda Gracia. La Iglesia acude una y otra vez a la Eucaristía para renacer.

“El temor sobrecogía a todos, y por medio de los apóstoles se realizaban muchos prodigios y señales.” (Hechos 2,43)

Surgen dos cuestiones: 1. ¿Dónde están esos prodigios y señales en nuestra época? y 2. ¿por qué la gente se atemorizaba y qué clase de temor era?

Hay que reconocer que hemos decaído mucho en la fe. Cuando la Iglesia crece, los prodigios aumentan. Cabe pensar que si no hay milagros, ni crecimiento es porque no salimos de la zona de confort. La falta de fe se ve en que solo acudimos a la oración como último recurso.

Los santos viven la presencia de Dios en todo momento y en diálogo permanente y continuo con Él. A veces no surgen más milagros porque somos duros y no creemos y no tenemos el don de Piedad. No podemos ser crédulos (creyendo cualquier cosa) ni tampoco ser incrédulos (aquellos que no creen nada). Hay un punto medio que se llama el verdadero creyente.

Necesitamos corazón de hijos para que Dios pueda seguir haciendo cosas extraordinarias. Estamos rodeados de milagros, pero necesitamos, aparte de fe, la capacidad de verlos, que consiste en decirle a Dios de corazón: “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

Sacerdote cubano se niega a suspender las Eucaristías por duelo a mandatario

“Mario Lleonart, redactor de la publicación Translating Cuba, denunció el intento de las autoridades cubanas de imponer el luto nacional por la muerte del dictador comunista Fidel Castro a las iglesias del país. En su recuento de las medidas incluyó un testimonio de un sacerdote anónimo que se enfrentó a los funcionarios y declaró que no suspendería la celebración de las Eucaristías…”

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Transubstanciación: ya no pan ni vino, sino cuerpo y sangre de Cristo

“El director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Greg Burke, al presentar el programa del viaje del papa Francisco a Suecia para conmemorar el 500º aniversario de la Reforma luterana, invitó a leer antes del viaje el documento «Luteranos y católicos: del conflicto a la comunión» (19-VI-2013), elaborado por una comisión mixta de católicos y luteranos. En el número 154 de este documento, al tratar de la Eucaristía, se hacen algunas consideraciones que conviene analizar atentamente, dada la suma importancia de la cuestión: «Tanto luteranos como católicos pueden afirmar en conjunto la presencia real de Jesucristo en la Cena del Señor: “En el sacramento de la Cena del Señor, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, está presente total y enteramente, con su cuerpo y su sangre, bajo los signos del pan y del vino” (Eucaristía 16). Esta declaración en común afirma TODOS los elementos esenciales de la fe en la presencia eucarística de Jesucristo sin adoptar la terminología conceptual de “transubstanciación”». No es verdadera la primera frase, pues, esa presencia real no se produce en la Cena luterana –vuelvo al final sobre esta gravísima cuestión–. Pero tampoco es admisible el término «todos», que he destacado, ya que la declaración citada no confiesa un elemento fundamental de la fe dogmática de la Iglesia sobre el modo de la presencia real de Cristo en la Eucaristía…”

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Oración humilde al acercarse a comulgar

¡Oh mi piadoso Señor Jesucristo! Yo pecador, sin presumir de mis méritos, sino confiando en tu bondad y misericordia, temo y vacilo al acercarme a la mesa de tu dulcísimo convite, pues tengo el cuerpo y el alma manchados por muchos pecados, y no he guardado con prudencia mis pensamientos y mi lengua.

Por eso, oh Dios bondadoso, oh tremenda Majestad, yo, que soy un miserable lleno de angustias, acudo a ti, fuente de misericordia; a ti voy para que me sanes, bajo tu protección me pongo, y confío tener como salvador a quien no me atrevería a mirar como juez.

A ti, Señor, muestro mis heridas y presento mis flaquezas. Sé que mis pecados son muchos y grandes, y me causan temor, mas espero en tu infinita misericordia. Oh Señor Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre, clavado en la cruz por los hombres: mírame con tus ojos misericordiosos, oye a quien en ti espera; Tú que eres fuente inagotable de perdón, ten piedad de mis miserias y pecados.

Salve, víctima de salvación inmolada por mí y por todos los hombres en el patíbulo de la cruz. Salve, noble y preciosa sangre, que sales de las llagas de mi Señor Jesucristo crucificado y lavas los pecados de todo el mundo.

Acuérdate, Señor, de esta criatura tuya, redimida por tu sangre. Me arrepiento de haber pecado y deseo enmendar mis errores. Aleja de mí, Padre clementísimo, todas mis iniquidades y pecados, para que, limpio de alma y cuerpo, sea digno de saborear al Santo de los santos.

Concédeme que esta santa comunión de tu cuerpo y de tu sangre, que indigno me atrevo a recibir, sea el perdón de mis pecados, la perfecta purificación de mis delitos, aleje mis malos pensamientos y regenere mis buenos afectos; conceda eficacia salvadora a las obras que a ti te agradan; y, finalmente, sea la firmísima defensa de mi cuerpo y de mi alma contra las asechanzas de mis enemigos.

Amén.

María en la Eucaristia

De diversos modos la Santísima Virgen está presente en la celebración de la Eucaristía:

Por el misterio de la Encarnación.

Como ejemplo de verdadera discípula.

Como ayuda con su intercesión.

Como modelo de la Iglesia entera.

Como llamado a nuestra esperanza.

Como primera que adora y comulga.

Como Sagrario Misionero.

Haced esto en memoria mía

* En la Eucaristía recibimos el misterio entero de Cristo, como queda bien expresado en la aclamación que propone la Santa Misa después de la consagración: “Anunciamos tu muerte (pasado); proclamamos tu resurrección (presente); ¡ven, Señor Jesús! (futuro).”

* En esta ocasión queremos ver la riqueza de la Eucaristía como “memorial” que nos permite asomarnos a lo más propio de Cristo; a aquello que es su obra cumbre y la expresión más hermosa de todo su ser: la Divina Eucaristía.

* Para comprenderlo mejor, miramos las partes de la Santa Misa, y descubrimos en ella dos grandes secciones: la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía.

* Lo propio de la proclamación de la Palabra es conectar el hoy de nuestro peregrinar en la fe con algunos momentos de la historia del pueblo de Dios; y ver luego como cada punto de esa Historia de Salvación apunta a una plenitud en Cristo; y descubrir finalmente como esa luz de Cristo llega a nosotros y se hace vida en nuestro tiempo y circunstancias.

* Luego ese Cristo, así mejor conocido y amado, se hace presente en medio de nosotros, en la Liturgia Eucarística, de modo que en la ofrenda de sí mismo al Padre, habiendo asumido nuestros dolores, amores y esperanzas, la Eucaristía es la cumbre del culto que la Iglesia puede ofrecer en esta tierra.

* Pero hay otra cumbre: el Cristo que recibimos al comulgar es el mismo Cristo que en la proclamación de la Palabra se ha mostrado como nuestro camino. Y esto es lo que hace absolutamente única a la Eucaristía, y al diferencia de toda otra religión: el mismo Jesucristo que nos ordena y manda algo para nuestra salvación, viniendo vivo a nosotros en la Sagrada Comunión, hace posible que lo realicemos en nuestra vida.

LA GRACIA del Jueves 2 de Junio de 2016

FIESTA DE JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Demos gracias a Dios por el sacerdocio inmaculado de Cristo y oremos por todos nuestros sacerdotes, hombres frágiles que el Señor ha escogido para el servicio a su pueblo.

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