* Podemos percibir mejor la obra del Espíritu cuando descubrimos en medio de qué clase de batalla nos encontramos. En Efesios 6, el apóstol Pablo nos recuerda que se trata de una batalla que no es “contra la carne y la sangre” sino contra espíritus malévolos. ¿Cómo entender esto? ¿Qué enseñanza práctica aplicar a nuestra vida?
* Según santo Tomás, el ser humano tiene condición de “horizonte,” de frontera entre lo corpóreo y lo incorpóreo, o espiritual. Es fundamentalmente por nuestro entendimiento como llegamos a participar de ese mundo que trasciende los sentidos. Nuestra mente, en efecto, está diseñada para atender y recordar patrones, estructuras, analogías y leyes.
* Ahora bien, estas “formas,” que son propias de la mente humana, son también, en cuanto formas no-corpóreas, la condición misma de existencia de los ángeles, tanto buenos como malos. En la medida en que la Providencia Divina lo permite, tales formas vivas, es decir, estos ángeles, pueden afianzar o incluso crear en nosotros patrones de pensamiento que con facilidad pasan a ser luego rectores de nuestro razonar, hablar y actuar.
* La condición de acción del Espíritu Santo es, sin embargo, mucho mejor, en cuanto el Espíritu puede acceder a las raíces más profundas de nuestro ser, y puede reemplazar y renovar nuestra mente desde lo más íntimo de nuestra intimidad. Su acción eficaz, progresiva, incapaz de ser descrita en palabras, porque es anterior a la palabra, puede ser darnos las herramientas para vencer toda “programación” que venga de ángeles contrarios a Dios.