“Ofrecemos a continuación amplios extractos de la charla que el Santo Padre dio en un clima cordial y amistoso, al clero de Roma en el Aula Pablo VI…”
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
“No sé muy bien por dónde empezar pero como el final me gusta voy a empezar por ahí. El pasado mes de octubre de 2012, dejé mi trabajo (un buen trabajo y con la crisis que hay más todavía), para ingresar de lleno en la orden de los dominicos. Esta etapa comenzó hace aproximadamente un año. Ya no resistía más esa voz interior que me decía continuamente, “¿pero qué estás haciendo, en qué estás gastando tu vida?…”, y esa era la sensación que tenía cuando cogí el coche y me fui a ver a mi amigo Chus Villarroel, padre dominico. Después de charlar con él un rato, tomando una cerveza, le solté: “¡Chus! ¿Por qué no entro en los dominicos?, tengo la sensación de que estoy desperdiciando mi vida”. Yo esperaba que me contestaría de la siguiente manera: “pero si tú estás muy bien así, tienes un buen trabajo, tienes una buena casa, tienes gente muy querida, ya eres un poco mayor para esto, no te compliques, además, ya estás muy cerca de la Iglesia y del Señor, con el grupo carismático, vas a misa, vas a retiros, etc…”. Pero no, me dijo que sí, que lo veía, que le parecía bien y que habría que hablar con el superior…”
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” Entre los cristianos el término se aplica a aquellos que se han iniciado completamente por el Bautismo y, regularmente hablando, y por la Confirmación. Estos se han comprometido a profesar la fe en Jesucristo, de quien la recibieron como un don; de ahí en adelante proclamarán su enseñanza, y vivirán de acuerdo a su Ley; de ahí surge el término tan frecuente en los documentos papales, “Christifideles”, “los fieles de Jesucristo”…”
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El Papa pidió a los jueces eclesiásticos y “rotales” «más reflexiones» sobre la falta de fe de los esposos como posible causa de nulidad del matrimonio. «No pretendo sugerir –precisó– ningún automatismo fácil entre la carencia de fe y la invalidez de la unión matrimonial, sino más bien indicar que tal carencia puede, aunque no necesariamente, herir incluso los bienes del matrimonio». Se trata de una espiral importante, que podría llevar a la reflexión sobre algunos criterios con los que se juzgan estas causas, ante el «cisma silencioso» de los divorciados que se han vuelto a casar y de tantas personas excluidas de la comunión eucarística por la «irregularidad» de su nueva relación.
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De pequeña me decían: ¿Por qué no vas a jugar en vez de hacer preguntas más grandes que tú? Pero yo quería la verdad. Quería la verdad de mi vida y en mi vida. Quería una verdad que me hiciese comprender también la verdad de todas las demás vidas. Después, cuando crecí, me dijeron que la verdad no existía o, mejor dicho, que existían tantas como hombres hay en el mundo, y que buscar la verdad era una pretensión infantil, ingenua e inútil (Susanna Tamaro).
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