Union hipostatica

Te tengo una pregunta que para mí es un chicharrón!!! que quiere decir HIPOSTATICO???? gracias!!! – Felipe G.

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“Hipostático” viene por supuesto de “hipóstasis,” que es una palabra griega que significa: “lo que está debajo, lo que subyace.”

La idea es esta: debajo de los cambios que vemos hay cosas que permanecen. Una persona puede cambiarse de vestido, maquillaje, o incluso cambiar de tall, pero sabemos que hay algo que “debajo” de todos esos cambios permanece. En español a veces usamos la palabra “sujeto” para eso. El “sujeto” de todas las acciones de Pedro Pérez es Pedro Pérez, así se cambie de vestido o de apariencia.

Usualmente la palabra hipóstasis se ha traducido al español como “persona.”

Cuando la palabra “hipóstasis” se aplica al misterio de Cristo llegamos a un terreno muy interesante. ¿Cuál es la “hipóstasis” de Cristo? ¿En él hay una o dos hipóstasis? O sea: ¿Era Cristo “uno solo” o era “dos,” puesto que vemos que hay acciones suyas tan humanas como sentir cansancio y tan divinas como perdonar pecados?

Hubo un obispo hereje, llamado Nestorio, que dijo que en Cristo había dos hipóstasis, o en palabras suyas: “Uno es el hijo de María y otro es el hijo del Dios Eterno.” Según él, estas dos personas distintas estaban íntimamente unidas. Algo así como lo que decimos de la acción del Espíritu Santo en nosotros: está el Espíritu, estoy yo, pero el Espíritu me inspira, se une a mí, obra a través mío. Algo así creía Nestorio de Cristo.

Pero la enseñanza de Nestorio fue condenada por la Iglesia. Lo que los cristianos creemos es que en Cristo hay una sola persona, y que en esa persona se da una perfectísima unión “hipostática,” de modo que aunque en él hay dos naturalezas y entonces es verdadero Dios y verdadero hombre, él no es dos, sino uno: no es dos personas, sino una sola persona.

La expresión “unión hipostática” quiere decir entonces: la unión que existe en Cristo, y solamente en Cristo, por la cual todas sus acciones parten de un solo ser personal, que de hecho es la Segunda Persona de la Trinidad, aunque en el mismo Cristo hay todo y completo lo propio de la naturaleza humana, y todo y completo lo de la naturaleza divina.

Que es la Encarnacion?

“La Encarnación es el misterio y el dogma de la Palabra hecha carne. En este sentido técnico la palabra encarnación se adoptó, durante el Siglo XIII, procedente del latín incarnatio. Los Padres latinos, desde el Siglo IV, hacen uso común de la palabra; así San Jerónimo, San Ambrosio, San Hilario, etc. El latín incarnatio (in-caro, carne) corresponde al griego sarkosis o ensarkosis, palabras que se basan en Juan (1, 14) kai ho Logos sarx egeneto, “Y el Verbo se hizo carne”…”


Sorbo de teología

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Vidas Consagradas, 8 de 12, Espiritualidad de la Encarnacion

Retiro Espiritual con las Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth, del 26 al 31 de Diciembre de 2011. Tema 8: Espiritualidad de la Encarnación.

La Encarnación de nuestro Señor Jesucristo es un evento tan completamente singular que la única comparación posible es con la creación misma. Él es, de hecho, el “primogénito” de la nueva creación.

Si en la primera creación Dios obró a partir de la nada, la nueva “nada” es María Santísima, es decir, su disponibilidad absoluta a Dios la hace transparencia de su obrar e incluso de su ser. La Encarnación ha de ser vista como una especie de creación a partir de la carne de María, a partir de su “nada.”

Pero ese obrar libre y creador de Dios “a partir de” no se puede compaginar con la idea de una especie de intimidad entre Dios y la mujer, que es lo que queda supuesto si uno mira a José como excluido del misterio de la Encarnación, o si se piensa que María aportó sus cromosomas, dejando a Dios la aportación de lo que daría el varón. Dios no viene a reemplazar al varón, sino a bendecir y consagrar el amor de una pareja, pero de un modo nuevo, que sólo puede llamarse virginal. Por eso ha de decirse que María es Madre virginal de Cristo, y José, padre virginal de Cristo.

Esta inmensa santidad tanto de José como de María no fue preservada por Dios por vía de aislamiento, separándolos del mundo miserable y pecador, sino por vía de servicio. En la humildad está el secreto para escapar de las tupidas redes del demonio.

El Verbo encarnado y la solidaridad humana

32. Dios creó al hombre no para vivir aisladamente, sino para formar sociedad. De la misma manera, Dios “ha querido santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente”. Desde el comienzo de la historia de la salvación, Dios ha elegido a los hombres no solamente en cuanto individuos, sino también a cuanto miembros de una determinada comunidad. A los que eligió Dios manifestando su propósito, denominó pueblo suyo (Ex 3,7-12), con el que además estableció un pacto en el monte Sinaí.

Esta índole comunitaria se perfecciona y se consuma en la obra de Jesucristo. El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social humana. Asistió a las bodas de Caná, bajó a la casa de Zaqueo, comió con publicanos y pecadores. Reveló el amor del Padre y la excelsa vocación del hombre evocando las relaciones más comunes de la vida social y sirviéndose del lenguaje y de las imágenes de la vida diaria corriente. Sometiéndose voluntariamente a las leyes de su patria, santificó los vínculos humanos, sobre todo los de la familia, fuente de la vida social. Eligió la vida propia de un trabajador de su tiempo y de su tierra.

En su predicación mandó claramente a los hijos de Dios que se trataran como hermanos. Pidió en su oración que todos sus discípulos fuesen uno. Más todavía, se ofreció hasta la muerte por todos, como Redentor de todos. Nadie tiene mayor amor que este de dar uno la vida por sus amigos (Io 15,13). Y ordenó a los Apóstoles predicar a todas las gentes la nueva angélica, para que la humanidad se hiciera familia de Dios, en la que la plenitud de la ley sea el amor.

Primogénito entre muchos hermanos, constituye, con el don de su Espíritu, una nueva comunidad fraterna entre todos los que con fe y caridad le reciben después de su muerte y resurrección, esto es, en su Cuerpo, que es la Iglesia, en la que todos, miembros los unos de los otros, deben ayudarse mutuamente según la variedad de dones que se les hayan conferido.

Esta solidaridad debe aumentarse siempre hasta aquel día en que llegue su consumación y en que los hombres, salvador por la gracia, como familia amada de Dios y de Cristo hermano, darán a Dios gloria perfecta.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 32]