¿Cuándo empieza y cuándo termina la cuaresma?

Buenos dias Fray Nelson. Pregunta de curiosidad cristiana: ¿Cual es la fecha correcta cuando termina la CUARESMA? Hago la pregunta porque he oido varias opiniones a varios sacerdotes. — O.C.N.

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No es extraño que hayas oído varias opiniones porque de hecho son varios los pareceres. Los tres principales sobre cómo se cuentan los 40 días son estos:

1. La cuaresma termina cuando empieza el Triduo Pascual. La cuenta sería desde el Primer Domingo de Cuaresma hasta el Jueves Santo. Los primeros días, de la semana “de ceniza” serían como una preparación inicial.

2. Según la más venerable tradición, el domingo SIEMPRE celebra la resurrección del Señor, y por eso nunca se ayuna en domingo. Sin los domingos, y empezando el Miércoles de Ceniza, la cuaresma termina el Sábado Santo con la Vigilia Pascual.

3. Con los domingos, si la cuaresma empieza el Miércoles de Ceniza, entonces termina el Domingo de Ramos, cuando ya empieza la Semana Santa.

Teniendo en cuenta las más antiguas tradiciones, que se remontan al siglo IV, y cómo el ayuno más antiguo del cristianismo era el que preparaba la Vigilia Pascual, parece que la opinión más respetable es la número 2: la Cuaresma empieza el Miércoles de Ceniza, no incluye propiamente los domingos (aunque se llaman “domingos de cuaresma”), y termina el Sábado Santo con la Vigilia Pascual.

Bendita Cuaresma

Solo Dios sabe cuánto bien acontece en cada Cuaresma. Como sacerdote puedo y debo dar testimonio de cómo en este tiempo se multiplican los sanos “desafíos” que nos invitan durante cuarenta días a no estancarnos en la comodidad y la mediocridad.

Y testigo soy de cómo aumentan las confesiones y cómo es verdad que mucha gente que no se acercaba se acerca al Señor.

Y he visto corazones que se abren al amor de Dios, y jóvenes que quieren participar en misiones, y religiosas ofreciendo espacios nuevos de predicación, de oración y de evangelización.

Y me ha alegrado ver cómo crecen año por año las campañas de 40 Días por la Vida, porque, aunque parezca increíble, sí hay personas que son capaces de ofrecerse para orar, aguantar inclemencias e insultos, vencer el cansancio y el sueño, solo por manifestar con su presencia que la vida humana, toda vida humana, es digna de ser defendida.

Y he visto que la adoración al Santísimo aumenta, y en el silencio de esas capillas benditas Dios cambia corazones.

¡Bendito sea Dios por la Cuaresma!

¿Desde cuándo existe la cuaresma?

Disculpe la confianza, padre Nelson, a mi hija le pusieron una tarea en el colegio sobre la cuaresma, y una de las preguntas tiene que ver con la historia o desde cuándo se celebra. ¿Me puede ayudar, nos puede ayudar, y perdone la confianza? –M.J.H.

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Una página web muy recomendada, www.primeroscristianos.com trae esta exposición, que considero suficientemente completa:

Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.

La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.

A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.

En el siglo IV se consolida la estructura cuaresmal de cuarenta días.

De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.

El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o cuaresma.

Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los miércoles y viernes.

Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.

Maravillosa carta de Monseñor José Ignacio Munilla

DIOS EXISTE Y NO ERES TÚ, ¡RELÁJATE!

En el mes de enero estaba haciendo mis ejercicios espirituales anuales, cuando una expresión que nos dirigió el predicador me llegó al alma de una forma especial: «Dios existe y no eres tú; ¡relájate!»… Acaso aquellas incisivas palabras nos puedan ayudar a todos a acoger la llamada a la conversión que Jesús de Nazaret realizó al comienzo de su vida pública, y que la Iglesia reitera al inicio de la Cuaresma: «Convertíos y creed en el Evangelio».

Estamos ante una invitación a descubrir a Dios como el sentido último de cuanto existe y acontece. No se trata de creer en Dios al modo de una convicción teorética, sino de comprender que la existencia de Dios funda el sentido de la totalidad de la vida. El caso del beato Carlos de Foucauld (S. XIX-XX) es significativo para entender lo que quiero expresar. En un primer momento, él vive de espaldas a Dios; posteriormente comienza a orar diciendo: «Dios mío, si existes, haz que yo te conozca»; para terminar concluyendo: «Desde que me enteré de que Dios existe, mi vida ya no tiene sentido sin Él».

Es importante tener en cuenta que, además del ‘ateísmo teórico’, que niega la existencia de Dios, existe también un ‘ateísmo práctico’, propio de quien vive la vida sin ninguna coherencia con la fe que profesa; es decir, como si Dios no existiera. Estos ateos prácticos no se han percatado de que, puesto que Dios existe y es creador y señor de todas las cosas, está presente y actúa en el mundo, en nuestras vidas, en sus vidas… En realidad, la frontera entre la creencia y la increencia no es abstracta, sino existencial. Lo determinante no es creer que Dios existe, sino que yo existo para Dios, y que soy su hijo amado, irreemplazable para Él.

Ocurre que la ausencia de fe en Dios (sea en la forma de ateísmo teórico o práctico) genera un gran cansancio. Es un hecho que el hombre moderno se siente muy cansado, incluso agotado (aunque en realidad no es un cansancio proporcional a su trabajo). Existe un cansancio existencial, que es la consecuencia de no haber encontrado sentido a la vida. Es lo que los clásicos designaban como la ‘acedia’. ¡Es agotador pretender ser dioses! Es extenuante pretender tener el control último sobre nuestra propia vida, olvidando la existencia de una providencia que nos cuida y nos conduce. La falta de un sentido último de la vida se traduce en una dispersión agotadora, provocada por la falta de unidad interior. Quizás sea por esto, por lo que Jesús nos hizo aquella inolvidable invitación en el Evangelio: «Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11, 28).

Se trata de que nos percatemos de que solo Dios es Dios, y de que nosotros no lo somos. Y si nosotros no somos Dios, el resto de las cosas por las que tanto nos preocupamos, tampoco lo son. Una grandísima parte de nuestros sufrimientos, preocupaciones y agobios nacen de haber puesto nuestro ego en el centro del universo. La confianza en Dios es fuente de paz, mientras que la desconfianza es estresante.

Pues bien, llegados a este punto, podemos concluir que en la llamada de Cristo a la conversión, se conjugan, como una sola, dos invitaciones: adoración y abnegación; es decir, poner a Dios en el centro, y relativizarnos a nosotros mismos. Como dice Éloi Leclerc: «Si aprendiésemos a adorar, atravesaríamos la vida con la tranquilidad de los grandes ríos».

Ahora bien, la adoración no consiste solamente en acudir a una capilla de adoración perpetua, sino en tomarse en serio la abnegación interior que se requiere para que Dios sea realmente el centro de nuestra vida. Abnegarse no es otra cosa que arrinconar nuestro amor propio y educar nuestra sensibilidad en la santa indiferencia ignaciana.

Me permito concluir esta Carta cuaresmal con una propuesta práctica sobre cómo ejercitarnos en esa purificación interior, tan íntimamente ligada a la adoración. La tradición cristiana ha propuesto en el inicio de la Cuaresma la tríada: oración, ayuno y limosna. La abnegación más agradable a Dios, será sin duda aquella que más nos ayude a ser libres para la adoración y el ejercicio de la caridad.

Pues bien, ¿no sería, tal vez, especialmente adecuada para esta Cuaresma la abnegación referida al buen uso de la tecnología? ¿Cuántas personas sufren al sentirse atrapadas por la adicción al juego online de las casas de apuestas, a la pornografía en Internet, o al simple uso compulsivo de los teléfonos móviles; hasta el punto de alterar gravemente sus relaciones personales? Necesitamos recuperar nuestra libertad para poder adorar a Dios y para poder servir al prójimo.

Es un hecho que las nuevas tecnologías de la comunicación son un buen siervo, pero un malísimo señor. La herida narcisista que llevamos dentro de nosotros es explotada de forma cruel desde las adicciones tecnológicas, haciendo de nosotros unos esclavos postmodernos fácilmente manipulables. No en vano, la dictadura más consolidada es aquella que consigue que los esclavos sientan placer en serlo.

Pero volvamos a la tesis de partida: la Cuaresma es una oportunidad inmejorable para redescubrir la llamada que nos hace Jesucristo: «Convertíos y creed en el Evangelio»; es decir, «Dios existe y no soy yo». Estamos llamados a vivir en la confianza en Dios (« ¡relájate!»), pero no al modo narcotizante de la Nueva Era, sino fundados en la tríada cuaresmal: adoración, abnegación y ejercicio de la misericordia.

LA GRACIA del Domingo 10 de Marzo de 2019

DOMINGO I DE CUARESMA, CICLO C

Fortaleciendo nuestra fe podemos tener victoria sobre las tentaciones, recordando lo que Dios ha hecho por nosotros y dando testimonio en lo que creemos.

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LA GRACIA del Miércoles 6 de Marzo de 2019

MIÉRCOLES DE CENIZA

Al iniciar la Cuaresma el signo de la cruz en nuestra frente nos pregunta ¿Qué de lo que estás viviendo, buscando, lo que es tan importante para ti realmente vale la pena?.

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Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2019

“La Santa Sede difundió este martes 26 de febrero el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de este 2019 titulado “La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios”, en el que hace un llamado a la conversión mediante el ayuno, la oración y la limosna…”

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La palabra necesaria

La novedad del Evangelio, ¿cuál es?

De manera sorprendente una gran cantidad de cristianos no podrían responder a esta pregunta. De hecho, un buen número ni siquiera se lo ha planteado y por eso no es de maravillarse que vean su propia fe como un camino idéntico a cualquier otro cuando se trata de creencias y religiones.

Una razón por la que la pregunta ni siquiera se plantea está en el hecho de la enorme presión que hay sobre la Iglesia para lograr la “existencia” o “supervivencia” social. Fruto colateral del Concilio Vaticano II fue la mentalidad de que la Iglesia debía correr, y correr bastante, para que no la dejara “el Tren de la Historia.” Fue ese el modo prevalente de entender la expresión “aggiornamento” que en la mente del Papa San Juan XXIII significaba adecuación en los medios para difundir el Evangelio pero no cambio alguno en su sustancia ni en sus exigencias. La palabra, tan querida por él, fue “secuestrada” por el ala progresista y muy pronto empezó a significar: “el mundo nos ha abandonado; somos irrelevantes; algo tenemos que hacer para lograr significancia en las nuevas coordenadas sociales.”

Así surgió la idea, o más bien, la tendencia a buscar “relevancia” a toda costa. Uno se asombra de ver cuántas cosas pasan en la Iglesia sobre el presupuesto de “seamos relevantes.” Ya se trate de reventar la liturgia para que pueda conectar con las emociones del hombre moderno, o ya se trate de experimentar con sacerdotes y religiosas en el mundo de la farándula, uno puede ver esa prisa, esa urgencia, de no ser descartados, de no quedarse atrás, de no perder el ritmo del mundo.

Por supuesto, el problema está en que, una vez acordado que el mundo va delante y la Iglesia detrás, será siempre el mundo el que determine los temas, los énfasis e incluso el contenido del Evangelio que está dispuesto a aceptar. Hoy por ejemplo, el mundo acepta con gusto temas de justicia social, ecología, fraternidad universal y espiritualidad neutra, entendida esta simplemente como una pausa en el materialismo. Si la Iglesia no quiere ser rechazada por ese mundo entonces hablará solo de esos temas, y dejará sin perturbación lo que parece discutible en el dogma, como por ejemplo, los novísimos, o lo que es incómodo para el hedonismo individualista actual, como por ejemplo, la defensa de la vida o del matrimonio según el designio de Dios.

La palabra que resulta proscrita en este modo, esencialmente modernista, de ver las cosas es la conversión. En la mentalidad del mundo no cabe que alguien desee o trabaje por la conversión de otros. Tal cosa es vista como un atentado a la libertad y autodeterminación de la persona, que hoy es vista como una especie de absoluto metafísico intocable. Además, y siempre según la misma mentalidad igualitaria tan propia del Modernismo, pretender la conversión de otros implica que hay verdades objetivas, y que no todo da lo mismo. El mundo no está dispuesto a tragar eso de que alguien puede tener la verdad. El dogma prevalente en nuestra cultura es que la verdad es una construcción comunitaria y por eso nadie puede esperar que otro cambie, y si lo pretende, es reo de fundamentalismo, mentalidad inquisitorial y muy posiblemente, sarna mental en avanzado estado.

Llegamos así a una multitud de evangelizadores que no quieren serlo; predicadores que solo quieren “caer bien;” pastores paralizados de miedo con solo pensar que alguien se incomode; actividades pastorales evaluadas puramente en términos de número de selfies e impacto en redes sociales… Pero, ¿un llamado claro, fuerte, cargado de amor y celo por la gloria divina? Escaso, muy escaso.

A las puertas de la cuaresma conviene recordar, subrayar, con humildad pero con absoluta claridad, el llamado de Jesucristo a la conversión.

Así como se oye: dejar el pecado, a través de una buena confesión; emprender la ruta de una vida sellada por la fe, la esperanza y el amor; abrazar el misterio solemne de la Cruz; hacer penitencia por los pecados propios y los del mundo entero; orar con perseverancia y total confianza; dar testimonio, cada vez más pleno, de la gracia recibida con nuestra vida y nuestras palabras, para que también otros tengan la bendita experiencia de la CONVERSIÓN.

https://www.youtube.com/watch?v=7–tvzwXuhI

LA GRACIA del Domingo 18 de Marzo de 2018

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B

Avancemos en este tramo final de la Cuaresma sabiendo que lo que alcanzamos a entender es demasiado pequeño en comparación con las promesas que Dios nos tiene en la pascua.

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LA GRACIA del Jueves 8 de Marzo de 2018

Nos volvemos resistentes a las llamadas del Señor porque no escuchamos a sus enviados sino a quienes comparten nuestras ideas y porque no hay sinceridad en nosotros.

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LA GRACIA del Lunes 5 de Marzo de 2018

Nos liberamos de nuestra “lepra” a través de las enseñanzas de los santos que nos iluminan, avivando el don de la fe, caminando en humildad y en obediencia a Dios.

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LA GRACIA del Martes 20 de Febrero de 2018

Cuando la Tierra imita a la Tierra cae en ideología, cuando la Tierra se levanta a través del corazón de Jesucristo hacía el cielo, se libera de ideologías y encuentra el plan de Dios.

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Cuaresma, tiempo de penitencia

Una de las dimensiones de la Cuaresma es la penitencia. De seguro, una palabra que suena a inquisición, oscurantismo, Edad Media, a muchas personas. Y sin embargo, una palabra que no pierde actualidad.

PENITENCIA es descubrir que aquello que hicieron nuestros padres cuando nos educaron, cada vez que nos dijeron: NO, fue un bien para nosotros. Hacer penitencia es poner un límite real a nuestras codicias, gustos, mediocridad, autojustificación…

PENITENCIA es retorno a lo esencial. ¿De cuántas cosas y malas costumbres se ha ido recargando nuestra vida? ¿Cómo es que la gente busca un “detox” para su cuerpo pero sigue cargando el fardo de incontables caprichos, egoísmos y malos hábitos?

PENITENCIA es gimnasio para el alma. ¿Cómo está eso de que entrenamos nuestros brazos y piernas, y queremos cuerpos bellos mientras nuestros corazones dan lástima o indignación por su desnutrición y fea figura?

PENITENCIA es fortaleza. Bien entendida y practicada, la penitencia hace fuerte la voluntad, ¿y qué es más necesario para vencer al pecado y para ser fieles a las inspiraciones de la gracia divina, que esa clase de fortaleza?