Escuela de Vida Interior, Tema 22: Dios Creador
* Muchos asocian la enseñanza sobre la creación con el dato científico del “Big Bang,” que establece que el universo visible, tal como lo conocemos, proviene de una colosal explosión sucedida algo más de 13.500 millones de años. Pero, ¿es eso lo que enseña la Biblia? ¿Es la enseñanza sobre la creación un simple dato cosmológico que pueda demostrarse o negarse sobre la base objetiva del conocimiento que da la ciencia?
* La verdad es que el pueblo de Dios llegó a la fe en el Dios Creador por un camino muy distinto. Se puede decir que fue un camino “experiencial,” en el sentido de que ellos experimentaron su “nada” y en ella descubrieron que Dios está más allá de todo lo que existe y a la vez es sustento de todo lo que existe. El contexto para este descubrimiento fue, con gran probabilidad, el tiempo del destierro a Babilonia.
* Y para entender qué significó para los hebreos el destierro conviene hacer la comparación con el tiempo en que fueron liberados de la esclavitud en Egipto. En el libro del Éxodo se explica bien cómo el faraón egipcio pretendía actuar como dueño de vidas humanas, es decir, pretendía asumir el lugar de un “dios” que dispone quién tiene derecho a crecer, y quién puede multiplicarse. La victoria de YHWH sobre faraón no es sólo una prueba de fuerza sino sobre todo una demostración de quién es el verdadero Dios. Esto sucedió en el siglo XIII antes de Cristo.
* Unos siete siglos después, un general caldeo, Nabucodonosor, se burla con arrogancia de todo lo que es sagrado para los hebreos: profana, saquea y destruye el templo; asesina a los hijos del rey judío, Sedecías, y luego lo deja ciego y lo lleva como esclavo a Babilonia. La multitud de exiliados experimenta de modo espantoso la humillación, o podemos decir: el sabor de la muerte y la aniquilación. En contraste con lo que se narra en el Éxodo, esta vez parece que los dioses caldeos han sido más poderosos. Parece que YHWH es falso o no existe. Las contradicciones y preguntas quemantes se amontonan en la mente atribulada de ese grupo de desterrados.
* Para que sea mayor su dolor, los judíos saben para qué los han llevado a Babilonia: ellos son un pueblo, entre muchos otros, y su tarea es trabajar como esclavos en la edificación y embellecimiento de Babilonia. La confusión de lenguas no oculta el hecho de que los caldeos quieren levantar su ciudad hasta los cielos. Se supone que todos, incluidos aquellos judíos, deben servir a esa meta que parece la expresión más pura del orgullo y la idolatría. En el colmo de la humillación, los caldeos tratan las oraciones y cánticos de los judíos como si fueran materia de entretenimiento: “¡Cantadnos un cantar de Sión!”
* Desde su nada, los judíos se atreven a preguntarse qué ha sucedido para que lleguen a tal calamidad. Y dan varios pasos:
(1) Se dan cuenta que son pecadores. No se puede echar la culpa a nadie de fuera: el pueblo mismo debe reconocer que ha sido infiel, y que pecar tiene consecuencias. ya lo advirtieron los profetas, desde Amós, especialmente.
(2) Pero Dios no los ha extinguido. ¿Por qué? Si es verdad que nada merecen, sino muerte, cual ha sucedido a otros pueblos, y también a las Diez Tribus del Norte, que se llamaron “Israel,” ¿por qué ha sobrevivido el Reino del Sur, que se llamó “Judá”? La única explicación es el amor: ni siquiera la violencia y la arrogancia de los caldeos ha podido destruir el amor de Dios. Después de todo, parece que hay algo que es mayor y más fuerte que los horrendos dioses caldeos.
(3) Además, el odio y la violencia no son verdadera victoria. El pueblo que hoy oprime mañana será oprimido. A todo astuto le sale otro astuto peor, y cada violento debe esperar la hora de caer a manos de otro violento. El único triunfo es el del amor que permanece, es decir, el triunfo de la misericordia y la fidelidad, y ese es el triunfo del Dios verdadero. Lo demás es vanidad; es confusión, y se disuelve en el caos y en la nada.
* Dios aparece así como “el Dios de los comienzos,” el Dios que abre caminos insospechados; el Dios que, a partir de la nada, y sin pedir consejo ni ayuda a ningún otro, realiza su voluntad con poder, bondad y sabiduría. Sólo es Señor de todos, y su señorío es real y verdadero, en contraste con las vanas seguridades de los ídolos. Dios es Creador, y su actuar no se puede comparar con la de nadie porque a todos supera, y todos le son deudores.
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