III-E. La fe verdadera da fruto de buenas obras

129. Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe si no tiene obras? (St 2,14)

130. Muchos hombres se dicen piadosos; pero un hombre fiel, ¿quién lo encontrará? (Pr 20,6)

131. Lo que tengáis que hacer hacedlo de corazón, como sirviendo al Señor y no a los hombres; convencidos de que de el Señor recibiréis como recompensa la herencia. (Col 3,23-24)

III-D. El ejercicio continuo de la fe

125. Fe es la constancia de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve. (Hb 11,1)

126. Y mientras vivo en carne mortal, vivo de fe en el hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. (Ga 2,20)

127. Por la fe en Cristo Jesús todos sois hijos de Dios. Los que os habéis bautizado consagrándoos a Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no se distingue judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, pues con Cristo Jesús todos sois uno. Y si vosotros pertenecéis a Cristo, sois descendencia de Abrahán, herederos de la promesa. (Ga 3,26-29)

128. Mientras tenéis luz, creed en la luz para estar iluminados. (Jn 12,36)

III-C. Una vida ungida por el poder del Espiritu Santo

121. Existen carismas diversos, pero un mismo Espítiru; existen ministerios diversos, pero un mismo Señor; existen actividades diversas, pero un mismo Dios que ejecuta todo en todos. A cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien común. (1 Cor 12,4-7)

122. ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? (1 Cor 3,16)

123. El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio propio. (Ga 5,22-23)

124. Jesús le contestó: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y te daría agua viva. (Jn 4,10)

III-B. Pureza, interior y exterior

116. Por encima de todo cuidado, guarda tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida. (Pr 4,23)

117. Esta es la voluntad de Dios: que seáis santos. Que os abstengáis de la fornicación; que cada uno sepa usar de su cuerpo con respeto sagrado, no por pura pasión, como los paganos que no conocen a Dios; que en este asunto, nadie ofenda o perjudique a su hermano, porque el Señor castiga tales ofensas, como os lo tenemos dicho e inculcado. Dios no os ha llamado a la impureza, sino a la santificación. (1 Ts 4,3-7)

118. Habéis oído que se dijo: no cometerás adulterio. Pues yo os digo que quien mira a una mujer deseándola ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. (Mt 5, 27-28)

119. Raíz de los pensamientos es el corazón; de él salen cuatro ramas: bien y mal, vida y muerte; pero al final quien decide es la lengua. (Sir 37,17-18)

120. En todos tus actos vela sobre ti. (Sir 32,23)

III-A. Una vida en el amor

111. Maestro, ¿cuál es el precepto mas importante de la ley? Le respondió: Amarás al Señor tu Dios, de todo corazón, con toda el alma, con toda tu mente. Este es el precepto mas importante, pero el segundo es equivalente: Amarás al prójimo como a ti mismo. Estos dos preceptos sustentan la ley entera y los profetas. (Mt 22,36-40)

112. Dice el Señor: Yo os he amado. (Mal 1,2)

113. Me casaré contigo para siempre, me casaré contigo a precio de justicia y derecho, de afecto y de cariño. Me casaré contigo a precio de fidelidad, y conocerás al Señor. (Os 2, 21-22)

114. Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. (Dt 6,4)

115. Es fuerte el amor como la muerte. (Ct 8,6)

II-I. La misericordia triunfa

109. Del médico no tienen necesidad los sanos, sino los enfermos. Id a estudiar lo que significa misericordia quiero y no sacrificios. No vine a llamar a justos, sino a pecadores. (Mt 9,12-13)

110. Caigamos en manos de Dios y no en manos de hombre, pues como su grandeza así es su misericordia. (Sir 2,18)

Unidad del Antiguo y el Nuevo Testamento

16. Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está patente en el Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su sangre, no obstante los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo.

[Constitución Dei Verbum, n. 16, del Concilio Vaticano II]

II-H. Los grandes obstaculos a la conversion

105. Abominación para el orgulloso es la humildad. (Sir 13,20)

106. ¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! (Is 5,20)

107. Mucho mal enseñó la ociosidad. (Sir 33,28)

108. Los caminos de Dios son rectos para los santos, así como para los sin ley son piedras de tropiezo. (Sir 39,24)

Importancia del Antiguo Testamento para los cristianos

15. La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico. mas los libros del Antiguo Testamento manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición del género humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra salvación.

[Constitución Dei Verbum, n. 15, del Concilio Vaticano II]

II-G. Hay que resolverse ahora

103. Reconoced el momento en que vivís, que ya es hora de despertar del sueño: ahora la salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día se avecina: despojémonos, pues, de las acciones tenebrosas y vistamos la armadura luminosa. (Rm 13,11-12)

104. Ante los hombres la vida está y la muerte, lo que prefiera cada cual, se le dará. (Sir 15,17)

La historia de la salvacion en el Antiguo Testamento

CAPÍTULO IV

EL ANTIGUO TESTAMENTO

La historia de la salvación consignada en los libros del Antiguo Testamento

14. Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el género humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus promesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham y con el pueblo de Israel por medio de Moisés, de tal forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como el único Dios verdadero y vivo, que Israel experimentó cuáles eran los caminos de Dios con los hombres, y, hablando el mismo Dios por los Profetas, los entendió más hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió ampliamente entre las gentes.

La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: “Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza” (Rom. 15,4).

[Constitución Dei Verbum, n. 14, del Concilio Vaticano II]

II-F. Dios quiere nuestra salvacion

95. ¿Acaso yo quiero la muerte del malvado -oráculo del Señor- y no que se convierta de su conducta y que viva?. (Ez 18, 23)

96. Os rociaré con un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que cumpláis mis mandatos poniéndolos por obra. (Ez 36, 25-27)

97. Jesucristo es la piedra desechada por vosotros, los arquitectos, que se ha convertido en piedra angular. Ningún otro puede proporcionar la salvación; no hay otro nombre bajo el cielo concedido a los hombres que pueda salvarnos. (Hch 4,11-12)

98. Le contestó Jesús [a la Samaritana]: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, pues el agua que le daré, se convertirá dentro de él en un manantial que brota dando vida eterna. (Jn 4,13-14)

99. El Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo perdido. (Lc 19,10)

100. Celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta. (Lc 15,23-24)

101. Os digo que por lo mismo habrá en el cielo más fiesta por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse. (Lc 15,7)

102. Por tanto, mira, voy a seducirla llevándomela al desierto y hablándole al corazón. (Os 2,16)

Condescendencia de Dios

13. En la Sagrada Escritura, pues, se manifiesta, salva siempre la verdad y la santidad de Dios, la admirable “condescendencia” de la sabiduría eterna, “para que conozcamos la inefable benignidad de Dios, y de cuánta adaptación de palabra ha uso teniendo providencia y cuidado de nuestra naturaleza”. Porque las palabras de Dios expresadas con lenguas humanas se han hecho semejantes al habla humana, como en otro tiempo el Verbo del Padre Eterno, tomada la carne de la debilidad humana, se hizo semejante a los hombres.

[Constitución Dei Verbum, n. 13, del Concilio Vaticano II]

II-E. Examinarnos en la justicia

93. Inmola un hijo a los ojos de su padre quien ofrece sacrificios con los bienes de los pobres. Pan de indigentes es la vida de los pobres, quien se lo quita es un hombre sanguinario. Mata a su prójimo quien le arrebata su sustento, vierte sangre quien quita el jornal al obrero. (Sir 34,20-22)

94. Atesorasteis para el fin del mundo. El jornal de los obreros, que no pagasteis a los que segaron vuestros campos, alza el grito; el clamor de los segadores ha llegado a los oídos del Señor de los Ejércitos. Habéis vivido en la tierra con lujo refinado; habéis cebado vuestros cuerpos para el día de la matanza. Oprimisteis y matasteis al inocente: ¿no os va a resistir Dios? (St 5,3-5)

Como hay que interpretar la Sagrada Escritura

12. Habiendo, pues, hablando dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que El quiso comunicarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos.

Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que atender a “los géneros literarios”. Puesto que la verdad se propone y se expresa de maneras diversas en los textos de diverso género: histórico, profético, poético o en otros géneros literarios. Conviene, además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hombres.

Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuanta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. Es deber de los exegetas trabajar según estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que, como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia. Por que todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios.

[Constitución Dei Verbum, n. 12, del Concilio Vaticano II]

II-D. Convertirse es volver a Dios

85. Dos maldades ha cometido mi pueblo: me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se cavaron aljibes, aljibes agrietados que no retienen el agua. (Jer 2,13)

86. Huye del pecado como de la serpiente: si te acercas, te morderá; sus dientes son dientes de león que destrozan vidas humanas. (Sir 21,2)

87. El pecador rehuye la reprensión; según su voluntad encuentra excusa. (Sir 32,17)

88. No hagas el mal, y el mal no te dominará. (Sir 7,1)

89. Te aseguro que, si uno no nace de nuevo, no puede ver el reinado de Dios. (Jn 3,2-3)

90. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, si vuelven a mí de todo corazón. (Jer 24,7)

91. Vosotros despojaos de la conducta pasada, de la vieja humanidad que se corrompe con deseos falaces; renovaos en espíritu y mentalidad; revestíos de la nueva humanidad, creada a imagen de Dios con justicia y santidad auténticas. (Ef 4,22-24)

92. Pues bien -oráculo del Señor- convertíos a mí de todo corazón, con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no los vestidos; convertíos al Señor Dios vuestro; que es compasivo y clemente, paciente y misericordioso, y se arrepiente de las amenazas. (Jl 2, 12-13)