Cuando la fe cristiana llego al mundo greco-romano

En las raíces de Occidente está la civilización romana, el pensamiento griego y la fe judeo-cristiana. Griegos y Romanos ya habían conformado una simbiosis relativamente estable a partir del idioma y la riqueza cultural griegas, y la capacidad administrativa y poderío militar romanos. Pero ese mundo se alimenta de triturar a millones de seres humanos anónimos, a los que trata como herramientas de labor, o como objetos de comercio o de placer.

El mensaje cristiano, empezando por las clases sociales más bajas y ascendiendo lentamente, sobre todo a través de la convicción de las mujeres, esposas y madres, llega a convertirse en un eje central de referencia en una nueva cosmovisión que habla del ser humano como amado por Dios, y que mira el futuro no como repetición sino como redención y esperanza.

No todo es glorioso en esos siglos, sin embargo: hay mediocridad y compromisos turbios con el poder mundano. Mas providencialmente surge entonces la vida monástica, como alternativa auto-renovable y expansible, que providencialmente crece a lo largo de los caminos marcados por el Imperio Romano, ya decadente o vencido.

La civilización de los monasterios será la semilla de la Europa que conocemos, alimentada por Roma, Grecia y Jerusalén.

Raíces de la Cultura Occidental

Quizás el horizonte más amplio de nuestra cultura se llama “Occidente” y proviene de la compleja interacción entre la civilización romana, el pensamiento griego y la fe judeo-cristiana. Hay muchas otras fuentes, lejanas y cercanas que afectan de alguna nuestro horizonte pero si uno escruta sus propias convicciones pronto llega a esas gres grandes fuentes.

De los romanos cabe destacar tres grandes aportes: (1) La noción de ciudadanía con derechos simétricos y continuidad hereditaria dentro de un cuerpo social esencialmente horizontal; (2) La noción de “contrato” como ley social objetiva que permite a la misma sociedad verse y modificar su propio curso; (3) La visión de la religión como contrato con los dioses, que conlleva una certeza más allá de lo racional en la capacidad de vencer y formar un imperio.

De los griegos destacamos tres aportes (1) El paso de la teogonía a la cosmología; (2) El paso de la dóxa a la episteme; (3) El vínculo entre lo bueno (agathós) y lo bello (kalós).

De la fe judeo-cristiana destacamos diez aportes: (1) El Dios distante y a la vez cercanísimo; (2) La noción de creación: autonomía y dependencia reales del mundo; (3) Unión de la fidelidad y la misericordia en Dios; (4) El sábado: descanso como elemento que humaniza y dignifica; (5) Conciencia de la unidad de la especie humana: la humanidad como familia; (6) La sexualidad: deleitable y ordenada a la vez; no es un entretenimiento ni acto cultual; (7) El sentido de la elección y del tiempo como promesa – cumplimiento; (8) Una historia nacional que no ensalza a la nación; (9) Mirada crítica a los héroes, precursores y epónimos; (10) Conciencia del pecado ajeno y también del pecado propio.

Teorias y Modelos del Yo, 1 de 2

Escuela de Vida Interior, Tema 18: Teorías y modelos del YO.

Para distinguir entre el falso y el verdadero conocimiento de sí mismo conviene hacer un recorrido por la historia, la filosofía y la psicología, aunque sea brevemente.

En Egipto se da un modelo “panal.” Así como entre las abejas todo gira en torno a la abeja reina, y el sentido de la vida de las abejas obreras es sólo la reina, así también en Egipto sólo importa la vida y la muerte del faraón. Es tanta la distancia que le separa de los demás mortales que ni siquiera puede emparentar con los que no sean de su familia: el incesto es una obligación en el antiguo Egipto.

En Grecia y Roma el panorama es distinto, pero sólo parcialmente. No es un individuo sino una clase social la que tiene todos los derechos. Son los “ciudadanos.” El resto son esclavos y su vida sólo tiene significado al servicio y atención de los ciudadanos, que son una minoría. El trato a los esclavos cambia de lugar a lugar pero lo que no cambia es que el YO del libre no se puede comparar con el YO del esclavo.

En la India se da un sistema de castas. El Yo de los sacerdotes, casta de los brahamanes, es fundamental y central. De ahí se desciende según los oficios y los orígenes de las diversas personas en la sociedad, como por una escalera, hasta llegar a los parias, que no interesan ni existen. El YO paria es sólo un estorbo; una basura.

Siddhartha Gautama, educado en el hinduísmo, tiene en su juventud lo que considera una gran iluminación: el sufrimiento nace del deseo; el deseo brota de la ficción o mentira permanente de la permanencia del YO. El “buda,” el iluminado, viene entonces a declarar la guerra al YO, una guerra que se supone que se gana a través de una cierta disciplina, mucha meditación y momentos privilegiados de iluminación. Por supuesto, la muerte del YO es también la muerte del TÚ. Si el budista quiere ser consecuente, sabe que no puede asir nada ni querer ser asido por nada, y esto excluye una propia vida social y familiar.

En el mundo shinto, que ha tenido tan amplia influencia en la cultura japonesa, lo que interesan son aquellas experiencias inesperadas de armonía, revelación y trascendencia que pueden estar ligadas a lugares incluso muy sencillos. El YO tampoco interesa y más bien estorba;si acaso sirve a manera de ofrenda anónima que ayuda a construir una armonía superior. Esto pareciera estar a la base del potente sentido de pertenencia que muchos empleados tienen con respecto a sus empresas, así como su lealtad al gobierno o al emperador.

Uno que en cambio ve la afirmación del YO como paso necesario para llegar a ser plenamente humano es Friedrich Nietzsche. Es ridículo y vergonzoso constreñir al YO dentro de los moldes de un “deber ser.” Sólo la corriente vital que no reconoce superior; sólo aquellos que tienen moral de “señores” y no de “esclavos” son capaces de una vida dionisíaca, plena, feliz, que no pide permisos ni se excusa ante nadie. Este YO gigantesco no puede tener peor enemigo que Dios, porque según Nietzsche la idea misma de Dios implica la afirmación de un orden debido, y eso coarta la explosión y el fluir mismo de la vida.

Para Sigmund Freud el YO es una entidad compleja que va más allá de lo que uno cree que conoce y piensa que desea. Además del YO visible hay un YO subconsciente que contiene multitud de tensiones no resueltas y de represiones de impulsos profundos que uno ha tenido, sobre todo en razón de los conflictos a que lleva el impulso sexual (libido). Además, todos hemos introyectado voces de maestros, papás y autoridades que conforman un “super-yo” que sigue adoctrinándonos e imponiéndose sobre las decisiones del YO y los requerimientos del inconsciente y del subconsciente.

La postura de Freud ha sido criticada desde varios ángulos: su “pansexualismo” no llegó a convencer del todo ni siquiera a sus más cercanos discípulos. Además, sus métodos para acceder al inconsciente, por ejemplo a través de la interpretación de sueños, han sido duramente criticados como faltos de rigor científico.

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Este tema pertenece al Capítulo 02 de la Escuela de Vida Interior; la serie completa de los diez temas de este Capítulo 02 está aquí:

is.gd/vida_interior_02

La serie de TODOS los temas de esta Escuela de Vida Interior está aquí:

is.gd/vidainterior

Curar el Alma, 1 de 2, Los Cinco Principios

Una verdadera comprensión de lo que es “sanación” se apoya firmemente en cinco principios:

(1) La salud es un concepto integral. El ser humano, en su complejidad, goza de profunda unidad y todo afecta a todo.

(2) La salud del individuo no está tampoco desconectada de la salud general de las personas con quienes vive, ni con la comunidad a la que pertenece. No habrá salud estable sin la búsqueda del bien común. nuestro ideal es el de Pablo VI: el bien de todo el hombre y de todos los hombres.

(3) No se puede cuidar del bien de la comunidad sin estar atentos a sus miembros más débiles y necesitados. La medida de nuestra humanidad viene dada por la medida de bondad y equidad que ofrecemos a los más frágiles y agotados de entre nosotros.

(4) La salud va de adentro hacia afuera, y el recinto más interior es la conciencia. Hay que desconfiar de las propuestas de serenidad sin conversión del pecado hacia la gracia; tal es el caso del budismo y sus variaciones.

(5) La calve finalmente está en el amor. Un amor que tenga su fuente y meta en Dios; un amor que tenga como referencia primera a Cristo en la Cruz; un amor que sepa volverse al prójimo y que por tanto no se deje encerrar en los límites de mi familia, mi raza o mi nación.

Ciencia de la Cruz, 4 de 4, Lo adverso

Serie de predicaciones con las Monjas del Monasterio de Carmelitas Descalzas de Santa Fe, en Argentina.

Tema 4 de 4: Lo adverso

* Conviene repasar la historia de Jesús para dos cosas, por lo menos: (1) Descubrir en su historia real los motivos reales de sus enemigos también reales. Esto implica que cuando Cristo habla de enemigos no habla de una posibilidad ni una teoría. Se sabía odiado. (2) Ver que detrás de esos adversarios visibles está el adversario, el enemigo malo, que pretende finalmente una sola cosa: desconectarlo de la voluntad del Padre.

* Eso tiene la adversidad: que cada ataque termina por mostrar alguna verdad. La verdad que brilla en el ataque a Cristo es la diferencia entre el amor de trueque y el amor de gratuidad. Sólo este último tiene promesa de superar el pecado, vencer la enemistad y traspasar el umbral de la muerte.

* La adversidad no sólo revela sino que purifica tanto las intenciones como la manera de expresarnos.

* Y un corazón purificado se vuelve creíble y se vuelve conducto del fecundo amor de Dios.