[Predicación en la 3ra Conferencia de la Renovación Carismática Católica Hispana de la Diócesis de Austin Texas, en Octubre de 2014.]
Tema 1 de 2: En Cristo-Palabra nuestras palabras adquieren su valor
* Uno de los modos de describir la crisis de nuestra sociedad es describirla como “líquida,” es decir: amorfa, capaz de aceptar cualquier cosa, incapaz de fundamento, pronta a la fragmentación, imprevisible e inconsistente.
* Esta “liquidez” afecta también nuestro vocabulario, de modo que muchas palabras–incluyendo aquellas que definen las relaciones fundamentales de cada uno con Dios, consigo mismo y con la sociedad–se disuelven en significados cambiantes y contradictorios, que hacen inútil el lenguaje, como una herramienta que se vuelve inservible.
* Las repercusiones son graves cuando se piensa, por ejemplo, en que la “autoridad” como tal desaparece, ya desde la familia, de modo que en muchos hogares sencillamente no se sabe quién está a cargo, o de qué modo han de tomarse las decisiones. Muchos jóvenes, quizás la mayoría, crecen sin tener un mapa básico que les permita tomar caminos decentes y fructíferos, o evitar lo que les destruye.
* Ahora bien, Cristo-Palabra de Dios acampó entre nosotros. Lo podemos llamar “El Diccionario de Dios” porque en Él nuestras palabras recuperan su verdadero sentido. En Él aprendemos o recordamos que significa ser humano; qué es la pareja humana; qué es ser hombre y cuál es la realidad de la mujer en el plan de Dios.
* Frente a la idea de libertad como indecisión o inestabilidad, que sería señal de que uno lo ha probado o lo puede probar todo, en Cristo la libertad es capacidad de alcanzar sin coacción la plenitud en que habitan la verdad y la bondad.
* Cristo rescata la palabra “poder” mostrando que el verdadero sentido del poder se cumple en aquel que llega al corazón de los demás por vía de bondad y misericordia.
* Cristo rescata la palabra “amor” redefiniéndola como “dar la vida,” que a su vez significa dar tiempo, posponer muchas veces nuestros planes y agendas para acomodar a aquel que yace al borde del camino.
* Cristo rescata el verbo “tener” mostrando que sólo tenemos cosas si somos señores de ellas, y que dejamos de tenerlas cuando ellas se adueñan de nuestro corazón.