El espíritu y la carne

“No somos el cuerpo que sufre solamente. No somos el organismo puramente material que es golpeado por la frialdad de unas reacciones bioquímicas. No somos un animal desconcertado que es idéntico a su dolor. Somos esa voluntad humana libre y ávida de eternidad que contempla su deterioro, analiza su dolor, teme la destrucción del cuerpo donde habita. Y somos, como bien señalaba Zweig, quienes convertimos ese trance en una experiencia religiosa, que nos vincula de un modo especial al sentido que nuestra fe proporciona al universo…”

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BIBLIA COMENTADA 012: Datos de la Biblia y datos de la ciencia en cuanto a la Prehistoria

Introducción Prehistórica.

El mundo, que antes se creía creado en seis días, hoy se da por demostrado haber sido formado en una serie de siglos difícil de calcular. Por lo que toca a la tierra, lleva en las capas de su corteza los datos de su historia y de la historia de los animales que la pueblan. Los geólogos hallan en la misma superficie de la tierra pruebas de varios períodos glaciares, en que los hielos del norte invadieron las regiones meridionales. Estos períodos estuvieron interrumpidos por otros períodos durante los cuales esos glaciares se retiraron, devolviendo a las latitudes meridionales su clima propio. La duración de estos períodos glaciares y de sus intermedios tampoco es fácil de calcular, y los cálculos de los especialistas están lejos de ser concordes.

Entre los dos últimos períodos glaciares se han hallado las primeras señales de la existencia del hombre, los restos de su industria, que son piedras duras, talladas groseramente al principio (período paleolítico), más finamente después (período neolítico), para servir de instrumentos de caza o pesca, para preparar las pieles que les servían de vestido y para otros usos que no podemos precisar. A la elaboración de la piedra se añadió la del hueso y del marfil, conque fabricaban flechas, agujas, arpones, etc. Pronto se revela los instintos artísticos del hombre en la pintura y en obras de escultura, realizados en hueso, marfil y piedra.

En este tiempo parece que el hombre vivía, como los pueblos primitivos de hoy, de la caza y de la pesca, que eran abundantes; pero luego comenzaron a domesticar los animales y a cultivar la tierra, para obtener por este medio elementos menos eventuales de sustento. Todo esto pertenece a la prehistoria humana, cuya cronología es asimismo difícil de calcular. La invención de los metales no aparece sino en los tiempos plenamente históricos, primero el bronce, luego el hierro.

Por otra parte, los mismos yacimientos que nos suministran estos restos de la industria y del arte humanos ofrecen también restos de los mismos hombres que los fabricaron, esqueletos más o menos íntegros, en mayor o menor número, que, estudiados diligentemente y comparados con los del hombre actual y con los de los animales superiores, dan fundamento para establecer una escala progresiva en su desarrollo orgánico. De todos, los que ocupan el grado inferior de la escala son los numerosos esqueletos hallados cerca de Pekín. Siguen los restos encontrados en varios lugares del centro de Europa, los cuales muestran caracteres comunes, revelan un tipo particular, apellidado Homo neanderthalensis, del lugar de Neanderthal, cerca de Düsseldorf, en Alemania. Otro tipo superior a éste es el apellidado de Cro-Magnon, que sería el Homo sapiens verdadero. Un lugar intermedio entre estos dos últimos tipos parece ocupar el Homo palestinensis, cuyos restos fueron hallados en el monte Carmelo. La cronología de esta parte de la prehistoria está ligada a la precedente y es, como ella, muy oscura.

Los antiguos teólogos daban por asegurado que Dios había creado al hombre perfecto y dotado de virtud y ciencia para poder desarrollar su vida. La conclusión, sin ser, ni mucho menos, doctrina de fe, es muy razonable, pues no se concibe que Dios haya lanzado al hombre en medio de la tierra desprovisto de los medios necesarios para luchar por la vida, puesto que a los animales no les niega lo necesario para la suya. Sin embargo, los datos de la prehistoria, sin llegar a darnos plena claridad sobre la vida del hombre en estos largos años de su existencia, parece probarnos un desarrollo notable en su organismo y otro mayor en la cultura material. Si lo primero revela una superioridad sobre los animales más perfectos, lo segundo nos demuestra una inteligencia que no tiene nada que ver con el instinto animal. Pero sobre todo está la perfección moral y religiosa, de la que nada puede decir la prehistoria, y que es la principal y la raíz de todo el progreso humano. Precisamente en estos últimos decenios, para confusión de los que defendían, en esta parte, la evolución materialista del hombre, se han presentado muchos pueblos primitivos, que viven de la caza y de la pesca, que desconocen la ganadería y la agricultura, pero que creen en un Padre soberano, que mora en los cielos, y tienen una moral perfecta, como que esperan el juicio de ese Padre, que les dará luego la retribución o el castigo, según se hayan mostrado buenos o malos1.

1 Jesús Carballo, Prehistoria Universal Y Especial De España (Madrid 1924); Instituto Gallach, Las Razas Humanas (Barcelona 1927); G. Goury, Origine Et Évolution De L’homme (París 1927); Rob. Koppel, S. I., Ultimae Investigationes De Aetate Gén.eris Humani: “Bíblica” (1927); H. Obermaier, Urgeschichte Der Menschheit (Munich 1931); L. Pericot Y J. De C. Serra, La Cultura Primitiva: “Hist. Univ.” Del Instituto Gallach (Barcelona 1937); F. M. Bergourioux Et A. Glory, Les Premiers Hommes (París 1943); Gagnebin, Le Transformisme Et I’origine De L’homme (Lausana 1943); L. Joleaud Et H. Alimen, Les Temps Préhistori-Ques (París 1945); H. Obermaier, El Hombre Fósil (Madrid 1944); M. Boule, Les Hommes Ossils (París 1946); Obermaier-García Bellido, El Hombre Prehistórico Y Los Orígenes De La Humanidad (Madrid 1944); Th. Mainage, Les Religions Et La Préhistoire. L’dge Paléolithique (París 1921); G. Goury, L’homme Des Cites Lacustres (París 1932); W. Schmidt, Origine Et “Fozution De La Religión. Trad. De Lemonnier (París 1931).

¿Y qué es un ser humano?

En una discusión con un docente y mis compañeros sobre el aborto, al yo refutar y utilizar las palabras persona, bebé y ser humano, el docente (que es uno bastante formado) me replicó: un momento que me estas hablando de tres cosas diferentes: un ser humano, una persona y un bebé. Francamente no tenía ni idea que eso estaba ya separado! y luego empezó la loca de la casa (mi cabeza, como decía Sta Teresa) a preguntarme: pero que es un ser humano? Puedes decir que es lo que nace producto de un proceso biológico entre dos seres humanos, pero eso prontamente va a desaparecer, pues la experimentación genética ha logrado “producir” un ser humano con tres ADNs diferentes, entonces esto no basta. No puede ser definido por su aspecto corporal, pues no todos nacen con todos los orgános, o todos los miembros o partes del cuerpo y aún así se les considera seres humanos. Se reduce entonces a las habilidades y la productividad? pero tampoco puede ser esto lo que defina a un ser humano, pues los bebes y los ancianos y personas con ciertas enfermedades no podrían considerarse humanos. Entonces es un humano por tener alma? pero como podemos saber si tienen alma los fetos que son un verdadero desastre de la naturaleza (esto lo digo por todas las enfermedades realmente graves del embarazo que son conocidas, algunas de las cuales forman una figura humana, pero sin cerebro, o sin órganos, y otros tantos que parecen salidos de películas de terror). Es un ser humano algo que se produce instantáneamente al momento de la unión del óvulo con el espermatozoide? pero volvemos a los bebés manipulados genéticamente y a los óvulos fecundados que nunca se llegan a implantar en el útero. — D.C.

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Empecemos por la distinción que hace aquel médico entre ser humano, persona y bebé. El término “bebé” simplemente indica una característica cronológica que no cambia la dignidad intrínseca del ser respectivo. Un bebé de zarigüeya no tiene la dignidad de un bebé humano por ser ambos bebés. Eso nos permite concentrarnos en los otros dos términos: “ser humano” y “persona.”

Los que separan estos dos términos no dudan de que un adulto con su pleno desarrollo cognitivo y emocional sea una “persona,” de modo que la separación que hacen proviene de que consideran que hay seres humanos que no son, o no son plenamente personas. ¿Quiénes podrían ser esos seres humanos? Según unos u otros criterios, habrá quienes digan que un bebé recién nacido no es persona porque sus reacciones frente a estímulos o dificultades es más cercana a la de un animal que a la de un adulto humano. De manera análoga, un niño con autismo tampoco sería una persona. Uno ve que esta clase de distinciones traen prontamente cuestiones éticas difíciles. Por ejemplo, si alguien tiene un accidente cerebro-vascular grave, ¿deja de ser persona? Un enfermo en coma, ¿ya no es persona? Y de inmediato estas definiciones traen consecuencias: si alguien (¿o algo?) no es persona, es fácil inclinarse a la idea de que se puede “disponer” de él, por ejemplo, determinando a quién es lícito eliminar para que no consuma recursos del Estado.

Son tan graves las consecuencias de esta separación entre “ser humano” y “persona” que uno siente que es arbitraria porque deja la dignidad de enfermos, ancianos o discapacitados en manos de criterios que pueden afectar profundamente su calidad de vida o incluso llevar a la muerte. Es mucho más humano y más sano asociar la dignidad y los derechos propios de la “persona” a TODO ser humano, y eso significa que la contraposición entre persona y ser humano no es éticamente admisible. Lo que parece correcto, y lo que ha hecho la Iglesia de modo consistente es hablar de persona humana, siempre y desde el principio de la misma vida humana.

Este razonamiento nos conduce a la pregunta sobre qué es un ser humano, es decir, a partir de lo ya expuesto: ¿qué es una persona humana? Un buen punto de partida es lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

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362 La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que “Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2,7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios.

363 A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana (cf. Mt 16,25-26; Jn 15,13) o toda la persona humana (cf. Hch 2,41). Pero designa también lo que hay de más íntimo en el hombre (cf. Mt 26,38; Jn 12,27) y de más valor en él (cf. Mt 10,28; 2M 6,30), aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: “alma” significa el principio espiritual en el hombre.

364 El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la “imagen de Dios”: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu (cf. 1 Co 6,19-20; 15,44-45):

«Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador. Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día» (GS 14,1).

365 La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la “forma” del cuerpo (cf. Concilio de Vienne, año 1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza.

366 La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios (cf. Pío XII, Enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8) —no es “producida” por los padres—, y que es inmortal (cf. Concilio de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final.

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El planteamiento de la Iglesia no deja duda sobre la identidad y la dignidad de cada ser humano. Pero deja abierta la cuestión ética en torno a los seres humanos “producidos” con profundas intervenciones de tecnología biológica y genética. Razón para entender por qué la misma Iglesia se opone a tomar como único criterio de procreación que alguien diga: “Yo quiero tener un hijo” o lo que ya sucede en algunos lugares: “Yo quiero un hijo con tales características.”

Pero esos seres humanos existen y no es su culpa haber venido a este mundo.

En este punto conviene recordar que las intervenciones en el ADN de un cigoto apunta a genes muy específicos. En un ser humano “producto” de ese tipo de intervención, los porcentajes serían algo así como: 49,999…99999999999% o mucho más de la mamá; 49,999…99999999999% o mucho más del papá y 0,000…00000000002% o muchísimo menos de otra persona. Habida cuenta de que ese porcentaje externo (al papá y a la mamá) interviene en genes específicos conectados con enfermedades o rasgos físicos puntuales. Hay quienes incluso miran ese tipo de intervenciones genéticas como micro o nano-cirugías.

Todo eso apunta a que los seres humanos “producidos” no tienen en realidad un cambio radical en su realidad corporal, y que por tanto no es necesario cambiar la definición de ser humano: un ser humano, que desde el principio posee toda la dignidad de la persona humana, es el resultado de la unión entre las células germinales de un hombre y una mujer, incluso si esa persona tiene posteriormente intervenciones genéticas o fisiológicas.

El Mesías y la incalculable profundidad del misterio humano

El Mesías ve más allá de las apariencias: su mirada nos invita a asomarnos a la profundidad y a la complejidad de la existencia humana. Y algo queda claro: todos tenemos una naturaleza, un sedimento herido gravemente por el pecado; pero mucho más hondo y mucho más real es el cimiento de amor de gratuidad que Dios ha puesto en nosotros al crearnos y al redimirnos.

¿Cuántos árboles en el paraíso?

Padre Nelson: En el libro del Génesis, la parte primera donde se mencionan los árboles de “la ciencia del bien y del mal” así como “el árbol de la vida”, según mi neófito criterio, al parecer se trataría de dos árboles distintos; sin embargo he oído sacerdotes que en sus prédicas expresan se trataría de un solo árbol. Por favor Padre Nelson acláreme esto porque me encuentro confundida. –GSHP.

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Claramente se trata de dos árboles distintos. Y son distintos porque también se refleren a aspectos distintos del corazón humano: por una parte, la tendencia que tenemos de establecer como “bueno” o “malo” lo que a nosotros nos parece o nos conviene que sea así. Por otra parte, y esto es lo que representa el otro árbol, nuestro deseo de inmortalidad, y por contraposición, la aversión que tenemos al olvido, el absurdo, la esterilidad y la muerte: dos tendencias que “crecen” en nuestro corazón, como crecen los árboles.

De la sociedad light al humanismo cristiano

“Cuando utilizamos el término light todos estamos de acuerdo es que hay una reducción de determinadas sustancias. Lo bebido o comido light, queda desnaturalizado. Lo curioso es que en la vida diaria las personas también pueden ser light. Que es tanto como decir que carecen de planteamientos sólidos, que admiten ese relativismo absurdo que convierte el buenismo en una moda. Tenemos que asumir que incluso la política se ha vuelto light. No existen en este siglo XXI en occidente ninguna ideología o filosofía que realmente determine al ser humano, por unas características concretas. Que nos haga permanecer unidos en unas mismas raíces. Tal vez lo único que asoma por el horizonte es la ética del bien común. Que todavía está en sus albores…”

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Qué es ser cristiano, 04 de 16, Antropología Cristiana básica

[Serie de catequesis para las Monjas Dominicas del Monasterio de la Madre de Dios, en Baeron, Jenchen, Corea del Sur. Cada predicación fue traducida del español al coreano frase por frase, lo cual da un ritmo diferente a esta serie.]

Tema 4 de 16: Antropología Cristiana básica

* La gracia quiere tocar todos los aspectos de nuestra vida. Es fácil parcializarse, concentrándose en un solo aspecto del Evangelio, por ejemplo: la justicia. No todos podemos hacer todo, pero a todos nos tiene que interesar todo en la vida cristiana.

* ¿Cómo hacer un “inventario” de lo que somos y tenemos? San Agustín acude a la imagen de las “potencias” del alma: memoria, inteligencia y voluntad.

* La inteligencia busca la verdad, y es la verdad la que abre el ser a nosotros; es decir, la que nos da poder sobre aquello que es, y también sobre nosotros mismos.

* La voluntad mira hacia el amor. La voluntad es entonces “motor” de la vida. Tanto la inteligencia sin voluntad como la voluntad sin inteligencia dejan en frustración la vida humana.

* La memoria nos conserva en el propio ser. Es una potencia porque las cosas que vamos recordando marca la dirección de lo que vemos y de lo que seremos.

* El mismo Agustín ve una proporción entre esas potencias propias del ser humano y el ser mismo de Dios: nuestra memoria está hecha para atesorar las obras del poder de Dios Padre; nuestra inteligencia ha de buscar la sabiduría de Dios Hijo; nuestra voluntad ha de dejarse colmar de la riqueza y dulzura de amor de Dios Espíritu Santo.

* No llegamos a esa plenitud divina por nuestra propia iniciativa o gusto solamente. Sólo en Cristo-Camino hay camino para llegar al Padre y para ser de verdad hombres y mujeres de espíritu.

¿Se puede seguir hablando de clases de almas?

Estimado padre saludos. ¿es todavía actual al concepción de una alma vegetal, una animal y la humana? Un sacerdote profesor de teología me dice que esa concepción ya no es vigente y que las plantas se rigen por energía al igual que los animales y que los seres humanos tenemos el ser. Agradezco su respuesta de antemano. Mi oración con usted. – SDD.

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Las ideas cuando son acertadas son siempre actuales aunque no sean populares.

Pero el problema con los varios tipos de alma no es que sea un pensamiento antiguo sino que hay serias objeciones contra él, sobre todo porque antiguamente se creía que no había ningún tipo de sensibilidad en las plantas y resulta que las plantas ciertamente sienten aunque sus tiempos de respuesta y la clase de estímulos a los que reaccionan son inusuales o limitados. En ese sentido, hablar de alma vegetativa y alma animal es un poco arbitrario.

Observemos que ese problema no se soluciona hablando de “energías.” Más bien el término energía induce a una confusión mayor. Los átomos individualmente considerados manejan flujo de energía, lo mismo que las máquinas. ¿Entonces, qué? Vamos a decir que las máquinas están vivas lo mismos que las plantas y los animales?

Mucho más pobre es sacar como conclusión que el ser humano “tiene el ser.” Si hay una palabra de uso universal y aplicable a todo es “ser,” simplemente porque todo “es.”

Lo más sensato es hablar de alma, haciendo una clara diferencia entre el alma humana, dotada de inteligencia y voluntad, y de suyo inmortal, y las almas, o sea, la característica de “seres” vivos que tienen tanto las plantas como los animales.

Antropología Teológica, 03, El giro antropológico, parte 2 de 2

[Curso presencial ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás, en Bogotá. 2014.]

Las dos corrientes que nacen de René Descartes

El giro antropológico se completa a través de dos movimientos paralelos que pueden identificarse en la vida y obra de Descartes: la vigorosa afirmación de la subjetividad y el énfasis en la razón como tribunal último de todo conocimiento.

Estas dos tendencias no siempre coinciden. La línea de exaltación de la razón llevará hacia la Ilustración y la Modernidad. La línea de afirmación de la subjetividad llevará al Naturalismo (tipo Rousseau, o más tarde, Zolá), y también al Romanticismo y luego al subjetivismo y relativismo propios de la llamada Postmodernidad.

Sin embargo, algo en lo que sí coinciden los énfasis racionalistas y subjetivistas es en el rechazo y/o desprecio a las instituciones más visibles de la Edad Media, es decir, la Iglesia, la realeza y la nobleza. Ese triple rechazo quedará como un sello, explícito o tácito, en los desarrollos culturales y políticos de los siguientes siglos. La democracia liberal no es simplemente una afirmación de soberanía del pueblo sino una negación de la influencia que la religión, la verdad o el abolengo puedan tener en las decisiones de una región o país. Estas consecuencias no van a aparecer de inmediato pero su avance será inexorable.
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Antropología Teológica, 02, El giro antropológico, parte 1 de 2

[Curso presencial ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás, en Bogotá. 2014.]

Hay varias definiciones de “giro antropológico.” En nuestro caso, lo entendemos como un cambio de paradigma cultural según el cual se leen las realidades del mundo y de Dios ante todo desde su presencia en el ámbito del hombre, en cuanto dotado de razón y de capacidad de decidir sobre su futuro.

La atmósfera cultural de la Edad Media

La mejor manera de entender este “giro” es haciendo contraste con el ambiente cultural y social de la Edad Media. A la caída del Imperio Romano, la Iglesia Católica es la única institución capaz de cohesionar, reconstruir y dar crecimiento al tejido social. Esta posición única lleva a que los valores principales del mensaje del Evangelio se conviertan en valores sancionados como pilares de la sociedad entera.
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Antropología Teológica, 01, Introducción y Bibliografía

[Curso presencial ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás, en Bogotá. 2014.]

* Origen de este curso: Toma elementos que se ofrecían tradicionalmente en otros cursos: De Deo creatore y De gratia, especialmente.

* ¿Por qué el cambio? Por un cambio en el horizonte cultural. Por una parte, está la primacía del paradigma del conocimiento científico, que, en un caso extremo, lleva al cientificismo, es decir, la ideología que presenta como único conocimiento válido el de la ciencia.

* La crítica al cientificismo parte de la crítica a sus presupuestos y condiciones. El ser humano, en particular, no es repetible, lo cual lleva a la paradoja: la ciencia abre el conocimiento de todo pero cierra el conocimiento del hombre, que a través de la ciencia, pretende controlarlo todo.

* Otra crítica: no todo es controlable en el estudio del ser humano; no sólo es imposible sino que resuta a menudo inadmisible desde el punto de vista ético. Conclusión: sí a la ciencia y no al cientificismo.

* Las razones para rechazar el cientificismo no están fundamentadas en la fe ni en textos sagrados: el cientificismo debe ser descartado por su incoherencia intrínseca.

* Si no cabe conocer al ser humano como un “objeto,” ¿cómo queremos conocerlo? Como sujeto, como capaz de decisiones que definen sus futuros posibles. En la teología de Santo Tomás, esta línea de análisis lleva al estudio de la “voluntariedad,” es decir: del carácter voluntario de los actos propiamente humanos.

* Deseamos cambiar el enfoque, subrayando al ser humano como principio de sus propias acciones. En este sentido, hay una categoría que toma gran importancia: experiencia. El tipo de experiencias vividas es el contexto inmediato de las decisiones que uno toma.

* La fe no llega al ser humano como el agua que se vierte en un vaso. No es extrínseca y ajena al tejido de experiencias que han ido modelando la historia de cada persona.

* Esa fe que abre la puerta a la acción de Dios, hace posible la gracia de Dios en nosotros. Entonces la gracia no es una “cosa” que uno tiene y que puede perder como el que extravía un objeto. Es propósito de nuestro curso superar la mentalidad “cosista” en la descripción de nuestra relación con Dios.

* Dios entonces no viene a imponerse en nuestra vida ni a reemplazar la realidad humana. Al mostrarse nos revela nuestra propia plenitud. La revelación de Dios es también revelación del ser humano.

* Por eso hay que superar la “mentalidad del balancín,” según la cual para comprender al ser humano hay que despojarlo de toda religiosidad, porque la afirmación de la fe sería una negación u oscurecimiento de la realidad humana.

* Dios no es un estorbo, ni una competencia, en contra de lo que afirmaba Sartre, que creía que la libertad humana es el suspenso en una indecisión radical, en medio de un universo de posibilidades sin coacción.

* La agenda secularista y laicista cree que para hacer antropología hay que acabar la teología. Para muchos, no se puede encerrar en una expresión “antropología” y “teología.” La teología sería un mundillo imaginario, a lo sumo inocuo; la antropología sería conocimiento serio, a partir de la ciencia (cientificismo) y de una libertad absolutizada.

* La democracia ha consagrado así un nuevo tirano: la mayoría. Y eso implica que en la democracia moderna gobierna quien tenga dinero para pagar publicidad e ingeniería social. Nótese cómo una antropología ajena a la dignidad del ser humano, que se radica en Dios, termina siendo una nueva forma de esclavitud y de tiranía, que destruye al hombre al que pretendía endiosar.

* La antropología teológica quiere mostrar cómo la más plena afirmación del hombre va unida a la profunda afirmación del Dios que se ha revelado en la historia, concretamente, en la historia del pueblo de Dios.


Bibliografía básica.