8 consejos de una experta para resistir la ofensiva de género

“Desde su juramento del cargo como presidente de EEUU, el impulso de las leyes de género ha encontrado en Joe Biden un fiel aliado. La Ley de Igualdad es el caso más representativo. Discrimina a las personas por su  fe, redefine el matrimonio, permite que niñas y niños trans compartan vestuarios y promociona la identidad de género en la escuela. La última medida, aprobada el 23 de mayo, permitirá ondear en las embajadas la bandera LGTB durante el Orgullo. Cada vez son más los expertos católicos que se oponen a la presión LGBT. Es el caso de Mary Rice Hasson, directora del Catholic Womens Forum e investigadora del Ethic`s and Public Policy Center, asociaciones con sede en Washington dedicadas a la promoción de la cultura católica. Entrevistada en The Arlington Catholic Herald, ha ofrecido 8 consejos a los católicos para enfrentar desde la fe el avance de género…”

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¿Cuáles son los dos grandes modos de hacer justicia o buscar justicia?

Como ya se ha dicho (q.58 a.7; a.5), la justicia particular se ordena a una persona privada, que en relación con la comunidad es como la parte al todo. Ahora bien: cualquier parte puede ser considerada en una doble relación; una, en la de parte a parte, a la que corresponde el orden de una persona privada a otra, y este orden lo dirige la justicia conmutativa, que consiste en los cambios que mutuamente tienen lugar entre dos personas. La otra relación considerada es la del todo respecto a las partes; y a esta relación se asemeja el orden al que pertenece el aspecto de la comunidad en relación con cada una de las personas; este orden, ciertamente, lo dirige la justicia distributiva, que es la que distribuye proporcionalmente los bienes comunes. De ahí que sean dos las especies de justicia: la distributiva y la conmutativa. (S. Th., II-II, q.61, a.1 resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

Conoce los datos mínimos de Sor Isabel de la Trinidad

Isabel Catez nació el 18 de julio de 1880, en el campo militar de Avor, cerca de Bourges (Francia). Sus padres se llamaron Francisco José Catez y María Rolland. Tuvo una hermana, llamada Margarita (Guita, en lenguaje familiar), a la que dirigió muchas cartas, que son una fuente importante para conocer su mensaje espiritual.

—El 22 de julio recibió el sacramento del bautismo. Se le impuso el nombre de María Josefa Isabel. Este último nombre fue para ella una revelación de su vocación, como veremos.

La familia Catez se trasladó pronto a Dijon, habitando en una casa cercana al monasterio de las Carmelitas Descalzas. El 2 de octubre de 1887 murió su padre. Cuando se confesó por primera vez e hizo su primera comunión manifestó su deseo de abrazar la vida religiosa (19. 4. 1891).

Isabel recibió una educación esmerada en el orden espiritual y humano, bajo la vigilancia de su madre. Estaba dotada de muy buenas cualidades humanas, con una disposición connatural para la música. Inclinada al recogimiento interior, le atraía fuertemente la vida de las carmelitas y su dedicación a la oración mental. A los catorce años hizo voto de virginidad y se acentuó en ella su vocación al Carmelo. En 1897 manifestó por primera vez este deseo a su madre, que no se manifestó muy favorable a sus propósitos y procuró distraer la atención de su hija, manteniéndola en la vida social de Dijón. Isabel viajó, practicó la música, la danza, hizo amistades y tuvo ofertas de matrimonio; pero nada de eso, dice C. de Meester, sació su sed de absoluto, sino sólo Dios.

—Enero de 1899. Durante unos ejercicios espirituales, dirigidos por el P. Chesnay, recibió la primera experiencia extraordinaria de la inhabitación trinitaria. Sus visitas a las Carmelitas se hicieron más frecuentes. Durante este tiempo comenzó a leer el Camino de Perfección de Santa Teresa. Se avivó su deseo de ingresar en el Carmelo, consiguiendo al fin el beneplácito de su madre, para cuando cumpliese los 21 años de edad.

En 1900 participó en un retiro, dirigido por el jesuita P. Hoppenot e hizo el firme propósito de vivir en adelante en el mundo en espíritu de oración, al estilo de las carmelitas. El 2 de agosto de 1901 vio cumplido su deseo. Ingresó como postulante en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Dijon, del que era priora la Madre Germana de Jesús. El 8 de diciembre vistió el hábito. Se dirigía espiritualemente en este tiempo con el P. Vallée.

El 19 de enero de 1903 hizo su profesión solemne con el nombre de Isabel de la Trinidad. La profesión religiosa fue para ella como un segundo sacramento, que disipó las dudas que le habían atormentado. Entró en contacto con los escritos de san Juan de la Cruz, que fueron para ella como una nueva revelación luminosa en su vocación a la intimidad con Dios y a la vivencia del misterio de la Trinidad. Un año más tarde (1904) escribió su conocida Elevación a la Santísima Trinidad, que revela su profunda vivencia de este misterio.

—En los primeros meses de 1905 se inició el proceso de una penosa enfermedad. Obtuvo dispensa de algunas prácticas de la vida religiosa; pero su vivencia interior no sufrió merma. En la pascua de este año descubrió lo que ella llamó: su misión en el mundo: ser alabanza de gloria de la Trinidad.

En 1906 su vivencia interior se centró plenamente en Cristo y en el misterio trinitario. Vivía revestida de los sentimientos de Jesucristo y asumió sus dolores y sufrimientos para configurarse a su imagen doliente y llenarse más de su amor. En 24 de mayo el Señor le concedió la gracia mística de vivir en su presencia. En este ambiente leyó y saboreó la doctrina de san Pablo, que le ayudó a profundizar en su vocación de alabanza de gloria. En los meses siguientes escribió lo más importante de su mensaje espiritual.

Su enfermedad iba agravándose lentamente. Se sentía asociada a los sufrimientos de Jesús y deseaba ser como una humanidad suplementaria a su pasión. A finales de octubre redactó su testamento espiritual, dirigido a la Madre Germana de Jesús.

El día primero de noviembre recibió su última comunión. Entró en una noche oscura del espíritu, que la configuró aun más con Cristo. La Comunidad la rodeó con el amor fraterno y la plegaria. El día 6 por la mañana, víctima del mal de Adisón, expiró dulce y suavemente, iniciando su canto glorioso de alabanza de la Santísima Trinidad.

Primeras iniciativas misioneras de capuchinos y franciscanos en Norteamérica

Los misioneros capuchinos y franciscanos

Los capuchinos, unos pocos, que llegaron en 1632 hubieron de regresar a Europa. Otra expedición, conducida por el padre Pacífico de Provins, veterano misionero del Próximo Oriente, reunió en 1642 siete capuchinos al cuidado pastoral de varias estaciones de colonos. El padre Baltasar de París entró a los indios, y en 1648 había ya un grupo misionero de 12 sacerdotes y 5 hermanos. Pero en 1654, con el ataque de los puritanos ingleses, terminó la misión capuchina, que duró 22 años.

Los franciscanos, vetados por la Sociedad comercial que controlaba la zona, no pudieron misionar en la Nueva Francia hasta 1671, cuando la citada Sociedad fue suprimida, y la colonia pasó a depender de la corona francesa. Asumieron el cuidado pastoral de Trois-Rivières, isla Percée, en el golfo de San Lorenzo, y Fort Frontenac, en el lago Ontario. Abrieron noviciado en Quebec. También ellos, como los jesuitas, tuvieron varios mártires en sus misiones.

Varios franciscanos acompañaron al explorador La Salle, y llegaron en 1680 al río Illinois. Poco después el padre Gabriel de la Ribourde moría en manos de los kikapus. En 1687 el padre Zenobio Membré moría también acompañando a La Salle hacia Texas. El padre Nicolás Delhalle fue asesinado por los ottawas en 1706. El padre Leonardo Vatier fue muerto por los indios de Wisconsin en 1715. El padre Juan Martínez fue asesinado en 1720 por los indios de Misouri, en la Luisiana superior…

En el siglo XVII, en los años más duros de las misiones de la Nueva Francia, cuando aquellos santos jesuitas y otros religiosos misioneros sufrían atroces martirios, vivían en Quebec dos grandes santos: una monja de clausura y un obispo; y junto a Montreal una santa india. Recordemos la vida de los tres.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

San Felipe Neri: Datos que quizás no conocías de su vida

“El 26 de mayo [o día 28, en otros lugares] se celebra la fiesta de San Felipe Neri, Patrono de educadores y humoristas, fundador del Oratorio en Roma, recordado por haber recibido el don de la curación, de profecía y poder leer los pensamientos de otros. Aquí algunos datos sobre la increíble vida del llamado “Apóstol de Roma”…”

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