Cuentan que un día Jesús se le apareció a un hombre que tenía problemas en su columna vertebral, y le dijo: “Necesito que vayas hacia aquella gran roca de la montaña, y te pido que la empujes 5 horas diarias durante 1 año”. El hombre quedó perplejo cuando escuchó esas palabras, porque se imaginaba que Jesús iba a curarlo y no a ordenarle que hiciera nada, pero obedeció y se dirigió hacia la enorme roca de varias toneladas que Jesús le mostró.
Empezó a empujarla con todas sus fuerzas, día tras día, pero no conseguía moverla ni un milímetro. A las pocas semanas llegó el diablo y le puso pensamientos en su cabeza: “¿Por qué sigues obedeciendo a Jesús? Yo no seguiría a alguien que me hace trabajar tanto y sin ningún sentido. Debes dejar esto, ya que es estúpido que sigas empujando esa roca. Nunca la vas a mover.”
El hombre trataba de pedirle a Jesús que le ayudara para no dudar de su voluntad, y aunque no entendía, se mantuvo en pie con su decisión de empujar.
Pasaban los meses y aquel hombre empujaba todos los días la enorme roca sin poder moverla. Cuando se cumplió el tiempo, el hombre elevó una oración a Jesús y le dijo: “Ya he hecho lo que me pediste, pero he fracasado, no pude mover la piedra ni un centímetro”.
Y se sentó a llorar amargamente pensando en su evidente fracaso.
Jesús se apareció en ese momento y le dijo: “¿Por qué lloras?, Yo te pedí que empujaras la roca, yo nunca te pedí que la movieras; en cambio mírate, tu problema físico ha desaparecido. NO has fracasado, yo he conseguido mi meta, y tú fuiste parte de mi plan.”
Muchas veces al igual que este hombre, vemos como ilógicas las situaciones, problemas y adversidades de la vida, y empezamos a buscarle lógica, nuestra lógica a la voluntad de Dios y viene el enemigo y nos dice que no servimos, que somos inútiles o que no podemos seguir.
El día de hoy es un llamado a “empujar” sin importar qué tantos pensamientos de duda ponga el enemigo en nuestras mentes, pongamos todo en las manos de Dios. Él nunca nos hará perder el tiempo; más bien, ¡nos hará ser más fuertes! Así que ¡Ánimo! Sigamos empujando aunque a veces nos parezca inútil.

Estoy feliz: hace 45 años se casaron mis papás. Su testimonio maravilloso de cariño, fidelidad, perdón, sabiduría, alegría, principios, fe sincera, amor mutuo… ha construido mucho de lo mejor que pueda haber en mí. Chicho, Mamá: los quiero mucho y les debo tanto, ¡pero tanto! Ayúdenme, quienes bien me quieran, a dar gracias al Señor por mi hogar, y a pedir a Dios que haya muchos, muchos hogares felices.