Cómo tomar mejores decisiones, 1 de 4, La vida misma es una decisión

[Predicación en evento organizado por la Comunidad Betania, en Santa Cruz, Bolivia.]

Tema 1 de 4: La vida misma es una decisión

* Está claro para todos que cada decisión que tomamos va dando forma a la propia vida. En algún sentido lo que somos es resultado de las decisiones que hemos tomado, a partir de lo que la vida misma nos ha dado a distintos niveles, por supuesto.

* Por ello hay que evitar dos extremos: creer que todo está decidido de antemano, y creer que uno puede hacer y conseguir todo lo que uno quiera por la sola fuerza de la propia decisión. El primer error peca por defecto y el segundo por exceso.

* Por defecto, uno se sustrae de decidir, o por lo menos de decidir bien, si cree que todo está determinado:

(1) Por el destino;

(2) por el pasado;

(3) por los golpes de la suerte;

(4) por Dios, entendido como un dios desconectado de nuestro propio querer.

* Se peca por exceso cuando uno cree que:

(1) uno es “superman” y puede con todo;

(2) uno cree que educando el cerebro o a través del control mental puede lograr lo que sea;

(3) uno cree que puede manipular las fuerzas cósmicas o mágicas del universo;

(4) una mujer cree que con la cantidad justa de seducción, inteligencia, intriga y cinismo se podrá salir con la suya.

Así recordaba Santa Teresa a sus padres

El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo no fuera tan ruin, con lo que el Señor me favorecía, para ser buena. Era mi padre aficionado a leer buenos libros y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos. Esto, con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de nuestra Señora y de algunos santos, comenzó a despertarme de edad, a mi parecer, de seis o siete años. Ayudábame no ver en mis padres favor sino para la virtud. Tenían muchas. Era mi padre hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con los enfermos y aun con los criados; tanta, que jamás se pudo acabar con él tuviese esclavos, porque los había gran piedad, y estando una vez en casa una de un su hermano, la regalaba como a sus hijos. Decía que, de que no era libre, no lo podía sufrir de piedad. Era de gran verdad. Jamás nadie le vio jurar ni murmurar. Muy honesto en gran manera.

Mi madre también tenía muchas virtudes y pasó la vida con grandes enfermedades. Grandísima honestidad. Con ser de harta hermosura, jamás se entendió que diese ocasión a que ella hacía caso de ella, porque con morir de treinta y tres años, ya su traje era como de persona de mucha edad. Muy apacible y de harto entendimiento. Fueron grandes los trabajos que pasaron el tiempo que vivió. Murió muy cristianamente….

Mitos que impiden comprender la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad

[Predicación en Radio Betania de Santa Cruz, Bolivia.]

* La enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad de pareja suele encontrar dura resistencia. ¿Hay causas identificables para ello? Ciertamente las hay. Ante todo, tres mitos:

(1) El mito de la privacidad: “Hay espacios de mi vida donde nadie, ni siquiera Cristo ni la Iglesia, deben meterse.” Este mito niega el señorío de Cristo y además es una mentira: todo lo que uno es finalmente tiene repercusiones en la manera como obra en la sociedad.

(2) El mito del juguete: “El sexo es fundamentalmente un entretenimiento y la práctica sexual debe ser una actividad recreativa de l que no se esperan consecuencias.” por supuesto, esto es la pura trivialización de la intimidad, y además, es un aliciente importante en la línea de la infidelidad.

(3) El mito del placer: “La calidad de la vida sexual se mide exclusiva o muy principalmente por la intensidad del placer logrado.” Es falso sobre todo por el empobrecimiento progresivo de la comunicación, de lo cual suele resentirse la mujer.

* Quitados esos mitos, se entiende bien la propuesta de una sexualidad abierta a la vida, como la propone la Humanae Vitae de Pablo VI. El ideal de sexualidad auténticamente humana que este papa propuso sigue siendo la referencia válida incluso cuando es necesario distanciar los nacimientos.

Comunismo, comunión y comunidad

[Predicación en Radio Betania de Santa Cruz, Bolivia.]

* ¿Hay una relación real entre los textos de Hechos 2 que nos describen una comunidad donde todo se comparte, y el comunismo como sistema político? En un plano exterior y superficial parece que sí precisamente porque el compartir de bienes hace que no haya propiamente diferencias de clase. pero hay una realidad más profunda.

* Lo que propone el comunismo es un proceso que empieza por una siembra de odio hacia la clase social poseedora de los bienes de producción. Y la siembra de odio produce espirales de envidia, intriga y violencia. Además, el decapitar un sistema social simplemente produce nuevas élites con nuevos privilegios.

* La comunión que propone la Escritura es otra. Parte de un tesoro grande que compartimos, que no es otro que Cristo mismo, que se ofreció a sí mismo por nuestra redención. Y quien comparte lo mayor no encuentra resistencia para compartir lo menor.

La desconocida honradez cristiana de Cristóbal Colón

Un mundo sólo para Cristo

El 27 de noviembre Colón describe a los Reyes en su Diario, con particular emoción, las maravillas de aquel Mundo Nuevo. Y en seguida añade como conclusión más importante:

«Y digo que Vuestras Altezas no deben consentir que aquí trate ni haga pie ningún extranjero, salvo católicos cristianos, pues esto fue el fin y el comienzo del propósito, que fuese por acrecentamiento y gloria de la religión cristiana, ni venir a estas partes ninguno que no sea buen cristiano».

La primera petición fue cumplida; pero la segunda era imposible.

Honradez con los indios

El Almirante solía enviar al escribano «para que no consintiese hacer a los demás cosa indebida a los indios, porque como fuesen tan francos los indios y los españoles tan codiciosos y desmedidos, que no les basta que por un cabo de agujeta y aun por un pedazo de vidrio y de escudilla y por otras cosas de no nada les daban los indios cuanto querían, pero, aunque sin darles algo se los querrían todo haber y tomar, lo que el Almirante siempre prohibía, y aunque también eran muchas cosas de poco valor, si no era el oro, las que daban a los cristianos, pero el Almirante, mirando el franco corazón de los indios, que por seis contezuelas de vidrio darían y daban un pedazo de oro, por eso mandaba que ninguna cosa se recibiese de ellos que no se les diese algo en pago» (22 dic).

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.