De la conversión a la santidad

La santidad, el verdadero afán por alcanzarla, no se toma pausas ni vacaciones.

Chapoteas en las tentaciones, te pones en peligro, juegas con la vista y con la imaginación, charlas de… estupideces. -Y luego te asustas de que te asalten dudas, escrúpulos, confusiones, tristeza y desaliento. -Has de concederme que eres poco consecuente.

Hemos de fomentar en nuestras almas un verdadero horror al pecado. ¡Señor -repítelo con corazón contrito-, que no te ofenda más! Pero no te asustes al notar el lastre del pobre cuerpo y de las humanas pasiones: sería tonto e ingenuamente pueril que te enterases ahora de que “eso” existe. Tu miseria no es obstáculo, sino acicate para que te unas más a Dios, para que le busques con constancia, porque El nos purifica.

Más pensamientos de San Josemaría.

¿Pecados con estatuto especial?

Al parecer cada época tiene sus vicios favoritos así como sus virtudes emblemáticas. En los distintos tiempos y lugares hay cosas que se puede saber que están mal pero que son toleradas socialmente con tanta frecuencia que su malignidad prácticamente desaparece del lenguaje cotidiano. A lo sumo sirve de motivo para algún chiste, caricatura o anécdota. Por ejemplo: se sabe que el alcoholismo es una plaga pero no faltan los chistes de borrachos–todo un género literario–con lo cual la gravedad del exceso al beber queda sepultada entre sonrisas y carcajadas.

Es un buen ejercicio preguntarse qué vicios o pecados van adquiriendo carta de ciudadanía en cada época. A través de un proceso que empieza de modo muy gradual pero que luego invariablemente se acelera, ciertos comportamientos se van rodeando de una aureola de respetabilidad hasta el punto de ganar un “estatuto especial”: ya no se puede criticarlos sin más. A menudo, este proceso queda sancionado como admisible por razones de tipo político, a saber, porque gente en el gobierno, o gente con gran influencia económica practica con descaro tales costumbres. Continuar leyendo “¿Pecados con estatuto especial?”