Primeras #VisperasFrayNelson para el Domingo II de Pascua, o de la Misericordia
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
Primeras #VisperasFrayNelson para el Domingo II de Pascua, o de la Misericordia
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[Predicación en el templo de San Francisco, en Mompox, Colombia, con motivo de los diez años del retorno de los dominicos a esta ciudad.]
Presentación
* Vínculo estrecho entre San Juan Pablo II y la fiesta de la misericordia; y coincidencia cronológica entre la muerte de este gran Papa y el tiempo de arribo de los dominicos a Mompox.
Desarrollo temático
(1) Lugar insustituible de la familia dentro del conjunto de instituciones de la sociedad. En la familia se une lo biológico, lo emocional y lo formativo de un modo único e ireemplazable. La familia precede al Estado y a toda forma de legislación positiva.
(2) La familia y la fragilidad humana. La indigencia del bebé nos conmueve y nos llama a compasión. Es importante esa bondad hacia los pequeños pero no debemos limitarnos a ellos. En el mismo ámbito doméstico encontramos adultos mayores, enfermos, personas solas, parientes privados de su libertad, limitados mentales, y aún muchos otros casos en los que la familia ha de ser la primera expresión de la misericordia.
(3) Intimidad conyugal y crecimiento en la misericordia. Como es un hecho lamentable que muchas parejas se causan las peores heridas en el espacio de su propia intimidad, es urgente que todos aprendan a transformar esos espacios en lugares de aprecio, valoración, ternura y misericordia. En particular, que cada uno, y sobre todo el varón, comprenda que el cuerpo de su pareja se ha ajado porque se ha entregado.
(4) Familia, perdón y reconciliación. No debemos esperar demasiado de las instancias gubernamentales u oficiales si no cultivamos en la familia espacios donde se eduque en la justicia y la misericordia. Ofrecer estas lecciones básicas es una de las tareas irreemplazables de la familia, incluso si ello implica una suma de generosidad y abnegación considerable.
[Breve conferencia para el grupo de estudiantes de Moral Fundamental. Abril de 2015.]
Seguimos la propuesta de Santo Tomás de Aquino:
* Ley eterna: Expresión que denota la voluntad misma de Dios, eterna como Él. Esta “ley” la percibimos, en primer lugar, en el acto mismo de nuestra propia existencia. No es entonces algo externo que quiera imponerse sino una realidad que uno descubre como primer hecho fundante de la propia vida. También se accede al conocimiento de esta ley cuando uno descubre en uno mismo un querer que es propio pero que uno no ha escogido, a saber, el buscar un bien y preferirlo sobre lo que se estima malo o menos deseable.
* Ley natural: Es la expresión de la ley eterna en la creación. Lo mismo que la ley eterna, tampoco la ley natural puede ser completamente expresada pero eso no significa que sea incognoscible o irrelevante. Sucede en esto como con el conocimiento de toda verdad. Sabemos que de la verdad conocemos solo en parte, y sabemos que nuestro conocimiento ha de perfeccionarse y corregirse, pero eso no implica que no podamos conocer algunas cosas ciertas, ni que carezcamos de razones para apoyarnos en lo verdadero que conocemos. La ley natural es nuestro primer criterio de discernimiento sobre cuál es el bien propio de cada ser, incluyendo por supuesto, en primer lugar, al ser humano.
* Ley antigua: Corresponde a la legislación mosaica, como ha sido consignada en la Biblia. En buena parte es una iluminación de la conciencia. Más que una imposición exterior puramente normativa, es una imposición de la verdad sobre el intelecto, que termina por reconocer que lo que se le pide es bueno. Sin embargo, esta ley no da por sí misma la fuerza para alcanzar lo bueno ni tampoco engendra de modo ordinario el deleite o alegría de practicar el bien, sobre todo si se trata de un bien arduo. Debe añadirse que no todo en la Ley Antigua tenía igual valor. Como muestra la misma Escritura, había elementos temporales en la Ley de Moisés, particularmente en lo ritual o en las disposiciones que Santo Tomás llama “judiciales,” es decir, lo que atañe a la manera de castigar el pecado. Y sin embargo, sí hay un núcleo firme y permanente, al que alude el mismo Cristo cuando recomienda como primer camino a la perfección: “cumple los mandamientos.”
* Ley Nueva: Es el nombre que Tomás de Aquino da al régimen de la Nueva Alianza, fruto del acto redentor de Cristo y consumado por la donación del Espíritu Santo.. El Espíritu mismo es “ley” en la medida en que ilumina de modo intenso y clarificador la inteligencia permitiéndole una adhesión más plena al bien; pero sobre todo es ley por aquello que dijo Dios por boca del profeta Ezequiel: “os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo.” El “corazón nuevo,” dotado de la presencia del Espíritu, aprende a gozarse en el bien, incluso el bien arduo, y por ello resulta invencible. Es lo que vemos particularmente en los santos, y sobre todo en los mártires.
* Ley positiva: Es aquella que es “puesta” (posita) por voluntad humana, ya se trate de un rey, un parlamento o un referendo. No es vinculante por ella misma sino que tiene fuerza de obligatoriedad en la medida en que expresa y es fiel a las leyes mencionadas previamente. En ciertas circunstancias, no obliga en absoluto, por ejemplo cuando prescribe algo totalmente contrario a la ley natural, como sucede cuando la legislación particular de un país pretende obligar a un médico a que violente su conciencia y mate a un feto humano.
[Conferencias en el curso de Teología Moral familiar y sexual ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás en el primer semestre de 2015.]
Tema 8: Castidad y virtudes teologales
Introducción
* Son “teologales” aquellas virtudes que sólo existen, y aún más, sólo pueden ser reconocidas, a partir de la acogida de la revelación cristiana y de algún grado de experiencia del don del Espíritu Santo. Sin la revelación o sin el Espíritu estas virtudes no parecen algo bueno sino extraño, necio, arbitrario, condicionante o atrasado.
* Ello plantea la pregunta: ¿de qué modo un creyente puede presentar su fe de modo público cuando la opinión predominante es claramente pagana, y por consiguiente indispuesta y a la vez incapaz de reconocer el bien que pueda traer esa fe? ¿No queda más remedio que recluirse en el ámbito de lo privado?
* Sobre la base, siempre necesaria, de la oración y de una vida coherente, el creyente puede hacer mucho más. No puede producir la fe, ni imponerla por la fuerza de un argumento como el de la geometría, ni presentarla como un hecho comparable a los hechos que sirven de base a la ciencia. Y sin embargo, sí puede ayudar a hacer camino con los hombres y mujeres de su tiempo por la misma ruta que seguramente le ha llevado a él a creer.
* La búsqueda que suele ser más promisoria en nuestro tiempo es la que comienza por el sujeto mismo, con sus incoherencias y su sed frustrada de justicia. La verdad es que mucha gente percibe con dolor la distancia entre lo que quisiera hacer y lo que termina haciendo, en términos de su propio crecimiento moral. Esa grieta apunta hacia la realidad del pecado porque el pecado no deja de existir porque dejemos de hablar de él.
* En cuanto a la justicia, uno puede hacer ver los grados crecientes de corrupción prácticamente en todo el mundo, y sobre todo: hacer ver que el sistema no tiene en realidad recursos para sanarse o enmendarse a sí mismo. De nuevo, la conclusión es que el pecado no deja de existir porque dejemos de hablar de él.
* La capacidad de reconocer la realidad del pecado, incluso si la palabra misma se intenta omitir, permite conectar con experiencias profundas del pueblo de Dios. Lo que el pueblo hebreo percibe es que es salvado. Su fe no empieza como un acto de suposición o de imaginación sino como respuesta a una propuesta que viene de fuera y que, después de imponerse en cierto modo sobre Moisés, llega con inusitada soberanía sobre el faraón e incluso sobre los mismos hebreos. Una vez que uno entiende que la fe no es imaginación, caen por tierra las repetidas calumnias de los cientificistas, y de otros enemigos de la fe.
Dinámica interna de las virtudes teologales
* Claramente la fe abre toda la vida de Dios en nosotros. Por la fe descubrimos su iniciativa, que es precisamente la diferencia entre la fantasía y el acto de creer. Por la fe nos fiamos de aquel que ha salido a nuestro encuentro.
* Una vez que uno descubre que Dios ha estado y está, llega a afirmar con firmeza y gozo que Dios estará, y tal es el contenido básico de la esperanza.
* Y por la fe descubrimos primero el actuar y luego algo del ser de Dios. Así la fe hace “razonable” y casi “forzoso” amar.
* A su vez, el amor es el entorno que nos invita a confiar, esperar y acoger cuanto viene de Dios. Por la fe llegamos al amor pero gracias al amor crecemos en la fe.
Bienes de la vida teologal en cuanto a la castidad
* Un texto como Romanos 6,11-18 nos invita a reconocer cuánto gana en convicción y fuerza el propósito de una vida ordenada en lo que respecta a los deseos, en general, y al deseo sexual, en particular:
(1) La fe abre un horizonte infinito, que le quita fuerza de “absoluto” al deseo, según lo de San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti…”
(2) La fe nos revela aquellos bienes “de allá arriba” (Colosenses 3) que cautivan el corazón y lo liberan de los placeres inmediatas y puramente carnales.
(3) La fe revela una nueva dignidad: hijos de Dios; valiosos con el valor de la Sangre del Unigénito; templos del Espíritu Santo.
(4) La fe pone delante de nuestros ojos, ante todo, el ejemplo de Jesucristo, cuyo amor es ejemplo, pero primero, sanación.
La fuerza incontenible del mensaje de la resurrección acontecida en Cristo.
Hay una imagen que no se borra de mi mente. No es una obsesión sino un deseo inmenso de hacer algo por personas como Julieta (nombre ficticio – historia real).
Julieta es una jovencita que quiso conversar conmigo no hace mucho. Resulta que a sus quince años, cumplidos no hace mucho, conoce lo que es tener sexo pero no sabe lo que es saberse amada ni tampoco respetada. Sabe protestar pero no sabe qué cosas merecen una protesta suya. Sabe reírse a carcajadas–por ejemplo, en ruidosas reuniones con sus amigas–pero no sabe qué es sentirse feliz. Sabe emborracharse y sabe sacar fotos ridículas pero luego no sabe cuál es su verdadero rostro entre tantas payasadas. Sabe que la vida se le va pero no sabe a qué vino a la vida. Sabe que la muerte es aburrida pero no sabe si la muerte ya empezó o está todavía para llegar.
¡Cuánto deseo Pascua para Julieta y para tantas y tantos como ella!
#LaudesFrayNelson para el Sábado de la Octava de Pascua
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DOMINGO II DE PASCUA, O DE LA MISERICORDIA
Brilla la misericordia divina en su manera de acoger también a quienes tienen dudas o son escépticos.
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#VisperasFrayNelson para el Viernes de la Octava de Pascua
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“Se ha aceptado como un hecho científico que no resulta contrario al interés del menor el crecer en un entorno homoparental” afirma la ponencia favorable a la adopción gay del magistrado Jorge Iván Palacio. La evidencia científica es en realidad un conjunto inconexo de estudios exploratorios, sacados de contexto para utilizarlos de manera parcializada como apoyo a lo que se volvió un dogma que se debería matizar y desmenuzar…
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317 Ante las imponentes « res novae » del mundo del trabajo, la doctrina social de la Iglesia recomienda, ante todo, evitar el error de considerar que los cambios en curso suceden de modo determinista. El factor decisivo y « el árbitro » de esta compleja fase de cambio es una vez más el hombre, que debe seguir siendo el verdadero protagonista de su trabajo. El hombre puede y debe hacerse cargo, creativa y responsablemente, de las actuales innovaciones y reorganizaciones, de manera que contribuyan al crecimiento de la persona, de la familia, de la sociedad y de toda la familia humana.677 Es importante para todos recordar el significado de ladimensión subjetiva del trabajo, a la que la doctrina social de la Iglesia enseña a dar la debida prioridad, porque el trabajo humano « procede directamente de personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mutuo beneficio, la obra de la creación dominando la tierra ».678
318 Las interpretaciones de tipo mecanicista y economicista de la actividad productiva, a pesar de su extensión y su influjo, han sido superadas por el mismo análisis científico de los problemas relacionados con el trabajo. Estas concepciones se revelan hoy, más que ayer, totalmente inadecuadas para interpretar los hechos, que demuestran cada día más el valor del trabajo como actividad libre y creativa del hombre. De esta realidad concreta debe derivar también el impulso para superar sin demora los horizontes teóricos y los criterios operativos estrechos e insuficientes respecto a las dinámicas actuales, intrínsecamente incapaces de identificar las apremiantes y concretas necesidades humanas en toda su extensión, que van más allá de las categorías meramente económicas. La Iglesia sabe bien, y así lo ha enseñado siempre, que el hombre, a diferencia de cualquier otro ser viviente, tiene necesidades que no se limitan solamente al « tener »,679 porque su naturaleza y su vocación están en relación inseparable con el Trascendente. La persona humana emprende la aventura de la transformación de las cosas mediante su trabajo para satisfacer necesidades y carencias ante todo materiales, pero lo hace siguiendo un impulso que la empuja siempre más allá de los resultados logrados, a la búsqueda de lo que pueda responder más profundamente a sus innegables exigencias interiores.
319 Cambian las formas históricas en las que se expresa el trabajo humano, pero no deben cambiar sus exigencias permanentes, que se resumen en el respeto de los derechos inalienables del hombre que trabaja. Ante el riesgo de ver negados estos derechos, se deben proyectar y construir nuevas formas de solidaridad, teniendo en cuenta la interdependencia que une entre sí a los hombres del trabajo. Cuanto más profundos son los cambios, tanto más firme debe ser el esfuerzo de la inteligencia y de la voluntad para tutelar la dignidad del trabajo, reforzando, en los diversos niveles, las instituciones interesadas. Esta perspectiva permite orientar mejor las actuales transformaciones en la dirección, tan necesaria, de la complementariedad entre la dimensión económica local y la global; entre economía « vieja » y « nueva »; entre la innovación tecnológica y la exigencia de salvaguardar el trabajo humano; entre el crecimiento económico y la compatibilidad ambiental del desarrollo.
320 La solución de las vastas y complejas problemáticas del trabajo, que en algunas áreas adquieren dimensiones dramáticas, exige la contribución específica de los científicos y los hombres de cultura, que resulta particularmente importante para la elección de soluciones justas. Es una responsabilidad que les debe llevar a señalar las ventajas y los riesgos que se perfilan en los cambios y, sobre todo, a sugerir líneas de acción para orientar el cambio en el sentido más favorable para el desarrollo de toda la familia humana. A ellos corresponde la delicada tarea de leer e interpretar los fenómenos sociales con inteligencia y amor a la verdad, sin preocupaciones dictadas por intereses de grupo o personales. Su contribución, en efecto, precisamente por ser de naturaleza teórica, se convierte en una referencia esencial para la actuación concreta de las políticas económicas.680
321 Los escenarios actuales de profunda transformación del trabajo humano hacen todavía más urgente un desarrollo auténticamente global y solidario, capaz de alcanzar todas las regiones del mundo, incluyendo las menos favorecidas. Para estas últimas, la puesta en marcha de un proceso de desarrollo solidario de vasto alcance, no sólo aparece como una posibilidad concreta de creación de nuevos puestos de trabajo, sino que también representa una verdadera condición para la supervivencia de pueblos enteros: « Es preciso globalizar la solidaridad ».681
Los desequilibrios económicos y sociales existentes en el mundo del trabajo se han de afrontar restableciendo la justa jerarquía de valores y colocando en primer lugar la dignidad de la persona que trabaja: « Las nuevas realidades, que se manifiestan con fuerza en el proceso productivo, como la globalización de las finanzas, de la economía, del comercio y del trabajo, jamás deben violar la dignidad y la centralidad de la persona humana, ni la libertad y la democracia de los pueblos. La solidaridad, la participación y la posibilidad de gestionar estos cambios radicales constituyen, sino la solución, ciertamente la necesaria garantía ética para que las personas y los pueblos no se conviertan en instrumentos, sino en protagonistas de su futuro. Todo esto puede realizarse y, dado que es posible, constituye un deber ».682
322 Se hace cada vez más necesaria una consideración atenta de la nueva situación del trabajo en el actual contexto de la globalización, desde una perspectiva que valore la propensión natural de los hombres a establecer relaciones. A este propósito, se debe afirmar que la universalidad es una dimensión del hombre, no de las cosas. La técnica podrá ser la causa instrumental de la globalización, pero la universalidad de la familia humana es su causa última. El trabajo, por tanto, también tiene una dimensión universal, en cuanto se funda en el carácter relacional del hombre. Las técnicas, especialmente electrónicas, han permitido ampliar este aspecto relacional del trabajo a todo el planeta, imprimiendo a la globalización un ritmo particularmente acelerado. El fundamento último de este dinamismo es el hombre que trabaja, es siempre el elemento subjetivo y no el objetivo. También el trabajo globalizado tiene su origen, por tanto, en el fundamento antropológico de la intrínseca dimensión relacional del trabajo. Los aspectos negativos de la globalización del trabajo no deben dañar las posibilidades que se han abierto para todos dedar expresión a un humanismo del trabajo a nivel planetario, a una solidaridad del mundo del trabajo a este nivel, para que trabajando en un contexto semejante, dilatado e interconexo, el hombre comprenda cada vez más su vocación unitaria y solidaria.
NOTAS para esta sección
677Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 10: AAS 73 (1981) 600-602.
678Catecismo de la Iglesia Católica, 2427.
679Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 35: AAS 58 (1966) 1053; Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 19: AAS 59 (1967) 266-267; Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 20: AAS 73 (1981) 629-632; Id., Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 28: AAS 80 (1988) 548-550.
680Cf. Juan Pablo II, Mensaje a los participantes en la Conferencia Internacional sobre el Trabajo (14 de septiembre de 2001), 5:L’Osservatore Romano, 21 de septiembre de 2001, p. 7.
681Juan Pablo II, Discurso en el encuentro jubilar con el mundo del trabajo (1º de mayo de 2000), 2: L’Osservatore Romano, edición española, 5 de mayo de 2000, p. 6.
682Juan Pablo II, Homilía en la Santa Misa del Jubileo de los Trabajadores (1º de mayo de 2000), 3: L’Osservatore Romano, edición española, 5 de mayo de 2000, p. 5.
Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.
#LaudesFrayNelson para el Viernes de la Octava de Pascua
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