En cualquier lugar donde te halles, acuérdate de que el Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir, y convéncete de que quien quiera seguirle no ha de pretender otra línea de conducta.
Dios tiene sobre nosotros, hijos suyos, un derecho especial: el derecho a que correspondamos a su amor, a pesar de nuestros errores personales. -Este convencimiento, al mismo tiempo que nos impone una responsabilidad, de la que no podemos escapar, nos da seguridad plena: somos instrumentos en las manos de Dios, con los que El cuenta diariamente y, por eso, diariamente, nos esforzamos en servirle.