Pregunta con relación al Domingo I de Cuaresma… si el Señor nos conduce al desierto a estar con Él y que nos ataquen las tentaciones, ¿debemos también dejarnos tentar, como él se dejó tentar? — E.
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Te comento lo que logro entender, a partir de lo que han enseñado los Padres de la Iglesia:
El “dejarse tentar” de Cristo tuvo, como se dice en la homilía que prediqué este pasado domingo, dos propósitos principales:
1. Mostrar con su ejemplo que la tentación no es omnipotente y que sí puede ser vencida. Este propósito vemos que le corresponde sólo a Cristo, porque nosotros vamos detrás de Él como discípulos suyos, y es sólo de Él de donde viene la fuerza para vencer la tentación. En este sentido, dejarnos tentar no añade nada a lo que Cristo quería y no parece que sea necesario ni conveniente.
2. Producir el ataque del enemigo, que fue engañado por el misterio de la Encarnación, puesto que si hubiera tenido claridad de que Cristo era verdadero Dios nunca lo hubiera atacado. Este otro propósito tampoco nos corresponde a nosotros, porque no tenemos unión hipostática con Dios como solamente sucedía en Cristo.
No parece entonces que nosotros, en ningún caso, debamos adoptar una postura de pasividad, resignación o complacencia frente a la tentación. Lo nuestro ha de ser evitar la tentación, y superarla con el auxilio que solo Dios puede darnos.
Hay un caso interesante, sin embargo. Una persona de fe puede entrar en ciertas misiones que suponen algún grado de riesgo o tentación pero no por buscar la tentación o por buscar que suceda y permitirla, sino porque esa misión particular conlleva ese cierto riesgo, y la persona, después de prudente discernimiento, ve que su propio proceso de formación y ante todo el auxilio divino serán suficientes para las tentaciones que se esperan. Pensemos, por ejemplo, en el caso de un misionero que sabe que en tierras de gran oposición a la fe vendrán persecuciones y quizás la tentación de renegar de la fe ante el furor y la crueldad de los opositores. Esa persona no está buscando la tentación sino que sabe que vendrá y se prepara lo mejor posible, con humildad, virtud y oración, para vencerla mientras se centra en su verdadero objetivo, que en el ejemplo citado son las conversiones que espera lograr en el Nombre de Cristo y para su gloria.