El amor de madre es distinto a los otros amores: No conoce la traición y jamás lastima intencionalmente.
El amor de madre es universal e inalterable. Puede que haya alguna diferencia en la forma, pero la esencia se mantiene.
El amor de madre posee la facultad de multiplicarse sin perder fuerza. No baja con el número de hijos, sube, crece, se desparrama, y se riega en cada uno de los vástagos.
El amor de madre no se agota. Puede que se canse de lidiar con la prepotencia infantil, pero el efecto no decae. El sentimiento parece interminable.
El amor de madre no mide consecuencias. Es incondicional por definición y no espera retribuciones. Darían la vida sin pestañear, y prefieren el dolor propio al de los hijos.
El verdadero amor de madre nunca deserta; por el contrario, el hijo problema, el necesitado, el preocupado, el enfermo, es al que más se atiende.
El amor de madre está diseñado para que la vida perdure. Somos la especie que más cuidados necesita para sobrevivir y que más demora en volverse autosuficiente.
Sin duda es la réplica más grande del Amor de Dios que vivimos segundo a segundo de nuestra vida. Y muchas veces no lo reconocemos. Que el Dios de la vida bendiga y renueve tu vocación y entrega.
Felicitaciones en tan grandioso día.