“«Durante la guerra mataron a mi tía. La violaron entre ocho hombres y le retorcieron el cuello hasta matarla», cuenta Gladys. Aterrorizada, esta refugiada de Sudán del Sur vendió sus pertenencias en la frontera para comprar la máquina de coser con la que ahora se gana la vida en el campo de refugiados de Palabek, en Uganda…”
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