Los obispos mexicanos se pronuncian sobre la migración

“La Conferencia del Episcopado Mexicano, en una carta dirigida al clero, agentes de pastoral de Movilidad Humana y al pueblo de Dios, manifestó que “la Iglesia está convencida de que es necesaria y urgente una justa política migratoria que, por un lado, garantice un ordenado, responsable y regulado libre tránsito de personas, y que vele por los intereses legítimos de nuestra nación”…”

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Al romperse las familias el estado llena los vacíos sin la misma clemencia

Una publicación de es.gaudiumpress.org — “El libro más reciente del Arzobispo de Filadelfia, Estados Unidos, Mons. Charles Chaput, titulado “Extranjeros en Tierra Extraña” fue publicado en español el pasado mes de diciembre. En el texto, el prelado reflexiona sobre los desafíos para el testimonio de la Iglesia en medio de una cultura contraria calificada como “postcristiana” y la necesidad de preservar la identidad de los creyentes a través de una fe vivida con alegría y belleza…”

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La emigración y el trabajo

297 La inmigración puede ser un recurso más que un obstáculo para el desarrollo. En el mundo actual, en el que el desequilibrio entre países ricos y países pobres se agrava y el desarrollo de las comunicaciones reduce rápidamente las distancias, crece la emigración de personas en busca de mejores condiciones de vida, procedentes de las zonas menos favorecidas de la tierra; su llegada a los países desarrollados, a menudo es percibida como una amenaza para los elevados niveles de bienestar, alcanzados gracias a decenios de crecimiento económico. Los inmigrantes, sin embargo, en la mayoría de los casos, responden a un requerimiento en la esfera del trabajo que de otra forma quedaría insatisfecho, en sectores y territorios en los que la mano de obra local es insuficiente o no está dispuesta a aportar su contribución laboral.

298 Las instituciones de los países que reciben inmigrantes deben vigilar cuidadosamente para que no se difunda la tentación de explotar a los trabajadores extranjeros, privándoles de los derechos garantizados a los trabajadores nacionales, que deben ser asegurados a todos sin discriminaciones. La regulación de los flujos migratorios según criterios de equidad y de equilibrio 643 es una de las condiciones indispensables para conseguir que la inserción se realice con las garantías que exige la dignidad de la persona humana. Los inmigrantes deben ser recibidos en cuanto personas y ayudados, junto con sus familias, a integrarse en la vida social.644 En este sentido, se ha de respetar y promover el derecho a la reunión de sus familias.645 Al mismo tiempo, en la medida de lo posible, han de favorecerse todas aquellas condiciones que permiten mayores posibilidades de trabajo en sus lugares de origen.646

NOTAS para esta sección

643Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2001, 13: AAS 93 (2001) 241; Pontificio Consejo « Cor Unum » – Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Los refugiados, un desafío a la solidaridad, 6: Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1992, p. 8.

644Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2241.

645Cf. Santa Sede, Carta de los derechos de la familia, 12, Tipografía Políglota Vaticana, Ciudad del Vaticano 1983, p. 14; Juan Pablo II, Exh. ap. Familiaris consortio, 77: AAS 74 (1982) 175-178.

646Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 66: AAS 58 (1966) 1087-1088; cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1993, 3: AAS 85 (1993) 431-433.


Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

Familias Migrantes, 2 de 2

[Predicación a la Comunidad Hispana en Lafayette, Louisiana, EEUU, en Mayo de 2013.]

* Pasemos al examen de algunas sugerencias y consejos concretos para aquellas familias en situación de migración, sobre todo cuando las condiciones no son óptimas y las tensiones se acentúan. Son siete puntos, que tomamos de la experiencia durísima de los judíos en el tiempo de su destierro a Babilonia:

(1) No dejarse asustar por los poderes de este mundo, los cuales a menudo destilan arrogancia y toman una posición intimidatoria. Lo que ellos piensen o digan de sí mismos no cambia el hecho de que sólo Dios es Dios de todos.

(2) Las familias necesitan iniciar y cuidar sus ritmos, rituales (incluyendo las oraciones) y rutinas. Los cambios exteriores no deben interrumpir esa vida interna del núcleo familiar.

(3) Que se escuche la Palabra de Dios en el hogar. Sin ella, los hijos crecen en un universo de signos y personajes ajenos a la fe.

(4) Según la Biblia, corresponde ante todo al papá liderar en la oración: su primer lugar es indispensable porque su anatomía y fisiología le da un lugar único de relevancia en la mente infantil.

(5) Papá y Mamá tomen en serio su fe, y sean los primeros catequistas de sus hijos. Es más importante el tema de la fe que muchos otros, incluyendo asuntos de afectividad o de sexualidad, porque sobre la base de la dignidad que el mensaje de redención nos enseña ya se deduce qué vida hemos de llevar.

(6) Que no sólo resuenen las palabras sino que los hijos vean que los papás se implican en obras específicas de caridad y de evangelización.

(7) Sentido de comunidad y apoyo mutuo.

Familias Migrantes, 1 de 2

[Predicación a la Comunidad Hispana en Lafayette, Louisiana, EEUU, en Mayo de 2013.]

* ¿Qué dificultades particulares experimentan la pareja, y la familia, cuando viven procesos de movilidad humana, que a menudo implican nuevos y desafiantes contextos culturales?

* Quizás el criterio más importante para responder es: todo depende de cuáles derechos básicos queden asegurados por las condiciones en que se da el cambio. No es lo mismo “ser invitado” que “tratar de entrar.”

* El segundo criterio a tomar en cuenta es que, aunque sea el grupo familiar el que cambia de residencia, no debe presumirse que todos viven sus crisis o esperanzas al mismo tiempo. Cada persona tiene sus propias renuncias y sus pequeños o grandes avances, de modo que hay que estar atentos a esos procesos individuales y apoyar los procesos con gran paciencia, sentido de escucha y caridad.

* En particular, es típico que los varones se centren en la resolución de problemas, uno detrás de otro; mientras que las mujeres suelen tener un enfoque más comprensivo y holístico: tratando de crear y favorecer “ambientes” que sean acogedores y motivantes para todos. Es natural, y puede ser muy productivo que surjan algunas tensiones entre estas dos perspectivas.

* Si volvemos nuestra atención a la Sagrada Escritura, encontramos un dato fundamental: a menudo, Dios asocia el progreso en la fe con procesos, a veces dramáticos de movilidad humana. Llama la atención, en Génesis 12, cómo Abraham es puesto en camino. Su desarraigo de la tierra (y cultura) de su padre, va en paralelo con el progresivo arraigo a las promesas y la palabra misma de Dios.

* Otra escena importantísima en el conjunto de la historia de Israel es, por supuesto, el éxodo, que, como su nombre lo indica, habla también de un desplazamiento masivo de personas. El despojo del desierto va en paralelo con el equipamiento nuevo de una fe que madura a golpes del camino.

* En el Nuevo Testamento, baste recordar a Cristo como el gran caminante; como aquel que deja a las 99 en el redil y sale en búsqueda de la oveja perdida. De hecho, Cristo es el que no tiene dónde reclinar la cabeza, y su movilidad se identifica con la generosidad del amor que no puede permanecer impasible ante la necesidad de los muy amados.

* No debemos entonces ver a la movilidad humana necesariamente como un ataque a la fe. Más que los hechos en sí mismos, lo que importa es la manera como se leen y viven esos hechos, y sobre todo, si desde el principio se le da a Dios el lugar que le corresponde en la pareja, la familia y la comunidad como tal.

La Iglesia ante la situacion de los inmigrantes

1. La emigración se ha convertido en un fenómeno global en el mundo actual e implica a todas las naciones, ya sean países de salida, de tránsito o de llegada. Afecta a millones de seres humanos, y plantea desafíos que la Iglesia peregrina, al servicio de toda la familia humana, no puede dejar de asumir y afrontar con el espíritu evangélico de caridad universal. La Jornada mundial de los emigrantes y refugiados de este año debería ser una renovada ocasión de especial oración por las necesidades de todos los que, por cualquier razón, se encuentran lejos de su hogar y de su familia; debería ser una jornada de seria reflexión sobre los deberes de los católicos para estos hermanos y hermanas.

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